Terror en las torres

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TERROR EN LAS TORRES, MIEDO EN EL MUNDO

Sugerencias para una prédica penitencial y solidaria
Texto: 1 Juan 4,16-21

Por Juan Damián

Quien en la mañana del martes 11 de setiembre encendió la TV habrá pensado que esas torres gemelas expeliendo fuego y humo como un dragón enfurecido no era verdad. Tal vez la sinopsis de un film de ficción con los que suele aterrorizarnos Hollywood dos por tres o uno por uno todos los días.
En el cine nos habíamos acostumbrado a la violencia de mentira. Tanques, bombas, ataques, atentados, muertes, sangre. Pero ahora era verdad. Terrible e irreversible verdad.
Y las ondas expansivas del pánico coparon el planeta como una telaraña. Y USA ya no gobierna más el mundo. Está en los puños del miedo. El que te invade a tí, a mí, a todos y todas.
Miedo por lo que pasó. Asusta. Nos creíamos humanidad. Miedo por lo que puede pasar cuando el miedo se adueña del poder. Y el imperio tiembla, se descontrola. Y tiene que aprender que la soberbia no es invencible. Y que se pueden derribar torres con cuchillos y cortaplumas.
A pocos metros de donde se fabrica y se distribuye al mundo la información de todo y todas las cosas, ahí no más, el terror de la muerte entró, sin pedir permiso, ridiculizando las más sofisticadas técnicas de la tecnología de la seguridad.
Desde ahora el centro mismo de la producción informativa seguirá con amenazas, acribillando nuestra indefensión y alimentando nuestro miedo. Repitiendo imágenes, acosándonos con nuevas imágenes.
Habrá que repensarlo todo. Habrá que reelaborarlo todo. Dicen “el terrorismo o nosotros” esa es la cuestión... Entre “el bien o el mal”.
¿Dónde está el bien y dónde el mal? Nunca nadie se sintió identificado con el mal. Y sin embargo esos autonominados héroes del bien por los siglos de los siglos han matado gente inocente como ahora.
¿Dónde está la verdad? En su nombre cuanto crimen y masacre han sido desparramados por toda la tierra.
Ahora la gente se ha vuelto monotemática. Habla de lo mismo cuando se levanta, y se acuesta con el mismo tema. Mañana no será otra cosa sino más de lo mismo. Hasta que la TV cambie sus imágenes y su discurso informativo. La historia ya no es lo que pasa, sino lo que vemos por TV.
Proclamas, adhesiones, discursos, prometiendo o apoyando venganzas. Nadie asume la autoría del salvajismo. Pero se intenta responder con más salvajismo para curar la soberbia herida o reparar la invencibilidad deteriorada.
Se habla de odio. Pero el odio no empezó ahora. Estaba dormido y se despertó. Lo soltaron y quedó en manos del diablo.
Pero el odio estaba escondido. Nunca se va del todo. Se oculta. A lo sumo se disimula.
Pero el odio no viene solo. No nace por que sí. Tiene su lógica. La que crea la provocación. La soberbia, la prepotencia, la ambición desmesurada, la paranoia del poder fabrican odio, resentimientos.
El odio no es de hoy, es de ayer. No lo inventó Cain. El es sólo un símbolo. Está en nuestras posibilidades y siempre cerca. Precisamos ahora más que nunca mucha humildad, coraje y grandeza para desterrar indignaciones o resignaciones. Es preciso que la reflexión serena ponga muchas cosas en su lugar, que ya venían desacomodadas y hoy quedaron desubicadas del todo.
Por favor, la humanidad, la gente no puede quedar bajo los escombros del miedo. El remedio no está en voltear todas la torres del enemigo. No. Está en construir torres para todos y todas aunque sea para diferentes culturas y situaciones.
Habrá que leer de nuevo con mucho cuidado y frescura de corazón todo el Evangelio de Jesucristo en clave de terror. Antes del terror, durante el terror, después del terror.
El dilema es ahora más definitivo y radical que nunca. Dejamos vivir lo diferente o eliminamos a quienes piensan y sienten distinto.
El terror, después del absurdo acontecido, puede enseñarnos que sólo el respeto puede salvarnos y volvernos, si no hermanos, por lo menos sencilla y modestamente humanos.
Eso es la PAZ.

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