Padre Nuestro
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Tu voz nos llega en la brisa,
sobre los lomos de miles de olas marinas
que mueren,
mansamente,
en playas eternas e infinitas.
Tu voz,
anunciando reiteradamente,
una vez tras otra,
la llegada de tu Reino.
Este Reino de Paz y de Justicia,
que hoy,
tampoco podrá ser, porque la sed de muerte
y de venganza
enloquece a los seres más poderosos
de esta pobre tierra,
cansada y dolorida.
Yo también quiero,
Padre,
que tu voluntad se funda,
una vez más, con la mía,
y con las de millones de seres
que sólo saben de hambre,
de muerte y de guerra.
¡Hágase tu voluntad!
Mi voluntad en el viento,
Nuestra voluntad,
en rudo clamor de gargantas,
gritando, exigiendo justicia,
para que pueda construirse la Paz
luchando, por la dicha,
por la vida,
y por el pan,
ese pan que siempre se convierte en
armas,
ese pan que nunca llega,
porque de sus migajas,
hacen pingües beneficios,
los desalmados tiburones,
de Wall Street.
Padre Nuestro,
dame fuerza,
para perdonar al que me ofende,
al que me condena,
al que me oprime,
y me humilla,
al que causa mi hambre,
y mi sed,
pero no permitas nunca,
que olvide,
al que persigue y mata a mi hermano
al que es causa de su llanto y su dolor
al que destruye pueblos enteros
para ganar petrodólares y elecciones
al dictador que somete a los humildes
a muerte y tortura
para mantener los intereses
del país más poderoso
al que se ceba con las que,
exhaustas,
ya no tienen lágrimas para llorar.
Hoy traigo ante ti mi pobre voz,
para que tu la fortalezcas
y permitas que esté siempre
al servicio de los que no tienen voz,
de los pobres
que sólo miran tristemente
y ya no piden,
de las madres de Plaza de Mayo,
que sólo esperan,
sin saber el qué,
tras largos años de lucha
y de preguntas,
en busca del hijo desaparecido,
al que siempre esperan,
pero que nunca llegan.
Mi voz y mi fuerza,
la fuerza que nació contigo en Belén,
en Getsemaní, en el Gólgota,
en el Aposento Alto
sólo mi voz para clamar
constantemente,
contra la injusticia,
contra la explotación,
contra el odio
y, contra los que construyen
un mundo globalizado,
para engrosar sus cuentas corrientes
hasta el infinito,
comerciando con el hambre,
la muerte y la miseria
de mis hermanos.
Sólo con tu fuerza,
Padre Nuestro,
No permitas que caiga en la tentación
de ceder
en esta lucha sin igual.
No permitas que caiga
en la tentación de abandonar
a mi hermano,
de olvidar el oprobio
y de compartir, el pan
y la palabra,
hasta que llegue tu Reino
y sea el Reino de todos los que,
todavía,
seguimos luchando para construir,
con la voz,
la Paz
y la Justicia. Amén.
Autor: David del Río
Ya fallecido. Fue un luchador en Comisiones Obreras a favor de los
más pobres y desfavorecidos de nuestra sociedad.
Fuente: Cristianismo Protestante. Iglesia Evangélica Española (IEE). Marzo 2008.
Enviado por Roberto Jordan
sobre los lomos de miles de olas marinas
que mueren,
mansamente,
en playas eternas e infinitas.
Tu voz,
anunciando reiteradamente,
una vez tras otra,
la llegada de tu Reino.
Este Reino de Paz y de Justicia,
que hoy,
tampoco podrá ser, porque la sed de muerte
y de venganza
enloquece a los seres más poderosos
de esta pobre tierra,
cansada y dolorida.
Yo también quiero,
Padre,
que tu voluntad se funda,
una vez más, con la mía,
y con las de millones de seres
que sólo saben de hambre,
de muerte y de guerra.
¡Hágase tu voluntad!
Mi voluntad en el viento,
Nuestra voluntad,
en rudo clamor de gargantas,
gritando, exigiendo justicia,
para que pueda construirse la Paz
luchando, por la dicha,
por la vida,
y por el pan,
ese pan que siempre se convierte en
armas,
ese pan que nunca llega,
porque de sus migajas,
hacen pingües beneficios,
los desalmados tiburones,
de Wall Street.
Padre Nuestro,
dame fuerza,
para perdonar al que me ofende,
al que me condena,
al que me oprime,
y me humilla,
al que causa mi hambre,
y mi sed,
pero no permitas nunca,
que olvide,
al que persigue y mata a mi hermano
al que es causa de su llanto y su dolor
al que destruye pueblos enteros
para ganar petrodólares y elecciones
al dictador que somete a los humildes
a muerte y tortura
para mantener los intereses
del país más poderoso
al que se ceba con las que,
exhaustas,
ya no tienen lágrimas para llorar.
Hoy traigo ante ti mi pobre voz,
para que tu la fortalezcas
y permitas que esté siempre
al servicio de los que no tienen voz,
de los pobres
que sólo miran tristemente
y ya no piden,
de las madres de Plaza de Mayo,
que sólo esperan,
sin saber el qué,
tras largos años de lucha
y de preguntas,
en busca del hijo desaparecido,
al que siempre esperan,
pero que nunca llegan.
Mi voz y mi fuerza,
la fuerza que nació contigo en Belén,
en Getsemaní, en el Gólgota,
en el Aposento Alto
sólo mi voz para clamar
constantemente,
contra la injusticia,
contra la explotación,
contra el odio
y, contra los que construyen
un mundo globalizado,
para engrosar sus cuentas corrientes
hasta el infinito,
comerciando con el hambre,
la muerte y la miseria
de mis hermanos.
Sólo con tu fuerza,
Padre Nuestro,
No permitas que caiga en la tentación
de ceder
en esta lucha sin igual.
No permitas que caiga
en la tentación de abandonar
a mi hermano,
de olvidar el oprobio
y de compartir, el pan
y la palabra,
hasta que llegue tu Reino
y sea el Reino de todos los que,
todavía,
seguimos luchando para construir,
con la voz,
la Paz
y la Justicia. Amén.
Autor: David del Río
Ya fallecido. Fue un luchador en Comisiones Obreras a favor de los
más pobres y desfavorecidos de nuestra sociedad.
Fuente: Cristianismo Protestante. Iglesia Evangélica Española (IEE). Marzo 2008.
Enviado por Roberto Jordan