No te rindas

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NO TE RINDAS
Por Gema Uranga Arvizu
www.ayudaenladepresion.org.mx


La mayoría de las personas, en todo el mundo, fetos, bebés, niños, preadolescentes, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos, alguna vez en la vida hemos pasado por situaciones muy pero muy difíciles, como dirá el salmista: “Por valle de sombra y de muerte”, pero también allí en medio de todo, en medio del maltrato, rechazo, abandono, traición, humillación, e injusticia, en medio de esos insultos constantes, o que alguien te pusiera en ridículo, en medio de la manipulación, de las amenazas, y de la explotación, cuando te encerraban en aquél cuarto, entre gritos en medio de aquél clima de miedo o de terror, promesas falsas, destrucción de pertenencias personales o el hecho de que te impidieran tener amigos, en medio de aquella violación y abuso, en medio de todo ese dolor, en el corazón de Dios, estaba pensado para ti, este mensaje de esperanza.
La mayoría de la gente es infeliz y se sume en la depresión, porque prefiere no caminar en la fe. Repetimos: la mayoría de la gente es infeliz y se sume en la depresión, porque prefiere no caminar en la fe, si, lo escuchaste bien, prefiere no caminar de fe, y entonces permite que el amor propio herido le desgarre el alma y deja que el orgullo herido se hinche y crezca, prefiriendo recurrir a cualquier salida falsa como la ira, los malos tratos, las palabras hirientes, la prostitución, la deshonestidad, la mentira, el alcohol, el tabaquismo, las drogas, el suicidio antes que sacar de su interior el tesoro que puede darle la llave a la libertad interior, a la sabiduría, al verdadero amor, a la paz.
¿Sabes?, nosotros, preferimos, aún habiendo pasado tantas cosas en la vida: rechazos, abandonos, traiciones, humillaciones e injusticias, creer en ese Dios que es amor fiel, inmenso, tierno, cariñoso, misericordioso y perfectamente sabio. Mucha gente hoy en día, repite lo que algún día otros dijeren que “Dios fue creado por el hombre en su mente para darse una respuesta después de la vida o para darse respuesta ante tanto dolor o para darse seguridad ante la impotencia y desamparo”. pero, permítenos decirte que no es justo que te dejes llevar por la opinión de seres humanos, mortales como tú y yo, que prefirieron vivir su vida, y basar su seguridad desde su ciencia, desde sus criterios, desde su pensamiento y no desde una viva experiencia en su corazón del amor infinito de Dios.
Ellos fueron hijos de una época y si hoy en pleno siglo XXI aún muchos seres humanos siguen creyendo en un “Dios vengativo y justiciero”, imagínate en siglos pasados, cómo sería la idea que se tenía de Él, de Dios, pero gracias a la Revelación de ese amor inmenso que ha tenido Dios con nosotros los seres humanos hemos ido comprendiendo poco a poco que Dios no es ese Dios cargado de antropomorfismos es decir, cargado de tendencias negativas humanas como la venganza, el odio, la ira, el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia, todo fruto de un subconsciente herido. ¡¡El Dios Revelado es vida!!, Sí, ¡¡Dios es fiel, Dios es amor!!.

Nosotros, pues, preferimos hablarte desde la experiencia que hemos tenido de ese amor infinito del Padre Dios, manifestado en Jesús, al habernos rescatado de una vida sin sentido, de una vida llena de ira, de sensualidad, de orgullo, de soberbia, de egoísmo, de vacío existencial. Tenemos bien experimentado es decir, nadie nos lo ha contado sino que lo hemos vivido en el alma, que Él no tiene nada que ver con todo ese sufrimiento provocado por el corazón herido del hombre, porque Él nos creó para la libertad y la vida, para la solidaridad y el amor, pero tú, yo y quienes nos hirieron, preferimos la esclavitud y la muerte.
Él nos creó para el amor, pero tú, yo y quienes nos hirieron, preferimos muchas veces, el rencor, el resentimiento, el odio, las palabras, miradas y actitudes hirientes. Él nos creó para la felicidad, pero hay quienes eligen vivir auto compadeciéndose, amargados, negándose el derecho de ser feliz.
Tú que escuchas, aunque no pudieras ver, o caminar, aunque hayas perdido todo en la vida, o te hayan abandonado, rechazado, humillado, traicionado o te hayan hecho injusticia, aún puedes levantarte y tener victoria con Jesucristo, sólo necesitarás una cosa: necesitas querer creer, querer luchar de la mano de Jesús. y para comenzar a creer hay que reconocer humildemente, que sólo Dios es Dios, que sólo Él es el Poder Superior como le llaman algunos, o Jehová o Alá, y que nosotros llamamos: Padre Celestial.

Hay muchas causas que hacen que nos desanimemos y así nos apartamos del camino de Dios, pero ¿Sabes? Dios no es el autor del desanimo sino el amor propio herido y el egoísmo que luchan a muerte para que desistamos, nos desanimemos, nos rindamos y así apartarnos del verdadero amor, de la paz, de la fraternidad a la que fuimos llamados pues Dios sabe que sólo en el amor auténtico encontraremos nuestra verdadera identidad, nuestra verdadera realización.

Otras causas que nos desaniman es “llevar cargas”, como este marido mujeriego, esta esposa chismosa, este vecino imprudente, aquella compañera de trabajo que se mete en la vida de los demás, este otro que es tan superficial, el hijo rebelde, la enfermedad, etc. estamos como el pueblo de Israel en el libro de Números 11,10-15 que nos dice que Moisés tuvo que cargar con un pueblo muy rebelde, y eso hizo que Moisés se desanimara. La misma palabra del Señor en Gálatas 6, 1. 2 dice:

“Hermanos, si ven que alguien ha caído en algún pecado, ustedes que son espirituales deben ayudarlo a corregirse, pero háganlo amablemente y que cada cual tenga mucho cuidado, no suceda que él también sea puesto a prueba. Ayúdense entre sí a soportar las cargas y de esa manera cumplirán la ley de cristo”.


Pero por superficiales, muchas veces eso nos desanima porque no queremos ayudar a los hermanos en sus problemas, no queremos llevar la carga unos de los otros, porque no queremos comenzar por casa es decir por nosotros mismos. Hoy aquí y ahora, si quieres ser libre, si quieres tener paz, si quieres salir de esa situación interior de desaliento, si quieres que tu vida mejore y prospere, necesitarás querer comenzar por ti mismo, por ti misma, pidiéndole al Señor que sea Él quien transforme y cambie tu corazón, pero tú necesitarás querer alimentarte de su Palabra, y procurando escuchar mensajes como este, diariamente, sea mientras trabajas o haces limpieza o te bañas o caminas o manejas, pues así como programaste tu mente para lo negativo, ahora necesitarás querer comenzar a programarla para llegar a tener pensamientos positivos, pensamientos que bendigan es decir, los pensamientos de Cristo.

Algunas veces nos desanima una derrota. El libro de Josué7, 7-9 nos narra cuando el pueblo fue derrotado y por eso se desanimaron al igual que nosotros cuando las cosas no nos salen como nosotros pensamos, creemos que hemos sido derrotados y nos encontramos caídos en el fracaso.

También nos sentimos sin ganas de seguir adelante, cuanto otros se oponen injustamente, así lo leemos en 1ª de Samuel 30,6 cuando dice que los enemigos de Israel, los amalecitas habían quemado la ciudad, se habían llevado prisioneros a sus mujeres, hijos e hijas y esto los puso a llorar a voz en cuello hasta quedarse sin fuerzas. El rey David estaba muy preocupado porque la tropa quería apedrearlo pues todos estaban muy disgustados por lo que había sucedido a sus hijos, sin embargo no se desesperó, ni huyó, sino que puso su confianza en el Señor su Dios.

En otras ocasiones, es el miedo el que nos desalienta y nos hace rendirnos. 1ª de reyes 19,1-8 narra cómo el profeta Elías, después de haber derrotado a los profetas de baal, del dios falso, corría peligro, y para salvar su vida, se fue al desierto. Caminó durante un día y finalmente se sentó bajo una retama es decir, un árbol de oriente era tal su deseo de morirse que dijo: “¡Basta ya Señor!. ¡Quítame la vida, pues yo no soy mejor que mis padres!. Y se acostó allí bajo la retama y se quedó dormido.

Pero un Ángel llegó y tocándolo le dijo: “Levántate y come”. Elías vio una torta cocida sobre brasas y una jarra de agua, entonces se levantó y comió y bebió, pero el Ángel del Señor vino por segunda vez y tocándolo le dijo: “Levántate y come porque si no el viaje será demasiado largo para ti”. Elías se levantó y comió y bebió y aquella comida le dio fuerzas para caminar cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al Horeb, el monte de Dios. Luego nos dirá que Elías tuvo un encuentro con el Señor allá en la montaña y allá en la montaña el Señor lo regresa por donde vino prometiéndole que dejará en Israel personas que adoren al Dios verdadero, al Dios de Israel.

Nos desalentamos cuando estamos enfermos, pero en el libro del profeta Isaías 38, 9-20 leemos que cuando el rey de Judá, Ezequías sanó de su enfermedad, compuso este salmo:
“yo había pensado: en lo mejor de mi vida tendré que irme, se me ordena ir al reino de la muerte por el resto de mis días. Yo pensé: ya no veré más al Señor en esta tierra, no volveré a mirar a nadie de los que viven en el mundo. Deshacen mi habitación me la quitan como tienda de pastores. Mi vida era cual la tela de un tejedor que es cortada del telar. De día y de noche me haces sufrir.

Grito de dolor toda la noche como si un león estuviera quebrándome los huesos. Mis ojos se cansan de mirar al cielo. Señor, estoy oprimido, responde tú por mi. El sueño se me ha ido por la amargura de mi alma. Pero aquellos a quienes el Señor protege vivirán y con todos ellos viviré yo. Tú me has dado la salud, me has devuelto la vida. Mira en vez de amargura ahora tengo paz. Tú has preservado mi vida de la fosa destructoria porque has perdonado todos mis pecados. El Señor está aquí para salvarme.

Cuando estamos enfermos y pedimos a Dios que nos ayude y nuestra enfermedad no es curada rápidamente eso nos desanima, y nos rendimos. El apóstol Pablo oraba al Señor para que le quitara el aguijón del que habla en 2ª Corintios 12, 8 más el Señor le responde: “Mi amor es todo lo que necesitas, pues mi poder se muestra mejor en la debilidad”. Pablo, abriéndose a la fe, en los versos siguientes dirá: “Me alegro de ser débil para que en mí se muestre el poder de Cristo. Y me alegro también de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo porque cuando más débil me siento, es cuando más fuerte soy”. Esto querido hermano, hermana que lees, ¡es creer en Dios!.

Hoy, necesitas comenzar por querer poner tu amor propio herido, tu soberbia, tus heridas, a los pies de Aquél al que traspasaron, -nos dirá el profeta Isaías en el capítulo 53, y que no abrió la boca mientras lo injuriaban, siendo un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento, que fue maltratado, pero que se sometió humildemente, yendo como cordero llevado al matadero, sin que nadie se preocupara de su destino, aunque nunca cometió ningún crimen ni nunca hubo engaño en su boca, Él, por quien todas nuestras heridas, han sido sanadas.

Y la Palabra del Señor no miente, cuando dice que todas nuestras dolencias, todos nuestros traumas, miedos, inseguridades, todo aquello que llamamos frustración y que en realidad tal frustración o frustraciones sólo existen en nuestra mente como tales porque lo queremos creer así, pues si luchamos sostenidos con la gracia de Dios, siempre habrá una salida, pues todo, pero todo, ha sido tomado por el corazón de ese Dios que es Padre y que nos ha regalado a su hijo Jesús, quien murió por mi, por ti en la cruz, y que hoy está vivo en nuestro corazón, llamándonos a la sabiduría, a la libertad interior, a la vida nueva, pues la Palabra del Señor nos dice en 2ª Corintios 5, 17: “El que está unido a Cristo, es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron lo que ahora hay, es nuevo”.




El capítulo 17 del libro de 2ª de Samuel, nos dice que David quien era un pastor de ovejas, siendo casi un chiquillo, quedó al servicio de Saúl el primer rey de Israel. Y nos dice el autor del libro que el pueblo de Israel, tenía enemigos y uno de esos enemigos muy potentes fue el pueblo de los filisteos. Al estar ya en guerra, de entre las filas del ejército de los filisteos salió Goliat el más fuerte y grande de los guerreros, pidiendo lo siguiente: “Denme un hombre para que luche conmigo”.

Al oír esto el rey Saúl y todos los israelitas, perdieron el ánimo y se llenaron de miedo, mientras tanto, el papá de David, Isaí, le dijo a David quien en ese momento se encontraba en su casa: “Lleva trigo tostado y panes junto con quesos a tus hermanos y al comandante del batallón y mira cómo están tus hermanos”. Saúl y los hermanos de David y todos los israelitas estaban en el valle de Ela luchando contra los filisteos. Al día siguiente, David madrugó y dejando las ovejas llevando consigo las provisiones que le entregó su padre Isaí, llegó al campamento en donde el ejército se disponía a salir a la batalla lanzando gritos de guerra.

Los israelitas y los filisteos se alinearon frente a frente. David dejó lo que llevaba al cuidado del encargado de armas y provisiones y corriendo a las filas, se metió en ellas para preguntar a sus hermanos cómo estaban. Mientras hablaba con ellos, aquél filisteo llamado Goliat salió de entre las filas de los filisteos y volvió a desafiar a los israelitas. David lo oyó y vio también como los israelitas sintieron mucho miedo y huyeron de su presencia diciendo: ¿ya vieron al hombre que ha salido? ha venido a desafiar a Israel. David preguntó a los que estaban a su lado: ¿qué darán al hombre que mate a este filisteo y borre esta ofensa al pueblo de Israel? ¿Quién es este pagano para desafiar así al ejército del Dios viviente? y respondieron: “Dará muchas riquezas”. David dijo a Saúl: “Nadie debe desanimarse por causa de este filisteo. Yo, un servidor de su majestad, iré a pelear contra él”. Saúl le dijo: “No puedes ir tú solo a luchar contra ese filisteo porque eres muy joven, en cambio, el ha sido un hombre de guerra desde su juventud”.

David contestó: “Cuando cuidaba las ovejas de mi padre, si un león o un oso venía y se llevaba una oveja del rebaño, iba tras de él y se la quitaba del hocico y si se volvía par atacarme, lo agarraba por la quijada y lo mataba. Así fuera una león o un oso, lo mataba, y a este filisteo pagano, le va a pasar lo mismo porque ha desafiado al ejército del Dios viviente, pues el Señor que me ha librado de las garras del león y del oso, también me librará de las manos de ese filisteo”.

El rey Saúl le dijo: “Anda pues y que el Señor te acompañe”. Luego hizo que le pusieran un casco de bronce en la cabeza y lo cubrieran con una coraza. Finalmente David se colgó la espada al cinto sobre su ropa, y trató de andar así, porque no estaba acostumbrado a todo aquello, así que le dijo en seguida a Saúl: “No puedo andar con esto encima, porque no estoy acostumbrado a ello”. Se quitó todo, tomó su bastón de pastor, escogió cinco piedras lisas del arroyo, las metió en la bolsa que traía consigo y con su honda en la mano, se enfrentó con el filisteo.

Goliat, llamado el gigante por su alta estatura, estuvo frente a frente y cuando miró a David viendo que era joven, de piel sonrosada y bien parecido no lo tomó en serio diciendo: “¿Acaso soy un perro para que vengas a atacarme con palos?” y maldijo a David, además de decirle: ven aquí que voy a dar tu carne a las aves del cielo y a las fieras. Pero David le dijo: “Tú vienes contra mí, con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti, en el nombre del Señor todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel a quien has desafiado”

“Ahora el Señor te entregará en mis manos y hoy mismo todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel. Sabrán que el Señor no salva con espada ni con lanza. Esta batalla, ¡es del Señor”. El filisteo Goliat, avanzó para atacar a David pero David rápidamente metió su mano en la bolsa, sacó una piedra y arrojándola con la honda contra Goliat éste cayó al suelo.

De este pasaje podemos sacar una gran enseñanza y preguntarnos en nuestro interior: ¿Quién es para ti, o para mi, ese ejército o ese gigante Goliat que nos está haciendo la guerra y que quiere matarnos cuanto antes para entregarnos a la desesperación, al desaliento, a la ira, a la violencia, al sin sentido, a las ganas de huir, a las ganas de morir?.

Quizá sean esas palabras hirientes que te dijeron, quizá sean esas heridas que llevas en tu subconsciente agazapadas, heridas que se hicieron tal vez desde el vientre materno y por eso reaccionas huidizo, o controlador o reacciones de una manera masoquista y por eso comes compulsivamente como queriendo darte en una comida todo el amor que no supieron darte.

¿Sabes?, cuando David vio al gigante, no huyó, ni se acobardó porque David –por lo que se lee en la Biblia, no acostumbró a su mente a pensar de forma negativa, por lo tanto su manera de ver la vida y sus acciones eran positivas así que podemos decir que seguramente empezó a traer a su mente, los éxitos del pasado contra los osos y leones, de tal manera que cuando estuvo frente a frente con el gigante Goliat pensó: ah, a este me lo bajo también, así que no se me ponga bravo porque lo voy a agarrar como agarré al león, y al oso.

Así hoy tu, aquí y ahora, levántate en fe y di: “Este es el día que hizo el Señor, día de Victoria, y me gozaré y me alegraré en Él porque grande es su misericordia todos los días”. “Oh Señor, tierno y maravilloso, al despertar sáciame cada mañana con tu gracia, y en ese despertar, sáciame de tu Presencia, y en mi boca estará tu alabanza por las noches”, y comenzarás a sentirte fuerte, firme, sin miedo, pero necesitarás querer saciar de bien tu boca para que rejuvenezcas como el águila de la que habla alegóricamente en otro pasaje el profeta Isaías.

Lo que tú construyes en tu mente, lo edificas en tu vida es decir, que si tú permites fantasmas mentales como:



“Me va a ir mal en este asunto, yo de esta depresión no salgo, la vida es pesada, fastidiosa, tediosa, horrible, mi marido o mi esposa es una loza para mi, mis hijos están terribles, el jefe está insoportable, el mundo está a punto de explotar. ¡Dios!, ¿Por qué te llevaste a este ser tan querido?, no voy a poder vivir sin él, sin ella, de esta enfermedad no me levanto, este dolor es insoportable, etcétera, etcétera, si tu permites una programación negativa, estrecha, angosta, cerrada, estarás yendo derechito a un camino sin salida, a un cuarto oscuro sin puerta ni ventanas, te estarás echando una soga mental al cuello y querrás no existir, no vivir, te estarás suicidando psicológicamente y perderás la brújula del sentido de vida.

En cambio, cuando declaras con tu boca, que lo único que tienes por vivir es este instante, es decir, el presente, y crees la Palabra del Señor en Efesios 4, 17 que dice: “Ya no vivan más como los que no creen en Dios, quienes viven de acuerdo con sus inútiles pensamientos, y tienen oscurecido el entendimiento. Ellos no gozan de la vida que viene de Dios, porque son ignorantes a causa de lo insensible de su corazón”.

Si tú que escuchas, pones buena cara al tiempo de crisis, al tiempo de purificación y crecimiento, si al mal tiempo le das buena Palabra, Palabra Santa, Palabra de Poder Divino, entonces estarás yendo siempre para adelante sin mirar nunca lo que dejas atrás, porque la Palabra del Señor dice que “El que echa la mano en el arado y mira para atrás, no podrá entrar ni disfrutar del reino de Dios” que precisamente ya está en tu interior, en tu corazón y que es paz, gozo, alegría, humildad, bondad, dominio de sí, pero te repetimos: necesitarás querer creer.

Cuando veas al pasado, mira con verdad y medita en las victorias que has tenido porque el Señor estuvo ahí, ayudándote, consolándote, levantándote. No te quedes mirando lo que tú y solamente tú has llamado “fracasos”. ¡¡Qué sabemos del otro lado de las cosas!!. y deja de llamar “mala suerte” a lo que no sale como tú piensas, porque en realidad, nunca podrás afirmar que hubiera sido mejor que pasara esto, o esto otro, o que no pasara aquello y eso y eso otro, que hubiera sido mejor estudiar esto que esto otro, o que hubiera sido mejor no haber salido de casa el día de hoy.

Te aseguramos en el nombre del Señor que si miras siempre para adelante, si caminas confiado cogido de la mano de Jesús, si fijas tu mirada en Él, si te aferras a su amor y crees su palabra en Romanos 8, 28 en donde Pablo nos dice: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes le aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito”, y ¿sabes?, Mayor es el que está en ti, Mayor es Dios que todas las tempestades, que todas las bocas chismosas, que todas las pasiones desordenadas, que todos los apegos enfermizos, que todas las enfermedades, que todas las depresiones, que todo lo que te ata y no te deja ser libre, mayor que una quiebra económica, mayor que una inundación, mayor que la muerte. Sí, Mayor es el que está en ti, y si Dios está a tu favor, nadie te podrá hacer la guerra, nadie te podrá derrotar.

Dice la Palabra del Señor en el Salmo 23 en el verso 6: “Tu bondad y tu amor me acompañan a lo largo de mis días” y el Salmo 42, 8 dirá: “De día el Señor me envía su amor y de noche no cesa mi canto ni mi oración al Dios de mi vida”. El salmo 90, 14 dice: “Sácianos de tu amor al comenzar el día y alegres cantaremos toda nuestra vida” y el salmo 100, 5 dice: “Porque tu Señor eres bueno y tu amor es eterno, tu fidelidad no tiene fin.

Jeremías 31, 16 dice: “Ya no derrames tus lágrimas, pues tus penas tendrán su recompensa, yo el Señor lo afirmo: hay una esperanza para tu futuro”. “no llores más”. Si hubiéramos podido mirar ese momento en el que el Señor le dijo al profeta “no llores más”, seguro que hubiéramos oído decirle: ya, sécate las lágrimas, mira toma este pañuelo, que tengo una palabra de poder para ti.

¿Sabes?, la piel se arruga sí y el pelo se volverá blanco, los días se convierten en años, pero lo importante no cambia sino que se vuelve oro: tu fuerza, tu convicción, tu experiencia, porque éstas no tienen edad sino valor eterno. Tu espíritu transformado por la Palabra del Señor, será ese poderoso “limpiador” que tornará las telarañas en libertad. Saber que siempre habrá partidas y que después de cada logro te encontrarás con otro desafío pero desistir o rendirte, ¡Nunca!. Sigue aunque tu amor propio herido o los demás esperen que abandones. No tengas lástima ni de ti ni de nadie, al contrario, se misericordioso, y siente profundo respeto por ti y por los demás, por la creación entera, y cuando no puedas correr, trota y si no puedes trotar camina y si no puedes caminar, usa con humildad un bastón pero nunca te rindas porque sabes por experiencia, que tu fuerza es Él: Dios.

El siguiente anécdota es un poco duro, pero creo que nos servirá para enseñarnos sobre la importancia de dejar que la luz del señor guíe nuestra vida, nuestros pensamientos, nuestra mirada, nuestros pasos, nuestras acciones.

En un laboratorio hicieron un experimento con dos ratoncitos y metieron al primero en un frasco oscuro, con el 75% lleno de agua y sin ningún orificio en la tapadera. ¿Sabes cuánto tiempo duró haciendo la lucha por salir de ahí?: sólo 3 horas. Metieron al segundo en el mismo frasco oscuro y con la misma cantidad de agua pero en la tapadera había un hoyo pequeñísimo por donde se filtraba el aire y la luz. ¿Sabes cuánto tiempo luchó por salir de ahí?. Tres días. ¿Ves ahora la importancia de no quedarse como el avestruz, que mete la cabeza en la tierra rindiéndose?

El señor sabe que con llorar no arreglas nada y si en su momento llorar te sirvió de catarsis, es decir, de liberación, hoy necesitas levantarte en fe y decir: “El Señor es mi roca y mi salvación, ¿a quién temeré?. El Señor es la defensa de mi vida, ¿Quién me hará temblar?. Si tú y yo quisiéramos oír al Señor como hay qué oírlo, como hay que escucharlo. El Señor hoy nos dice a nosotros, su nuevo pueblo, como le dijo a su pueblo por medio del profeta Jeremías: “No llores, más, porque salario hay para tu trabajo”. Así que levanta tus manos al cielo y di:

“Salario hay para mi trabajo dice el Señor Dios, y no los hombres”, es decir, “Se Señor que ahora mismo hay bendición para mi, porque tu amor es infinitamente misericordioso. Se que ahora mismo me estás dando la libertad, la alegría, la paz, el entusiasmo, la fuerza para luchar, la luz para mirar desde ti mi vida y a los demás. Hoy no quiero recibir salario de maldición proveniente de mi amor propio herido o de rencores pasados que me dejan en la calle, en la miseria. Hoy se que tú eres mayor que todo y que contigo no hay nada imposible para mi, porque todo lo puedo en ti que me fortaleces”.

El señor Dios, en toda la Sagrada Escritura, nos enseña y nos invita a no tener miedo a nada ni a nadie. Así que en el nombre de Jesucristo te decimos: no le tengas miedo a nada, no te rindas ante nada, ni ante el desaliento, ni la desesperación, ni ante el odio, la ira, el resentimiento, la tristeza o la depresión.

No tengas miedo de nada. Tú eres un ser humano en el que Dios N.S. ha derramado todo su Espíritu y al que ha regalado el don de la fe. Sólo necesitas querer creer en el sólo necesitas querer dejarte salvar por Él sólo necesitas querer dejarte amar por Él.

Es verdad que cuando uno está en lo más hondo de la depresión sentimos que no se puede hacer nada, pero a pesar de sentir lo peor, a pesar de haber llegado hasta el fondo de las aguas, a pesar de sentirte en el polvo de la muerte, fíate de Dios y desde ahí dile una y otra vez:

Busco mi refugio en ti señor y es por demás que me diga mi subconsciente herido: “huye, échate para atrás”, porque se en manos de Quién está mi vida, porque se que Tú eres la ayuda de los indefensos y de los huérfanos, porque se que Tú me animas y me atiendes.

Así que allá en tu corazón, en lo más íntimo de tu ser, (cerrando tus ojos) y respirando suave, profundo y lento, toma conciencia de que el único instante que tienes para ser feliz, es hoy, aquí y ahora. Deja que tu corazón continúe en esa Presencia Divina que habita en tu profundidad y dile:

Señor, he preferido cerrarme sobre mi mismo, sobre mi misma y no querer ver desde tu claridad. Los pensamientos negativos que he dejado anidar en mi mente, me han martirizado, me han perturbado y casi me han hecho desistir en esto de seguir luchando, de seguir en la vida con ánimo, con esperanza, pero hoy me haces ver que siempre hay luz detrás de la sombra y que tu gracia siempre está dispuesta a iluminarme a hacerme fuerte, que tu gracia siempre me sostiene, pero que necesito querer mirar con el corazón, desde la fe.

Hoy te entrego esta lucesita que comienza a brillar en mi interior, ¡es mi fe puesta a caminar! que quiere volver al camino verdadero es decir a ti, al Amor que eres Tú.


Con tu poder señor, no quiero dejar que se apague nunca más mi fe, ese regalo maravilloso que me has dado, no quiero desistir más, porque hoy se que todo depende de mi forma de mirar, todo depende de que yo quiera conocerte más profundamente hoy se que todo depende de que yo quiera conocerme, amarme, aceptarme y pueda conocer realmente a cualquier ser humano, amarle y aceptarle. Entonces estaré entrando –por tu gracia- en el camino del amor, de la libertad interior, de la madurez verdadera.

Señor Jesús, hoy me entrego a ti, te reconozco como el único salvador de mi vida. Te entrego todo lo que soy, siento y tengo. Ayúdame a conocerte realmente y ayúdame a valorar ese tesoro que has hecho de mi, pero que los golpes de la vida no me han dejado descubrir.

Aquí estoy ante ti, deseando ser mejor ser humano, deseando vivir en paz, deseando ver la vida desde tu sabiduría ¡Oh Dios! sáname, pacifícame, ilumíname, ámame. Sáname, pacifícame, ilumíname, ámame. Amén.











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