Tú fuiste torturado

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Jesús,
Vida que da vida,
Amor que enseña a amar,
buscamos tu presencia
en medio de nuestros días
oscurecidos por los fanatismos,
los odios,
las guerras,
las violaciones,
las torturas,
el desprecio abierto y sin vergüenzas
por la obra creadora de Dios,
y el desconocimiento conciente
de su voluntad de plenitud
para toda la humanidad.

Recordamos que tú, Señor,
fuiste torturado
para que ya nadie fuera torturado,
para que la vida tuviese nuevamente
el valor que Dios Padre y Madre
le había dado
al soñarla en su corazón.
Hacemos presente
que tú fuiste a la cruz
para que la desesperación del dolor injusto
y la violencia cruel y sin sentido
dieran paso a un nuevo modo
de concebir la libertad, el respeto,
la tolerancia, el encuentro...

Sin embargo,
veinte siglos después,
tus hermanos y hermanas,
siguen en las cruces
del hambre,
de la negación de los derechos,
de la violencia absurda,
de la prepotencia del más fuerte,
de quienes condenan sin misericordia,
de la insensibilidad de muchos de quienes hablan en tu nombre, de las sofisticadas torturas del dios Mercado, de la indignidad de no poder ser, del dolor de no poder elegir y optar, del desprecio,
de la marginalidad...

Como en aquel día
que se hizo noche de repente,
hoy clamamos a ti,
esperando y confiando
que tu resurrección
sea también la resurrección
de tantos y tantas
que siguen en agonía.

Hoy, reunidos en tu nombre,
como parte de tu pueblo,
caminantes de tu rumbo,
queremos que nos ayudes a seguir afirmando
el valor de la vida
y la esperanza
de una nueva aurora
de paz y de justicia,
de fraternidad y de armonía,
para todos y todas...

Amén.

2004 © Proyecto Liturgia y Derechos Humanos del MEDH

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