Salmo 34:15-22
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Salmo 34:15-22 Josué 24:1-2.14-18 Efesios 6:10-20 Juan 6:59-69
Introducción
Josué 24:1-2.14-18 forma parte del discurso de despedida de Josué, en el marco de una gran asamblea realizada en Siquem con motivo de la renovación de la Alianza. Por su ubicación geográfica, Siquem era una ciudad propicia para el encuentro de tribus provenientes de diferentes latitudes pero además está relacionada con la historia de los patriarcas (ver Gn 12:6-7 cuando Abram edifica un altar a Yavé y recibe la promesa de “esta tierra” y Gn 33:18-20 cuando Jacob compra un campo en esta zona y también levantó allí un altar al Dios de Israel). El discurso de Josué resalta los principales pasajes de la historia del pueblo de Israel, el llamado de los patriarcas (vv. 2-4), la liberación de Egipto (vv. 5-7), la ocupación de la tierra prometida (vv. 8-13) y exhorta al pueblo a un compromiso verdadero con el Dios de su historia (vv. 14-16), pues esto es lo que fortalecerá su identidad y los mantendrá unidos frente a los otros pueblos y sus dioses. El texto agrega nuevas connotaciones al sentido del término “temer a Yavé” que hemos visto anteriormente, que tienen que ver con la fidelidad, la integridad, y sobre todo con servir a Yavé, es decir trabajar, obrar de acuerdo a lo que Yavé hizo y hace por nosotros, obedecer.
En Efesios 6:10-20 Pablo utiliza una metáfora militar para exhortar a la comunidad de creyentes a luchar contra el mal y los que dominan el mundo. Así pues, llama a tomar las armas de Dios para fortalecerse y resistir, vencer y mantenerse firmes (vv. 10-13) luego ofrece detalles sobre el equipamiento necesario para tal fin (vv. 14-17) y da algunas instrucciones para el entrenamiento correspondiente (v. 18). Naturalmente, las distintas partes del equipamiento corresponden a las del soldado romano de la época, pero Pablo les asigna un nuevo significado de acuerdo al propósito expresado anteriormente: cinturón = verdad, coraza = justicia, calzado = pasión por anunciar la buena noticia de la paz, escudo = fe, casco (yelmo) = salvación, espada = espíritu, palabra de Dios.
Juan 6:59-69 es la última parte de aquel largo discurso de enseñanzas de Jesús en la sinagoga de Capernaúm acerca del pan, el banquete, y el verdadero alimento, que comienza en el v. 25 y que hemos venido repasando más arriba. Esta gran perícopa cargada de un abundante lenguaje simbólico típico de Juan, culmina con dos tipos de reacciones de parte de los seguidores de Jesús, que son opuestas: el abandono de muchos (v. 66) y la confesión de Pedro (vv. 68-69). Para muchos aquel lenguaje, además de difícil, era inaceptable (vv. 60-61) mientras que para los pocos que quedaban de su grupo íntimo aquellas palabras eran “palabras de vida eterna” (v. 68) unos desconfiaban pero otros tenían la certeza de que Jesús era verdaderamente el ungido, el hijo del Dios viviente (v. 69).
Salmo 34:15-22
El eje temático principal de esta última parte del salmo pasa por la profundización de la oposición entre los justos (vv. 15a, 17a, 19a) y los que practican el mal (vv. 16a, 21) y la intervención de Yavé a favor de los primeros.
El antropomorfismo divino de los vv. 15 y 16 muestra que Yavé no es neutral sino que presta especial atención (ojos y oídos) a los justos, y está muy enojado y listo para enfrentar a los malhechores.
Este Dios está siempre cerca de los que tienen quebrada la voluntad y han perdido las ganas de vivir (en hebreo: “los que tienen quebrado el corazón”) (v. 18a), y de los abatidos o deprimidos (v. 18b), para salvarlos de su situación. Los que confían en Yavé tienen a alguien que rescata sus vidas (v. 22), mientras que la propia maldad del malo lo matará (v. 21).
Que los justos tengan a Yavé de su lado no significa que tengan asegurado un buen pasar su buen comportamiento y su fe en Yavé no producen necesariamente bienestar. La felicidad y la alegría de la que habla el salmo se halla oculta en un nivel más profundo.
La vida de los justos aparece como bastante dura y difícil éstos son los que sufren, los que pasan angustias (v. 17), los quebrantados y abatidos (v. 18), los que son aborrecidos por los malhechores (v. 21) y su felicidad se basa en la certeza y experiencia de que Yavé está cerca de ellos, escucha sus clamores, los acompaña, los cuida en las situaciones difíciles y salva sus vidas. Precisamente en las situaciones difíciles, los justos experimentarán el poder salvador de Yavé, y no habrá calamidad que pueda destruirlos.
Este sería uno de los núcleos más profundos del sentido de la justicia divina, al que se le agrega un aspecto relevante y pertinente que es el de no dejar espacio para la impunidad. Así pues, los malos tienen su merecido castigo (v. 21) y su memoria será borrada de la tierra (v. 16b).
Sin duda, el Salmo refleja la influencia de la sabiduría hebrea, pero no una tendencia hacia la teología de la retribución. Su enseñanza no censura el deseo de éxito y felicidad en la vida terrena (v. 12), pero le da un marco realista donde se destaca la actitud de los que “temen a Yavé” y siguen el camino de la justicia, a pesar de sus consecuencias.
Bibliografía
Hans-Joachim Kraus, Los Salmos, Salamanca, Ed. Sígueme, 1995.
Introducción
Josué 24:1-2.14-18 forma parte del discurso de despedida de Josué, en el marco de una gran asamblea realizada en Siquem con motivo de la renovación de la Alianza. Por su ubicación geográfica, Siquem era una ciudad propicia para el encuentro de tribus provenientes de diferentes latitudes pero además está relacionada con la historia de los patriarcas (ver Gn 12:6-7 cuando Abram edifica un altar a Yavé y recibe la promesa de “esta tierra” y Gn 33:18-20 cuando Jacob compra un campo en esta zona y también levantó allí un altar al Dios de Israel). El discurso de Josué resalta los principales pasajes de la historia del pueblo de Israel, el llamado de los patriarcas (vv. 2-4), la liberación de Egipto (vv. 5-7), la ocupación de la tierra prometida (vv. 8-13) y exhorta al pueblo a un compromiso verdadero con el Dios de su historia (vv. 14-16), pues esto es lo que fortalecerá su identidad y los mantendrá unidos frente a los otros pueblos y sus dioses. El texto agrega nuevas connotaciones al sentido del término “temer a Yavé” que hemos visto anteriormente, que tienen que ver con la fidelidad, la integridad, y sobre todo con servir a Yavé, es decir trabajar, obrar de acuerdo a lo que Yavé hizo y hace por nosotros, obedecer.
En Efesios 6:10-20 Pablo utiliza una metáfora militar para exhortar a la comunidad de creyentes a luchar contra el mal y los que dominan el mundo. Así pues, llama a tomar las armas de Dios para fortalecerse y resistir, vencer y mantenerse firmes (vv. 10-13) luego ofrece detalles sobre el equipamiento necesario para tal fin (vv. 14-17) y da algunas instrucciones para el entrenamiento correspondiente (v. 18). Naturalmente, las distintas partes del equipamiento corresponden a las del soldado romano de la época, pero Pablo les asigna un nuevo significado de acuerdo al propósito expresado anteriormente: cinturón = verdad, coraza = justicia, calzado = pasión por anunciar la buena noticia de la paz, escudo = fe, casco (yelmo) = salvación, espada = espíritu, palabra de Dios.
Juan 6:59-69 es la última parte de aquel largo discurso de enseñanzas de Jesús en la sinagoga de Capernaúm acerca del pan, el banquete, y el verdadero alimento, que comienza en el v. 25 y que hemos venido repasando más arriba. Esta gran perícopa cargada de un abundante lenguaje simbólico típico de Juan, culmina con dos tipos de reacciones de parte de los seguidores de Jesús, que son opuestas: el abandono de muchos (v. 66) y la confesión de Pedro (vv. 68-69). Para muchos aquel lenguaje, además de difícil, era inaceptable (vv. 60-61) mientras que para los pocos que quedaban de su grupo íntimo aquellas palabras eran “palabras de vida eterna” (v. 68) unos desconfiaban pero otros tenían la certeza de que Jesús era verdaderamente el ungido, el hijo del Dios viviente (v. 69).
Salmo 34:15-22
El eje temático principal de esta última parte del salmo pasa por la profundización de la oposición entre los justos (vv. 15a, 17a, 19a) y los que practican el mal (vv. 16a, 21) y la intervención de Yavé a favor de los primeros.
El antropomorfismo divino de los vv. 15 y 16 muestra que Yavé no es neutral sino que presta especial atención (ojos y oídos) a los justos, y está muy enojado y listo para enfrentar a los malhechores.
Este Dios está siempre cerca de los que tienen quebrada la voluntad y han perdido las ganas de vivir (en hebreo: “los que tienen quebrado el corazón”) (v. 18a), y de los abatidos o deprimidos (v. 18b), para salvarlos de su situación. Los que confían en Yavé tienen a alguien que rescata sus vidas (v. 22), mientras que la propia maldad del malo lo matará (v. 21).
Que los justos tengan a Yavé de su lado no significa que tengan asegurado un buen pasar su buen comportamiento y su fe en Yavé no producen necesariamente bienestar. La felicidad y la alegría de la que habla el salmo se halla oculta en un nivel más profundo.
La vida de los justos aparece como bastante dura y difícil éstos son los que sufren, los que pasan angustias (v. 17), los quebrantados y abatidos (v. 18), los que son aborrecidos por los malhechores (v. 21) y su felicidad se basa en la certeza y experiencia de que Yavé está cerca de ellos, escucha sus clamores, los acompaña, los cuida en las situaciones difíciles y salva sus vidas. Precisamente en las situaciones difíciles, los justos experimentarán el poder salvador de Yavé, y no habrá calamidad que pueda destruirlos.
Este sería uno de los núcleos más profundos del sentido de la justicia divina, al que se le agrega un aspecto relevante y pertinente que es el de no dejar espacio para la impunidad. Así pues, los malos tienen su merecido castigo (v. 21) y su memoria será borrada de la tierra (v. 16b).
Sin duda, el Salmo refleja la influencia de la sabiduría hebrea, pero no una tendencia hacia la teología de la retribución. Su enseñanza no censura el deseo de éxito y felicidad en la vida terrena (v. 12), pero le da un marco realista donde se destaca la actitud de los que “temen a Yavé” y siguen el camino de la justicia, a pesar de sus consecuencias.
Bibliografía
Hans-Joachim Kraus, Los Salmos, Salamanca, Ed. Sígueme, 1995.