Una predicación sin palabras

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Cierto creyente dejó de visitar la iglesia en que se congregaba. Después de
algunas semanas, el pastor decidió visitarlo. Era una tarde fría; el pastor
encontró al hombre solo, en su chimenea, sentado frente a una estufa de
leños. Adivinando el propósito de la visita, el hombre le dio la bienvenida,
lo invitó a sentarse en un gran sillón cerca del fuego y esperó callado.
El pastor se puso cómodo y también permaneció callado. En un gran silencio
observó el juego de las llamas alrededor de los troncos. Después de algunos
momentos tomó las pinzas para las brasas, levantó un carbón encendido y lo
colocó a un costado. Luego se sentó en su sillón y continuó en silencio.
El dueño de casa observó todo con fascinación. Después de cierto tiempo, el
carbón apartado dejó de quemarse hasta apagarse totalmente. Ni una palabra
se había dicho desde el saludo inicial. Justo antes de que el pastor
partiera, levantó el carbón solitario, frío y lo volvió a colocar en el
medio del fuego; inmediatamente comenzó a resplandecer como el resto de los
carbones alrededor.
Cuando el pastor llegó a la puerta para irse, escuchó del dueño de casa
decir:

"Muchas gracias por su visita y especialmente por su fogoso mensaje.
Estaré de vuelta en la iglesia el próximo domingo."

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