No te sueltes de su mano

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Ven, acércate, estemos a solas;
necesitas descansar de la bulla y el gentío,
secar de tu grente el sudor y el polvo del hastío.
Ven conmigo y en mis tiernos brazos,
tendrás, sin duda, el descanso apetecido.

Ven, acércate, cuéntame al oído,
las cosas que has hablado y lo que has hecho.
Ven conmigo, recuéstate en mi pecho;
cuéntame tus victorias, tus fracasos,
mientras percibes la fuerza de mis brazos.

Ven conmigo, acércate, descansa,
porque el camino todavía es largo.
No te separes de mí, porque te alcanzará el letargo,
desmayarás a la vera del camino,
te hundirás si te sueltas de mi mano.

Luego retoma la senda del destino,
con nuevo aliento del Espíritu divino;
bajo la tierna mirada del Eterno,
recordando lo que un día el Maestro dijo:
"Yo estoy contigo", prosigue tu camino.

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