Oración de un niño en la noche de Navidad
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En una casita solitaria, una madre estaba sentada cerca del
fuego,
tejiendo, y a su lado estaba su único hijo. En aquel momento
sopló el viento con mucha fuerza e hizo temblar la casa. El
pequeño se asustó y se acercó a su madre, buscando en ella
refugio de la ira de la naturaleza. La madre lo abrazó
contra su pecho, lo besó y lo hizo sentar sobre su regazo, y
le dijo:
No te asustes, hijo mío. La naturaleza quiere mostrar al ser
humano
la grandeza de ella al lado de la pequeñez del hombre, y la
fuerza de ella al lado de la debilidad de él.
No te asustes, hijo. Detrás de estas nieves caídas y de
estas nubes
pesadas y de estas tempestades, hay un Espíritu Santo y
poderoso sabiendo
que los campos y las colinas necesitan todo eso. Y detrás de
todo eso, hay una fuerza que observa la sencillez del hombre
con un ojo de ternura y de misericordia.
No temas, hijo. La naturaleza que sonrió en la primavera y
se rió en
verano y se entristeció en otoño, quiere llorar ahora, y de
sus lágrimas
beben las plantas y los árboles.
Duérmete, oh hijo de mi alma, y por la mañana, cuando te
despiertes,
verás el cielo límpido y los campos cubiertos con un velo
blanco como el
velo blanco de una novia.
Duérmete, hijo mío, hijo de mi corazón. Tu padre nos está
mirando
desde la eternidad, y ojalá que las tempestades y las nieves
nos acerquen a aquellas almas eternas y puras.
Duérmete, oh luz de mi vida. De estas tempestades que están
luchando
con mucha fuerza y furia, crecerán las lindas flores cuando
llegue el mes de abril. Y así como la naturaleza misma, el
hombre no valora la dicha sin antes haber sufrido. Duérmete,
oh mi pequeño, y que los dulces sueños llenen tu pequeña
alma.
En aquel momento, el niño miró a su madre y le dijo: Querida
mamá, quiero rezar antes de dormir.
Entonces su madre lo besó en la cara angelical con lágrimas
en sus ojos, y luego dijo:
Oh luz de mis ojos, di conmigo:
Oh Dios mío, ten piedad de los pobres; cubre sus cuerpos
desnudos con tus manos; mira a los pobres y a los huérfanos
que están durmiendo en los ranchos o sobre la nieve sin
refugio. Escucha, Oh Dios, las voces de las viudas que están
en las calles entre las garras del frío pidiendo limosna.
Oh Dios, mueve con tu mano el corazón del rico, e ilumínale
sus ojos, para que vea las necesidades de los débiles.
Protege, oh Dios, a los pájaros y apoya a los árboles con tu
diestra contra el huracán que los sacude. Haz tu voluntad,
oh Padre nuestro.
Y cuando el sueño acarició el alma del pequeño, lo llevó a
su cama,
lo besó con sus labios temblorosos, y luego regresó a su
asiento, se sentó de nuevo al lado del fuego, y siguió su
labor.
Traducción al español de Nassime Hanna Nasser
fuego,
tejiendo, y a su lado estaba su único hijo. En aquel momento
sopló el viento con mucha fuerza e hizo temblar la casa. El
pequeño se asustó y se acercó a su madre, buscando en ella
refugio de la ira de la naturaleza. La madre lo abrazó
contra su pecho, lo besó y lo hizo sentar sobre su regazo, y
le dijo:
No te asustes, hijo mío. La naturaleza quiere mostrar al ser
humano
la grandeza de ella al lado de la pequeñez del hombre, y la
fuerza de ella al lado de la debilidad de él.
No te asustes, hijo. Detrás de estas nieves caídas y de
estas nubes
pesadas y de estas tempestades, hay un Espíritu Santo y
poderoso sabiendo
que los campos y las colinas necesitan todo eso. Y detrás de
todo eso, hay una fuerza que observa la sencillez del hombre
con un ojo de ternura y de misericordia.
No temas, hijo. La naturaleza que sonrió en la primavera y
se rió en
verano y se entristeció en otoño, quiere llorar ahora, y de
sus lágrimas
beben las plantas y los árboles.
Duérmete, oh hijo de mi alma, y por la mañana, cuando te
despiertes,
verás el cielo límpido y los campos cubiertos con un velo
blanco como el
velo blanco de una novia.
Duérmete, hijo mío, hijo de mi corazón. Tu padre nos está
mirando
desde la eternidad, y ojalá que las tempestades y las nieves
nos acerquen a aquellas almas eternas y puras.
Duérmete, oh luz de mi vida. De estas tempestades que están
luchando
con mucha fuerza y furia, crecerán las lindas flores cuando
llegue el mes de abril. Y así como la naturaleza misma, el
hombre no valora la dicha sin antes haber sufrido. Duérmete,
oh mi pequeño, y que los dulces sueños llenen tu pequeña
alma.
En aquel momento, el niño miró a su madre y le dijo: Querida
mamá, quiero rezar antes de dormir.
Entonces su madre lo besó en la cara angelical con lágrimas
en sus ojos, y luego dijo:
Oh luz de mis ojos, di conmigo:
Oh Dios mío, ten piedad de los pobres; cubre sus cuerpos
desnudos con tus manos; mira a los pobres y a los huérfanos
que están durmiendo en los ranchos o sobre la nieve sin
refugio. Escucha, Oh Dios, las voces de las viudas que están
en las calles entre las garras del frío pidiendo limosna.
Oh Dios, mueve con tu mano el corazón del rico, e ilumínale
sus ojos, para que vea las necesidades de los débiles.
Protege, oh Dios, a los pájaros y apoya a los árboles con tu
diestra contra el huracán que los sacude. Haz tu voluntad,
oh Padre nuestro.
Y cuando el sueño acarició el alma del pequeño, lo llevó a
su cama,
lo besó con sus labios temblorosos, y luego regresó a su
asiento, se sentó de nuevo al lado del fuego, y siguió su
labor.
Traducción al español de Nassime Hanna Nasser