Un grito de angustia y un canto de alabanza
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En nuestra vida nos enfrentamos a muchas circunstancias adversas: cuando las cosas no ocurren como nos gustaría o cuando la desgracia personal obscurece el horizonte. Aunque algunas de estas adversidades las podamos identificar como la consecuencia de nuestras propias decisiones, muchas de ellas debemos reconocerlo tienen causas fuera de nuestro control, como la separación de nuestros padres, la muerte de un ser muy amado, muchas de las nuevas enfermedades, perder un empleo por recorte presupuestal, etc. ¿Cómo podemos nosotros hacer frente a todo esto?, ¿qué hacemos con todo nuestro dolor y enojo que sentimos?
Una respuesta simplista es decir que "eso no le pasa a los verdaderos cristianos". Esto es falso. Esto lo vivimos los cristianos y los que no lo son. Es parte del drama de la vida humana que el autor de Eclesiastés describe con realismo: "¿qué saca el hombre de tanto trabajar y de tanto preocuparse en este mundo? Toda su vida es de sufrimientos, es una carga molesta ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y esto también es vana ilusión!" (2:22-23). Lo que es verdad es que tú como creyente puedes afrontar la adversidad con una óptica distinta.
Una de las primeras cosas en las que debes pensar es que, por muy oscuro que parezca el momento, hay un propósito de Dios para tu vida en él. Recuerda las palabras de Pablo que seguramente ya habrás escuchado : "Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito." (Romanos 8:28, DHH). Así, te puedes dar cuenta que una situación adversa al final traerá un bien para tu vida. Primero, recuerda que las circunstancias muchas veces son la consecuencia de un sistema imperfecto, del error humano Segundo, que a pesar de esto, Dios usará esta circunstancia para tu bien, aunque en este momento tal vez no sepas cómo. Como ejemplo gráfico puedes tomar la dramática historia de José (Génesis 37-46).
Sin embargo, no está mal necesariamente sentir inconformidad, tristeza y hasta enojo por la situación adversa de hecho, a veces lo necesitamos. Lo importante es llevar nuestra queja al Señor para que él pueda respondernos. Mira cómo empieza su libro Habacuc:
Señor, ¿hasta cuándo gritaré pidiendo ayuda sin que tú me escuches?
¿Hasta cuándo clamaré a causa de la violencia sin que vengas a librarnos?
¿Por qué me haces ver tanta angustia y maldad?
Estoy rodeado de violencia y destrucción
por todas partes hay pleitos y luchas.
No se aplica la ley, se pisotea el derecho,
el malo persigue al bueno y se tuerce la justicia.
(Habacuc 1:2-4)
Estas palabras parecen muy fuertes, ¿no crees? ¡Parece que el profeta le está recriminando a Dios por las adversidades y por su falta de respuesta! Sin embargo, yo creo que es una actitud necesaria si nuestra vida se encuentra en una encrucijada sin respuesta aparente. Dios quiere precisamente que le mostremos transparencia en nuestros sentimientos, y él entonces podrá venir a consolarnos y a darnos la respuesta que necesitamos. Mira cómo termina Habacuc mismo su libro después de haber escuchado y anunciado la voz de Dios:
Entonces me llenaré de alegría
a causa del Señor mi salvador.
Le alabaré aunque no florezcan las higueras
ni den fruto los viñedos y los olivares
aunque los campos no den su cosecha
aunque se acaben los rebaños de ovejas
y no haya reses en los establos.
Porque el Señor me da fuerzas
da a mis piernas la ligereza del ciervo
y me lleva a alturas donde estaré a salvo.
(Habacuc 3:17-19)
Qué cambio, ¿no? Fíjate que aunque las circunstancias adversas persistan, según sus palabras, su actitud hacia ellas ha cambiado radicalmente, y ahora con su corazón sanado, puede sentir la alegría y la confianza en el Señor. Este sentir tal vez no hubiera sido posible si no hubiera llevado su queja y dolor ante Dios. Este mismo proceso lo podemos encontrar en el libro de Job y en algunos Salmos, por ejemplo en los Salmos 13 y 22 (el título de este Salmo es el que he tomado para esta reflexión).
¿Qué podemos aprender de esto? entre otras cosas:
1) que las circunstancias adversas existen, son una realidad cotidiana de nuestra vida
2) que a veces es inevitable experimentar dolor o enojo
3) que Dios no quiere que ocultemos ese dolor o enojo, sino que se lo demos a conocer abiertamente 4) que el Señor nos consolará, nos fortalecerá y nos hará ver con una nueva óptica la adversidad 5) que aunque la adversidad persista, nuestra actitud hacia ella podrá ser diferente y podremos alabar al Señor en ella.
Añado además, que estoy seguro que Dios tiene preparado algo mejor para ti, mira lo que dice San Pablo: "Considero que los sufrimientos del tiempo presente no son nada si los comparamos con la gloria que habremos de ver después." (Rom 8:18) Aquí no habla solamente de la futura redención, sino también de nuestra vida cotidiana nos alienta a ver más allá de lo que parece adverso, pues lo mejor está por venir aún. Sobre todo, recuerda que aunque pases "por valle de sombra de muerte" el Señor estará a tu lado.
Pasos prácticos
a. Tómate un tiempo a solas, en un lugar y momento donde nadie te vaya a interrumpir.
b. Reconoce sinceramente tus sentimientos si guardas en tu corazón dolor, tristeza o enojo por lo que estás pasando.
c. Escribe en un papel aquello que sea causa de tu aflicción y describe todo lo que sientas.
d. En oración, presenta al Señor todo lo que has escrito. Derrama tu corazón, háblale con sinceridad reconociendo tu dolor. Pídele a Dios que te sane.
e. Agradece al Señor por ese momento y por lo que él está haciendo en tu vida. Quema o destruye el papel que has escrito como símbolo de que ha sido superado.
f. Busca el apoyo de tu pastor o de algún creyente en quien confíes si es necesario para este proceso.
Una respuesta simplista es decir que "eso no le pasa a los verdaderos cristianos". Esto es falso. Esto lo vivimos los cristianos y los que no lo son. Es parte del drama de la vida humana que el autor de Eclesiastés describe con realismo: "¿qué saca el hombre de tanto trabajar y de tanto preocuparse en este mundo? Toda su vida es de sufrimientos, es una carga molesta ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y esto también es vana ilusión!" (2:22-23). Lo que es verdad es que tú como creyente puedes afrontar la adversidad con una óptica distinta.
Una de las primeras cosas en las que debes pensar es que, por muy oscuro que parezca el momento, hay un propósito de Dios para tu vida en él. Recuerda las palabras de Pablo que seguramente ya habrás escuchado : "Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito." (Romanos 8:28, DHH). Así, te puedes dar cuenta que una situación adversa al final traerá un bien para tu vida. Primero, recuerda que las circunstancias muchas veces son la consecuencia de un sistema imperfecto, del error humano Segundo, que a pesar de esto, Dios usará esta circunstancia para tu bien, aunque en este momento tal vez no sepas cómo. Como ejemplo gráfico puedes tomar la dramática historia de José (Génesis 37-46).
Sin embargo, no está mal necesariamente sentir inconformidad, tristeza y hasta enojo por la situación adversa de hecho, a veces lo necesitamos. Lo importante es llevar nuestra queja al Señor para que él pueda respondernos. Mira cómo empieza su libro Habacuc:
Señor, ¿hasta cuándo gritaré pidiendo ayuda sin que tú me escuches?
¿Hasta cuándo clamaré a causa de la violencia sin que vengas a librarnos?
¿Por qué me haces ver tanta angustia y maldad?
Estoy rodeado de violencia y destrucción
por todas partes hay pleitos y luchas.
No se aplica la ley, se pisotea el derecho,
el malo persigue al bueno y se tuerce la justicia.
(Habacuc 1:2-4)
Estas palabras parecen muy fuertes, ¿no crees? ¡Parece que el profeta le está recriminando a Dios por las adversidades y por su falta de respuesta! Sin embargo, yo creo que es una actitud necesaria si nuestra vida se encuentra en una encrucijada sin respuesta aparente. Dios quiere precisamente que le mostremos transparencia en nuestros sentimientos, y él entonces podrá venir a consolarnos y a darnos la respuesta que necesitamos. Mira cómo termina Habacuc mismo su libro después de haber escuchado y anunciado la voz de Dios:
Entonces me llenaré de alegría
a causa del Señor mi salvador.
Le alabaré aunque no florezcan las higueras
ni den fruto los viñedos y los olivares
aunque los campos no den su cosecha
aunque se acaben los rebaños de ovejas
y no haya reses en los establos.
Porque el Señor me da fuerzas
da a mis piernas la ligereza del ciervo
y me lleva a alturas donde estaré a salvo.
(Habacuc 3:17-19)
Qué cambio, ¿no? Fíjate que aunque las circunstancias adversas persistan, según sus palabras, su actitud hacia ellas ha cambiado radicalmente, y ahora con su corazón sanado, puede sentir la alegría y la confianza en el Señor. Este sentir tal vez no hubiera sido posible si no hubiera llevado su queja y dolor ante Dios. Este mismo proceso lo podemos encontrar en el libro de Job y en algunos Salmos, por ejemplo en los Salmos 13 y 22 (el título de este Salmo es el que he tomado para esta reflexión).
¿Qué podemos aprender de esto? entre otras cosas:
1) que las circunstancias adversas existen, son una realidad cotidiana de nuestra vida
2) que a veces es inevitable experimentar dolor o enojo
3) que Dios no quiere que ocultemos ese dolor o enojo, sino que se lo demos a conocer abiertamente 4) que el Señor nos consolará, nos fortalecerá y nos hará ver con una nueva óptica la adversidad 5) que aunque la adversidad persista, nuestra actitud hacia ella podrá ser diferente y podremos alabar al Señor en ella.
Añado además, que estoy seguro que Dios tiene preparado algo mejor para ti, mira lo que dice San Pablo: "Considero que los sufrimientos del tiempo presente no son nada si los comparamos con la gloria que habremos de ver después." (Rom 8:18) Aquí no habla solamente de la futura redención, sino también de nuestra vida cotidiana nos alienta a ver más allá de lo que parece adverso, pues lo mejor está por venir aún. Sobre todo, recuerda que aunque pases "por valle de sombra de muerte" el Señor estará a tu lado.
Pasos prácticos
a. Tómate un tiempo a solas, en un lugar y momento donde nadie te vaya a interrumpir.
b. Reconoce sinceramente tus sentimientos si guardas en tu corazón dolor, tristeza o enojo por lo que estás pasando.
c. Escribe en un papel aquello que sea causa de tu aflicción y describe todo lo que sientas.
d. En oración, presenta al Señor todo lo que has escrito. Derrama tu corazón, háblale con sinceridad reconociendo tu dolor. Pídele a Dios que te sane.
e. Agradece al Señor por ese momento y por lo que él está haciendo en tu vida. Quema o destruye el papel que has escrito como símbolo de que ha sido superado.
f. Busca el apoyo de tu pastor o de algún creyente en quien confíes si es necesario para este proceso.