Testimonio: el poder de la Palabra de Dios
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Así es también la palabra que sale de mi boca no volverá a mi vacía, sino que hará lo que yo deseo, y cumplirá con mis propósitos. ISAÍAS 55:11 (NVI).
HACE poco más de 50 años, en enero y febrero de 1952, tuve el privilegio de comenzar mi tarea pastoral trabajando y predicando en
esta provincia del Chubut, en el centro de la Patagonia Argentina. En esa oportunidad, con un compañero de estudios de la Facultad de Teología de Buenos Aires y enviados por la Comisión de Evangelismo de la Iglesia de Ramos Mejía (Provincia de Buenos Aires), hicimos una tarea especial durante ese verano, recorriendo y visitando las
capillas del Valle del Río Chubut y las minas de caolín en la meseta Patagónica, predicando en los cultos de esas capillas y realizando un trabajo de colportaje, distribuyendo las Sagradas Escrituras y
literatura evangélica por toda esta zona de la Patagonia, gran parte de la cual está muy poco poblada y donde en algunos lugares debíamos andar muchos kilómetros para encontrar pequeñas poblaciones y
campamentos donde vivían los obreros mineros.
Años después, en diciembre de 1965, fui designado como Pastor en la Iglesia de la pequeña localidad de Dolavon, un pueblo ubicado en el Valle del Río Chubut, que menciono en el párrafo anterior.
Allí encontré un hermano en la fe, el Ing. Gustavo Sumblad, que hacía poco tiempo había sido recibido como miembro en nuestra Iglesia de la ciudad de Trelew, y que recordaba nuestro paso por su casa en Mina
Alka varios años atrás y daba testimonio de haberse convertido al Evangelio por la lectura de la Biblia que le habíamos obsequiado, y que él había leído con sumo interés "durante muchas horas en las largas noches de invierno" cuando era encargado en esa mina. El Ing. Sumblad nos había autorizado, ante nuestro pedido, a realizar
la tarea de visitar a los mineros del campamento de aquella mina de caolín de la que él era el encargado. También nos invitó,
luego de una grata conversación que gentilmente nos permitió mantener, a cenar
y pernoctar en su casa.
En esa oportunidad, cuando vino a saludarme en el año 1965, enterado que yo había sido designado Pastor de la Iglesia de Dolavon, me preguntó al verme "si yo le conocía o le recordaba". Le respondí que me parecía conocido, pero no recordaba su nombre ni de donde le conocía, a lo que me respondió: "Ahora va a saber quién soy", y
entregándome la Biblia que tenía en su mano, con la primera página abierta donde se leía la dedicatoria que habíamos escrito y que
decía: "A la familia Sumblad, con gratitud cristiana, por todo cuánto han hecho por nosotros, deseando que Dios les bendiga ricamente", con nuestras firmas y la fecha, en Mina Alka, 17-01-1952, y un texto
bíblico que decía: "El que os recibe a vosotros, a mí recibe y el que a mí recibe, recibe al que me envió", Jesús, (Mateo
10:40).
El poder de la Palabra de Dios es indiscutible. Las promesas del Señor son fieles y verdaderas. Aquella familia nos recibió y hospedó dos días para permitirnos realizar ese trabajo de difusión de la
Biblia y de literatura evangélica en medio de un territorio desértico, con pequeñas poblaciones y campamentos donde vivían los
mineros de esas canteras de caolín. Y al recibirnos a nosotros, estaban recibiendo al mismo Señor Jesús, al Dios todopoderoso y
eterno. El Dios de Amor, de Paz y de Verdad. El Dios de toda Salvación. El Dios que habló a aquella familia a través de su Santo
Libro, y que al haber sido recibido tan gentilmente en ese hogar, se quedó también allí con ellos para bendecirles con su mensaje de Salvación.
La Palabra de Dios no vuelve a Él vacía. No sabemos cuántos más conocieron el mensaje de Salvación y fueron recibidos en las moradas
eternas como consecuencia de ese trabajo que realizamos en esa oportunidad. No sabemos cuántos fueron bendecidos e inspirados con
los mensajes predicados en aquellas Capillas del Valle del Chubut, ni sabemos cuántas bendiciones recibieron otros mediante la lectura de las Biblias, libros y tratados que quedaron en esa zona de la Patagonia Argentina en aquella ocasión. Solo el Señor lo sabe y lo tiene registrado.
Fue una misión que el Señor nos encomendó en esa ocasión.
Él Señor tenía su mensaje y su bendición que llevar a muchas almas en aquel lugar y en ese momento. Es su Reino que viene avanzando y creciendo y su Salvación que llega a quienes son objetos de su Obra Redentora.
Nuestra misión era llevar Su Palabra, Su Mensaje, Su Verdad por la Patagonia, así como por todo el mundo (Marcos 16:15).
Nos dice el apóstol San Pablo: "Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas" (Romanos 10:15).
Nuestra plegaria es: "Bendice, oh Señor, la semilla sembrada en los corazones de quienes escuchan y leen tu Palabra. Amén".
HACE poco más de 50 años, en enero y febrero de 1952, tuve el privilegio de comenzar mi tarea pastoral trabajando y predicando en
esta provincia del Chubut, en el centro de la Patagonia Argentina. En esa oportunidad, con un compañero de estudios de la Facultad de Teología de Buenos Aires y enviados por la Comisión de Evangelismo de la Iglesia de Ramos Mejía (Provincia de Buenos Aires), hicimos una tarea especial durante ese verano, recorriendo y visitando las
capillas del Valle del Río Chubut y las minas de caolín en la meseta Patagónica, predicando en los cultos de esas capillas y realizando un trabajo de colportaje, distribuyendo las Sagradas Escrituras y
literatura evangélica por toda esta zona de la Patagonia, gran parte de la cual está muy poco poblada y donde en algunos lugares debíamos andar muchos kilómetros para encontrar pequeñas poblaciones y
campamentos donde vivían los obreros mineros.
Años después, en diciembre de 1965, fui designado como Pastor en la Iglesia de la pequeña localidad de Dolavon, un pueblo ubicado en el Valle del Río Chubut, que menciono en el párrafo anterior.
Allí encontré un hermano en la fe, el Ing. Gustavo Sumblad, que hacía poco tiempo había sido recibido como miembro en nuestra Iglesia de la ciudad de Trelew, y que recordaba nuestro paso por su casa en Mina
Alka varios años atrás y daba testimonio de haberse convertido al Evangelio por la lectura de la Biblia que le habíamos obsequiado, y que él había leído con sumo interés "durante muchas horas en las largas noches de invierno" cuando era encargado en esa mina. El Ing. Sumblad nos había autorizado, ante nuestro pedido, a realizar
la tarea de visitar a los mineros del campamento de aquella mina de caolín de la que él era el encargado. También nos invitó,
luego de una grata conversación que gentilmente nos permitió mantener, a cenar
y pernoctar en su casa.
En esa oportunidad, cuando vino a saludarme en el año 1965, enterado que yo había sido designado Pastor de la Iglesia de Dolavon, me preguntó al verme "si yo le conocía o le recordaba". Le respondí que me parecía conocido, pero no recordaba su nombre ni de donde le conocía, a lo que me respondió: "Ahora va a saber quién soy", y
entregándome la Biblia que tenía en su mano, con la primera página abierta donde se leía la dedicatoria que habíamos escrito y que
decía: "A la familia Sumblad, con gratitud cristiana, por todo cuánto han hecho por nosotros, deseando que Dios les bendiga ricamente", con nuestras firmas y la fecha, en Mina Alka, 17-01-1952, y un texto
bíblico que decía: "El que os recibe a vosotros, a mí recibe y el que a mí recibe, recibe al que me envió", Jesús, (Mateo
10:40).
El poder de la Palabra de Dios es indiscutible. Las promesas del Señor son fieles y verdaderas. Aquella familia nos recibió y hospedó dos días para permitirnos realizar ese trabajo de difusión de la
Biblia y de literatura evangélica en medio de un territorio desértico, con pequeñas poblaciones y campamentos donde vivían los
mineros de esas canteras de caolín. Y al recibirnos a nosotros, estaban recibiendo al mismo Señor Jesús, al Dios todopoderoso y
eterno. El Dios de Amor, de Paz y de Verdad. El Dios de toda Salvación. El Dios que habló a aquella familia a través de su Santo
Libro, y que al haber sido recibido tan gentilmente en ese hogar, se quedó también allí con ellos para bendecirles con su mensaje de Salvación.
La Palabra de Dios no vuelve a Él vacía. No sabemos cuántos más conocieron el mensaje de Salvación y fueron recibidos en las moradas
eternas como consecuencia de ese trabajo que realizamos en esa oportunidad. No sabemos cuántos fueron bendecidos e inspirados con
los mensajes predicados en aquellas Capillas del Valle del Chubut, ni sabemos cuántas bendiciones recibieron otros mediante la lectura de las Biblias, libros y tratados que quedaron en esa zona de la Patagonia Argentina en aquella ocasión. Solo el Señor lo sabe y lo tiene registrado.
Fue una misión que el Señor nos encomendó en esa ocasión.
Él Señor tenía su mensaje y su bendición que llevar a muchas almas en aquel lugar y en ese momento. Es su Reino que viene avanzando y creciendo y su Salvación que llega a quienes son objetos de su Obra Redentora.
Nuestra misión era llevar Su Palabra, Su Mensaje, Su Verdad por la Patagonia, así como por todo el mundo (Marcos 16:15).
Nos dice el apóstol San Pablo: "Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas" (Romanos 10:15).
Nuestra plegaria es: "Bendice, oh Señor, la semilla sembrada en los corazones de quienes escuchan y leen tu Palabra. Amén".