Mc. 14:32-41 (El decaimiento en la vida del creyente)
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Marcos 14: 32-41.
2º Corintios 4: 5; 7-11.
Exodo 17: 9-13
EL DECAIMIENTO EN LA VIDA DEL CREYENTE.
Hay una promesa para los creyentes que es la de llevar una vida victoriosa, que de la mano de la fe pueda salir adelante aún en las más difíciles pruebas. Sin embargo, todos conocemos de tanto en tanto situaciones de abatimiento. Nuestro ánimo decae y parecen las fuerzas no alcanzar ni para las mínimas cosas necesarias a nuestra vida.
Todos somos humanos, herederos de la debilidad.
Cuando las molestias se multiplican. Necesidades económicas, enfermedad de un hijo o de la pareja.
La vista de un acto brusco de deslealtad.
También un rencor o un malentendido no arreglado a tiempo puede ocasionarnos decaimiento de tanto en tanto, cuando su recuerdo muerde otra vez nuestra memoria.
Saber cuidar el instrumento que Dios nos ha dado: nuestro cuerpo. Largo e ininterrumpido trabajo.
Antes de una gran empresa, el cálculo de las dificultades nos hace temblar. Dan ganas de dar media vuelta y abandonar antes de empezar. La nube se ve negra antes de derramar sus bendiciones. El decaimiento en estos casos puede ser un profeta que nos anuncie las bendiciones de Dios.
Trabajo evangélico emprendido sincera y empeñosamente. No somos llamados a ser personas en perfecto estado de conservación sino sacrificios vivos destinados a ser consumidos: debemos gastarnos y ser gastados. Gattinoni: "prefiero morir gastado que oxidado".
Aún cuando no sabemos porqué. Cuán difícil es luchar contra lo desconocido. Que cerrojos tan firmes apresan al alma que ninguna ayuda humana puede liberarla.
Que diremos a todas estas cosas: que no debemos desmayar ni perder la confianza en medio del decaimiento. Dios ha dicho "No con ejércitos ni con espada sino con mi Santo Espíritu".
Los instrumentos que Dios quiere usar son instrumentos débiles puestos en sus manos. La persona debe estar vacía de si misma para ser llena del Espíritu Santo.
Aún quienes parecen ser más exitosos y optimistas deben sobrellevar estos decaimientos, tan provechosos porque nos recuerdan que la gloria y el poder son de Dios. Un buen éxito no interrumpido y la satisfacción natural que eso produce puede dar fácil cabida al orgullo. Llevamos un tesoro en vasos de barro, para que se vea que la gloria es de el Señor.
Es bueno sentirse de tanto en tanto como una hoja que es llevada por el viento y en seguida sentirse como protegido por un muro de acero para continuar con toda seguridad con la tarea.
No estamos hablando hoy de quienes sienten toda la vida estados depresivos, ni de quienes se refugian en estados de decaimiento permanentemente.
Recurrir a los medios de gracia: la oración: Jesús en el monte.
Los hermanos: Moisés en la batalla, que necesitó de sus dos ayudantes que le sostuvieran las manos cuando ya no se podía sostener del bastón de Dios.
La Biblia: Con sus múltiples palabras y testimonios de aliento.
El culto: donde recibimos la Palabra y juntos nos alentamos con nuestro canto.
2º Corintios 4: 5; 7-11.
Exodo 17: 9-13
EL DECAIMIENTO EN LA VIDA DEL CREYENTE.
Hay una promesa para los creyentes que es la de llevar una vida victoriosa, que de la mano de la fe pueda salir adelante aún en las más difíciles pruebas. Sin embargo, todos conocemos de tanto en tanto situaciones de abatimiento. Nuestro ánimo decae y parecen las fuerzas no alcanzar ni para las mínimas cosas necesarias a nuestra vida.
Todos somos humanos, herederos de la debilidad.
Cuando las molestias se multiplican. Necesidades económicas, enfermedad de un hijo o de la pareja.
La vista de un acto brusco de deslealtad.
También un rencor o un malentendido no arreglado a tiempo puede ocasionarnos decaimiento de tanto en tanto, cuando su recuerdo muerde otra vez nuestra memoria.
Saber cuidar el instrumento que Dios nos ha dado: nuestro cuerpo. Largo e ininterrumpido trabajo.
Antes de una gran empresa, el cálculo de las dificultades nos hace temblar. Dan ganas de dar media vuelta y abandonar antes de empezar. La nube se ve negra antes de derramar sus bendiciones. El decaimiento en estos casos puede ser un profeta que nos anuncie las bendiciones de Dios.
Trabajo evangélico emprendido sincera y empeñosamente. No somos llamados a ser personas en perfecto estado de conservación sino sacrificios vivos destinados a ser consumidos: debemos gastarnos y ser gastados. Gattinoni: "prefiero morir gastado que oxidado".
Aún cuando no sabemos porqué. Cuán difícil es luchar contra lo desconocido. Que cerrojos tan firmes apresan al alma que ninguna ayuda humana puede liberarla.
Que diremos a todas estas cosas: que no debemos desmayar ni perder la confianza en medio del decaimiento. Dios ha dicho "No con ejércitos ni con espada sino con mi Santo Espíritu".
Los instrumentos que Dios quiere usar son instrumentos débiles puestos en sus manos. La persona debe estar vacía de si misma para ser llena del Espíritu Santo.
Aún quienes parecen ser más exitosos y optimistas deben sobrellevar estos decaimientos, tan provechosos porque nos recuerdan que la gloria y el poder son de Dios. Un buen éxito no interrumpido y la satisfacción natural que eso produce puede dar fácil cabida al orgullo. Llevamos un tesoro en vasos de barro, para que se vea que la gloria es de el Señor.
Es bueno sentirse de tanto en tanto como una hoja que es llevada por el viento y en seguida sentirse como protegido por un muro de acero para continuar con toda seguridad con la tarea.
No estamos hablando hoy de quienes sienten toda la vida estados depresivos, ni de quienes se refugian en estados de decaimiento permanentemente.
Recurrir a los medios de gracia: la oración: Jesús en el monte.
Los hermanos: Moisés en la batalla, que necesitó de sus dos ayudantes que le sostuvieran las manos cuando ya no se podía sostener del bastón de Dios.
La Biblia: Con sus múltiples palabras y testimonios de aliento.
El culto: donde recibimos la Palabra y juntos nos alentamos con nuestro canto.