Una encuesta sobre la vida sexual de los cristianos solteros
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Nuestro interés específico está centrado en la vida afectivo-sexual de los cristianos solteros, muy numerosos en algunas congregaciones cristianas. ¿Cuál es la relación entre lo que dicen y lo que hacen los jóvenes solteros cristianos? Es de suponer que por causa de la moral cristiana estos jóvenes han de afirmar sus convicciones éticas, pero... ¿coinciden éstas con lo que hacen?
Mi experiencia como asesor de personas que no se atreven a plantear a sus pastores sus conflictos personales y sus fallas morales me llevó a hacer una investigación sobre la problemática de los cristianos solteros. Fue mi intención obtener la respuesta de trescientos creyentes solteros de distintas congregaciones y denominaciones. Logré distribuir una cantidad de cuestionarios superior al número deseado. Lamentablemente obtuve sólo treinta respuestas, justo el 10 por ciento de la meta propuesta. No obstante, esta muestra de la problemática de los solteros cristianos me parece muy significativa y orientadora para la acción pastoral de la iglesia.
El cuestionario se distribuyó con un pedido de colaboración para ayudar a las personas solteras con dos objetivos específicos:
1. Poner de manifiesto la situación real de los cristianos solteros presentando su vida secreta sin identificarlos.
2. Proponer una adecuada acción pastoral para atender sus necesidades. De las treinta personas que enviaron sus respuestas por correo, sin identificarse, veintidós eran mujeres y ocho varones. La encuesta se realizó entre personas mayores de veinticinco años clasificados en cuatro grupos. Trece de ellas tienen entre veinticinco y veintinueve años, doce tienen de treinta a treinta y cuatro años, tres con edad entre los treinta y cinco y treinta y nueve años y sólo dos con más de cuarenta. Esto significa que veinticinco de los treinta encuestados son personas cuya edad se encuentra entre los veinticinco y los treinta y cuatro años.
En cuanto a la confesión religiosa, once de los encuestados son bautistas, ocho metodistas, cinco católicos, cuatro hermanos libres y dos pertenecen a la Alianza Cristiana y Misionera.
A continuación comparto el resultado de parte de la encuesta. Nos limitaremos a los aspectos que parecen más significativos.
Las causas de la soltería
La primera pregunta de la encuesta era: En su opinión... ¿cuáles son las causas que le han impedido concretar el matrimonio? He clasificado las respuestas en siete grupos:
1. Soltería causada por Problemas de personalidad:
a) Falta de tacto. Soy demasiado vehemente y cuento cosas que no debería decir hasta determinado momento (una dama).
b) Nunca he sentido que un hombre me comprende, quizás por mi incapacidad para expresar mis pensamientos y sentimientos. Creo que la falla que ha impedido mi casamiento está en mí.
c) Sufrí desde niño una desviación sexual.
d) Falta de madurez de mi parte.
e) Los temores que siento frente a la responsabilidad de ser esposa y madre. Por esas razones he eludido el matrimonio.
f) Mis tendencias hacia la autodestrucción. Soy muy dura conmigo misma y por eso no concreto nada de lo que me satisface. Esa actitud mía no se limita al matrimonio, se manifiesta en todos los aspectos de mi vida.
g) Mi extremada idealización. En lugar de mirar a los hombres como seres con defectos y virtudes he buscado un hombre ideal, que no existe.
h) Mi creencia en el sentido de que no debe buscarse un compañero para mitigar la soledad o el tedio.
i) Honestamente, le tengo miedo a los hombres. Me aterra sólo pensar en la posibilidad de acostarme con un hombre.
j) Aunque sé que estoy equivocada no puedo sacarme de la mente la idea de que las relaciones sexuales son desagradables, sucias y dolorosas.
k) Pienso que mi problema básico es que soy un hombre demasiado tímido. Me resulta fácil establecer amistad con las chicas, pero de ahí no paso. No me atrevo a decirles nada, aunque en algunos casos me he sentido muy atraído. Más de una vez una chica me tuvo paciencia y esperó, pero como no me decidí, otro se la llevó. Creo que no tengo remedio. Es algo que escapa a mis fuerzas. Ni la oración me ha podido ayudar.
l) Estar indefinido sexualmente y temer ser incapaz de satisfacer sexualmente a una mujer.
m) Tener que sufrir como mi madre casándome con una bestia sexual. Los hombres parecen buenitos, pero otra cosa son en la cama.
n) He racionalizado mucho, pero me doy cuenta que mi real problema es que me siento indigna de casarme con un chico cristiano por haber tenido relaciones sexuales con mi primer novio. No me casaría con un hombre no creyente. Luego mi problema no tiene solución. Aunque reconozco que tengo necesidades sexuales y tengo mucho para compartir a nivel afectivo.
o) Soy muy dominante y asusto a los hombres. He tenido varios novios, pero siempre ocurre lo mismo, se cansan de mí actitud autoritaria. No desearía ser así. Me siento muy desgraciada. Mi último novio me dijo que para sargento le bastaba con el que tuvo en el servicio militar y que no estaba dispuesto a casarse con una sargenta. Me siento muy desdichada.
p) Creo que no me he casado por haber nacido en un hogar muy conflictuado. Una teme que al casarse se repita la historia y eso sería terrible. Ante cualquier problema una se asusta y ve en el novio a un fantasma.
q) Por tener una imagen muy deteriorada de la mujer, la que me dio mi madre. La desprecié por sus reiteradas infidelidades a mi padre. Todavía no la he podido perdonar. Tengo miedo de que me ocurra lo mismo que a mi padre. Quizás por eso a todas las mujeres les encuentro algún defecto.
r) Falta de fe en el matrimonio y temor a fracasar como mis padres (tres personas expresaron los mismos temores con palabras similares).
2. Falta de información y educación para el matrimonio. a) Una mejor comprensión del significado del matrimonio. b) Una mala información sobre el matrimonio. c) Una educación sexual demasiado rígida en el hogar y en la iglesia. 3. Problemas económicos. a) Falta de recursos económicos (dos personas expresaron esta opinión). 4. Convicciones religiosas. a) La vocación ministerial (un hombre). b) Mis creencias religiosas. El sentirme llamada a una consagración exclusiva a Dios. 5. No haber encontrado pareja. a) No haber encontrado el compañero que considero adecuado.
b) Los hombres que me han gustado han sido casados, no gustaban de mi o eran inmaduros.
6. Conflictos o desilusiones en el noviazgo.
a) Una relación de pareja que' resultó negativa (hombre).
b) El único hombre que he amado tuvo que casarse con otra pues iba a tener un hijo suyo. Nunca más he podido amar.
Comentario
Lo más significativo de esta muestra de la problemática de los cristianos solteros es que sólo dos de las treinta respuestas atribuyen la soltería a no haber encontrado pareja.
Salta a la vista que el problema básico reside en diferentes aspectos de la personalidad. Diecinueve respuestas de un total de treinta, casi dos tercios, se manifiestan en tal sentido. Sin tener en cuenta problemas de personalidad de los cuales las personas no son conscientes, muchas de las respuestas que he clasificado, ajustándome exclusivamente a las manifestaciones de los encuestados, podrían incluirse entre los problemas de personalidad . Estos sin embargo, no son reconocidos conscientemente por ellos. Las dos personas que atribuyen su soltería al hecho de no haber encontrado pareja podrían ubicarse entre las personas con problemas de personalidad. Uno tiene derecho a preguntarse: ¿por qué no encontró el compañero adecuado'? ¿por qué a la otra joven sólo le gustaron hombres casados, imposibles de alcanzar, y consideró inmaduros a los que estaban a su alcance? Los conflictos y desilusiones en un primer noviazgo denotan también problemas de personalidad. Uno debe aprender a sobreponerse ante un fracaso, aprender de nuestros errores, y de los errores de los demás, y asumir una actitud positiva ante la vida. Para ello se necesita cierto nivel de salud mental. La vocación religiosa, en algunos casos, suele ser un refugio para actitudes neuróticas frente a la sexualidad y el matrimonio.
Merece ser especialmente resaltado el papel que juega el hogar en los problemas de personalidad. El primer hombre en la vida de toda mujer es su propio padre y la madre es la primera mujer en la vida de todo hombre. Si la madre cumple plenamente su papel de esposa y madre, así como el esposo y padre cumple el suyo, los hijos crecerán en un ambiente de armonía, amor, comprensión y respeto mutuo. Tendrán fe en el amor y en el matrimonio. Además, el hogar cumple importantísimas funciones de educación e información; los tres encuestados que consideran que su soltería se debe a fallas en ese sentido están manifestando deficiencias en sus respectivos hogares.
En resumen, los problemas de personalidad, originados o no por conflictos familiares, y las deficiencias formativas e informativas del hogar aparecen en esta encuesta como la causa fundamental de la soltería. Es importante señalar que, por lo general no hay una sola causa; más bien se trata de un cúmulo de factores entre los cuales hay uno que es el más sobresaliente. Los pilares fundamentales sobre los cuales se sustenta la soltería, por lo menos entre los treinta encuestados, son los problemas de personalidad y los problemas familiares. La pastoral evangélica debe tenerlo muy en cuenta para atender las necesidades de este creciente grupo de creyentes.
Lo que los solteros esperan de la iglesia
Otra de las preguntas era ésta: ¿Cree usted que la iglesia, de alguna manera, debe ayudar a sus feligreses solteros a concretar el matrimonio? ¿Cómo? El 90% de los que respondieron a esta pregunta creen que la iglesia tiene una función pastoral que cumplir hacia ellos como personas solteras.
1) Una pastoral sugerida por los interesados.
a) Una adecuada educación sexual.
- No inhibiendo la personalidad de los jóvenes, asistiendo en los grandes pecados de la pareja. En muchas ocasiones salir con un muchacho significa salir con un manual de instrucciones: No debes hacer esto, no debes decir aquello, debes frenarlo en esto o lo otro, etc. En fin, la iglesia debe ayudar aconsejando sabiamente y no disponiendo autoritariamente de las personas. (Otras dos personas expresaron ideas similares.)
- El tema sexual no debe ser tabú para el púlpito cristiano ni para la escuela dominical ya que, después de la conversión, es el acto más importante en la vida del ser humano para su felicidad y bendición o para su desdicha y fracaso. (Opinión de una creyente virgen que vive angustiada por el conflicto que le plantean sus necesidades sexuales y su decisión de no caer en pecado.)
b) Un asesoramiento pastoral adecuado.
- A través del asesoramiento pastoral - que incluya elementos de la fe, pero que sea muy humano - a fin de conocer los temores, inhibiciones y angustias de las personas solteras de la congregación. (Dos personas expresaron criterios similares. Siempre refiriéndose al asesoramiento individual realizado por el ministro de la iglesia.)
- Ayudando a los tímidos y retraídos. Detrás de la timidez siempre hay un problema. El pastor debe ayudar a estas personas a encontrarse con ellos mismos y con su pareja. No sólo debe preocuparse porque se encuentren con Dios.
- Un sentido de responsabilidad pastoral de parte de la congregación para con las personas solteras.
- Tomando conciencia de este problema que angustia a tantas personas.
- Pienso que la iglesia debe encarar todos los problemas con madurez. Este que nos ocupa es un problema candente en nuestras congregaciones. Los miembros de la iglesia deben tener una mente amplia para poder ver la realidad, analizarla y procurar una solución correcta para la realización plena de todos los cristianos sin angustias y sin caer en el pecado, que desagrada a Dios y nos hace mal.
- No impidiendo los noviazgos por no estar dentro de lo que los dirigentes de la iglesia consideran lo más lógico. (Tres personas expresaron opiniones muy similares en este sentido. Parecería que en algunas congregaciones los dirigentes de la iglesia prohiben los noviazgos.)
c) La predicación.
- Hay predicadores que predican siempre lo mismo y uno tiene que escucharlos porque es su pastor. El predicador no debe predicar sólo sobre aquellos temas que domina; debe preocuparse por los problemas de sus feligreses y orientarlos adecuadamente. A veces uno no se anima a presentar un conflicto de este tipo por temor a que lo consideren poco hombre. Una predicación amplia que se ocupe de todos los problemas humanos es una gran necesidad. Además, si el pastor predica sobre un tema que a uno lo angustia le da pie para conversar con él sobre su sermón y ahí puede salir el problema de uno.
d) La literatura.
- Promoviendo la lectura de buenos libros sobre el noviazgo y el matrimonio.
2) Actividades sugeridas por los encuestados.
- Ofreciendo la oportunidad de liberarse de la soledad a través de actividades para personas solteras.
- Promoviendo reuniones de personas solteras con conferencias, debates, excursiones, campamentos, conciertos, equipos de trabajo y otras actividades que contribuyan al mayor conocimiento entre personas que tienen dificultades similares por encontrarse solteros. (Esta respuesta es la recopilación de sugerencias ofrecidas por cinco personas diferentes.) -
3) Opiniones de cristianos que no reclaman la acción pastoral de la iglesia.
- No creo que la iglesia pueda ayudar porque son otras sus funciones. El mensaje de la iglesia es espiritual y en ese sentido puede ayudamos a vencer nuestras tentaciones de la carne. La iglesia no es un club; es la Casa de Dios, por lo tanto considero que es pecado ir al culto a buscar novio y no a buscar la presencia y comunión con el Señor.
- Nunca he pensado que la iglesia pueda ayudar en tal sentido.
- La iglesia me lo ha dado todo. Estoy muy agradecida al Señor por todo lo que me ha dado a través de ella. Estoy en sus manos, si El quiere darme un compañero lo recibiré gozosa, pero no veo cómo la iglesia pueda ayudarme.
Comentario
No he colocado los diferentes aspectos de la acción pastoral por orden de importancia, todos son importantes.
Llama la atención el hecho que además del pedido acción pastoral - educación sexual, asesoramiento, predicación y literatura - en forma tradicional, aplicada por el ministro, reclama una adecuada función pastoral por parte la congregación. Se reclama una toma de conciencia sobre la magnitud del problema y asumir sus responsabilidad con madurez. Tres personas mostraron su desagrado y frustración por actitudes asumidas por la congregación, sobre todo cuando eran más jóvenes, impidiendo noviazgos que no, parecían lógicos y que en cierta manera trajeron como consecuencia la soltería. Finalmente se reclama de las iglesias una acción concreta que va más allá de su provincialismo congregacional y denominacional para encarar en forma amplia las necesidades afectivo-sexuales de sus miembros solteros.
Sólo un número muy limitado de encuestados no siente que la iglesia tiene una responsabilidad pastoral ha ellos. Es alentador ver como el concepto individualista iglesia va desapareciendo para dar lugar a un espíritu comunitario de solidaridad y compromiso mutuo. Todos somos responsables por la vida de todos y la redención cristiana tiene que ver con la realización plena del ser humano en t dos sus aspectos. La redención cristiana no se ha consumado mientras alguno de sus miembros se sienta frustrado el pleno desarrollo de su humanidad en Jesucristo. Todo hombre y todos los hombres que integran la iglesia debe realizarse como personas y esa realización jamás será plena mientras la infelicidad, la injusticia, la maldad y la cosificación de lo humano reine en el mundo en el cual la iglesia está enmarcada.
La vida sexual de los cristianos solteros
La encuesta fue dividida en dos partes, la segunda en exclusiva para los cristianos solteros con experiencia sexual. Diez de las veintidós mujeres que respondieron el cuestionario habían tenido relaciones sexuales, o sea el 45.5% . Las doce restantes son vírgenes, o sea el 54.5%. Es lamentable el hecho de que sólo ocho varones hayan respondido el cuestionario porque la muestra resulta muy limitada. Si esta muestra es representativa del resto de los varones solteros que integran nuestras congregaciones la virginidad sería más frecuente entre los varones que entre las mujeres. Sólo tres de los ocho encuestados afirmaron haber tenido relaciones sexuales, un 37.5%, que es inferior al 45.5% confesado por las damas. Cuatro manifestaron no haber tenido relaciones sexuales - recuérdese que se trata de personas mayores de veinticinco años - y uno no respondió la pregunta y dejó en blanco toda la parte dedicada a las personas con experiencia sexual. Es de suponer que este hombre no ha tenido relaciones sexuales, pero no se atreve a manifestarlo ni siquiera en una encuesta anónima.
Aunque la muestra sobre la vida sexual de los cristianos solteros está limitada a treinta personas, de los cuales sólo ocho son varones, tengo razones para pensar que los porcentajes obtenidos se acercan mucho a la realidad, por ser corroborados por mi experiencia como asesor. En esta obra compartiremos con el lector la situación de veinte personas que han sido asesoradas por mí en distintos lugares y épocas y cuya identidad no podrá ser descubierta, por cuanto hemos tomado todas las precauciones para evitarlo. Apreciamos la colaboración de estas personas permitiendo que su experiencia pueda servir de ayuda a otras necesitadas. De los veinte casos tratados dieciocho personas pertenecen a diferentes iglesias evangélicas y dos son católicos. Trece son mujeres y siete varones. En el momento en que vinieron a mí, de las trece mujeres ocho habían tenido relaciones sexuales, el 61.5 % y de los siete varones sólo dos habían tenido relaciones sexuales, el 28.6%. La virginidad para los varones alcanza el 71.4% mientras que en las mujeres no pasa del 38.5%. Es necesario aclarar que hay una diferencia entre las personas que vienen buscando asesoramiento y aquellas que desean colaborar a través de una encuesta para ayudar, a las personas que como ellas son solteras. No obstante en los que vienen a buscar asesoramiento la diferencia se hace más marcada, hay un mayor número de mujeres que han tenido relaciones sexuales y un mayor número de varones que no las han tenido.
El mayor porcentaje de virginidad entre los varones que entre las mujeres solteras de nuestras congregaciones parecería mostrar que la iglesia es un mundo aparte. Es de suponer que una encuesta como la realizada daría resultados muy diferentes si se aplicara fuera del ámbito de la iglesia.
Sentimientos de culpa por relaciones sexuales
La encuesta pone de manifiesto un mayor porcentaje de mujeres con sentimientos de culpa, por relaciones sexuales fuera del matrimonio, que entre los hombres. Sólo uno de los varones expresó sentimientos de culpa; entre las mujeres, nueve manifestaron sentimientos de culpa y tres no se arrepentían de lo que habían hecho o de lo que estaban haciendo. El sentimiento de culpa entre las mujeres estaría presente en el 75% de los casos, mientras que en los hombres se manifestó sólo en el 33.3% , uno de tres. Es muy difícil establecer una clara línea de demarcación entre la presencia y la ausencia de sentimientos de culpa. A veces éstos no son reconocidos conscientemente; pero están presentes a nivel inconsciente. En ocasiones los sentimientos de culpa se manifiestan con real ferocidad y con caracteres autodestructivos.
De los treinta encuestados, quince han manifestado que han tenido relaciones sexuales, doce mujeres y tres hombres. Estas quince personas se dividen en dos grupos: Las que se sienten culpables, que son diez (nueve mujeres y un hombre) y los que no se sienten culpables, que son cinco (tres mujeres y dos hombres). El sentimiento de culpa es una realidad en el 66.6% y no aparece, por lo menos en forma consciente, en el 33.3% de los que han entrado en la vida sexual sin haberse casado. Pasamos a continuación a presentar los estados anímicos y las opiniones de las quince personas aludidas.
1. Los que tienen sentimientos de culpa:
- Sí, siento muchos sentimientos de culpa. Es por esa razón. que frente a un muchacho creyente siento tanta culpa que me niego hasta una salida o aún el pensar que podría llegar a ser mi esposo. Por el contrario, frente a un muchacho inconverso me siento una prostituta.
- Mi vida espiritual anda de mal en peor. Solo puedo sentir a Dios en forma muy personal, pero he perdido mi relación con los hermanos. Frente a ellos me siento sucia. Solo puedo hablar con Dios. Mi actividad actual es silenciosa y cada día en la iglesia me piden menos cosas por causa de mi actitud silenciosa. Tal vez pronto me convertiré en un miembro inactivo y eso me preocupa mucho.
- Fue un tremendo error creer que si no aceptaba lo que mi novio me proponía, lo perdería. Cuando lo hice, pasaba por un momento muy difícil en mi vida, me sentía sola y llena de insatisfacciones personales y frustraciones.
- Siempre le pido perdón a Dios por mis grandes faltas y que me ayude a no volver a caer, ya que soy una mujer muy sexual desde mi adolescencia.
- Sí, porque al haber tenido relaciones sexuales sin estar casado he caído en el pecado de fornicación (un hombre).
- Me resulta imposible mirar a un muchacho cristiano de frente, me siento sucia. Esta es una carga pesada que arrastro por más de quince años por causa de un error de mi juventud. El me amenazó con romper y yo cedí, cuando se cansó de mí me dejó, me dejó destrozada hasta el día de hoy. Todos me tienen por una mujer muy consagrada, como un ejemplo de vida cristiana, pero yo me siento muy mal conmigo misma. Mis padres me adoran y me consideran una gran cosa... ¡Si ellos supieran! Aparte de esa persona, que nunca más he vuelto a ver, guardo mi secreto. Sólo lo sabe el Señor. Me alegro mucho que una amiga me halla entregado el cuestionario y me alegro por dos razones: (1) Porque siento cierto alivio al compartir mi secreto con usted en forma anónima; no me atrevería a decírselo frente a frente aunque usted no me conoce y (2) porque pienso que mi testimonio será de utilidad a otras chicas creyentes que se sienten tan solas frente a una decisión tan importante y se dejan engañar por un hombre que realmente no las ama y lo que quiere es aprovecharse de su inocencia y de su amor.
- Me siento mal porque parecería que los hombres lo único que desean es eso. No la aman a una como persona. He resuelto no volver a tener relaciones sexuales hasta que me case. Si vuelvo a tener novio no le ocultaré mi pasado, pero no volveré a caer en la trampa de: "Si te entregaste a otro por amor y no te entregas a mí es porque realmente no me amas". ¡Ni una más! Estoy cansada de ser un instrumento de placer para los hombres. Después me siento burlada y sucia y ese sentimiento es más doloroso que todo el placer que el sexo pueda proporcionarme. Aconsejo a todas las chicas que lean el libro que se va a escribir que no caigan en esa trampa. Si un hombre ama a una chica debe desear que ella sea feliz y las relaciones sexuales prematrimoniales traen más sufrimiento que felicidad. He resuelto no volver a caer, si todas hiciéramos lo mismo obligaríamos a los hombres a casarse. Ellos quieren tener mujer sin responsabilidad y el amor real implica asumir responsabilidad.
- Sí, me siento muy culpable. Aunque pertenezco a una familia muy decente he tenido relaciones con quince hombres, algunos solteros y otros casados. Debo aclararle que después de mi conversión no he vuelto a pecar. Fue cuando mi novio me dejó y me despreció después de haberme entregado a él. Entonces caí en un frenesí sexual, no por amor sino para disfrutar el placer sexual. Me acosté con cuanto tipo me invitó. Después de cierto tiempo lo dejaba y me buscaba otro. Una vez salí con dos hombres a la vez pero me asusté y dejé a uno. Fueron dos años terribles, quince hombres en veinticinco meses. Al final me sentí asquerosa y despreciable. No resistía que mis padres me besaran, ellos no me entendían; creo que yo tampoco. Pero por fin vino para mí la luz del Señor y conocí a Cristo como mi Señor y Salvador. Pero aunque El ha sacado los clavos de mi pecado en mí han quedado las huellas. Me siento indigna de casarme con un hombre creyente y no me casaría con un incrédulo. Creo que me quedaré soltera, aunque tengo muchas tentaciones. El sexo es muy fuerte en mí. Me las he aguantado varios años y me las seguiré aguantando. De esa manera pagaré en parte mi gran error.
- La primera vez no tuve sentimientos de culpa. El me amaba realmente y aunque no estábamos casados legalmente me consideraba su esposa. Los dos éramos creyentes y decidimos iniciar nuestra vida sexual, con nuestras manos sobre la Biblia, prometiéndonos mutua fidelidad. Pero él murió en un accidente hace ya varios años. Después he tenido relaciones con otros dos hombres y todo ha sido muy desgraciado y me he sentido muy mal. Estoy tratando de crecer en mi vida espiritual para no volver a caer.
- Sí, me siento muy culpable. Lo he hecho sólo con un hombre. El me llevó casi obligada al hotel. Me amenazaba con romper las relaciones. Yo le pedía al Señor que me diera fuerzas pero no pude resistirme más. No es que me excuse, realmente él me convenció. Me sentí muy mal, me pasé la noche llorando y no le podía explicar a mis padres lo que me había pasado. Me enfermé, me faltaba el aire y creía que me moría. Tuve una crisis de nervios, temblaba como una hoja sacudida por el viento. Me llevaron a un psiquiatra pero no le dije lo que me ocurría porque no era creyente. Temía que me dijera que lo que había hecho no estaba mal. He oído que los psiquiatras son muy liberales en ese sentido. Me puso un tratamiento, pero mi novio seguía insistiendo en continuar las relaciones sexuales. Le complací cinco o seis veces, pero me sentía muy culpable, solo una vez llegué a disfrutar placer. Llegué a la conclusión que no podía seguir en esa situación y lo dejé. Ahora me he consagrado al Señor y a menos que Dios me muestre un compañero no pienso en casarme. Lo he colocado todo en las manos de mi Salvador, a El le debo todo lo que soy.
2. Los que afirman no tener sentimientos de culpa:
- No me siento culpable. La relación sexual es una relación humana, cuando ésta se realiza entre adultos responsables y cuando hay una absoluta honestidad en dos personas, casadas o no, al entregarse el uno al otro. Hay relaciones sexuales entre personas casadas, creyentes o no, que son inmorales porque han dejado de amarse. Estas personas realizan el acto sexual con un sentido del deber como lavar los platos (la mujer o cortar el pasto el hombre). Por el contrario, hay relaciones sexuales entre adultos no casados que están envueltas en el respeto mutuo, el amor y el interés de cada uno porque el otro lo la plena realización personal y sexual sin tabúes ni complejos. No defiendo la promiscuidad sexual, me refiero a una relación sexual entre dos donde hay afecto, respeto y mutua valoración. Para mí la vida sexual como soltero no es reñida con mi fe. A través del sexo puedo hacer el bien jamás le he hecho un mal a nadie. Soy un miembro activo de mi congregación y lamentablemente no puedo compartir mis opiniones con mis hermanos porque no me comprenderían. Aunque es posible que haya en ella otros hombres que piensen como yo y estén actuando igual que yo. Por si acaso, y para no hacerme problemas, mi vida es u asunto personal entre Dios y yo. Me sentiría culpable si fuera con una ramera porque m haría solidario con su pecado como muy bien señala Pablo.
- Aprovecho esta encuesta para hacer pública una conclusión que no podría hacer de otra manera porque me expulsarían de la iglesia. Hace once años que vivo con un hombre casado. Estoy convencida de que eso es del Señor. Yo no podía comprenderlo al principio. Nos enamorarnos el uno del otro sin poder evitarlo. El también es creyente y una persona distinguida en el mundo evangélico. Cuando nos dimos cuenta de que nos habíamos enamorado el uno del otro estuvimos orando dos años para que el Señor nos sacara ese sentimiento o nos mostrara qué deberíamos hacer. Durante tres meses fuimos una vez por semana a un hotel sin hacer más que besarnos y orar juntos. Un día estábamos estudiando la Biblia, en el hotel, y al considerar el pasaje donde Abraham está dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac sin entender por qué, sólo porque Dios así se lo pedía, el Espíritu Santo nos habló y vimos claramente que el Señor quería que yo sacrificara mi virginidad. En el caso de Isaac el Señor detuvo la mano de su padre. En nuestro caso el Señor no puso ningún impedimento. Aunque esto es ilógico para el mundo y aun para los creyentes que pueden entender las profundas realidades espirituales del amor, nosotros no nos sentimos culpables. Mi esposo, en el Señor, no contesta el cuestionario porque éste se limita a personas solteras, pero él está de acuerdo conmigo en todo. Vivo con un hombre casado y no me siento culpable. No fue fácil llegar a esa maduración humana y espiritual. Amo a su esposa como si fuera mi hermana. Ella no sabe nada, pero si estuviera libre de prejuicios estaría dispuesta a vivir con ella bajo el mismo techo como vivió Jacob con Raquel y con Lea. Jacob es el padre del pueblo de Israel de donde vino el Señor para salvar a todos los hombres que le acepten como Señor. Me siento identificada con Raquel porque estuve enamorada de él antes de que se casara con Lea. Además Lea es frígida; yo soy la favorita.
- Tengo relaciones con mi novio y no me siento culpable. Es el dichoso problema de la vivienda. Los dos estamos trabajando arduamente para ahorrar y poder casamos. Pusimos el asunto en oración y decidimos casamos ante el Señor. Nos estuvimos preparando espiritualmente durante una semana. Usamos una copia de la ceremonia de casamiento de mi iglesia -los dos somos creyentes- y nos prometimos mutua fidelidad de por vida. Ante el Señor estamos casados, ante los hombres no. Como vivimos en sociedad esperamos regularizar nuestra situación para el próximo año. Así podremos presentarnos ante todos como marido y mujer, ahora sólo podemos presentarnos así ante el Señor.
Una moral personal diferente a la deseada para los hijos
En la encuesta se incluyó una pregunta que debían responder sólo las personas que habían tenido relaciones sexuales y es la siguiente: ¿Aceptaría gustoso que una hija suya tuviera relaciones sexuales sin haberse casado? ¿Y si fuera un varón? De las trece personas involucradas el 100% expresó su deseo de que si tuvieran una hija no desearían que mantuviera relaciones sexuales fuera del matrimonio, aunque algunos presentaban dudas con relación a su propio caso. Con relación a un hijo varón diez estuvieron a favor y tres en contra de tales relaciones. Muy pocos fundamentaron su opinión, la mayoría contestó con un sí o un no. Vale la pena reproducir algunas respuestas: - ¡No!, en el caso de un hijo varón lo tomaría mejor, aunque no lo justifico. Sabemos todos que el hombre siempre tuvo menos prejuicios que la mujer en ese sentido y creo que deben ser poquísimos los que lleguen a los veinte años sin experiencia sexual.
-Considero que el ideal cristiano es que ni el hombre ni la mujer tengan relaciones antes de casarse pero tengo grandes dudas al respecto. Si Dios dispone que yo no me case... ¿sería justo que viviera toda una vida sin conocer algo tan grande como es el placer sexual? Pienso que Dios es amor y quiere lo mejor para todos. Como mujer soltera me siento culpable de haber tenido relaciones sexuales pero... ¿por qué Dios permite que haya tantas creyentes que son suyas en esta situación? Otra pregunta que me hago permanentemente es ésta: ¿Me. habría casado si no hubiera tenido relaciones? Creo que siempre quedará en mí esa duda. Pienso que la moral es la misma para ambos sexos y creo que los dos sienten la misma necesidad de sexo, lo que pasa es que el hombre al no tener peligro de embarazo se cuida menos. También porque estarnos acostumbrados a la idea de que es más lógico que los hombres lo hagan.
Evaluación de la encuesta
Esta encuesta destapa una realidad escondida y que surge a la luz sólo cuando un caso particular toma público conocimiento. Por lo general el submundo de la vida sexual se mantiene en el más absoluto secreto. Y no solamente el de los cristianos solteros. Sería muy útil para el ministerio pastoral de la iglesia que se realizara una investigación sobre la vida sexual de los cristianos casados, incluyendo el adúltero. Los problemas sexuales arruinan las vidas de muchas personas. El problema se hace más grave cuando se mantiene oculto pues las personas involucradas están cerradas a toda posibilidad de asesoramiento pastoral. Además, necesitamos una ética sexual cristiana que contemple la profundidad del problema y que sin hipocresía, ni mojigatería, ofrezca una orientación adecuada y proponga soluciones humanas que a la vez sean cristianas.
La iglesia debe tomar conciencia de la existencia de una vida secreta, un submundo integrado por una parte de la congregación al cual no tiene acceso ni el pastor. Si el feligrés teme al pastor jamás se acercará a él y si no se acerca estará desprotegido pastoralmente. Este temor se fundamenta en el hecho de que algunos pastores en lugar de cayado empuñan un látigo. A veces el acercamiento al pastor no se produce porque el feligrés lo considera “demasiado espiritual". Algunos pastores producen en los creyentes la imagen de "ser angelical". El ministro de Dios debe ser u hombre de oración pero debe tener los pies bien puestos sobre la realidad. Se necesita una piedad auténtica y no la farisaica que con tanta crudeza condena nuestro Señor e el testimonio de Mateo 6:5, 6. Así como el pecado reina en el corazón de las personas profundamente conflictuadas, la oración debe reinar en el santuario secreto de la vida de cristiano. De la misma manera que el pecado se manifiesta través de sentimientos de culpa conscientes o inconscientes, la oración debe manifestarse a través de una vida radiante sin mojigatería ni poses angelicales. Los que pretenden ser ángeles sólo podrán ministrar a los ángeles. Para ser pastor de seres humanos necesitamos aceptar plenamente nuestra humanidad y la de los demás. Una buena acción pastoral implica la capacidad para penetrar en el santuario secreto de las personas necesitadas que no se atreven a plantear su situación. Los encuestados reclaman de la iglesia una acción pastoral adecuada. Sin embargo muy pocos de ellos han planteado sus dificultades a un pastor. Así lo señalan en la encuesta.
La incomunicación entre el pastor y el mundo secreto de una buena parte de la congregación crea un tremendo problema a la pastoral protestante. El católico está acosado a confesarse con su sacerdote y si éste es un buen pastor tiene abiertas las posibilidades para un adecuado asesoramiento. En nuestro mundo crecientemente individualista el individualismo en la experiencia religiosa está siendo un obstáculo a la pastoral. A veces las personas encuestadas concurren a buscar ayuda en otro pastor. Veamos un caso reciente: "Yo quiero ser una buena cristiana pero tengo necesidad de afecto y de expresarme como mujer. Si salgo con un muchacho, a la tercera salida me invita a acostarme con él. Si me acuesto me siento usada porque al poco tiempo se aburre de mí y me deja. Cuando eso ocurre me siento terriblemente mal, siento que soy una prostituta. Caigo en depresión, me arrepiento de mis pecados y me entrego a la oración ferviente por mucho tiempo. Le pido al Señor que me dé fuerzas para no volver a caer. Pero la experiencia me dice que más o menos seis meses más tarde voy a enamorarme otra vez y que la historia se va a repetir". Al preguntarle si no había probado rechazar cordialmente la invitación y tratar de concretar un noviazgo sin relaciones sexuales me contestó llorando: "Lo he probado, pero en tales casos el muchacho no me ha vuelto a llamar. Si me acuesto lo pierdo y si no me acuesto también y necesito casarme... ¿Qué puedo hacer, pastor?"
Esta joven no se atrevía a charlar con su pastor. "Si le cuento lo que me pasa no me comprenderá, él es demasiado espiritual y yo demasiado carnal. Yo lo aprecio mucho pero él no tiene la capacidad psicológica para ayudarme. Supongo que estoy enferma, por eso he venido a verlo. No sé si debo continuar perteneciendo a la iglesia". Problemas como el de esta joven son un desafío a lograr la pastoral adecuada que están solicitando los encuestados. El hecho de encontrar un pastor que sea capaz de comprender y con el cual se pueda compartir cualquier problema ya es una gran ayuda. Al clarificar las situaciones con madurez sin ofrecer consejos mágicos ni soluciones geniales ayudamos a las personas a entender su situación real y a dar los pasos hacia la solución o a la adaptación ante la vida cuando los problemas no tienen solución inmediata.v
No es mi propósito acusar a los colegas pastores. Es necesario reconocer el temor de muchas personas conflictuadas. Temor al pastor que surge a partir de una imagen inveterada del pastor. No se teme tanto al pastor como persona sino a su investidura como tal. Esta realidad se puso de manifiesto en la encuesta. Realmente es muy difícil tener acceso al santuario íntimo de algunas personas, aún a través de una encuesta anónima, para conocer sus problemas afectivo-sexuales por ser un pastor quien solicita la información. Con muy pocas excepciones los encuestados no han querido dar la cara. Uno no puede imaginar a quien den las respuestas pues se distribuyeron más de trescientos cuestionarios. Es evidente el temor a expresar las cuestiones afectivo-sexuales aún en una encuesta anónima. Para lograr las respuestas conté con la valiosa colaboración de un buen número de personas de diferentes denominaciones. Un caso muy curioso, por no decir trágico, es que entre los colaboradores estaban tres entusiastas damas que pertenecen a dos denominaciones de las cuales no recibí respuesta alguna a pesar de que entre las tres distribuyeron veintidós cuestionarios entre personas solteras de sus respectivas iglesias. Ni ellas mismas contestaron, a menos que hayan manifestado pertenecer a otra denominación.
El desafío no es personal, es un desafío a encontrar medios de comunicación con los feligreses que impidan el terror a abrir las puertas del santuario íntimo de la vida afectivo-sexual, aún en forma anónima, que lleve al equilibrio, con un pastor que no sea autoritario, ni "moderno", ni "angelical", ni el pastor que condena, ni el que aprueba, ni el que vive de "espaldas a las cosas mundanas". El pastor “angelical" es inalcanzable, el "moderno" se hace cómplice del pecado, y el autoritario cierra la puerta de la comunicación. La realidad de la existencia de un submundo moral en la iglesia es una demostración de la incapacidad de la pastoral para ganarse la confianza de sus feligreses. No propongo implantar la confesión obligatoria como en la iglesia católica para acceder a la comunión porque sabemos que ese tipo de confesión también se puede falsear. No tengo soluciones para proponer, sólo estoy descorriendo una cortina que pone en evidencia un panorama oculto que tenemos que encarar. Mi contribución aspira a ser pionera en el descubrimiento de la necesidad de una pastoral en profundidad. Confío en que otros después de mí continuarán camino.
El pastor debe ubicarse en la realidad de una nueva pastoral enraizada profundamente en el mensaje bíblico y capaz de encarar los crecientes problemas de nuestro siglo conflictuado. El pastor no es más que un compañero de viaje en el peregrinar hacia el completamiento de la condición humana según el modelo que Dios nos ha provisto en la persona de Jesucristo. El pastor no es un semidios autoritario o angelical. Es un ser humano falible. Es un pecador redimido y es un instrumento redentor de la gracia divina. En todo pastor hay un abismo más o menos profundo entre lo que es y lo que debe ser según el modelo de Jesucristo. El autoritarismo y la pose angelical no tienen lugar en la pastoral que necesitamos, ni tampoco el modernismo permisivo con su relativismo moral. Es necesario encontrar un nuevo camino. Todos debemos buscarlo en espíritu de oración y como sugería Karl Barth debemos hacerlo con la Biblia en una mano y el diario en la otra. El mensaje cristiano es válido para nuestra conflictiva situación mundial. Es cuestión de descubrir cómo llegar a la gente no sólo fuera de la iglesia sino también dentro.
Una pastoral adecuada para la compleja situación de nuestro tiempo hace indispensable un profundo conocimiento de la personalidad humana en general y de la historia personal de cada feligrés en particular. Hemos visto que diecinueve de los treinta encuestados reconocen conscientemente que sus problemas que se traducen en soltería, con relaciones sexuales o sin ellas, con sentimientos de culpa o sin ellos, se deben a problemas de personalidad y al contexto social en que les ha tocado vivir. Recordemos que sólo dos encuestados reconocieron que su soltería se debía al hecho de no haber encontrado pareja. El desafío a una pastoral dinámica y enraizada en la situación concreta del hombre de nuestro tiempo es evidente.
La pastoral actual debe tener en cuenta la existencia del submundo congregacional al que hemos hecho referencia, el cual existe también en el ámbito secular al cual también estamos llamados a servir. En el submundo evangélico hay personas que ocultan su conducta inadecuada, algunas arrastrando la pesada cadena de la culpa y otras sin conciencia de su presencia. Además hay un grupo grande de creyentes solteros, la mitad según esta encuesta, que ajustan a una conducta aceptable y que sin embargo viven una terrible angustia que mantienen en secreto. Ellos también pertenecen a ese submundo del silencio, la incomunicación y la angustia. Una cosa es expresar conceptos y obtener delante a una persona que pertenece al mundo clandestino de la angustia y la desesperación sin que lo sepan sus hermanos en la fe. He aquí un caso conmovedor: "En mi congregación hay muchas chicas solteras, yo he sido para ellas como su mamá, todas se han apoyado en mí. Nadie puede imaginarse cuán sola y triste me encuentro. Sonrío para los demás, pero sangro por dentro. Siempre estoy sirviendo a los demás, me gusta ayudar a otros. Todos me creen muy feliz, pero a veces al regresar a casa de mi trabajo lo hago llorando. Frecuentemente paso por estados depresivos muy agudos, me siento muy angustiada y sola. veces me dan ganas de llorar y no sé por qué. Supongo que eso se debe a que soy una mujer frustrada por no haber podido realizarme encontrando a un hombre para fundar juntos una familia". Al preguntarle por qué ocultaba sus angustias, tristezas y depresiones me contestó que era por causa del testimonio cristiano. Según ella sería negativo para los inconversos saber que hay cristianos que sufren por no poder resolver problemas básicos. Esta joven estaba sufriendo por responder a un esquema de testimonio cristiano que la conduce a sumergirse en un submundo solitario y a practicar una doble vida: la ficticia que es sonriente y la verdadera que consiste en arrastrar sola una pesada cadena de sufrimiento. Por otro lado, se está presentando al mundo un evangelio irreal, al cual se le ha extraído el sufrimiento y se está sumergiendo a honestos cristianos en un submundo doloroso. La pastoral evangélica debe tener muy en cuenta esta falla para corregir el error. La fe cristiana debe conducir al gozo, pero no es un antídoto para el sufrimiento, arrastrando la pesada cadena de la culpa y otras sin ser conscientes de su presencia. Eso sí, nos proporciona energías para encarar la tempestad cuando ésta viene sobre todos, creyentes o incrédulos. Eso es lo que nos muestra el Señor en Mateo 7:24-27.
Ya hemos señalado la importancia de conocer la personalidad humana en general y la historia personal de cada feligrés en particular. El caso de la joven que acabamos de plantear se caracteriza por una carencia total de afecto. De pequeña supuso que era una hija adoptiva porque no le daban el afecto que necesitaba. Un poco resentida dejó su hogar y vino a la ciudad donde tuvo que arreglárselas sola. La historia personal de cada uno y el contexto familiar que ha enmarcado esa historia, el ejemplo de los padres y el nivel de salud mental y espiritual de los mismos son factores que no pueden estar ausentes en una pastoral que pretende ayudar a las personas en sus necesidades más urgentes. Las opciones morales de cada cual y sus estados emocionales frente a los conflictos que tiene que encarar están en gran manera determinados por las experiencias previas. Es de esperar que las vivencias de la fe proporcionen elementos energéticos que permitan al cristiano sobreponerse a los condicionamientos culturales y psicológicos. El poder del Espíritu Santo se ve desafiado por el poder de los factores psicológicos y sociológicos. Sólo por la obra del Espíritu Santo llegaremos a ser lo que debemos ser para la gloria de Dios y bendición de muchas personas a través del buen ejemplo de vida. Pero la pastoral no debe propiciar el testimonio ficticio por causa de los inconversos. Jesús no escondió su dolor frente a la cruz. La experiencia de Getsemaní según el relato de Lucas 22:39-46 es bien evidente. Un evangelio ficticio no hace justicia a la predicación de nuestro Señor. La pastoral debe ser evangélica para que sea auténticamente pastoral.
La pastoral que necesitamos debe tener en cuenta las diferencias entre culpa neurótica y existencial, entre culpa consciente e inconsciente. No todo el que afirma no sentirse culpable está diciendo la verdad aunque no sea mentiroso. Sencillamente no puede comprender que ciertos trastornos en su vida son causados por sentimientos de culpa inconsciente. Una joven mujer, que aparentaba no tener más de 32 años, me pidió una entrevista porque estaba sufriendo de fuertes ataques de asma y el médico le había dicho que su problema era psicológico. El asma había comenzado dos años atrás. Al preguntarle si había tenido alguna experiencia fuerte o si se había experimentado algún cambio significativo en su vida me dijo:
"El asma viene a coincidir, más o menos, con mi decisión de no abstenerme sexualmente nunca más. Habiendo cumplido treinta años sin haberme podido casar decidí que no debía privarme más del placer sexual. Rompí todos los tabúes y ahora soy una 'mujer liberada' ".
Después manifestó que había iniciado las relaciones por amor, pero que el novio la había desilusionado y después se dispuso a vivir su vida con el que se presentara y le fuera agradable. Fue en ese momento cuando apareció el asma. Manifestó además, que sólo había podido tener orgasmo con el novio que amaba. No se sentía culpable en el plano de la conciencia, pero a nivel inconsciente se estaba castigando al negarse el orgasmo y al crear la enfermedad para torturarla.
En la encuesta hemos recibido el pedido de tres personas en el sentido de que la pastoral no sea autoritaria al extremo de impedir noviazgos. La predicación no debe ser inhibitorio de las realidades humanas. Debe ser una puerta abierta al asesoramiento pastoral como sugiere un encuestado. La pastoral que necesitamos no debe ser ni autoritaria, ni permisiva, ni angelical. Debe ser evangélica y situacional. Cada caso particular en su situación específica necesita un tratamiento especial. No es lógico que caigamos en generalizaciones simplistas.
Sugerencia para estudio
Sugiero que este trabajo sea utilizado como material de estudio y reflexión en las iglesias locales participando casados y solteros. Habría que considerar primero el contenido del capítulo y después discutirlo en pequeños grupos de reflexión. Un coordinador y un secretario para cada grupo harían posible que la totalidad de los participantes reciban las conclusiones de los diferentes grupos. Es importante tratar de descubrir quienes en la congregación necesitan ayuda y ofrecerla en forma comunitaria. También podría utilizarse este capítulo como material de estudio para una reunión de personas solteras. Sería bueno invitar a miembros de otras congregaciones para considerar juntos esta temática. De paso sería una ocasión para establecer contactos con personas solteras de otras comunidades cristianas.
Es necesario reconocer la existencia de un submundo de tristeza y angustia, con pecado o sin él, ubicar a las personas que se automarginan sin siquiera constituir un grupo que fomente la interacción entre sus miembros para encontrar caminos de solución. El poner en contacto a personas que son miembros potenciales de ese submundo para estudiar un tema de interés común ya es una manifestación de interés pastoral en las personas y especialmente de aquellas que integran nuestras congregaciones.
© CristiaNet.com/psicopastoral - 2002
Mi experiencia como asesor de personas que no se atreven a plantear a sus pastores sus conflictos personales y sus fallas morales me llevó a hacer una investigación sobre la problemática de los cristianos solteros. Fue mi intención obtener la respuesta de trescientos creyentes solteros de distintas congregaciones y denominaciones. Logré distribuir una cantidad de cuestionarios superior al número deseado. Lamentablemente obtuve sólo treinta respuestas, justo el 10 por ciento de la meta propuesta. No obstante, esta muestra de la problemática de los solteros cristianos me parece muy significativa y orientadora para la acción pastoral de la iglesia.
El cuestionario se distribuyó con un pedido de colaboración para ayudar a las personas solteras con dos objetivos específicos:
1. Poner de manifiesto la situación real de los cristianos solteros presentando su vida secreta sin identificarlos.
2. Proponer una adecuada acción pastoral para atender sus necesidades. De las treinta personas que enviaron sus respuestas por correo, sin identificarse, veintidós eran mujeres y ocho varones. La encuesta se realizó entre personas mayores de veinticinco años clasificados en cuatro grupos. Trece de ellas tienen entre veinticinco y veintinueve años, doce tienen de treinta a treinta y cuatro años, tres con edad entre los treinta y cinco y treinta y nueve años y sólo dos con más de cuarenta. Esto significa que veinticinco de los treinta encuestados son personas cuya edad se encuentra entre los veinticinco y los treinta y cuatro años.
En cuanto a la confesión religiosa, once de los encuestados son bautistas, ocho metodistas, cinco católicos, cuatro hermanos libres y dos pertenecen a la Alianza Cristiana y Misionera.
A continuación comparto el resultado de parte de la encuesta. Nos limitaremos a los aspectos que parecen más significativos.
Las causas de la soltería
La primera pregunta de la encuesta era: En su opinión... ¿cuáles son las causas que le han impedido concretar el matrimonio? He clasificado las respuestas en siete grupos:
1. Soltería causada por Problemas de personalidad:
a) Falta de tacto. Soy demasiado vehemente y cuento cosas que no debería decir hasta determinado momento (una dama).
b) Nunca he sentido que un hombre me comprende, quizás por mi incapacidad para expresar mis pensamientos y sentimientos. Creo que la falla que ha impedido mi casamiento está en mí.
c) Sufrí desde niño una desviación sexual.
d) Falta de madurez de mi parte.
e) Los temores que siento frente a la responsabilidad de ser esposa y madre. Por esas razones he eludido el matrimonio.
f) Mis tendencias hacia la autodestrucción. Soy muy dura conmigo misma y por eso no concreto nada de lo que me satisface. Esa actitud mía no se limita al matrimonio, se manifiesta en todos los aspectos de mi vida.
g) Mi extremada idealización. En lugar de mirar a los hombres como seres con defectos y virtudes he buscado un hombre ideal, que no existe.
h) Mi creencia en el sentido de que no debe buscarse un compañero para mitigar la soledad o el tedio.
i) Honestamente, le tengo miedo a los hombres. Me aterra sólo pensar en la posibilidad de acostarme con un hombre.
j) Aunque sé que estoy equivocada no puedo sacarme de la mente la idea de que las relaciones sexuales son desagradables, sucias y dolorosas.
k) Pienso que mi problema básico es que soy un hombre demasiado tímido. Me resulta fácil establecer amistad con las chicas, pero de ahí no paso. No me atrevo a decirles nada, aunque en algunos casos me he sentido muy atraído. Más de una vez una chica me tuvo paciencia y esperó, pero como no me decidí, otro se la llevó. Creo que no tengo remedio. Es algo que escapa a mis fuerzas. Ni la oración me ha podido ayudar.
l) Estar indefinido sexualmente y temer ser incapaz de satisfacer sexualmente a una mujer.
m) Tener que sufrir como mi madre casándome con una bestia sexual. Los hombres parecen buenitos, pero otra cosa son en la cama.
n) He racionalizado mucho, pero me doy cuenta que mi real problema es que me siento indigna de casarme con un chico cristiano por haber tenido relaciones sexuales con mi primer novio. No me casaría con un hombre no creyente. Luego mi problema no tiene solución. Aunque reconozco que tengo necesidades sexuales y tengo mucho para compartir a nivel afectivo.
o) Soy muy dominante y asusto a los hombres. He tenido varios novios, pero siempre ocurre lo mismo, se cansan de mí actitud autoritaria. No desearía ser así. Me siento muy desgraciada. Mi último novio me dijo que para sargento le bastaba con el que tuvo en el servicio militar y que no estaba dispuesto a casarse con una sargenta. Me siento muy desdichada.
p) Creo que no me he casado por haber nacido en un hogar muy conflictuado. Una teme que al casarse se repita la historia y eso sería terrible. Ante cualquier problema una se asusta y ve en el novio a un fantasma.
q) Por tener una imagen muy deteriorada de la mujer, la que me dio mi madre. La desprecié por sus reiteradas infidelidades a mi padre. Todavía no la he podido perdonar. Tengo miedo de que me ocurra lo mismo que a mi padre. Quizás por eso a todas las mujeres les encuentro algún defecto.
r) Falta de fe en el matrimonio y temor a fracasar como mis padres (tres personas expresaron los mismos temores con palabras similares).
2. Falta de información y educación para el matrimonio. a) Una mejor comprensión del significado del matrimonio. b) Una mala información sobre el matrimonio. c) Una educación sexual demasiado rígida en el hogar y en la iglesia. 3. Problemas económicos. a) Falta de recursos económicos (dos personas expresaron esta opinión). 4. Convicciones religiosas. a) La vocación ministerial (un hombre). b) Mis creencias religiosas. El sentirme llamada a una consagración exclusiva a Dios. 5. No haber encontrado pareja. a) No haber encontrado el compañero que considero adecuado.
b) Los hombres que me han gustado han sido casados, no gustaban de mi o eran inmaduros.
6. Conflictos o desilusiones en el noviazgo.
a) Una relación de pareja que' resultó negativa (hombre).
b) El único hombre que he amado tuvo que casarse con otra pues iba a tener un hijo suyo. Nunca más he podido amar.
Comentario
Lo más significativo de esta muestra de la problemática de los cristianos solteros es que sólo dos de las treinta respuestas atribuyen la soltería a no haber encontrado pareja.
Salta a la vista que el problema básico reside en diferentes aspectos de la personalidad. Diecinueve respuestas de un total de treinta, casi dos tercios, se manifiestan en tal sentido. Sin tener en cuenta problemas de personalidad de los cuales las personas no son conscientes, muchas de las respuestas que he clasificado, ajustándome exclusivamente a las manifestaciones de los encuestados, podrían incluirse entre los problemas de personalidad . Estos sin embargo, no son reconocidos conscientemente por ellos. Las dos personas que atribuyen su soltería al hecho de no haber encontrado pareja podrían ubicarse entre las personas con problemas de personalidad. Uno tiene derecho a preguntarse: ¿por qué no encontró el compañero adecuado'? ¿por qué a la otra joven sólo le gustaron hombres casados, imposibles de alcanzar, y consideró inmaduros a los que estaban a su alcance? Los conflictos y desilusiones en un primer noviazgo denotan también problemas de personalidad. Uno debe aprender a sobreponerse ante un fracaso, aprender de nuestros errores, y de los errores de los demás, y asumir una actitud positiva ante la vida. Para ello se necesita cierto nivel de salud mental. La vocación religiosa, en algunos casos, suele ser un refugio para actitudes neuróticas frente a la sexualidad y el matrimonio.
Merece ser especialmente resaltado el papel que juega el hogar en los problemas de personalidad. El primer hombre en la vida de toda mujer es su propio padre y la madre es la primera mujer en la vida de todo hombre. Si la madre cumple plenamente su papel de esposa y madre, así como el esposo y padre cumple el suyo, los hijos crecerán en un ambiente de armonía, amor, comprensión y respeto mutuo. Tendrán fe en el amor y en el matrimonio. Además, el hogar cumple importantísimas funciones de educación e información; los tres encuestados que consideran que su soltería se debe a fallas en ese sentido están manifestando deficiencias en sus respectivos hogares.
En resumen, los problemas de personalidad, originados o no por conflictos familiares, y las deficiencias formativas e informativas del hogar aparecen en esta encuesta como la causa fundamental de la soltería. Es importante señalar que, por lo general no hay una sola causa; más bien se trata de un cúmulo de factores entre los cuales hay uno que es el más sobresaliente. Los pilares fundamentales sobre los cuales se sustenta la soltería, por lo menos entre los treinta encuestados, son los problemas de personalidad y los problemas familiares. La pastoral evangélica debe tenerlo muy en cuenta para atender las necesidades de este creciente grupo de creyentes.
Lo que los solteros esperan de la iglesia
Otra de las preguntas era ésta: ¿Cree usted que la iglesia, de alguna manera, debe ayudar a sus feligreses solteros a concretar el matrimonio? ¿Cómo? El 90% de los que respondieron a esta pregunta creen que la iglesia tiene una función pastoral que cumplir hacia ellos como personas solteras.
1) Una pastoral sugerida por los interesados.
a) Una adecuada educación sexual.
- No inhibiendo la personalidad de los jóvenes, asistiendo en los grandes pecados de la pareja. En muchas ocasiones salir con un muchacho significa salir con un manual de instrucciones: No debes hacer esto, no debes decir aquello, debes frenarlo en esto o lo otro, etc. En fin, la iglesia debe ayudar aconsejando sabiamente y no disponiendo autoritariamente de las personas. (Otras dos personas expresaron ideas similares.)
- El tema sexual no debe ser tabú para el púlpito cristiano ni para la escuela dominical ya que, después de la conversión, es el acto más importante en la vida del ser humano para su felicidad y bendición o para su desdicha y fracaso. (Opinión de una creyente virgen que vive angustiada por el conflicto que le plantean sus necesidades sexuales y su decisión de no caer en pecado.)
b) Un asesoramiento pastoral adecuado.
- A través del asesoramiento pastoral - que incluya elementos de la fe, pero que sea muy humano - a fin de conocer los temores, inhibiciones y angustias de las personas solteras de la congregación. (Dos personas expresaron criterios similares. Siempre refiriéndose al asesoramiento individual realizado por el ministro de la iglesia.)
- Ayudando a los tímidos y retraídos. Detrás de la timidez siempre hay un problema. El pastor debe ayudar a estas personas a encontrarse con ellos mismos y con su pareja. No sólo debe preocuparse porque se encuentren con Dios.
- Un sentido de responsabilidad pastoral de parte de la congregación para con las personas solteras.
- Tomando conciencia de este problema que angustia a tantas personas.
- Pienso que la iglesia debe encarar todos los problemas con madurez. Este que nos ocupa es un problema candente en nuestras congregaciones. Los miembros de la iglesia deben tener una mente amplia para poder ver la realidad, analizarla y procurar una solución correcta para la realización plena de todos los cristianos sin angustias y sin caer en el pecado, que desagrada a Dios y nos hace mal.
- No impidiendo los noviazgos por no estar dentro de lo que los dirigentes de la iglesia consideran lo más lógico. (Tres personas expresaron opiniones muy similares en este sentido. Parecería que en algunas congregaciones los dirigentes de la iglesia prohiben los noviazgos.)
c) La predicación.
- Hay predicadores que predican siempre lo mismo y uno tiene que escucharlos porque es su pastor. El predicador no debe predicar sólo sobre aquellos temas que domina; debe preocuparse por los problemas de sus feligreses y orientarlos adecuadamente. A veces uno no se anima a presentar un conflicto de este tipo por temor a que lo consideren poco hombre. Una predicación amplia que se ocupe de todos los problemas humanos es una gran necesidad. Además, si el pastor predica sobre un tema que a uno lo angustia le da pie para conversar con él sobre su sermón y ahí puede salir el problema de uno.
d) La literatura.
- Promoviendo la lectura de buenos libros sobre el noviazgo y el matrimonio.
2) Actividades sugeridas por los encuestados.
- Ofreciendo la oportunidad de liberarse de la soledad a través de actividades para personas solteras.
- Promoviendo reuniones de personas solteras con conferencias, debates, excursiones, campamentos, conciertos, equipos de trabajo y otras actividades que contribuyan al mayor conocimiento entre personas que tienen dificultades similares por encontrarse solteros. (Esta respuesta es la recopilación de sugerencias ofrecidas por cinco personas diferentes.) -
3) Opiniones de cristianos que no reclaman la acción pastoral de la iglesia.
- No creo que la iglesia pueda ayudar porque son otras sus funciones. El mensaje de la iglesia es espiritual y en ese sentido puede ayudamos a vencer nuestras tentaciones de la carne. La iglesia no es un club; es la Casa de Dios, por lo tanto considero que es pecado ir al culto a buscar novio y no a buscar la presencia y comunión con el Señor.
- Nunca he pensado que la iglesia pueda ayudar en tal sentido.
- La iglesia me lo ha dado todo. Estoy muy agradecida al Señor por todo lo que me ha dado a través de ella. Estoy en sus manos, si El quiere darme un compañero lo recibiré gozosa, pero no veo cómo la iglesia pueda ayudarme.
Comentario
No he colocado los diferentes aspectos de la acción pastoral por orden de importancia, todos son importantes.
Llama la atención el hecho que además del pedido acción pastoral - educación sexual, asesoramiento, predicación y literatura - en forma tradicional, aplicada por el ministro, reclama una adecuada función pastoral por parte la congregación. Se reclama una toma de conciencia sobre la magnitud del problema y asumir sus responsabilidad con madurez. Tres personas mostraron su desagrado y frustración por actitudes asumidas por la congregación, sobre todo cuando eran más jóvenes, impidiendo noviazgos que no, parecían lógicos y que en cierta manera trajeron como consecuencia la soltería. Finalmente se reclama de las iglesias una acción concreta que va más allá de su provincialismo congregacional y denominacional para encarar en forma amplia las necesidades afectivo-sexuales de sus miembros solteros.
Sólo un número muy limitado de encuestados no siente que la iglesia tiene una responsabilidad pastoral ha ellos. Es alentador ver como el concepto individualista iglesia va desapareciendo para dar lugar a un espíritu comunitario de solidaridad y compromiso mutuo. Todos somos responsables por la vida de todos y la redención cristiana tiene que ver con la realización plena del ser humano en t dos sus aspectos. La redención cristiana no se ha consumado mientras alguno de sus miembros se sienta frustrado el pleno desarrollo de su humanidad en Jesucristo. Todo hombre y todos los hombres que integran la iglesia debe realizarse como personas y esa realización jamás será plena mientras la infelicidad, la injusticia, la maldad y la cosificación de lo humano reine en el mundo en el cual la iglesia está enmarcada.
La vida sexual de los cristianos solteros
La encuesta fue dividida en dos partes, la segunda en exclusiva para los cristianos solteros con experiencia sexual. Diez de las veintidós mujeres que respondieron el cuestionario habían tenido relaciones sexuales, o sea el 45.5% . Las doce restantes son vírgenes, o sea el 54.5%. Es lamentable el hecho de que sólo ocho varones hayan respondido el cuestionario porque la muestra resulta muy limitada. Si esta muestra es representativa del resto de los varones solteros que integran nuestras congregaciones la virginidad sería más frecuente entre los varones que entre las mujeres. Sólo tres de los ocho encuestados afirmaron haber tenido relaciones sexuales, un 37.5%, que es inferior al 45.5% confesado por las damas. Cuatro manifestaron no haber tenido relaciones sexuales - recuérdese que se trata de personas mayores de veinticinco años - y uno no respondió la pregunta y dejó en blanco toda la parte dedicada a las personas con experiencia sexual. Es de suponer que este hombre no ha tenido relaciones sexuales, pero no se atreve a manifestarlo ni siquiera en una encuesta anónima.
Aunque la muestra sobre la vida sexual de los cristianos solteros está limitada a treinta personas, de los cuales sólo ocho son varones, tengo razones para pensar que los porcentajes obtenidos se acercan mucho a la realidad, por ser corroborados por mi experiencia como asesor. En esta obra compartiremos con el lector la situación de veinte personas que han sido asesoradas por mí en distintos lugares y épocas y cuya identidad no podrá ser descubierta, por cuanto hemos tomado todas las precauciones para evitarlo. Apreciamos la colaboración de estas personas permitiendo que su experiencia pueda servir de ayuda a otras necesitadas. De los veinte casos tratados dieciocho personas pertenecen a diferentes iglesias evangélicas y dos son católicos. Trece son mujeres y siete varones. En el momento en que vinieron a mí, de las trece mujeres ocho habían tenido relaciones sexuales, el 61.5 % y de los siete varones sólo dos habían tenido relaciones sexuales, el 28.6%. La virginidad para los varones alcanza el 71.4% mientras que en las mujeres no pasa del 38.5%. Es necesario aclarar que hay una diferencia entre las personas que vienen buscando asesoramiento y aquellas que desean colaborar a través de una encuesta para ayudar, a las personas que como ellas son solteras. No obstante en los que vienen a buscar asesoramiento la diferencia se hace más marcada, hay un mayor número de mujeres que han tenido relaciones sexuales y un mayor número de varones que no las han tenido.
El mayor porcentaje de virginidad entre los varones que entre las mujeres solteras de nuestras congregaciones parecería mostrar que la iglesia es un mundo aparte. Es de suponer que una encuesta como la realizada daría resultados muy diferentes si se aplicara fuera del ámbito de la iglesia.
Sentimientos de culpa por relaciones sexuales
La encuesta pone de manifiesto un mayor porcentaje de mujeres con sentimientos de culpa, por relaciones sexuales fuera del matrimonio, que entre los hombres. Sólo uno de los varones expresó sentimientos de culpa; entre las mujeres, nueve manifestaron sentimientos de culpa y tres no se arrepentían de lo que habían hecho o de lo que estaban haciendo. El sentimiento de culpa entre las mujeres estaría presente en el 75% de los casos, mientras que en los hombres se manifestó sólo en el 33.3% , uno de tres. Es muy difícil establecer una clara línea de demarcación entre la presencia y la ausencia de sentimientos de culpa. A veces éstos no son reconocidos conscientemente; pero están presentes a nivel inconsciente. En ocasiones los sentimientos de culpa se manifiestan con real ferocidad y con caracteres autodestructivos.
De los treinta encuestados, quince han manifestado que han tenido relaciones sexuales, doce mujeres y tres hombres. Estas quince personas se dividen en dos grupos: Las que se sienten culpables, que son diez (nueve mujeres y un hombre) y los que no se sienten culpables, que son cinco (tres mujeres y dos hombres). El sentimiento de culpa es una realidad en el 66.6% y no aparece, por lo menos en forma consciente, en el 33.3% de los que han entrado en la vida sexual sin haberse casado. Pasamos a continuación a presentar los estados anímicos y las opiniones de las quince personas aludidas.
1. Los que tienen sentimientos de culpa:
- Sí, siento muchos sentimientos de culpa. Es por esa razón. que frente a un muchacho creyente siento tanta culpa que me niego hasta una salida o aún el pensar que podría llegar a ser mi esposo. Por el contrario, frente a un muchacho inconverso me siento una prostituta.
- Mi vida espiritual anda de mal en peor. Solo puedo sentir a Dios en forma muy personal, pero he perdido mi relación con los hermanos. Frente a ellos me siento sucia. Solo puedo hablar con Dios. Mi actividad actual es silenciosa y cada día en la iglesia me piden menos cosas por causa de mi actitud silenciosa. Tal vez pronto me convertiré en un miembro inactivo y eso me preocupa mucho.
- Fue un tremendo error creer que si no aceptaba lo que mi novio me proponía, lo perdería. Cuando lo hice, pasaba por un momento muy difícil en mi vida, me sentía sola y llena de insatisfacciones personales y frustraciones.
- Siempre le pido perdón a Dios por mis grandes faltas y que me ayude a no volver a caer, ya que soy una mujer muy sexual desde mi adolescencia.
- Sí, porque al haber tenido relaciones sexuales sin estar casado he caído en el pecado de fornicación (un hombre).
- Me resulta imposible mirar a un muchacho cristiano de frente, me siento sucia. Esta es una carga pesada que arrastro por más de quince años por causa de un error de mi juventud. El me amenazó con romper y yo cedí, cuando se cansó de mí me dejó, me dejó destrozada hasta el día de hoy. Todos me tienen por una mujer muy consagrada, como un ejemplo de vida cristiana, pero yo me siento muy mal conmigo misma. Mis padres me adoran y me consideran una gran cosa... ¡Si ellos supieran! Aparte de esa persona, que nunca más he vuelto a ver, guardo mi secreto. Sólo lo sabe el Señor. Me alegro mucho que una amiga me halla entregado el cuestionario y me alegro por dos razones: (1) Porque siento cierto alivio al compartir mi secreto con usted en forma anónima; no me atrevería a decírselo frente a frente aunque usted no me conoce y (2) porque pienso que mi testimonio será de utilidad a otras chicas creyentes que se sienten tan solas frente a una decisión tan importante y se dejan engañar por un hombre que realmente no las ama y lo que quiere es aprovecharse de su inocencia y de su amor.
- Me siento mal porque parecería que los hombres lo único que desean es eso. No la aman a una como persona. He resuelto no volver a tener relaciones sexuales hasta que me case. Si vuelvo a tener novio no le ocultaré mi pasado, pero no volveré a caer en la trampa de: "Si te entregaste a otro por amor y no te entregas a mí es porque realmente no me amas". ¡Ni una más! Estoy cansada de ser un instrumento de placer para los hombres. Después me siento burlada y sucia y ese sentimiento es más doloroso que todo el placer que el sexo pueda proporcionarme. Aconsejo a todas las chicas que lean el libro que se va a escribir que no caigan en esa trampa. Si un hombre ama a una chica debe desear que ella sea feliz y las relaciones sexuales prematrimoniales traen más sufrimiento que felicidad. He resuelto no volver a caer, si todas hiciéramos lo mismo obligaríamos a los hombres a casarse. Ellos quieren tener mujer sin responsabilidad y el amor real implica asumir responsabilidad.
- Sí, me siento muy culpable. Aunque pertenezco a una familia muy decente he tenido relaciones con quince hombres, algunos solteros y otros casados. Debo aclararle que después de mi conversión no he vuelto a pecar. Fue cuando mi novio me dejó y me despreció después de haberme entregado a él. Entonces caí en un frenesí sexual, no por amor sino para disfrutar el placer sexual. Me acosté con cuanto tipo me invitó. Después de cierto tiempo lo dejaba y me buscaba otro. Una vez salí con dos hombres a la vez pero me asusté y dejé a uno. Fueron dos años terribles, quince hombres en veinticinco meses. Al final me sentí asquerosa y despreciable. No resistía que mis padres me besaran, ellos no me entendían; creo que yo tampoco. Pero por fin vino para mí la luz del Señor y conocí a Cristo como mi Señor y Salvador. Pero aunque El ha sacado los clavos de mi pecado en mí han quedado las huellas. Me siento indigna de casarme con un hombre creyente y no me casaría con un incrédulo. Creo que me quedaré soltera, aunque tengo muchas tentaciones. El sexo es muy fuerte en mí. Me las he aguantado varios años y me las seguiré aguantando. De esa manera pagaré en parte mi gran error.
- La primera vez no tuve sentimientos de culpa. El me amaba realmente y aunque no estábamos casados legalmente me consideraba su esposa. Los dos éramos creyentes y decidimos iniciar nuestra vida sexual, con nuestras manos sobre la Biblia, prometiéndonos mutua fidelidad. Pero él murió en un accidente hace ya varios años. Después he tenido relaciones con otros dos hombres y todo ha sido muy desgraciado y me he sentido muy mal. Estoy tratando de crecer en mi vida espiritual para no volver a caer.
- Sí, me siento muy culpable. Lo he hecho sólo con un hombre. El me llevó casi obligada al hotel. Me amenazaba con romper las relaciones. Yo le pedía al Señor que me diera fuerzas pero no pude resistirme más. No es que me excuse, realmente él me convenció. Me sentí muy mal, me pasé la noche llorando y no le podía explicar a mis padres lo que me había pasado. Me enfermé, me faltaba el aire y creía que me moría. Tuve una crisis de nervios, temblaba como una hoja sacudida por el viento. Me llevaron a un psiquiatra pero no le dije lo que me ocurría porque no era creyente. Temía que me dijera que lo que había hecho no estaba mal. He oído que los psiquiatras son muy liberales en ese sentido. Me puso un tratamiento, pero mi novio seguía insistiendo en continuar las relaciones sexuales. Le complací cinco o seis veces, pero me sentía muy culpable, solo una vez llegué a disfrutar placer. Llegué a la conclusión que no podía seguir en esa situación y lo dejé. Ahora me he consagrado al Señor y a menos que Dios me muestre un compañero no pienso en casarme. Lo he colocado todo en las manos de mi Salvador, a El le debo todo lo que soy.
2. Los que afirman no tener sentimientos de culpa:
- No me siento culpable. La relación sexual es una relación humana, cuando ésta se realiza entre adultos responsables y cuando hay una absoluta honestidad en dos personas, casadas o no, al entregarse el uno al otro. Hay relaciones sexuales entre personas casadas, creyentes o no, que son inmorales porque han dejado de amarse. Estas personas realizan el acto sexual con un sentido del deber como lavar los platos (la mujer o cortar el pasto el hombre). Por el contrario, hay relaciones sexuales entre adultos no casados que están envueltas en el respeto mutuo, el amor y el interés de cada uno porque el otro lo la plena realización personal y sexual sin tabúes ni complejos. No defiendo la promiscuidad sexual, me refiero a una relación sexual entre dos donde hay afecto, respeto y mutua valoración. Para mí la vida sexual como soltero no es reñida con mi fe. A través del sexo puedo hacer el bien jamás le he hecho un mal a nadie. Soy un miembro activo de mi congregación y lamentablemente no puedo compartir mis opiniones con mis hermanos porque no me comprenderían. Aunque es posible que haya en ella otros hombres que piensen como yo y estén actuando igual que yo. Por si acaso, y para no hacerme problemas, mi vida es u asunto personal entre Dios y yo. Me sentiría culpable si fuera con una ramera porque m haría solidario con su pecado como muy bien señala Pablo.
- Aprovecho esta encuesta para hacer pública una conclusión que no podría hacer de otra manera porque me expulsarían de la iglesia. Hace once años que vivo con un hombre casado. Estoy convencida de que eso es del Señor. Yo no podía comprenderlo al principio. Nos enamorarnos el uno del otro sin poder evitarlo. El también es creyente y una persona distinguida en el mundo evangélico. Cuando nos dimos cuenta de que nos habíamos enamorado el uno del otro estuvimos orando dos años para que el Señor nos sacara ese sentimiento o nos mostrara qué deberíamos hacer. Durante tres meses fuimos una vez por semana a un hotel sin hacer más que besarnos y orar juntos. Un día estábamos estudiando la Biblia, en el hotel, y al considerar el pasaje donde Abraham está dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac sin entender por qué, sólo porque Dios así se lo pedía, el Espíritu Santo nos habló y vimos claramente que el Señor quería que yo sacrificara mi virginidad. En el caso de Isaac el Señor detuvo la mano de su padre. En nuestro caso el Señor no puso ningún impedimento. Aunque esto es ilógico para el mundo y aun para los creyentes que pueden entender las profundas realidades espirituales del amor, nosotros no nos sentimos culpables. Mi esposo, en el Señor, no contesta el cuestionario porque éste se limita a personas solteras, pero él está de acuerdo conmigo en todo. Vivo con un hombre casado y no me siento culpable. No fue fácil llegar a esa maduración humana y espiritual. Amo a su esposa como si fuera mi hermana. Ella no sabe nada, pero si estuviera libre de prejuicios estaría dispuesta a vivir con ella bajo el mismo techo como vivió Jacob con Raquel y con Lea. Jacob es el padre del pueblo de Israel de donde vino el Señor para salvar a todos los hombres que le acepten como Señor. Me siento identificada con Raquel porque estuve enamorada de él antes de que se casara con Lea. Además Lea es frígida; yo soy la favorita.
- Tengo relaciones con mi novio y no me siento culpable. Es el dichoso problema de la vivienda. Los dos estamos trabajando arduamente para ahorrar y poder casamos. Pusimos el asunto en oración y decidimos casamos ante el Señor. Nos estuvimos preparando espiritualmente durante una semana. Usamos una copia de la ceremonia de casamiento de mi iglesia -los dos somos creyentes- y nos prometimos mutua fidelidad de por vida. Ante el Señor estamos casados, ante los hombres no. Como vivimos en sociedad esperamos regularizar nuestra situación para el próximo año. Así podremos presentarnos ante todos como marido y mujer, ahora sólo podemos presentarnos así ante el Señor.
Una moral personal diferente a la deseada para los hijos
En la encuesta se incluyó una pregunta que debían responder sólo las personas que habían tenido relaciones sexuales y es la siguiente: ¿Aceptaría gustoso que una hija suya tuviera relaciones sexuales sin haberse casado? ¿Y si fuera un varón? De las trece personas involucradas el 100% expresó su deseo de que si tuvieran una hija no desearían que mantuviera relaciones sexuales fuera del matrimonio, aunque algunos presentaban dudas con relación a su propio caso. Con relación a un hijo varón diez estuvieron a favor y tres en contra de tales relaciones. Muy pocos fundamentaron su opinión, la mayoría contestó con un sí o un no. Vale la pena reproducir algunas respuestas: - ¡No!, en el caso de un hijo varón lo tomaría mejor, aunque no lo justifico. Sabemos todos que el hombre siempre tuvo menos prejuicios que la mujer en ese sentido y creo que deben ser poquísimos los que lleguen a los veinte años sin experiencia sexual.
-Considero que el ideal cristiano es que ni el hombre ni la mujer tengan relaciones antes de casarse pero tengo grandes dudas al respecto. Si Dios dispone que yo no me case... ¿sería justo que viviera toda una vida sin conocer algo tan grande como es el placer sexual? Pienso que Dios es amor y quiere lo mejor para todos. Como mujer soltera me siento culpable de haber tenido relaciones sexuales pero... ¿por qué Dios permite que haya tantas creyentes que son suyas en esta situación? Otra pregunta que me hago permanentemente es ésta: ¿Me. habría casado si no hubiera tenido relaciones? Creo que siempre quedará en mí esa duda. Pienso que la moral es la misma para ambos sexos y creo que los dos sienten la misma necesidad de sexo, lo que pasa es que el hombre al no tener peligro de embarazo se cuida menos. También porque estarnos acostumbrados a la idea de que es más lógico que los hombres lo hagan.
Evaluación de la encuesta
Esta encuesta destapa una realidad escondida y que surge a la luz sólo cuando un caso particular toma público conocimiento. Por lo general el submundo de la vida sexual se mantiene en el más absoluto secreto. Y no solamente el de los cristianos solteros. Sería muy útil para el ministerio pastoral de la iglesia que se realizara una investigación sobre la vida sexual de los cristianos casados, incluyendo el adúltero. Los problemas sexuales arruinan las vidas de muchas personas. El problema se hace más grave cuando se mantiene oculto pues las personas involucradas están cerradas a toda posibilidad de asesoramiento pastoral. Además, necesitamos una ética sexual cristiana que contemple la profundidad del problema y que sin hipocresía, ni mojigatería, ofrezca una orientación adecuada y proponga soluciones humanas que a la vez sean cristianas.
La iglesia debe tomar conciencia de la existencia de una vida secreta, un submundo integrado por una parte de la congregación al cual no tiene acceso ni el pastor. Si el feligrés teme al pastor jamás se acercará a él y si no se acerca estará desprotegido pastoralmente. Este temor se fundamenta en el hecho de que algunos pastores en lugar de cayado empuñan un látigo. A veces el acercamiento al pastor no se produce porque el feligrés lo considera “demasiado espiritual". Algunos pastores producen en los creyentes la imagen de "ser angelical". El ministro de Dios debe ser u hombre de oración pero debe tener los pies bien puestos sobre la realidad. Se necesita una piedad auténtica y no la farisaica que con tanta crudeza condena nuestro Señor e el testimonio de Mateo 6:5, 6. Así como el pecado reina en el corazón de las personas profundamente conflictuadas, la oración debe reinar en el santuario secreto de la vida de cristiano. De la misma manera que el pecado se manifiesta través de sentimientos de culpa conscientes o inconscientes, la oración debe manifestarse a través de una vida radiante sin mojigatería ni poses angelicales. Los que pretenden ser ángeles sólo podrán ministrar a los ángeles. Para ser pastor de seres humanos necesitamos aceptar plenamente nuestra humanidad y la de los demás. Una buena acción pastoral implica la capacidad para penetrar en el santuario secreto de las personas necesitadas que no se atreven a plantear su situación. Los encuestados reclaman de la iglesia una acción pastoral adecuada. Sin embargo muy pocos de ellos han planteado sus dificultades a un pastor. Así lo señalan en la encuesta.
La incomunicación entre el pastor y el mundo secreto de una buena parte de la congregación crea un tremendo problema a la pastoral protestante. El católico está acosado a confesarse con su sacerdote y si éste es un buen pastor tiene abiertas las posibilidades para un adecuado asesoramiento. En nuestro mundo crecientemente individualista el individualismo en la experiencia religiosa está siendo un obstáculo a la pastoral. A veces las personas encuestadas concurren a buscar ayuda en otro pastor. Veamos un caso reciente: "Yo quiero ser una buena cristiana pero tengo necesidad de afecto y de expresarme como mujer. Si salgo con un muchacho, a la tercera salida me invita a acostarme con él. Si me acuesto me siento usada porque al poco tiempo se aburre de mí y me deja. Cuando eso ocurre me siento terriblemente mal, siento que soy una prostituta. Caigo en depresión, me arrepiento de mis pecados y me entrego a la oración ferviente por mucho tiempo. Le pido al Señor que me dé fuerzas para no volver a caer. Pero la experiencia me dice que más o menos seis meses más tarde voy a enamorarme otra vez y que la historia se va a repetir". Al preguntarle si no había probado rechazar cordialmente la invitación y tratar de concretar un noviazgo sin relaciones sexuales me contestó llorando: "Lo he probado, pero en tales casos el muchacho no me ha vuelto a llamar. Si me acuesto lo pierdo y si no me acuesto también y necesito casarme... ¿Qué puedo hacer, pastor?"
Esta joven no se atrevía a charlar con su pastor. "Si le cuento lo que me pasa no me comprenderá, él es demasiado espiritual y yo demasiado carnal. Yo lo aprecio mucho pero él no tiene la capacidad psicológica para ayudarme. Supongo que estoy enferma, por eso he venido a verlo. No sé si debo continuar perteneciendo a la iglesia". Problemas como el de esta joven son un desafío a lograr la pastoral adecuada que están solicitando los encuestados. El hecho de encontrar un pastor que sea capaz de comprender y con el cual se pueda compartir cualquier problema ya es una gran ayuda. Al clarificar las situaciones con madurez sin ofrecer consejos mágicos ni soluciones geniales ayudamos a las personas a entender su situación real y a dar los pasos hacia la solución o a la adaptación ante la vida cuando los problemas no tienen solución inmediata.v
No es mi propósito acusar a los colegas pastores. Es necesario reconocer el temor de muchas personas conflictuadas. Temor al pastor que surge a partir de una imagen inveterada del pastor. No se teme tanto al pastor como persona sino a su investidura como tal. Esta realidad se puso de manifiesto en la encuesta. Realmente es muy difícil tener acceso al santuario íntimo de algunas personas, aún a través de una encuesta anónima, para conocer sus problemas afectivo-sexuales por ser un pastor quien solicita la información. Con muy pocas excepciones los encuestados no han querido dar la cara. Uno no puede imaginar a quien den las respuestas pues se distribuyeron más de trescientos cuestionarios. Es evidente el temor a expresar las cuestiones afectivo-sexuales aún en una encuesta anónima. Para lograr las respuestas conté con la valiosa colaboración de un buen número de personas de diferentes denominaciones. Un caso muy curioso, por no decir trágico, es que entre los colaboradores estaban tres entusiastas damas que pertenecen a dos denominaciones de las cuales no recibí respuesta alguna a pesar de que entre las tres distribuyeron veintidós cuestionarios entre personas solteras de sus respectivas iglesias. Ni ellas mismas contestaron, a menos que hayan manifestado pertenecer a otra denominación.
El desafío no es personal, es un desafío a encontrar medios de comunicación con los feligreses que impidan el terror a abrir las puertas del santuario íntimo de la vida afectivo-sexual, aún en forma anónima, que lleve al equilibrio, con un pastor que no sea autoritario, ni "moderno", ni "angelical", ni el pastor que condena, ni el que aprueba, ni el que vive de "espaldas a las cosas mundanas". El pastor “angelical" es inalcanzable, el "moderno" se hace cómplice del pecado, y el autoritario cierra la puerta de la comunicación. La realidad de la existencia de un submundo moral en la iglesia es una demostración de la incapacidad de la pastoral para ganarse la confianza de sus feligreses. No propongo implantar la confesión obligatoria como en la iglesia católica para acceder a la comunión porque sabemos que ese tipo de confesión también se puede falsear. No tengo soluciones para proponer, sólo estoy descorriendo una cortina que pone en evidencia un panorama oculto que tenemos que encarar. Mi contribución aspira a ser pionera en el descubrimiento de la necesidad de una pastoral en profundidad. Confío en que otros después de mí continuarán camino.
El pastor debe ubicarse en la realidad de una nueva pastoral enraizada profundamente en el mensaje bíblico y capaz de encarar los crecientes problemas de nuestro siglo conflictuado. El pastor no es más que un compañero de viaje en el peregrinar hacia el completamiento de la condición humana según el modelo que Dios nos ha provisto en la persona de Jesucristo. El pastor no es un semidios autoritario o angelical. Es un ser humano falible. Es un pecador redimido y es un instrumento redentor de la gracia divina. En todo pastor hay un abismo más o menos profundo entre lo que es y lo que debe ser según el modelo de Jesucristo. El autoritarismo y la pose angelical no tienen lugar en la pastoral que necesitamos, ni tampoco el modernismo permisivo con su relativismo moral. Es necesario encontrar un nuevo camino. Todos debemos buscarlo en espíritu de oración y como sugería Karl Barth debemos hacerlo con la Biblia en una mano y el diario en la otra. El mensaje cristiano es válido para nuestra conflictiva situación mundial. Es cuestión de descubrir cómo llegar a la gente no sólo fuera de la iglesia sino también dentro.
Una pastoral adecuada para la compleja situación de nuestro tiempo hace indispensable un profundo conocimiento de la personalidad humana en general y de la historia personal de cada feligrés en particular. Hemos visto que diecinueve de los treinta encuestados reconocen conscientemente que sus problemas que se traducen en soltería, con relaciones sexuales o sin ellas, con sentimientos de culpa o sin ellos, se deben a problemas de personalidad y al contexto social en que les ha tocado vivir. Recordemos que sólo dos encuestados reconocieron que su soltería se debía al hecho de no haber encontrado pareja. El desafío a una pastoral dinámica y enraizada en la situación concreta del hombre de nuestro tiempo es evidente.
La pastoral actual debe tener en cuenta la existencia del submundo congregacional al que hemos hecho referencia, el cual existe también en el ámbito secular al cual también estamos llamados a servir. En el submundo evangélico hay personas que ocultan su conducta inadecuada, algunas arrastrando la pesada cadena de la culpa y otras sin conciencia de su presencia. Además hay un grupo grande de creyentes solteros, la mitad según esta encuesta, que ajustan a una conducta aceptable y que sin embargo viven una terrible angustia que mantienen en secreto. Ellos también pertenecen a ese submundo del silencio, la incomunicación y la angustia. Una cosa es expresar conceptos y obtener delante a una persona que pertenece al mundo clandestino de la angustia y la desesperación sin que lo sepan sus hermanos en la fe. He aquí un caso conmovedor: "En mi congregación hay muchas chicas solteras, yo he sido para ellas como su mamá, todas se han apoyado en mí. Nadie puede imaginarse cuán sola y triste me encuentro. Sonrío para los demás, pero sangro por dentro. Siempre estoy sirviendo a los demás, me gusta ayudar a otros. Todos me creen muy feliz, pero a veces al regresar a casa de mi trabajo lo hago llorando. Frecuentemente paso por estados depresivos muy agudos, me siento muy angustiada y sola. veces me dan ganas de llorar y no sé por qué. Supongo que eso se debe a que soy una mujer frustrada por no haber podido realizarme encontrando a un hombre para fundar juntos una familia". Al preguntarle por qué ocultaba sus angustias, tristezas y depresiones me contestó que era por causa del testimonio cristiano. Según ella sería negativo para los inconversos saber que hay cristianos que sufren por no poder resolver problemas básicos. Esta joven estaba sufriendo por responder a un esquema de testimonio cristiano que la conduce a sumergirse en un submundo solitario y a practicar una doble vida: la ficticia que es sonriente y la verdadera que consiste en arrastrar sola una pesada cadena de sufrimiento. Por otro lado, se está presentando al mundo un evangelio irreal, al cual se le ha extraído el sufrimiento y se está sumergiendo a honestos cristianos en un submundo doloroso. La pastoral evangélica debe tener muy en cuenta esta falla para corregir el error. La fe cristiana debe conducir al gozo, pero no es un antídoto para el sufrimiento, arrastrando la pesada cadena de la culpa y otras sin ser conscientes de su presencia. Eso sí, nos proporciona energías para encarar la tempestad cuando ésta viene sobre todos, creyentes o incrédulos. Eso es lo que nos muestra el Señor en Mateo 7:24-27.
Ya hemos señalado la importancia de conocer la personalidad humana en general y la historia personal de cada feligrés en particular. El caso de la joven que acabamos de plantear se caracteriza por una carencia total de afecto. De pequeña supuso que era una hija adoptiva porque no le daban el afecto que necesitaba. Un poco resentida dejó su hogar y vino a la ciudad donde tuvo que arreglárselas sola. La historia personal de cada uno y el contexto familiar que ha enmarcado esa historia, el ejemplo de los padres y el nivel de salud mental y espiritual de los mismos son factores que no pueden estar ausentes en una pastoral que pretende ayudar a las personas en sus necesidades más urgentes. Las opciones morales de cada cual y sus estados emocionales frente a los conflictos que tiene que encarar están en gran manera determinados por las experiencias previas. Es de esperar que las vivencias de la fe proporcionen elementos energéticos que permitan al cristiano sobreponerse a los condicionamientos culturales y psicológicos. El poder del Espíritu Santo se ve desafiado por el poder de los factores psicológicos y sociológicos. Sólo por la obra del Espíritu Santo llegaremos a ser lo que debemos ser para la gloria de Dios y bendición de muchas personas a través del buen ejemplo de vida. Pero la pastoral no debe propiciar el testimonio ficticio por causa de los inconversos. Jesús no escondió su dolor frente a la cruz. La experiencia de Getsemaní según el relato de Lucas 22:39-46 es bien evidente. Un evangelio ficticio no hace justicia a la predicación de nuestro Señor. La pastoral debe ser evangélica para que sea auténticamente pastoral.
La pastoral que necesitamos debe tener en cuenta las diferencias entre culpa neurótica y existencial, entre culpa consciente e inconsciente. No todo el que afirma no sentirse culpable está diciendo la verdad aunque no sea mentiroso. Sencillamente no puede comprender que ciertos trastornos en su vida son causados por sentimientos de culpa inconsciente. Una joven mujer, que aparentaba no tener más de 32 años, me pidió una entrevista porque estaba sufriendo de fuertes ataques de asma y el médico le había dicho que su problema era psicológico. El asma había comenzado dos años atrás. Al preguntarle si había tenido alguna experiencia fuerte o si se había experimentado algún cambio significativo en su vida me dijo:
"El asma viene a coincidir, más o menos, con mi decisión de no abstenerme sexualmente nunca más. Habiendo cumplido treinta años sin haberme podido casar decidí que no debía privarme más del placer sexual. Rompí todos los tabúes y ahora soy una 'mujer liberada' ".
Después manifestó que había iniciado las relaciones por amor, pero que el novio la había desilusionado y después se dispuso a vivir su vida con el que se presentara y le fuera agradable. Fue en ese momento cuando apareció el asma. Manifestó además, que sólo había podido tener orgasmo con el novio que amaba. No se sentía culpable en el plano de la conciencia, pero a nivel inconsciente se estaba castigando al negarse el orgasmo y al crear la enfermedad para torturarla.
En la encuesta hemos recibido el pedido de tres personas en el sentido de que la pastoral no sea autoritaria al extremo de impedir noviazgos. La predicación no debe ser inhibitorio de las realidades humanas. Debe ser una puerta abierta al asesoramiento pastoral como sugiere un encuestado. La pastoral que necesitamos no debe ser ni autoritaria, ni permisiva, ni angelical. Debe ser evangélica y situacional. Cada caso particular en su situación específica necesita un tratamiento especial. No es lógico que caigamos en generalizaciones simplistas.
Sugerencia para estudio
Sugiero que este trabajo sea utilizado como material de estudio y reflexión en las iglesias locales participando casados y solteros. Habría que considerar primero el contenido del capítulo y después discutirlo en pequeños grupos de reflexión. Un coordinador y un secretario para cada grupo harían posible que la totalidad de los participantes reciban las conclusiones de los diferentes grupos. Es importante tratar de descubrir quienes en la congregación necesitan ayuda y ofrecerla en forma comunitaria. También podría utilizarse este capítulo como material de estudio para una reunión de personas solteras. Sería bueno invitar a miembros de otras congregaciones para considerar juntos esta temática. De paso sería una ocasión para establecer contactos con personas solteras de otras comunidades cristianas.
Es necesario reconocer la existencia de un submundo de tristeza y angustia, con pecado o sin él, ubicar a las personas que se automarginan sin siquiera constituir un grupo que fomente la interacción entre sus miembros para encontrar caminos de solución. El poner en contacto a personas que son miembros potenciales de ese submundo para estudiar un tema de interés común ya es una manifestación de interés pastoral en las personas y especialmente de aquellas que integran nuestras congregaciones.
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