Oseas
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El origen de la historia de Israel está en la elección de Israel por parte de Dios, cuya única explicación es el amor de Dios. Según las religiones de los pueblos que rodeaban a Israel en la tierra de Canaán, cada pueblo guardaba una relación sanguínea con su respectivo dios.
En contraste, Israel no concibe su relación con Yavé como una relación sanguínea sino como el resultado de su elección por parte de Dios —una elección sellada por el pacto. Diríamos que Israel no es engendrado por una relación sexual entre un dios y una diosa, sino por el amor gratuito de Dios, quien lo adopta como su hijo. Dios elige a Israel de entre todas las naciones de la tierra y lo elige, no porque Israel sea una nación grande y poderosa, sino porque Dios es un Dios de amor. Dios ama a Israel como su hijo primogénito, y por eso lo saca de Egipto, de “la casa de esclavitud”, para que Israel lo sirva (cf. Ex 4:22). El amor de Dios es la base de la existencia de Israel como el pueblo escogido de Dios destinado a su servicio.
Para demostrar la profundidad de su amor por el pueblo de Israel, incluso cuando éste le es infiel, a mediados del siglo 8 antes de Cristo, Dios levanta a un profeta poco conocido, por lo menos en comparación con Isaías, Jeremías o Amós: Oseas, hijo de Beerí. Según el primer versículo de su libro, Oseas profetizó “durante los reinos de Uzías, Jotán y Ezequías, reyes de Judá, y durante el reinado de Jeroboán hijo de Joás, rey de Israel.” De este dato la Biblia de Estudio NVI infiere que “Oseas debió haber profetizado al menos por unos treinta y ocho años, aunque casi nada se sabe de él por otras fuentes distintas a este libro”.
De entrada, ya en el v. 2 del capítulo 1, aparecen los elementos que forman parte del drama matrimonial de Oseas, por medio del cual Dios se propone ilustrar (en la primera parte del libro, capítulos 1-3) su profundo amor por Israel. El amor de Oseas por la prostituta Gómer va a representar el amor de Dios por Israel la prostitución de Gómer será un símbolo de la idolatría del pueblo elegido los hijos del matrimonio tendrán nombres que comuniquen simbólicamente el mensaje de Dios a Israel.
1. El contexto histórico de Oseas
El periodo en que Oseas profetiza es un periodo de turbulencia política y lucha por el poder. Son los últimos años del reino del norte, caracterizados por el homicidios de reyes, hasta tal punto que cuatro de los seis reyes que ocupan el trono en un periodo de veinticinco años son asesinados sus respectivos sucesores. Por otra parte, son años en que el reino del norte trata de sobrevivir mediante alianzas con las grandes potencias del antiguo Oriente, los imperios de Asiria y Egipto, que se constituyen en ídolos a los cuales Israel rinde tributo alternadamente.
La situación se complica por la influencia que la religión cananea ejerce en el pueblo de Dios. Debido a ella, el culto a Yavé deja de ser el culto al único Dios verdadero, creador de cielos y de tierra, y se convierte en un sincretismo que ahoga la fe en Yavé como el único que puede liberar a su pueblo del dominio imperial.
La religión cananea estaba basada en mitos relativos a la fertilidad y carecía de contenido ético. Según un autor, “Esta religión era para los cananitas (y para la mayoría de los israelitas) lo que el humanismo científico y la tecnología son para la gente del siglo 20: son esenciales para los medios de producción y para asegurar el crecimiento regular del Producto nacional bruto” (Beeby, Hosea: Grace Abounding, p. 2). En otras palabras, era garantía de prosperidad material. Por otra parte, su culto era una orgía en que los fieles daban rienda suelta a sus pasiones porque creían que la unión sexual entre seres humanos, que reproducía la unión sexual entre los dioses, desataba la fertilidad de los humanos, de los animales y de los campos.
En el tiempo de Oseas, la antigua religión de Israel ha sido reinterpretada en términos de la religión cananea. Yavé ha dejado de ser el único Dios verdadero y se ha transformado en un baal más, al cual Israel rinde culto de la misma manera en que rinde culto a los dioses falsos de Canaán.
2. El matrimonio de Oseas con Gómer
Los capítulos 1 a 3 de Oseas se basan en la experiencia matrimonial de Oseas con Gómer hija de Diblayin, que es una poderosa ilustración de la relación de Dios con el pueblo de Israel. (En el resto del libro ya no se mencionan ni al matrimonio, ni a la mujer ni a los hijos.) Es Dios quien ordena a Oseas que tome por esposa una prostituta y tenga con ella hijos que serán “hijos de prostitución, porque el país se ha prostituido por completo” (1:2). El amor de Oseas por Gómer es como el amor de Dios por Israel —es el amor por una prostituta que no merece ser amada, ya que es infiel. La vocación del profeta, que toma forma en su relación matrimonial, tiene dos aspectos íntimamente ligados entre sí, uno religioso y otro político. Israel se ha prostituido al hacer del culto a Yavé un culto cananeo y rendir culto a dioses falsos —esa es la dimensión religiosa de la prostitución. Se ha prostituido, además, al poner su confianza en los imperios de Asiria y Egipto —esa es la dimensión política de la prostitución. El matrimonio de Oseas con Gómer tiene el propósito de mostrar que Dios ama a Israel a pesar de lo que éste es, y que sigue amándolo aunque su pueblo le es infiel. Porque Dios es Dios y su amor es infinito, él ama y sigue amando a esta comunidad infiel, que él eligió por amor para que fuera su pueblo. El Dios que se revela en la relación matrimonial de Oseas con Gómer es un Dios cuyo compromiso con su pueblo no tiene otra explicación que el amor inmerecido, es decir, la gracia de Dios.
3. El mensaje de Oseas
El mensaje del amor de Dios por su pueblo se encarna en Oseas mismo. Para entenderlo cabalmente, sin embargo, es necesario examinarlo en relación con el significado de los nombres de los hijos del matrimonio: Jezrel, Lorrujama y Loamí.
El nombre del primer hijo, Jezrel, mencionado en 1:4, significa “Dios siembra” y hace referencia al inminente juicio de Dios por los asesinatos cometidos “la casa real de Jehú” en el valle del mismo nombre. El nombre de Lorrujama (v. 6), una niña, significa “Indigna de compasión”, y el nombre de Loamí (v. 9), un niño, significa “Pueblo ajeno”. Estos dos últimos nombres tienen una connotación negativa y simbolizan el divorcio que existe entre Dios y su pueblo por causa de la idolatría de éste: Israel es indigno de compasión y ya no es pueblo de Dios puesto que ha quebrantado la alianza con Yavé.
Esta misma nota de rechazo del pueblo idólatra por parte de Dios predomina en el pasaje del capítulo 2, vv. 2-15. En este pasaje hay dos expresiones que nos ayudan a entender el desarrollo del pensamiento. La primera expresión es “amantes”, que aparece en los vv. 5, 7, 10, 12 y 13, y se refiere a los dioses falsos a los cuales la esposa adúltera rinde culto. El extremo a que ha llegado la infidelidad de Gómer es tal que a sus hijos se los exhorta: “¡Échenle en cara a su madre que ni ella es mi esposa ni yo su esposo!” (v. 2). Ella, por su parte, afirma desvergonzadamente: “Quiero ir tras mis amantes, que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas” (v. 5). En otras palabras, la esposa adúltera depende de sus amantes para su sustento porque en ellos ha depositado su confianza.
La segunda expresión clave es “por eso”, que aparece al comienzo de los vv. 6, 9 y 14. Su importancia radica en que esta expresión introduce en cada caso la descripción de la acción de Dios para convertir a la esposa adúltera. Evidentemente, su propósito es que Israel se vuelva a él, de modo que los israelitas ya no sean Loamí, “Pueblo ajeno”, sino Amí, “Pueblo mío” (2:1), “Hijos del Dios viviente” (1:10) que ya no sean Lorrujana, “Indigna de compasión”, sino Rujama, “Compadecida” (2:1). Las tres acciones de Dios con la esposa adúltera para lograr este objetivo serán: 1) Cerrarle el paso para que no pueda llegar a sus amantes y se vea forzada a decir: “Prefiero volver a mi primer esposo, porque antes me iba mejor que ahora” (v. 7) 2) privarla de bienes materiales, ridiculizarla delante de sus amantes y quitarle la posibilidad de celebrar fiestas (vv. 9-13), y 3) castigarla, pero con un castigo que tiene como objetivo “seducirla” y llevarla de regreso al desierto, al lugar del primer encuentro con el esposo “en los días de su juventud, como en el día en que salió de Egipto” (vv. 14-15).
Estas acciones de Dios, descritas en lenguaje simbólico, son duras, pero son motivadas por el amor. Su propósito es lograr que la esposa infiel renueve su relación con el esposo: que Israel vuelva a experimentar el amor, el poder y la fidelidad del Dios que la liberó de la esclavitud de Egipto. La última palabra la tiene el amor de Dios (2:16-23). Aquí está lo que podríamos considerar como el antecedente más claro del mensaje central del Nuevo Testamento, que se resume en la afirmación de Juan: “Dios es amor” (1Jn 4:8, 16). La experiencia de Oseas sirve como telón de fondo, pero el tema central es el amor de Dios que destierra la idolatría (vv. 16-17) abarca a toda su creación, representada por los animales del campo, las aves de los cielos y los reptiles de la tierra (v. 18a) elimina la guerra (v. 18b), y hace posible la reconciliación definitiva y permanente de la relación de Dios con su pueblo (vv.19-23).
La sección biográfica de Oseas concluye con el capítulo 3, que describe la restauración de la relación matrimonial del profeta con su esposa adúltera por disposición de Dios, quien ordena a Oseas a amar a la esposa adúltera “como ama el Señor a los israelitas, aunque se hayan vuelto a dioses ajenos y se deleiten con las tortas de pasas que les ofrecen” (v. 1). El profeta acata la orden de Dios (vv. 2-3) y se vislumbra el retorno de Israel al Señor (vv. 4-5). De nuevo, el factor preponderante es el amor inmerecido de Dios, ejemplificado por el amor de Oseas por Gómer.
Conclusiones
¿Qué nos dice a nosotros Oseas?
1. Oseas nos dice, en primer lugar, que nuestra relación con Dios tiene una sola explicación: el amor de Dios. En nosotros no hay mérito alguno. Somos el pueblo de Dios porque Dios, por su gracia, es decir, por su amor inmerecido, nos hizo su pueblo para que, como pueblo suyo lo sirvamos. Por lo tanto, no hay lugar para la jactancia: sólo hay lugar para la alabanza a Dios por su infinita bondad. En palabras del apóstol Pablo: “Dios nos escogió en [Jesucristo] antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el propósito de su voluntad, para alabanza de su gloriosa gracia, que nos concedió en su Amado” (Ef 1:4-6).
2. En segundo lugar, Oseas nos dice que al único a quien debemos fidelidad absoluta es Dios y que esto significa que tenemos que cuidarnos de toda forma de idolatría. Hay un solo Dios verdadero, el Padre del Señor Jesucristo, y no podemos permitir que nada ni nadie ocupe su lugar. Nuestro primer llamado es a amar a Dios con todo el corazón, con todo el ser y con toda la mente. Nuestra relación con él tiene una prioridad absoluta, y una y otra vez tenemos que hacer una revisión de vida para averiguar si hay otros dioses y otros señores que están tomando el lugar de Dios en nuestra vida.
3. En tercer lugar, Oseas nos dice que Dios al que ama castiga. Aunque no siempre entendamos lo que Dios está haciendo al permitir que nos suceda lo que nos sucede y que nos causa sufrimiento, hay algo de lo cual podemos estar absolutamente seguros: Dios nos ama y va a usar el sufrimiento como el orfebre usa el fuego para purificar el oro, o como el escultor usa el mazo para dar a la piedra rústica la forma de una escultura.
En contraste, Israel no concibe su relación con Yavé como una relación sanguínea sino como el resultado de su elección por parte de Dios —una elección sellada por el pacto. Diríamos que Israel no es engendrado por una relación sexual entre un dios y una diosa, sino por el amor gratuito de Dios, quien lo adopta como su hijo. Dios elige a Israel de entre todas las naciones de la tierra y lo elige, no porque Israel sea una nación grande y poderosa, sino porque Dios es un Dios de amor. Dios ama a Israel como su hijo primogénito, y por eso lo saca de Egipto, de “la casa de esclavitud”, para que Israel lo sirva (cf. Ex 4:22). El amor de Dios es la base de la existencia de Israel como el pueblo escogido de Dios destinado a su servicio.
Para demostrar la profundidad de su amor por el pueblo de Israel, incluso cuando éste le es infiel, a mediados del siglo 8 antes de Cristo, Dios levanta a un profeta poco conocido, por lo menos en comparación con Isaías, Jeremías o Amós: Oseas, hijo de Beerí. Según el primer versículo de su libro, Oseas profetizó “durante los reinos de Uzías, Jotán y Ezequías, reyes de Judá, y durante el reinado de Jeroboán hijo de Joás, rey de Israel.” De este dato la Biblia de Estudio NVI infiere que “Oseas debió haber profetizado al menos por unos treinta y ocho años, aunque casi nada se sabe de él por otras fuentes distintas a este libro”.
De entrada, ya en el v. 2 del capítulo 1, aparecen los elementos que forman parte del drama matrimonial de Oseas, por medio del cual Dios se propone ilustrar (en la primera parte del libro, capítulos 1-3) su profundo amor por Israel. El amor de Oseas por la prostituta Gómer va a representar el amor de Dios por Israel la prostitución de Gómer será un símbolo de la idolatría del pueblo elegido los hijos del matrimonio tendrán nombres que comuniquen simbólicamente el mensaje de Dios a Israel.
1. El contexto histórico de Oseas
El periodo en que Oseas profetiza es un periodo de turbulencia política y lucha por el poder. Son los últimos años del reino del norte, caracterizados por el homicidios de reyes, hasta tal punto que cuatro de los seis reyes que ocupan el trono en un periodo de veinticinco años son asesinados sus respectivos sucesores. Por otra parte, son años en que el reino del norte trata de sobrevivir mediante alianzas con las grandes potencias del antiguo Oriente, los imperios de Asiria y Egipto, que se constituyen en ídolos a los cuales Israel rinde tributo alternadamente.
La situación se complica por la influencia que la religión cananea ejerce en el pueblo de Dios. Debido a ella, el culto a Yavé deja de ser el culto al único Dios verdadero, creador de cielos y de tierra, y se convierte en un sincretismo que ahoga la fe en Yavé como el único que puede liberar a su pueblo del dominio imperial.
La religión cananea estaba basada en mitos relativos a la fertilidad y carecía de contenido ético. Según un autor, “Esta religión era para los cananitas (y para la mayoría de los israelitas) lo que el humanismo científico y la tecnología son para la gente del siglo 20: son esenciales para los medios de producción y para asegurar el crecimiento regular del Producto nacional bruto” (Beeby, Hosea: Grace Abounding, p. 2). En otras palabras, era garantía de prosperidad material. Por otra parte, su culto era una orgía en que los fieles daban rienda suelta a sus pasiones porque creían que la unión sexual entre seres humanos, que reproducía la unión sexual entre los dioses, desataba la fertilidad de los humanos, de los animales y de los campos.
En el tiempo de Oseas, la antigua religión de Israel ha sido reinterpretada en términos de la religión cananea. Yavé ha dejado de ser el único Dios verdadero y se ha transformado en un baal más, al cual Israel rinde culto de la misma manera en que rinde culto a los dioses falsos de Canaán.
2. El matrimonio de Oseas con Gómer
Los capítulos 1 a 3 de Oseas se basan en la experiencia matrimonial de Oseas con Gómer hija de Diblayin, que es una poderosa ilustración de la relación de Dios con el pueblo de Israel. (En el resto del libro ya no se mencionan ni al matrimonio, ni a la mujer ni a los hijos.) Es Dios quien ordena a Oseas que tome por esposa una prostituta y tenga con ella hijos que serán “hijos de prostitución, porque el país se ha prostituido por completo” (1:2). El amor de Oseas por Gómer es como el amor de Dios por Israel —es el amor por una prostituta que no merece ser amada, ya que es infiel. La vocación del profeta, que toma forma en su relación matrimonial, tiene dos aspectos íntimamente ligados entre sí, uno religioso y otro político. Israel se ha prostituido al hacer del culto a Yavé un culto cananeo y rendir culto a dioses falsos —esa es la dimensión religiosa de la prostitución. Se ha prostituido, además, al poner su confianza en los imperios de Asiria y Egipto —esa es la dimensión política de la prostitución. El matrimonio de Oseas con Gómer tiene el propósito de mostrar que Dios ama a Israel a pesar de lo que éste es, y que sigue amándolo aunque su pueblo le es infiel. Porque Dios es Dios y su amor es infinito, él ama y sigue amando a esta comunidad infiel, que él eligió por amor para que fuera su pueblo. El Dios que se revela en la relación matrimonial de Oseas con Gómer es un Dios cuyo compromiso con su pueblo no tiene otra explicación que el amor inmerecido, es decir, la gracia de Dios.
3. El mensaje de Oseas
El mensaje del amor de Dios por su pueblo se encarna en Oseas mismo. Para entenderlo cabalmente, sin embargo, es necesario examinarlo en relación con el significado de los nombres de los hijos del matrimonio: Jezrel, Lorrujama y Loamí.
El nombre del primer hijo, Jezrel, mencionado en 1:4, significa “Dios siembra” y hace referencia al inminente juicio de Dios por los asesinatos cometidos “la casa real de Jehú” en el valle del mismo nombre. El nombre de Lorrujama (v. 6), una niña, significa “Indigna de compasión”, y el nombre de Loamí (v. 9), un niño, significa “Pueblo ajeno”. Estos dos últimos nombres tienen una connotación negativa y simbolizan el divorcio que existe entre Dios y su pueblo por causa de la idolatría de éste: Israel es indigno de compasión y ya no es pueblo de Dios puesto que ha quebrantado la alianza con Yavé.
Esta misma nota de rechazo del pueblo idólatra por parte de Dios predomina en el pasaje del capítulo 2, vv. 2-15. En este pasaje hay dos expresiones que nos ayudan a entender el desarrollo del pensamiento. La primera expresión es “amantes”, que aparece en los vv. 5, 7, 10, 12 y 13, y se refiere a los dioses falsos a los cuales la esposa adúltera rinde culto. El extremo a que ha llegado la infidelidad de Gómer es tal que a sus hijos se los exhorta: “¡Échenle en cara a su madre que ni ella es mi esposa ni yo su esposo!” (v. 2). Ella, por su parte, afirma desvergonzadamente: “Quiero ir tras mis amantes, que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas” (v. 5). En otras palabras, la esposa adúltera depende de sus amantes para su sustento porque en ellos ha depositado su confianza.
La segunda expresión clave es “por eso”, que aparece al comienzo de los vv. 6, 9 y 14. Su importancia radica en que esta expresión introduce en cada caso la descripción de la acción de Dios para convertir a la esposa adúltera. Evidentemente, su propósito es que Israel se vuelva a él, de modo que los israelitas ya no sean Loamí, “Pueblo ajeno”, sino Amí, “Pueblo mío” (2:1), “Hijos del Dios viviente” (1:10) que ya no sean Lorrujana, “Indigna de compasión”, sino Rujama, “Compadecida” (2:1). Las tres acciones de Dios con la esposa adúltera para lograr este objetivo serán: 1) Cerrarle el paso para que no pueda llegar a sus amantes y se vea forzada a decir: “Prefiero volver a mi primer esposo, porque antes me iba mejor que ahora” (v. 7) 2) privarla de bienes materiales, ridiculizarla delante de sus amantes y quitarle la posibilidad de celebrar fiestas (vv. 9-13), y 3) castigarla, pero con un castigo que tiene como objetivo “seducirla” y llevarla de regreso al desierto, al lugar del primer encuentro con el esposo “en los días de su juventud, como en el día en que salió de Egipto” (vv. 14-15).
Estas acciones de Dios, descritas en lenguaje simbólico, son duras, pero son motivadas por el amor. Su propósito es lograr que la esposa infiel renueve su relación con el esposo: que Israel vuelva a experimentar el amor, el poder y la fidelidad del Dios que la liberó de la esclavitud de Egipto. La última palabra la tiene el amor de Dios (2:16-23). Aquí está lo que podríamos considerar como el antecedente más claro del mensaje central del Nuevo Testamento, que se resume en la afirmación de Juan: “Dios es amor” (1Jn 4:8, 16). La experiencia de Oseas sirve como telón de fondo, pero el tema central es el amor de Dios que destierra la idolatría (vv. 16-17) abarca a toda su creación, representada por los animales del campo, las aves de los cielos y los reptiles de la tierra (v. 18a) elimina la guerra (v. 18b), y hace posible la reconciliación definitiva y permanente de la relación de Dios con su pueblo (vv.19-23).
La sección biográfica de Oseas concluye con el capítulo 3, que describe la restauración de la relación matrimonial del profeta con su esposa adúltera por disposición de Dios, quien ordena a Oseas a amar a la esposa adúltera “como ama el Señor a los israelitas, aunque se hayan vuelto a dioses ajenos y se deleiten con las tortas de pasas que les ofrecen” (v. 1). El profeta acata la orden de Dios (vv. 2-3) y se vislumbra el retorno de Israel al Señor (vv. 4-5). De nuevo, el factor preponderante es el amor inmerecido de Dios, ejemplificado por el amor de Oseas por Gómer.
Conclusiones
¿Qué nos dice a nosotros Oseas?
1. Oseas nos dice, en primer lugar, que nuestra relación con Dios tiene una sola explicación: el amor de Dios. En nosotros no hay mérito alguno. Somos el pueblo de Dios porque Dios, por su gracia, es decir, por su amor inmerecido, nos hizo su pueblo para que, como pueblo suyo lo sirvamos. Por lo tanto, no hay lugar para la jactancia: sólo hay lugar para la alabanza a Dios por su infinita bondad. En palabras del apóstol Pablo: “Dios nos escogió en [Jesucristo] antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el propósito de su voluntad, para alabanza de su gloriosa gracia, que nos concedió en su Amado” (Ef 1:4-6).
2. En segundo lugar, Oseas nos dice que al único a quien debemos fidelidad absoluta es Dios y que esto significa que tenemos que cuidarnos de toda forma de idolatría. Hay un solo Dios verdadero, el Padre del Señor Jesucristo, y no podemos permitir que nada ni nadie ocupe su lugar. Nuestro primer llamado es a amar a Dios con todo el corazón, con todo el ser y con toda la mente. Nuestra relación con él tiene una prioridad absoluta, y una y otra vez tenemos que hacer una revisión de vida para averiguar si hay otros dioses y otros señores que están tomando el lugar de Dios en nuestra vida.
3. En tercer lugar, Oseas nos dice que Dios al que ama castiga. Aunque no siempre entendamos lo que Dios está haciendo al permitir que nos suceda lo que nos sucede y que nos causa sufrimiento, hay algo de lo cual podemos estar absolutamente seguros: Dios nos ama y va a usar el sufrimiento como el orfebre usa el fuego para purificar el oro, o como el escultor usa el mazo para dar a la piedra rústica la forma de una escultura.