Santiago 3:1-12
0
0
Salmo 116:1-8 Is 50:4-9 Santiago 3:1-12 Marcos 8:27-38
La lengua
Estructura y situación
La conexión de 3:1-12 con la sección precedente es no fácil de ver. El proverbio retórico en 2:26 parece rondar la discusión “fe y obras” hay una falta de conexión gramatical entre 2:26 y 3:1, haciendo una transición difícil de seguir y no son los maestros los que tienen prominencia en este punto en la carta que se ha dirigido hasta aquí generalmente a la congregación. A primera vista Santiago parece estar embarcándose en un nuevo tema, a saber, el uso y poder de la lengua ejemplificado en el papel del maestro carismático en la iglesia. El tema global es el de “discurso sincero”, aplicado al oficio de instrucción de la iglesia. Quienquiera pueda controlar su lengua, dice irónicamente (v 2b), tiene el poder sobre su cuerpo entero y justificadamente puede considerarse un “individuo” perfecto”. Puede tomarse en un sentido estrictamente personal, refiriéndose a creyentes individuales. Santiago elabora sobre los peligros del discurso humano que puede volverse así fácilmente una fachada para la religión espuria. Pero hay dos factores en la escena de este párrafo que sugiere un aspecto más preciso: la actitud severa del poder de la lengua (i) “el cuerpo” en cuestión es el eclesial, no el anatómico, y (ii) la lengua se usa en una escena de la congregación en el culto.
Primero, el uso repetido de soma indica que el autor tiene en mente la influencia letal del discurso en la asamblea pública. Está menos preocupado por el creyente como persona privada que por la comunidad en una escena eclesial. Esto significa que Santiago condena el hablar apresurado (1:19) y se enfoca en las personas cultualmente al usar sus lenguas en detrimento de la comunidad por informes interesados o rumores en su vida corporativa (v 6). Si se interpreta 3:9-10 como una escena litúrgica en que “alabando a Dios” es el componente principal, se hace factible ver una aplicación como la sugerida. Santiago dirige su crítica contra el mal uso de la lengua en el culto.
Segundo, la frase introductoria de advertencia con respecto a los maestros (v 1) entre los que se incluye confirma el hecho de que el autor ve a la iglesia como una “casa de instrucción”. Son principalmente los maestros en la comunidad los que están causando disensión y división. El que disfruta del carisma de enseñar son convocados a controlar y guiar el curso de la vida y el destino de la iglesia. La imaginería paralela del freno del caballo (v 3) y el timón de la nave (v 4) se utilizan como analogía comparativa. Maestros que permiten que sus lenguas estén descontroladas se vuelven líderes falsos y letales para la iglesia.
La ilustración del poder eficaz de la lengua es la de un fuego destructivo (vv 5b-8). Santiago repite el tema de v 4, a saber, que la lengua es pequeña pero juega un tren de eventos desproporcionado a su tamaño diminuto.
La escena del v 11 cambia para describir la inconsistencia e incongruencia en las palabras al bendecir y maldecir procedentes de una sola boca (cf. Am 6:12-13). La boca humana manda palabras que reflejan la alabanza divina y al mismo tiempo el idioma abusivo y malo.
El último recurso ilustrativo procede del mundo de la horticultura (v 12a). Una vez más el argumento procede de lo conocido a lo inconcebible. El fenómeno que contradice el orden natural del huerto: una planta híbrida en el mismo momento es productora de higos y olivas, o una planta que rinde uvas e higos simultáneamente. Es absurdo imaginar tal caso. Así, dice el texto, es la acción de la persona de doble alma o de ella dividida (dípsijos, en 1:7-8 4:8).
En todos estos ejemplos deducidos de una amplia gama de actividad humana (manejo, navegación, amenaza de fuego, necesidad de agua limpia, y horticultura), Santiago homiléticamente está empleando varios dispositivos retóricos y estilísticos. (i) Aliteración y asonancia (ii) preguntas retóricas (iii) el uso de la paradoja e la hipérbole, familiar en la literatura parenética judía así como los moralistas helenísticos. Los modismos gráficos y vívidos se acoplan con un estilo ocasional declamatorio.
3:1-12 El mal en la lengua
El primer punto que Santiago necesita plantear es que la lengua es un poderoso instrumento para el mal. Lo hace por medio de un largo y cuidadoso argumento. Es una advertencia contra el discurso inflamatorio (1:19.26).
La lengua es el principal instrumento del maestro, de modo que es allí donde comienza Santiago. No os hagáis muchos maestros significa más exactamente “no muchos de ustedes deben llegar a ser maestros”. Muchos quieren ser maestros y líderes de la comunidad cristiana. Tal deseo, argumenta Santiago, es un peligroso impulso que puede llevar a conflictos dentro de la iglesia. Una razón es que aun cuando el deseo de llegar a ser maestro sea motivado por la mejor de las razones, el maestro recibirá juicio más riguroso. Santiago se incluye a sí mismo entre los maestros y nos recuerda de Jesús, el cual condenó a los maestros judíos (Mt 23:1–33 Mc 12:40 Lc 20:47) y dijo que aun nuestras palabras casuales serán juzgadas (Mt 12:36). Además, Jesús enseñó que somos responsables de lo que sabemos (Lc 12:47.48). El maestro pretende saber y ponerse como ejemplo para la iglesia, desde que en los tiempos del NT el maestro enseñaba por la vida y el ejemplo más que por la palabra. ¡Qué responsabilidad tendrá ese tipo de personas en el día del juicio!
Todos pecamos y ofendemos (“tropezamos”) y el lugar más fácil para tropezar es el uso de la lengua. ¡Qué fácil es permitir que se nos escape una palabra crítica! Si alguien tiene realmente controlada su lengua, de modo que no caiga en pecado en ese aspecto, de hecho tiene tanto dominio propio como para ser perfecto, dado que la lengua es la última parte del cuerpo que se pone bajo control.
Santiago da una serie de ejemplos que ilustran este hecho. Un caballo (una de las “máquinas” más poderosas en tiempos del autor) es controlado por un freno en su boca. Un barco, el mayor vehículo movible de su tiempo, se controla por un timón, que en ese entonces tenía la forma como de una lengua. La lengua también es poderosa como lo muestra su jactancia.
Santiago cambia la orientación del argumento en este punto y compara la lengua a una chispa que puede ser la causa del incendio de un bosque. La fuente de esa chispa es el mismo infierno. El autor no está hablando de la lengua como la fuente del lenguaje que es un don de Dios. Más bien, está pensando en la lengua como algo corrompido por la caída. Muchos pecados, si no todos, comienzan con una palabra. Puede ser pronunciada en forma audible o “dicha” silenciosamente en lo interno de la persona.
Lamentablemente, así como es poderosa, la lengua es difícil de domar. Santiago declara la verdad general sobre la capacidad de la gente para domar animales y la compara con su incapacidad de domar la lengua (no está implicando una observación científica de que todas las especies animales han sido domadas). Aun contando con toda la capacidad, no hay ser humano que pueda controlar su propia lengua. Aun el más perfecto de los santos experimenta momentos cuando desea volver a meter en su boca las palabras que acaban de salir.
Por lo tanto, la lengua es inquieta. La falta de quietud es una característica del mundo demoníaco y del mal, mientras que la paz es una característica de Dios y su buen reino. La lengua siempre está deseando decir algo, a menudo venenoso, que produce la muerte. Los asesinatos realizados por parte de los tiranos comienzan cuando dan las órdenes. Experimentamos algo similar en el nivel personal cuando hablamos lo que es malo y nos damos cuenta de que nos trae más muerte que vida.
Santiago agrega algunos ejemplos más. En la iglesia (está escribiendo a creyentes) usamos nuestra lengua para alabar a Dios. Pero luego maldecimos (porque toda palabra contra una persona de hecho puede ser una maldición) a otros, que fueron creados a la imagen de Dios (Gen 1:26.27 9:6). En los días del autor, el rey o emperador ponía su estatua en las ciudades de su dominio. Si alguno la insultaba o maldecía, era tratado como si hubiera maldecido al emperador en la cara, porque la estatua era la imagen del emperador. Por lo tanto, insultar a una persona, hecha a la imagen de Dios, es como insultar al mismo Dios. Esta dualidad, dos palabras diferentes y contradictorias, es un tipo de hipocresía.
Santiago da dos ejemplos para presentar la conclusión de este punto. El primero se toma de la tierra de Israel, donde en el árido valle del Jordán se podía ver, a la distancia, un torrente que fluía del valle en su lado oriental. Uno viajaba hasta allí esperando encontrar agua. A veces el agua era fresca y buena. A veces estaba llena de minerales (sal) y era imbebible. Pero algo era seguro: los dos tipos de agua no brotaban de la misma fuente. Del mismo modo, uno no obtiene un fruto diferente de un árbol o una viña que el que crece de acuerdo con su naturaleza. Este argumento implica que, si estamos usando insultos o maldiciones al hablar, es porque ésa es nuestra naturaleza. Nuestras alabanzas a Dios son una cobertura, un tipo de hipocresía.
La lengua
Estructura y situación
La conexión de 3:1-12 con la sección precedente es no fácil de ver. El proverbio retórico en 2:26 parece rondar la discusión “fe y obras” hay una falta de conexión gramatical entre 2:26 y 3:1, haciendo una transición difícil de seguir y no son los maestros los que tienen prominencia en este punto en la carta que se ha dirigido hasta aquí generalmente a la congregación. A primera vista Santiago parece estar embarcándose en un nuevo tema, a saber, el uso y poder de la lengua ejemplificado en el papel del maestro carismático en la iglesia. El tema global es el de “discurso sincero”, aplicado al oficio de instrucción de la iglesia. Quienquiera pueda controlar su lengua, dice irónicamente (v 2b), tiene el poder sobre su cuerpo entero y justificadamente puede considerarse un “individuo” perfecto”. Puede tomarse en un sentido estrictamente personal, refiriéndose a creyentes individuales. Santiago elabora sobre los peligros del discurso humano que puede volverse así fácilmente una fachada para la religión espuria. Pero hay dos factores en la escena de este párrafo que sugiere un aspecto más preciso: la actitud severa del poder de la lengua (i) “el cuerpo” en cuestión es el eclesial, no el anatómico, y (ii) la lengua se usa en una escena de la congregación en el culto.
Primero, el uso repetido de soma indica que el autor tiene en mente la influencia letal del discurso en la asamblea pública. Está menos preocupado por el creyente como persona privada que por la comunidad en una escena eclesial. Esto significa que Santiago condena el hablar apresurado (1:19) y se enfoca en las personas cultualmente al usar sus lenguas en detrimento de la comunidad por informes interesados o rumores en su vida corporativa (v 6). Si se interpreta 3:9-10 como una escena litúrgica en que “alabando a Dios” es el componente principal, se hace factible ver una aplicación como la sugerida. Santiago dirige su crítica contra el mal uso de la lengua en el culto.
Segundo, la frase introductoria de advertencia con respecto a los maestros (v 1) entre los que se incluye confirma el hecho de que el autor ve a la iglesia como una “casa de instrucción”. Son principalmente los maestros en la comunidad los que están causando disensión y división. El que disfruta del carisma de enseñar son convocados a controlar y guiar el curso de la vida y el destino de la iglesia. La imaginería paralela del freno del caballo (v 3) y el timón de la nave (v 4) se utilizan como analogía comparativa. Maestros que permiten que sus lenguas estén descontroladas se vuelven líderes falsos y letales para la iglesia.
La ilustración del poder eficaz de la lengua es la de un fuego destructivo (vv 5b-8). Santiago repite el tema de v 4, a saber, que la lengua es pequeña pero juega un tren de eventos desproporcionado a su tamaño diminuto.
La escena del v 11 cambia para describir la inconsistencia e incongruencia en las palabras al bendecir y maldecir procedentes de una sola boca (cf. Am 6:12-13). La boca humana manda palabras que reflejan la alabanza divina y al mismo tiempo el idioma abusivo y malo.
El último recurso ilustrativo procede del mundo de la horticultura (v 12a). Una vez más el argumento procede de lo conocido a lo inconcebible. El fenómeno que contradice el orden natural del huerto: una planta híbrida en el mismo momento es productora de higos y olivas, o una planta que rinde uvas e higos simultáneamente. Es absurdo imaginar tal caso. Así, dice el texto, es la acción de la persona de doble alma o de ella dividida (dípsijos, en 1:7-8 4:8).
En todos estos ejemplos deducidos de una amplia gama de actividad humana (manejo, navegación, amenaza de fuego, necesidad de agua limpia, y horticultura), Santiago homiléticamente está empleando varios dispositivos retóricos y estilísticos. (i) Aliteración y asonancia (ii) preguntas retóricas (iii) el uso de la paradoja e la hipérbole, familiar en la literatura parenética judía así como los moralistas helenísticos. Los modismos gráficos y vívidos se acoplan con un estilo ocasional declamatorio.
3:1-12 El mal en la lengua
El primer punto que Santiago necesita plantear es que la lengua es un poderoso instrumento para el mal. Lo hace por medio de un largo y cuidadoso argumento. Es una advertencia contra el discurso inflamatorio (1:19.26).
La lengua es el principal instrumento del maestro, de modo que es allí donde comienza Santiago. No os hagáis muchos maestros significa más exactamente “no muchos de ustedes deben llegar a ser maestros”. Muchos quieren ser maestros y líderes de la comunidad cristiana. Tal deseo, argumenta Santiago, es un peligroso impulso que puede llevar a conflictos dentro de la iglesia. Una razón es que aun cuando el deseo de llegar a ser maestro sea motivado por la mejor de las razones, el maestro recibirá juicio más riguroso. Santiago se incluye a sí mismo entre los maestros y nos recuerda de Jesús, el cual condenó a los maestros judíos (Mt 23:1–33 Mc 12:40 Lc 20:47) y dijo que aun nuestras palabras casuales serán juzgadas (Mt 12:36). Además, Jesús enseñó que somos responsables de lo que sabemos (Lc 12:47.48). El maestro pretende saber y ponerse como ejemplo para la iglesia, desde que en los tiempos del NT el maestro enseñaba por la vida y el ejemplo más que por la palabra. ¡Qué responsabilidad tendrá ese tipo de personas en el día del juicio!
Todos pecamos y ofendemos (“tropezamos”) y el lugar más fácil para tropezar es el uso de la lengua. ¡Qué fácil es permitir que se nos escape una palabra crítica! Si alguien tiene realmente controlada su lengua, de modo que no caiga en pecado en ese aspecto, de hecho tiene tanto dominio propio como para ser perfecto, dado que la lengua es la última parte del cuerpo que se pone bajo control.
Santiago da una serie de ejemplos que ilustran este hecho. Un caballo (una de las “máquinas” más poderosas en tiempos del autor) es controlado por un freno en su boca. Un barco, el mayor vehículo movible de su tiempo, se controla por un timón, que en ese entonces tenía la forma como de una lengua. La lengua también es poderosa como lo muestra su jactancia.
Santiago cambia la orientación del argumento en este punto y compara la lengua a una chispa que puede ser la causa del incendio de un bosque. La fuente de esa chispa es el mismo infierno. El autor no está hablando de la lengua como la fuente del lenguaje que es un don de Dios. Más bien, está pensando en la lengua como algo corrompido por la caída. Muchos pecados, si no todos, comienzan con una palabra. Puede ser pronunciada en forma audible o “dicha” silenciosamente en lo interno de la persona.
Lamentablemente, así como es poderosa, la lengua es difícil de domar. Santiago declara la verdad general sobre la capacidad de la gente para domar animales y la compara con su incapacidad de domar la lengua (no está implicando una observación científica de que todas las especies animales han sido domadas). Aun contando con toda la capacidad, no hay ser humano que pueda controlar su propia lengua. Aun el más perfecto de los santos experimenta momentos cuando desea volver a meter en su boca las palabras que acaban de salir.
Por lo tanto, la lengua es inquieta. La falta de quietud es una característica del mundo demoníaco y del mal, mientras que la paz es una característica de Dios y su buen reino. La lengua siempre está deseando decir algo, a menudo venenoso, que produce la muerte. Los asesinatos realizados por parte de los tiranos comienzan cuando dan las órdenes. Experimentamos algo similar en el nivel personal cuando hablamos lo que es malo y nos damos cuenta de que nos trae más muerte que vida.
Santiago agrega algunos ejemplos más. En la iglesia (está escribiendo a creyentes) usamos nuestra lengua para alabar a Dios. Pero luego maldecimos (porque toda palabra contra una persona de hecho puede ser una maldición) a otros, que fueron creados a la imagen de Dios (Gen 1:26.27 9:6). En los días del autor, el rey o emperador ponía su estatua en las ciudades de su dominio. Si alguno la insultaba o maldecía, era tratado como si hubiera maldecido al emperador en la cara, porque la estatua era la imagen del emperador. Por lo tanto, insultar a una persona, hecha a la imagen de Dios, es como insultar al mismo Dios. Esta dualidad, dos palabras diferentes y contradictorias, es un tipo de hipocresía.
Santiago da dos ejemplos para presentar la conclusión de este punto. El primero se toma de la tierra de Israel, donde en el árido valle del Jordán se podía ver, a la distancia, un torrente que fluía del valle en su lado oriental. Uno viajaba hasta allí esperando encontrar agua. A veces el agua era fresca y buena. A veces estaba llena de minerales (sal) y era imbebible. Pero algo era seguro: los dos tipos de agua no brotaban de la misma fuente. Del mismo modo, uno no obtiene un fruto diferente de un árbol o una viña que el que crece de acuerdo con su naturaleza. Este argumento implica que, si estamos usando insultos o maldiciones al hablar, es porque ésa es nuestra naturaleza. Nuestras alabanzas a Dios son una cobertura, un tipo de hipocresía.