Mi cuerpo
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“Si soy, como creía, su verdadera imagen,
Dios, para ser mi imagen,
¡debería tener SIDA!”
(Juan Carlos Alecsovich)
Mi cuerpo
Este es mi cuerpo,
el barco que capeó cien temporales,
la caja que contiene mi tesoro:
huecas felicidades agotadas,
intrascendentes sensaciones instintivas
y trascendentes decisiones: hijos.
Este es mi cuerpo,
al que en la lenta y firme
mutación que lo envejece,
desprecié y arriesgué mil veces
en la felicidad basada en ese olvido
del yo que él encarnaba y contenía...
Metido en él mis plazos hoy parecen
un parpadeo de Dios, una mentira.
Este es mi cuerpo
que fue siempre un medio,
hoy es fiebre, dolor, limitaciones,
anarquizado, débil, disminuido,
se va desentendiendo, distraído,
de mis deseos...
Algo se interpone
entre los dos y lo interpuesto impone
cambios a mi actitud y nuestras vidas.
Este es mi cuerpo enfermo,
este es el precio de nacer, de arriesgar, de haber vivido,
de haberme levantado y erigido
sobre su base, ajena,
de tal suerte
que los dos arribamos a la Muerte:
él , por incauto,
yo, por engreído.
Nada deshumaniza tanto a los hombres
como esa estúpida sed de eternidad
que los corrompe
convirtamos a Dios en Dios de Vida,
amando, a los que viven... ¡todavía!
Tomado de “la Iglesia ante los desafíos del Sida. Un intento de respuesta”, editado por César Henríquez, Fundación Proyecto Vida, Venezuela, p. 25.
© Red de Liturgia y Recursos de Educación Cristiana de CLAI-CELADEC
Dios, para ser mi imagen,
¡debería tener SIDA!”
(Juan Carlos Alecsovich)
Mi cuerpo
Este es mi cuerpo,
el barco que capeó cien temporales,
la caja que contiene mi tesoro:
huecas felicidades agotadas,
intrascendentes sensaciones instintivas
y trascendentes decisiones: hijos.
Este es mi cuerpo,
al que en la lenta y firme
mutación que lo envejece,
desprecié y arriesgué mil veces
en la felicidad basada en ese olvido
del yo que él encarnaba y contenía...
Metido en él mis plazos hoy parecen
un parpadeo de Dios, una mentira.
Este es mi cuerpo
que fue siempre un medio,
hoy es fiebre, dolor, limitaciones,
anarquizado, débil, disminuido,
se va desentendiendo, distraído,
de mis deseos...
Algo se interpone
entre los dos y lo interpuesto impone
cambios a mi actitud y nuestras vidas.
Este es mi cuerpo enfermo,
este es el precio de nacer, de arriesgar, de haber vivido,
de haberme levantado y erigido
sobre su base, ajena,
de tal suerte
que los dos arribamos a la Muerte:
él , por incauto,
yo, por engreído.
Nada deshumaniza tanto a los hombres
como esa estúpida sed de eternidad
que los corrompe
convirtamos a Dios en Dios de Vida,
amando, a los que viven... ¡todavía!
Tomado de “la Iglesia ante los desafíos del Sida. Un intento de respuesta”, editado por César Henríquez, Fundación Proyecto Vida, Venezuela, p. 25.
© Red de Liturgia y Recursos de Educación Cristiana de CLAI-CELADEC