Una paloma blanca

0
Se acercó a mí lentamente y algo cabizbajo, no más de un metro entre su naricita y el suelo, pelito colorado, remera de hermano mayor y un desprolijo pantalón con remiendos en la rodilla. Las manos atrás, en claro gesto de esconder algo... ¿Usted es el pastor? fue el primer disparo a quemarropa y sin presentación. Se detuvo a unos metros como dispuesto a no acercarse si no recibía contestación.
Yo lo miraba fijamente mientras asentía con la cabeza.
El Pedro es mi amigo... y viene a religión; dice que usted le enseño que el Espíritu Santo es una paloma... una paloma blanca...
En toda esta balbuceante frase me miró fijamente a los ojos, tratando de ver si era verdad lo que le contó su amigo. Me acerqué unos pasos hacia él y me senté; lo invité con el gesto de marcarle el lugar en un banco. Continuaba mirándome.
Y... ¿qué más te contó el Pedro?...
Que usted les lee La Biblia y ellos juegan y se empujan... y después juegan a la pelota y ...¿Qué es el Espíritu Santo?... Porque el Pedro dice que es Dios... ¡Qué va ser!...
Ahá...¿y a vos que te parece?
¡Eso es un cuento del Pedro! Dios no puede ser una paloma blanca.
Noté que de repente el coloradito bajaba la cabeza y apretaba más contra su espalda aquello que sus manos ocultaba, hasta me pareció que su voz se quebraba en aquella última frase. Lo invité a nuevamente a sentarse, ahora con el gesto y la palabra, y aceptó; aunque no muy cerca mío. Lo miré con toda la ternura que me despertaba y nuestras miradas se cruzaron por un fugaz instante. Le brotó un llanto que, hasta ese momento, había sido contenido. Me apreté a él y lo abracé.
¡Vamos coloradito!... ¿Qué te pasa?
Yo... yo maté una paloma blanca, dijo entre sollozos... siempre le tiro a los gorriones...pero ¡ni de cerca!... pero a la paloma le dí justito... Dejó caer su cabecita sobre mi rodilla y estalló en llanto. De sus apretujadas manos cayó aquella honda rudimentaria. Dejé de hablar y sólo lo acariciaba.
Lo sentía llorar y me angustiaba aquel pequeño. Me fui perdiendo en imágenes y pensamientos que me surcaban a mil...
¿Cuantas palomas blancas habremos matado los hombres? ¿Alguna vez lloramos por ello? ¿Una sola vez nos habremos arrepentido?

Compartir

Más recursos

Sponsor


Suscripción gratuita

Te avisaremos cuando agreguemos nuevos recursos. No te enviaremos más de uno o dos mensajes semanales.