Padre Nuestro… Madre Nuestra

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Padre… Madre… de ojos mansos,
sé que estás invisible en todas las cosas.
Que tu nombre me sea dulce, la alegría de mi mundo.
Tráenos las cosas buenas en las que te deleitas:
el jardín, las fuentes,
los niños y niñas,
el pan y el vino,
los gestos tiernos, las manos desarmadas,
los cuerpos abrazados…
Sé que deseas darme mi deseo más profundo,
deseo cuyo nombre olvidé…pero que tú no olvidas nunca.
Realiza, pues, tu deseo para que yo pueda reír.
Que tu deseo se realice en nuestro mundo,
de la misma forma como el mundo late en ti.
Concédenos contentamiento en las alegrías de hoy:
el pan, el agua, el sueño…
Que estemos libres de la ansiedad.
Que nuestros ojos sean tan mansos para las otras personas
como los tuyos lo son con nosotros y nosotras.
Porque,
si somos feroces,
no podremos acoger tu bondad.
Y ayúdanos
para que no seamos engañados por los deseos malos.
Y líbranos
de aquel que carga la muerte dentro de sus propios ojos.
Amén.

Tomado de "Transparencias da eternidade" por Rubem Alves

2004 © Red de Liturgia y Recursos de Educación Cristiana de CLAI-CELADEC

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