Romanos 5:1-5
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Proverbios 8:14, 22-31; Salmo 8; Romanos 5:1-5; Juan 16:12-15
Introducción
Tratándose de la fecha dedicada a la Trinidad, y en la tradición de la Reforma, optamos por el texto de Romanos. Uno de los problemas del uso del Leccionario es que, centrándose en las lecturas en el Evangelio, solemos dejar de lado los textos de las epístolas. Esta es una buena oportunidad de volver a predicar sobre un texto de Pablo, además uno central en la teología evangélica. Por otro lado, la mención a las “tres personas” en el texto nos permite destacar el sentido de este domingo desde una predicación bíblica, sin necesidad de hacer una elaborada exposición doctrinal.
Sería demasiado extenso entrar aquí en el debate en torno a la naturaleza, ocasión, significado y proyección de la carta de Pablo a los creyentes de Roma. Probablemente se trate del último de los escritos incuestionables de Pablo, y sin duda en el que más profundiza ciertos aspectos de su pensamiento. Pero no debe pensarse en Romanos como un “tratado” de teología. Es, como todas las cartas de Pablo, un escrito pastoral, a propósito para la comunidad a la cual se dirige. Sabe de las tensiones entre judeocristianos y los conversos de origen gentil, de las discusiones entre los “fuertes y los débiles”, a las que se referirá en el cap. 14. Muchos interpretan que la larga exposición doctrinal de los primeros 8 capítulos, así como su discusión del lugar de Israel en la historia de salvación (9-11), apuntan a crear la base para los temas concretos a los que se dirigirá a partir del 12. Al ver este texto del “Pablo teólogo” no olvidemos que es parte de su estrategia como “PABLO PASTOR”.
Análisis
El Capítulo 5 de Romanos comienza una nueva sección de la carta. En los primeros 3 capítulos Pablo ha mostrado que ni en el mundo gentil ni en la Ley israelita encuentra el ser humano camino cierto de justicia. A partir de 3:21 y en el cap. 4 nos señala que es en la fe, en el modelo de Abrahán, donde se podrá encontrar la salud de la relación entre Dios y los seres humanos, y de estos entre sí. Entonces, según el esquema propuesto por A. Nygren, comienza en el cap. 5 a mostrarnos qué entiende el Apóstol por “la vida en la fe”. Parte del hecho, para él ya cierto y comprobado, que nos es contada por justicia esa fe por la que “creemos en aquél que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justicia” (Ro 4:24-25).
Lo primero que señala es que esa justicia nos pone en Paz para con Dios. El tema de la paz de Dios en Cristo es también decisivo en otros escritos paulinos (Ef 2:14-18). Esta paz permite al ser humano reencontrarse con su creador, y reconciliarse también con sus hermanos y hermanas. En otro lenguaje, es también un motivo destacado del Evangelio de Juan (ver análisis del domingo pasado). Esta paz es “por la fe, por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Lutero pone énfasis en el valor de la doble “mediación”. Es por la fe, pero es por medio de Cristo. La fe puede hacerse en si misma una obra, señala el Reformador, si no es fe “en Cristo”. La fe sola no salva: es la acción redentora de Jesús la que salva, a la cual nosotros/as accedemos por la fe. Hay quienes terminan centrándose en su propia fe: se vuelve una fe vacía, una pura emocionalidad humana. La fe que nos hace justos es la que se centra en el hecho de Cristo, que le da sentido y contenido, que es donde puede verse qué es la justicia de Dios.
Esa fe nos anticipa la gloria de Dios. Eso hace que justicia y esperanza se encuentren, o mejor aún, y tan actual, en la propia expresión de Pablo en Gál 5:5, “por la fe recobramos la esperanza de la justicia”. La justicia no debe entenderse exclusivamente en el sentido subjetivo de la “justificación” como salvación individual, sino en su proyección como participación en el mundo en tanto instrumentos de la voluntad de Dios (Ro 6:13). Sin embargo, justamente por estar guiada por el Espíritu de Dios, y no por la ambición de la carne, no puede sino contrastarse con la vida según las expectativa del poder mundano, y por lo tanto, tener que soportar cierta tribulación (v. 3). Esto, y no un sentido masoquista, es lo que nos permite gloriarnos en las tribulaciones. Lutero lo señala explícitamente: “El justo tiene paz en su relación con Dios, pero aflicción en su relación con el mundo, porque vive en el Espíritu” . Esta aflicción es la que nos obliga a perseverar en la fe (perseverancia traduce mejor que paciencia la expresión griega que usa Pablo aquí). El sentido antiguo de esta expresión es “seguir siendo uno mismo” en cambiantes circunstancias.
Pero Barth destaca bien que la fe nos permite ser lo que realmente somos en Cristo, y a la vez “ser lo que no somos” , es decir, ser justos cuando en realidad nuestra condición humana es injusta. De alguna manera se pone a prueba cual y quien somos realmente. Ser en Cristo por la fe es ser el hombre justo que Dios nos hace ser por su gracia. Si dejamos de ser en Cristo, ni aún nuestra fe nos justifica. Esta tensión no debe perderse de vista, porque la fe no nos hace ser Dios, sino que sigue dependiendo “del amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (v. 5).
Comentario homilético
Ciertamente apenas hemos esbozado la riqueza de este texto. El énfasis homilético, podría estar orientado a descubrir, a través de este pasaje, la obra trinitaria en nosotros. La Trinidad no es una doctrina abstracta que propone una extraña matemática, sino la experiencia del creyente a la luz de la Palabra de Dios. Es la experiencia de la paz que tenemos en Dios y con Dios, por medio de Jesucristo. Es el don del amor de Dios en nuestros corazones por la obra del Espíritu Santo. La unidad de este Dios trino no pasa por las definiciones del dogma, sino por la obra de Dios en nosotros para hacernos instrumentos de su justicia en el mundo.
Es la experiencia de un Dios que actúa “comunitariamente” para darnos un sentido completo de su justicia, nuestra justificación. Es la obra objetiva de Jesús que padece en la cruz arrastrado allí por el mundo injusto, es la fuerza del Dios que lo levanta de los muertos y nos permite a nosotros vivir por esa Resurrección, y es la obra del Espíritu Santo en nosotros que nos da testimonio de ese amor.
El texto del Antiguo Testamento, en Proverbios, señala la presencia de la “Sabiduría” como expresión de dios. Muchos han visto en Cristo la encarnación de esa sabiduría divina, manifiesta en las obras. Estas obras de la sabiduría son el motivo de alabanza del Salmo 8. La caracterización del Padre como creador es parte de este reconocimiento a la experiencia de Dios trinidad. El texto del Evangelio expresa ciertas cosas similares a Romanos: Si bien el énfasis primero cae sobre la obra del Espíritu, destaca la relación del Espíritu con el ministerio de Jesús y la gloria divina. Tal sabiduría que trae el Espíritu en la vida del creyente es la que ha de guiarlo. Esa es la “condición trinitaria” de nuestra fe. Esa trinidad es también una forma de vida. Una comprensión de la obra de Dios en la cual somos llamados a participar desde la nueva criatura que somos en Cristo. Es la participación en la “justicia de la comunidad divina”, que nos vuelve sensibles a la justicia en la comunidad humana. Es la forma en que esa paz que recibimos de Dios se muestra fe compartida.
Puede acompañarse la predicación con el canto (o recitación, si no se sabe la música) de la canción de Julián Zini, “Dios Familia”:
1. Cada vez que nos juntamos,
siempre vuelve a suceder,
Lo que le pasó a María
y a su prima la Isabel:
ni bien se reconocieron
se abrazaron y su fe
se hizo canto y profecía,
casi, casi un chamamé.
Estribillo:
Y es que Dios es Dios Familia
Dios amor, Dios Trinidad
De tal palo tal astilla
Somos su comunidad,
Nuestro Dios es Padre y Madre,
Causa de nuestra hermandad.
Por eso es lindo encontrarse
compartir y festejar.
2. Cada vez que nos juntamos
siempre vuelve a suceder
Lo que dice la promesa
de Jesús de Nazaret:
Donde dos o más se junten,
En mi nombre y para bien,
Yo estaré personalmente,
Con ustedes yo estaré.
3. Cada vez que nos juntamos,
Siempre vuelve a suceder,
Lo que le pasó a la gente,
Reunida en Pentecostés:
Con el Espíritu Santo,
Viviendo la misma fe,
Se alegraban compartiendo,
Lo que Dios les hizo ver.
Introducción
Tratándose de la fecha dedicada a la Trinidad, y en la tradición de la Reforma, optamos por el texto de Romanos. Uno de los problemas del uso del Leccionario es que, centrándose en las lecturas en el Evangelio, solemos dejar de lado los textos de las epístolas. Esta es una buena oportunidad de volver a predicar sobre un texto de Pablo, además uno central en la teología evangélica. Por otro lado, la mención a las “tres personas” en el texto nos permite destacar el sentido de este domingo desde una predicación bíblica, sin necesidad de hacer una elaborada exposición doctrinal.
Sería demasiado extenso entrar aquí en el debate en torno a la naturaleza, ocasión, significado y proyección de la carta de Pablo a los creyentes de Roma. Probablemente se trate del último de los escritos incuestionables de Pablo, y sin duda en el que más profundiza ciertos aspectos de su pensamiento. Pero no debe pensarse en Romanos como un “tratado” de teología. Es, como todas las cartas de Pablo, un escrito pastoral, a propósito para la comunidad a la cual se dirige. Sabe de las tensiones entre judeocristianos y los conversos de origen gentil, de las discusiones entre los “fuertes y los débiles”, a las que se referirá en el cap. 14. Muchos interpretan que la larga exposición doctrinal de los primeros 8 capítulos, así como su discusión del lugar de Israel en la historia de salvación (9-11), apuntan a crear la base para los temas concretos a los que se dirigirá a partir del 12. Al ver este texto del “Pablo teólogo” no olvidemos que es parte de su estrategia como “PABLO PASTOR”.
Análisis
El Capítulo 5 de Romanos comienza una nueva sección de la carta. En los primeros 3 capítulos Pablo ha mostrado que ni en el mundo gentil ni en la Ley israelita encuentra el ser humano camino cierto de justicia. A partir de 3:21 y en el cap. 4 nos señala que es en la fe, en el modelo de Abrahán, donde se podrá encontrar la salud de la relación entre Dios y los seres humanos, y de estos entre sí. Entonces, según el esquema propuesto por A. Nygren, comienza en el cap. 5 a mostrarnos qué entiende el Apóstol por “la vida en la fe”. Parte del hecho, para él ya cierto y comprobado, que nos es contada por justicia esa fe por la que “creemos en aquél que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justicia” (Ro 4:24-25).
Lo primero que señala es que esa justicia nos pone en Paz para con Dios. El tema de la paz de Dios en Cristo es también decisivo en otros escritos paulinos (Ef 2:14-18). Esta paz permite al ser humano reencontrarse con su creador, y reconciliarse también con sus hermanos y hermanas. En otro lenguaje, es también un motivo destacado del Evangelio de Juan (ver análisis del domingo pasado). Esta paz es “por la fe, por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Lutero pone énfasis en el valor de la doble “mediación”. Es por la fe, pero es por medio de Cristo. La fe puede hacerse en si misma una obra, señala el Reformador, si no es fe “en Cristo”. La fe sola no salva: es la acción redentora de Jesús la que salva, a la cual nosotros/as accedemos por la fe. Hay quienes terminan centrándose en su propia fe: se vuelve una fe vacía, una pura emocionalidad humana. La fe que nos hace justos es la que se centra en el hecho de Cristo, que le da sentido y contenido, que es donde puede verse qué es la justicia de Dios.
Esa fe nos anticipa la gloria de Dios. Eso hace que justicia y esperanza se encuentren, o mejor aún, y tan actual, en la propia expresión de Pablo en Gál 5:5, “por la fe recobramos la esperanza de la justicia”. La justicia no debe entenderse exclusivamente en el sentido subjetivo de la “justificación” como salvación individual, sino en su proyección como participación en el mundo en tanto instrumentos de la voluntad de Dios (Ro 6:13). Sin embargo, justamente por estar guiada por el Espíritu de Dios, y no por la ambición de la carne, no puede sino contrastarse con la vida según las expectativa del poder mundano, y por lo tanto, tener que soportar cierta tribulación (v. 3). Esto, y no un sentido masoquista, es lo que nos permite gloriarnos en las tribulaciones. Lutero lo señala explícitamente: “El justo tiene paz en su relación con Dios, pero aflicción en su relación con el mundo, porque vive en el Espíritu” . Esta aflicción es la que nos obliga a perseverar en la fe (perseverancia traduce mejor que paciencia la expresión griega que usa Pablo aquí). El sentido antiguo de esta expresión es “seguir siendo uno mismo” en cambiantes circunstancias.
Pero Barth destaca bien que la fe nos permite ser lo que realmente somos en Cristo, y a la vez “ser lo que no somos” , es decir, ser justos cuando en realidad nuestra condición humana es injusta. De alguna manera se pone a prueba cual y quien somos realmente. Ser en Cristo por la fe es ser el hombre justo que Dios nos hace ser por su gracia. Si dejamos de ser en Cristo, ni aún nuestra fe nos justifica. Esta tensión no debe perderse de vista, porque la fe no nos hace ser Dios, sino que sigue dependiendo “del amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (v. 5).
Comentario homilético
Ciertamente apenas hemos esbozado la riqueza de este texto. El énfasis homilético, podría estar orientado a descubrir, a través de este pasaje, la obra trinitaria en nosotros. La Trinidad no es una doctrina abstracta que propone una extraña matemática, sino la experiencia del creyente a la luz de la Palabra de Dios. Es la experiencia de la paz que tenemos en Dios y con Dios, por medio de Jesucristo. Es el don del amor de Dios en nuestros corazones por la obra del Espíritu Santo. La unidad de este Dios trino no pasa por las definiciones del dogma, sino por la obra de Dios en nosotros para hacernos instrumentos de su justicia en el mundo.
Es la experiencia de un Dios que actúa “comunitariamente” para darnos un sentido completo de su justicia, nuestra justificación. Es la obra objetiva de Jesús que padece en la cruz arrastrado allí por el mundo injusto, es la fuerza del Dios que lo levanta de los muertos y nos permite a nosotros vivir por esa Resurrección, y es la obra del Espíritu Santo en nosotros que nos da testimonio de ese amor.
El texto del Antiguo Testamento, en Proverbios, señala la presencia de la “Sabiduría” como expresión de dios. Muchos han visto en Cristo la encarnación de esa sabiduría divina, manifiesta en las obras. Estas obras de la sabiduría son el motivo de alabanza del Salmo 8. La caracterización del Padre como creador es parte de este reconocimiento a la experiencia de Dios trinidad. El texto del Evangelio expresa ciertas cosas similares a Romanos: Si bien el énfasis primero cae sobre la obra del Espíritu, destaca la relación del Espíritu con el ministerio de Jesús y la gloria divina. Tal sabiduría que trae el Espíritu en la vida del creyente es la que ha de guiarlo. Esa es la “condición trinitaria” de nuestra fe. Esa trinidad es también una forma de vida. Una comprensión de la obra de Dios en la cual somos llamados a participar desde la nueva criatura que somos en Cristo. Es la participación en la “justicia de la comunidad divina”, que nos vuelve sensibles a la justicia en la comunidad humana. Es la forma en que esa paz que recibimos de Dios se muestra fe compartida.
Puede acompañarse la predicación con el canto (o recitación, si no se sabe la música) de la canción de Julián Zini, “Dios Familia”:
1. Cada vez que nos juntamos,
siempre vuelve a suceder,
Lo que le pasó a María
y a su prima la Isabel:
ni bien se reconocieron
se abrazaron y su fe
se hizo canto y profecía,
casi, casi un chamamé.
Estribillo:
Y es que Dios es Dios Familia
Dios amor, Dios Trinidad
De tal palo tal astilla
Somos su comunidad,
Nuestro Dios es Padre y Madre,
Causa de nuestra hermandad.
Por eso es lindo encontrarse
compartir y festejar.
2. Cada vez que nos juntamos
siempre vuelve a suceder
Lo que dice la promesa
de Jesús de Nazaret:
Donde dos o más se junten,
En mi nombre y para bien,
Yo estaré personalmente,
Con ustedes yo estaré.
3. Cada vez que nos juntamos,
Siempre vuelve a suceder,
Lo que le pasó a la gente,
Reunida en Pentecostés:
Con el Espíritu Santo,
Viviendo la misma fe,
Se alegraban compartiendo,
Lo que Dios les hizo ver.