Sanando las heridas del pasado
0
0
"No os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá, porque para
preservación de vida me envió Dios delante de vosotros" (Génesis 45:5)
Hay familias que cargan con heridas del pasado: viejos pleitos,
juicios condenatorios, mentiras, infidelidades, abandonos, patrones
familiares distorsionados. Somos un eslabón de la cadena de
generaciones pasadas y muchas veces, cargamos con "las deudas" de
nuestros ancestros.
En la familia de Jacob, se había encriptado la desaparición de uno de
sus hijos, José. Por años toda la familia vivió encubriendo una
mentira, bajo el resentimiento y la desesperanza, hasta que llegó la
hora de la verdad y todo salió a la luz. Vale más saber una verdad,
aun cuando sea difícil, vergonzosa o trágica, que ocultarla, porque
aquello que se calla, se convierte en una herida más grave a largo
plazo o es adivinado por otros.
Los resentimientos familiares que quedan guardados por años van
trabajando por dentro, van minando toda la persona, emocional y
físicamente, hasta terminar con una úlcera, un cáncer y la muerte.
El reencuentro con el "hijo desaparecido" está teñido de dramatismo
en esa escena se está jugando el futuro de una familia. Por fin José,
el hermano herido, recurre al más excelente de los remedios para sanar
las relaciones familiares dañadas: el perdón.
El perdón entre hermanos, de padres a hijos o entre cónyuges tiene la
capacidad de desatar las coyundas que nos paralizan y el poder de
derribar los muros que nos separan. Si no hay perdón no sólo seguirán
creciendo las raíces de amarguras sino que seguiremos repitiendo, lo
sepamos o no, acontecimientos dolorosos de nuestros antepasados.
Oración: Señor, danos el coraje de romper nuestros patrones familiares
nocivos y así como José perdonó a sus hermanos y demostró gran cuidado
por ellos, danos la fuerza y la sabiduría para perdonar y cuidar al
que nos ha herido.
preservación de vida me envió Dios delante de vosotros" (Génesis 45:5)
Hay familias que cargan con heridas del pasado: viejos pleitos,
juicios condenatorios, mentiras, infidelidades, abandonos, patrones
familiares distorsionados. Somos un eslabón de la cadena de
generaciones pasadas y muchas veces, cargamos con "las deudas" de
nuestros ancestros.
En la familia de Jacob, se había encriptado la desaparición de uno de
sus hijos, José. Por años toda la familia vivió encubriendo una
mentira, bajo el resentimiento y la desesperanza, hasta que llegó la
hora de la verdad y todo salió a la luz. Vale más saber una verdad,
aun cuando sea difícil, vergonzosa o trágica, que ocultarla, porque
aquello que se calla, se convierte en una herida más grave a largo
plazo o es adivinado por otros.
Los resentimientos familiares que quedan guardados por años van
trabajando por dentro, van minando toda la persona, emocional y
físicamente, hasta terminar con una úlcera, un cáncer y la muerte.
El reencuentro con el "hijo desaparecido" está teñido de dramatismo
en esa escena se está jugando el futuro de una familia. Por fin José,
el hermano herido, recurre al más excelente de los remedios para sanar
las relaciones familiares dañadas: el perdón.
El perdón entre hermanos, de padres a hijos o entre cónyuges tiene la
capacidad de desatar las coyundas que nos paralizan y el poder de
derribar los muros que nos separan. Si no hay perdón no sólo seguirán
creciendo las raíces de amarguras sino que seguiremos repitiendo, lo
sepamos o no, acontecimientos dolorosos de nuestros antepasados.
Oración: Señor, danos el coraje de romper nuestros patrones familiares
nocivos y así como José perdonó a sus hermanos y demostró gran cuidado
por ellos, danos la fuerza y la sabiduría para perdonar y cuidar al
que nos ha herido.