Romanos 8:14-17
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Trinidad
Presentación y ampliación: Ricardo Pietrantonio
Dt 4,32-40; Mt 28,16-20; Sal 33, 4-6, 9, 18-20, 22
Introducción General
Romanos es considerada auténtica paulina, probablemente la última. Si bien ha predominado, principalmente por la influencia de la teología de la Reforma, la concepción de Ro como un tratado doctrinal en torno de la justificación por la fe, hoy muchos exégetas se inclinan a considerarla como una carta pastoral, que busca dirigirse al problema de “débiles y fuertes” (cap. 14). No es sólo el problema de gentiles y judíos, sino fundamentalmente de legalistas (judíos y gentiles) frente a “anómicos” (judíos y gentiles), y un grupo de indecisos zarandeados por burlas y exigencias de ambos bandos. Elsa Tamez ha propuesto leer el tema de la ley desde las víctimas de la ley, sea la ley romana como la mosaica.
Ubicación estructural
El cap. 8 de Ro cierra la primera parte de la carta, que va a establecer la base que Pablo ha ido elaborando para poder afrontar el problema al que quiere referirse, que es las diferentes comprensiones de la ley y las actitudes frente a los hermanos y al mundo circundante que por ello se generan. En ese marco progresivo que parte de las experiencias de acatamiento y violación de la ley y las imposibilidades de vivir del poder o del legalismo, Pablo va a enunciar las dos actitudes básicas (aunque necesariamente entrecruzadas --cp. 7) como vivir en la carne y vivir en el Espíritu. En ese sentido el cap. 8 aparece como un cap. de inflexión, y central a la carta, porque es la culminación del argumento, y que cerrará entonces al conjunto con la doxología de 8: 38-39.
La perícopa propuesta en virtud de la festividad de Trinidad (las tres personas son nombradas en el texto como coactuando para la salvación del creyente) cumple en este capítulo la función de nexo entre el planteamiento de la opción de vida en la carne/en el espíritu, y la dimensión escatológica de esa opción (vv. 18-25). Por otro lado juega también en el establecimiento de la identidad Cristo-creyente, necesaria para mostrar la operación de la resurrección en medio de la persecución y el sufrimiento. Las víctimas de la ley, como Jesús lo fue, son revividas por el Espíritu que libera a los hijos de Dios, y a través de ellos/ellas, a todo lo creado.
Elementos lingüísticos
Cabe destacar que Pablo crea ciertos neologismos en esta sección, que tienen en común la adjunción de la preposición syn (con) a ciertas formas verbales; así se forman: el Espíritu de Dios contestimonia (a, con) nuestro Espíritu (v. 16), coherederos de Cristo, cosufrientes y coglorificados. Estas son formas reforzadoras de identidad, que hacen de la obra de Cristo nuestra obra. El uso del dativo que exige esta formulación intraducible, especialmente en el primer caso, juega con la posibilidad de que “nuestro espíritu” sea considerado tanto un complemento instrumental, un complemento de provecho o de compañía.
Comentario
Juan Calvino: “La herencia de Dios es nuestra porque somos por su gracia adoptados como hijos suyos. Para que no dudemos de esta posesión, Dios la puso en manos de Cristo, de quienes somos hechos copropietarios y algo así como compañeros. Cristo tomó posesión de ella por la Cruz, y nosotros también.”
El juego de esclavos a hijos tiene una particular significación en la legislación romana, donde la adopción era un mecanismo de índole político-económico, no de construcción familiar. El Espíritu se conforma como el testigo que verifica esa transacción. El esclavo vive en el temor, pues su suerte nunca está asegurada. Sólo el que puede clamar y reclamar al Padre puede vivir confiado. De allí que comenta Martín Lutero: “Bueno sería que este texto se escribiera con letras de oro, tal es el consuelo que nos brinda”.
El texto nos remite a la experiencia bautismal, según Ro 6: 4-7. Aquí aparece nuevamente la idea de que el que es víctima de la ley será glorificado por el amor. La ley crea el temor que se manifiesta en quien vive solo apegado a su presente. Pero el presente se abre al ser superado el Espíritu del temor por la certeza de la acción del Dios que nos declara hijos. Pero el Espíritu no es algo estático: es guía hacia la libertad que solo se puede manifestar al obrar la justicia de Dios.
COMENTARIOS HECHOS EN EL GRUPO:
Pablo nunca había ido antes a Roma; por tanto, no podía hacer una carta a conocidos/as. Por otro lado, el capítulo 16 parece no ser de Romanos, aunque, posteriormente, se lo adjudicó a esta epístola. (La canonización es parte del texto.) Romanos 1:15 fue escrito yendo a Jerusalén, ya que Pablo pensaba hacer un “nuevo centro de operaciones”, para el que sería Roma, ya que su deseo es llegar a los confines del imperio (España). Cristo ya se había establecido allí, aunque no definitivamente. Además, otro de los propósitos era llevar a Jerusalén las ofrendas.
Al escribirle a los romanos, quiere clarificar su Evangelio debido a que existía una fuerte tensión entre judaizantes y no judaizantes. Por ello, tanto aquí como en Galilea habla de Abraham (convertido, padre de todos; por ello, cambió su nombre). De ese modo, el proyecto paulino es inclusivo y no exclusivo. En este sentido, este texto podría ser útil en esta concepción. La promesa fue siempre ésta: la santificación, y por ello, la expresión “hijos adoptivos”, y no “hijos carnales”, no descendientes de Abraham por la carne (teoría judaizante) sino que todos somos hijos adoptivos. Somos herederos porque somos hijos adoptivos, en virtud de esta discusión. Aquí, se estaba debatiendo quién/es era/n el pueblo de Dios. Para los judaizantes, este pueblo lo formaban los judíos propiamente dichos, descendientes de Abraham según la carne. Aquí, la idea es otra. El proyecto se cumpliría porque sale de la tierra palestina. En esta visión, por tanto, Palestina no es el centro. Esto tiene riqueza para este tiempo: ¿Quién es el pueblo de Dios? Todos/as los/las que somos conducidos/as por el Espíritu de Dios. El vocablo nacer habría que traducir por la palabra concebir. Nacimiento es el parto; la concepción no es el parto. En el Nuevo Testamento, se apunta a la concepción desde Dios, más que al hecho de nacer.
Presentación y ampliación: Ricardo Pietrantonio
Dt 4,32-40; Mt 28,16-20; Sal 33, 4-6, 9, 18-20, 22
Introducción General
Romanos es considerada auténtica paulina, probablemente la última. Si bien ha predominado, principalmente por la influencia de la teología de la Reforma, la concepción de Ro como un tratado doctrinal en torno de la justificación por la fe, hoy muchos exégetas se inclinan a considerarla como una carta pastoral, que busca dirigirse al problema de “débiles y fuertes” (cap. 14). No es sólo el problema de gentiles y judíos, sino fundamentalmente de legalistas (judíos y gentiles) frente a “anómicos” (judíos y gentiles), y un grupo de indecisos zarandeados por burlas y exigencias de ambos bandos. Elsa Tamez ha propuesto leer el tema de la ley desde las víctimas de la ley, sea la ley romana como la mosaica.
Ubicación estructural
El cap. 8 de Ro cierra la primera parte de la carta, que va a establecer la base que Pablo ha ido elaborando para poder afrontar el problema al que quiere referirse, que es las diferentes comprensiones de la ley y las actitudes frente a los hermanos y al mundo circundante que por ello se generan. En ese marco progresivo que parte de las experiencias de acatamiento y violación de la ley y las imposibilidades de vivir del poder o del legalismo, Pablo va a enunciar las dos actitudes básicas (aunque necesariamente entrecruzadas --cp. 7) como vivir en la carne y vivir en el Espíritu. En ese sentido el cap. 8 aparece como un cap. de inflexión, y central a la carta, porque es la culminación del argumento, y que cerrará entonces al conjunto con la doxología de 8: 38-39.
La perícopa propuesta en virtud de la festividad de Trinidad (las tres personas son nombradas en el texto como coactuando para la salvación del creyente) cumple en este capítulo la función de nexo entre el planteamiento de la opción de vida en la carne/en el espíritu, y la dimensión escatológica de esa opción (vv. 18-25). Por otro lado juega también en el establecimiento de la identidad Cristo-creyente, necesaria para mostrar la operación de la resurrección en medio de la persecución y el sufrimiento. Las víctimas de la ley, como Jesús lo fue, son revividas por el Espíritu que libera a los hijos de Dios, y a través de ellos/ellas, a todo lo creado.
Elementos lingüísticos
Cabe destacar que Pablo crea ciertos neologismos en esta sección, que tienen en común la adjunción de la preposición syn (con) a ciertas formas verbales; así se forman: el Espíritu de Dios contestimonia (a, con) nuestro Espíritu (v. 16), coherederos de Cristo, cosufrientes y coglorificados. Estas son formas reforzadoras de identidad, que hacen de la obra de Cristo nuestra obra. El uso del dativo que exige esta formulación intraducible, especialmente en el primer caso, juega con la posibilidad de que “nuestro espíritu” sea considerado tanto un complemento instrumental, un complemento de provecho o de compañía.
Comentario
Juan Calvino: “La herencia de Dios es nuestra porque somos por su gracia adoptados como hijos suyos. Para que no dudemos de esta posesión, Dios la puso en manos de Cristo, de quienes somos hechos copropietarios y algo así como compañeros. Cristo tomó posesión de ella por la Cruz, y nosotros también.”
El juego de esclavos a hijos tiene una particular significación en la legislación romana, donde la adopción era un mecanismo de índole político-económico, no de construcción familiar. El Espíritu se conforma como el testigo que verifica esa transacción. El esclavo vive en el temor, pues su suerte nunca está asegurada. Sólo el que puede clamar y reclamar al Padre puede vivir confiado. De allí que comenta Martín Lutero: “Bueno sería que este texto se escribiera con letras de oro, tal es el consuelo que nos brinda”.
El texto nos remite a la experiencia bautismal, según Ro 6: 4-7. Aquí aparece nuevamente la idea de que el que es víctima de la ley será glorificado por el amor. La ley crea el temor que se manifiesta en quien vive solo apegado a su presente. Pero el presente se abre al ser superado el Espíritu del temor por la certeza de la acción del Dios que nos declara hijos. Pero el Espíritu no es algo estático: es guía hacia la libertad que solo se puede manifestar al obrar la justicia de Dios.
COMENTARIOS HECHOS EN EL GRUPO:
Pablo nunca había ido antes a Roma; por tanto, no podía hacer una carta a conocidos/as. Por otro lado, el capítulo 16 parece no ser de Romanos, aunque, posteriormente, se lo adjudicó a esta epístola. (La canonización es parte del texto.) Romanos 1:15 fue escrito yendo a Jerusalén, ya que Pablo pensaba hacer un “nuevo centro de operaciones”, para el que sería Roma, ya que su deseo es llegar a los confines del imperio (España). Cristo ya se había establecido allí, aunque no definitivamente. Además, otro de los propósitos era llevar a Jerusalén las ofrendas.
Al escribirle a los romanos, quiere clarificar su Evangelio debido a que existía una fuerte tensión entre judaizantes y no judaizantes. Por ello, tanto aquí como en Galilea habla de Abraham (convertido, padre de todos; por ello, cambió su nombre). De ese modo, el proyecto paulino es inclusivo y no exclusivo. En este sentido, este texto podría ser útil en esta concepción. La promesa fue siempre ésta: la santificación, y por ello, la expresión “hijos adoptivos”, y no “hijos carnales”, no descendientes de Abraham por la carne (teoría judaizante) sino que todos somos hijos adoptivos. Somos herederos porque somos hijos adoptivos, en virtud de esta discusión. Aquí, se estaba debatiendo quién/es era/n el pueblo de Dios. Para los judaizantes, este pueblo lo formaban los judíos propiamente dichos, descendientes de Abraham según la carne. Aquí, la idea es otra. El proyecto se cumpliría porque sale de la tierra palestina. En esta visión, por tanto, Palestina no es el centro. Esto tiene riqueza para este tiempo: ¿Quién es el pueblo de Dios? Todos/as los/las que somos conducidos/as por el Espíritu de Dios. El vocablo nacer habría que traducir por la palabra concebir. Nacimiento es el parto; la concepción no es el parto. En el Nuevo Testamento, se apunta a la concepción desde Dios, más que al hecho de nacer.