Poema: Marta y María
Señor, yo te invito cada día
A que mores en mi hogar, igual que Marta
Pero entre ollas, escobas y quehaceres
Se me pasa muy pronto la mañana.
Y que la cama quede bien tendida,
Y el esposo que ya llega al almuerzo,
Y que las compras, ¡los precios!, las corridas,
Y los niños que ya vuelven del colegio.
Y se agota mi día y Tú, sentado,
Me esperas con paciencia verdadera.
Sin enojos, ni ceños, ni reproches
A veces es de noche… y aún esperas.
¿Cómo puedo ser yo como María
Sentándome a tus pies dulce, confiada,
Sin que nadie interrumpa ese momento,
Ese remanso de paz para mi alma?
Sin pensar que los platos se amontonan,
Y la ropa necesita ser planchada,
Y que hay que arreglar ese ruedo descosido,
¿Dónde está el delantal para mañana?
Yo quiero hoy, Señor, mi buena parte,
Que nunca, nunca, me será quitada,
Yo quiero ese encuentro día a día.
Un alto en el correr de la jornada.
Y porque quiero, Señor, voy a encontrarlo,
Voy a luchar contra el tiempo que se escurre.
Voy a buscarte aún antes que amanezca,
Antes del ruido que después me aturde.
Es que ya, Señor, te he encontrado,
En esta firme decisión del alma.
Hoy Jesús, me quedaré contigo.
Hoy seré María, aunque sea Marta.