Tres días y tres noches
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TRES DÍAS Y TRES NOCHES por Adoniram Ibarra Silguero
Poema de resurrección, base de nuestra esperanza y consuelo por la muerte de mi hermano Samuel Ibarra, misionero en Guatemala, asesinado el 6 de Marzo del 2008.
Todos sintieron la muerte en las entrañas
Cuando vieron que colgaste la cabeza
En aquella tarde ensombrecida
En que sentiste el abandono de tu Padre
Murieron con tu muerte tus amigos,
clavaron la esperanza de tu pueblo
Y al detener tus pies en el madero
Cesó la marcha hacia un mundo nuevo
¿Quién llenará nuestra alma con el vino nuevo?
¿Quién saciará nuestro vientre con el pan del cielo?
¿Quién anunciará la buena nueva?
¿Qué luz alumbrará nuestro sendero?
¿Quién rompera las cadenas del demonio?
¿Quién con amor perdonará nuestro pecado?
¿Quién sanará las llagas del enfermo?
¿Qué voz convocara a levantarnos?
Ese día no hubo respuestas en la tierra
El silencio de Dios lo vació todo,
Pareció como que el mal había triunfado
Y ante ese cuadro tan fatal nos dispersamos
Mientras tanto tú bajaste a los infiernos
Y peleaste con las fuerzas del averno,
Predicaste a las almas de los muertos,
En un grito de tu amor el evangelio eterno
Enfrentaste a la muerte cara a cara
Desclavaste el aguijón que nos mataba,
Arrebataste las llaves de sus garras
Para abrirnos la vida en abundancia
Presentaste la ofrenda más perfecta
En el santo de los santo frente al Padre
Y rompiste el velo que impedía
Llegar en comunión y exclamarle a Dios abba Padre
Saldaste para siempre nuestra deuda
Pagaste con tu sangre nuestra ofensa
Tu justicia cobijó nuestra injusticia
Y al hacerlo nos libraste de condena
Con los pies y las manos traspasados
Llegaste ante el trono reverente
Y tomaste el libro que había sido cerrado
Y uno a uno desataste los amarres
del demonio, del pecado y de la muerte.
Tres días y tres noches en el tiempo de los hombres
Tres días y tres noches de total incertidumbre
De derrumbe de esperanzas por tu muerte
Y por esto regresar a lo de siempre
Pero en esos tres días y tres noches
Sucedió lo que nadie había logrado
Sucedió lo que se creía imposible
Que vencieras a los grandes enemigos
La voz del soberano que cayó aquella tarde
Se oyó con claridad una mañana
Revise tu ofrenda y es perfecta,
Haz cargado la maldad de los humanos
Y haz logrado liberar a tus hermanos,
Por lo tanto digo sí a tu sacrificio
Y plena autoridad hoy te es dada,
Por lo tanto yo decreto que en tu nombre,
Sean perdonados todos los pecados.
Y para que quede claro allá en la tierra,
Lo que ha quedado clarísimo aquí en el cielo,
Ordeno que vuelvas a la vida,
Que se anuncie a todos tus hermanos
El regalo que en ti hoy se derrama.
Fue entonces cuando abriste otra vez tus bellos ojos,
y empezaste a visitar a tus hermanos
y en tus ojos abiertos abriste los ojos de los que te vieron,
Y en tu vida fueron resucitados los que habían sido sepultados,
aquellos tres días y tres noches de silencio.
Poema de resurrección, base de nuestra esperanza y consuelo por la muerte de mi hermano Samuel Ibarra, misionero en Guatemala, asesinado el 6 de Marzo del 2008.
Todos sintieron la muerte en las entrañas
Cuando vieron que colgaste la cabeza
En aquella tarde ensombrecida
En que sentiste el abandono de tu Padre
Murieron con tu muerte tus amigos,
clavaron la esperanza de tu pueblo
Y al detener tus pies en el madero
Cesó la marcha hacia un mundo nuevo
¿Quién llenará nuestra alma con el vino nuevo?
¿Quién saciará nuestro vientre con el pan del cielo?
¿Quién anunciará la buena nueva?
¿Qué luz alumbrará nuestro sendero?
¿Quién rompera las cadenas del demonio?
¿Quién con amor perdonará nuestro pecado?
¿Quién sanará las llagas del enfermo?
¿Qué voz convocara a levantarnos?
Ese día no hubo respuestas en la tierra
El silencio de Dios lo vació todo,
Pareció como que el mal había triunfado
Y ante ese cuadro tan fatal nos dispersamos
Mientras tanto tú bajaste a los infiernos
Y peleaste con las fuerzas del averno,
Predicaste a las almas de los muertos,
En un grito de tu amor el evangelio eterno
Enfrentaste a la muerte cara a cara
Desclavaste el aguijón que nos mataba,
Arrebataste las llaves de sus garras
Para abrirnos la vida en abundancia
Presentaste la ofrenda más perfecta
En el santo de los santo frente al Padre
Y rompiste el velo que impedía
Llegar en comunión y exclamarle a Dios abba Padre
Saldaste para siempre nuestra deuda
Pagaste con tu sangre nuestra ofensa
Tu justicia cobijó nuestra injusticia
Y al hacerlo nos libraste de condena
Con los pies y las manos traspasados
Llegaste ante el trono reverente
Y tomaste el libro que había sido cerrado
Y uno a uno desataste los amarres
del demonio, del pecado y de la muerte.
Tres días y tres noches en el tiempo de los hombres
Tres días y tres noches de total incertidumbre
De derrumbe de esperanzas por tu muerte
Y por esto regresar a lo de siempre
Pero en esos tres días y tres noches
Sucedió lo que nadie había logrado
Sucedió lo que se creía imposible
Que vencieras a los grandes enemigos
La voz del soberano que cayó aquella tarde
Se oyó con claridad una mañana
Revise tu ofrenda y es perfecta,
Haz cargado la maldad de los humanos
Y haz logrado liberar a tus hermanos,
Por lo tanto digo sí a tu sacrificio
Y plena autoridad hoy te es dada,
Por lo tanto yo decreto que en tu nombre,
Sean perdonados todos los pecados.
Y para que quede claro allá en la tierra,
Lo que ha quedado clarísimo aquí en el cielo,
Ordeno que vuelvas a la vida,
Que se anuncie a todos tus hermanos
El regalo que en ti hoy se derrama.
Fue entonces cuando abriste otra vez tus bellos ojos,
y empezaste a visitar a tus hermanos
y en tus ojos abiertos abriste los ojos de los que te vieron,
Y en tu vida fueron resucitados los que habían sido sepultados,
aquellos tres días y tres noches de silencio.