Mateo 7:21-29

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Sal 31:1-5, 19-24: Ante tanta injusticia y desorientación fijemos nuestra mirada en Dios y no en hombres providenciales.

Deut 11:18-28: Los judíos han ejemplificado estas palabras colocándolas en su pecho, es sus muñecas y en sus frentes para no olvidar nunca.

Ro 1:16-17, 3:29-31: El evangelio recoge lo que Dios enseñó en todos los tiempos anteriores porque la enseñanza (palabra) de Dios fue impartida para todos.

Mt 7:21-29 ¡Oír sin escuchar, leer sin entender, iremos a la ruina!

Introducción

El texto del Evangelio del día es la conclusión del Sermón del Monte en el Evangelio según San Mateo. Por eso, proponemos tener una mirada de conjunto.

5:1 – 7:29, el Sermón del Monte

Estructura y contenido. Cuatro veces más largo en Mt. que en Lc., ha sido desarrollado según un plan reconocible. La crítica interna y la comparación con el Evangelio de Lc. demuestran la inserción deliberada por parte de Mt. de algunos pasajes de discursos de Jesús pronunciados en otras ocasiones. Esto está de acuerdo con la costumbre del evangelista de sintetizar. Pero Mt. no hizo esto al acaso: aunque la conexión en algunos lugares es muy vaga, el discurso, tal como lo tenemos, es un todo bien ensamblado, y Mt. se propuso componerlo tal como está. Los pasajes añadidos son los siguientes: 5:13 – 16 (Lc. 14:34 s; 11:3); 5:18 (Lc. 16:17); 5:25 – 26 (Lc. 12:57 – 59); 6:7 – 15 (Lc. 11:2 – 4); 6:19 – 34 (Lc. 12:33s; 11:34 – 36; 16:13; 12:22 – 32); 7:7 – 11 (Lc. 11:9 – 13); 7:22 – 23 (Lc. 13:26s). El sermón, quizá pronunciado en los primeros meses del ministerio de Galilea, nos da la tónica de la nueva era que Jesús vino a introducir. El nuevo espíritu (y de éste se ocupa principalmente Jesús) ha de ser amable, 5:3 – 12, generoso, 5:21 – 24 y 38 – 47, recto, 5:27 – 30, sencillo, 5:33 – 37, y, por encima de todo, sincero, 6:1 – 6 y 16 – 18. No debe ser severo con arrogancia, 7:1 – 5, sino más bien desconfiado de sí mismo, 7:13 – 14, sobrio, prudente, juicioso, 7:15 – 20, y, finalmente, enérgico, 7:21 – 27. En suma, el espíritu de cada uno debe tratar de imitar siempre conscientemente a su perfecto y vigilante Padre celestial, 5:48.

El contenido del sermón del monte

(1) El nuevo espíritu: cualidades básicas y recompensas, 5:3 – 12 – Puesto que una actitud desinteresada ofrece pocos alicientes, será necesario, en primer lugar, vincularla a la promesa de un premio celestial (bienaventuranzas). 13 – 16 son una advertencia, a modo de paréntesis, a los predicadores del nuevo espíritu. (2) El nuevo espíritu y la antigua ley: perfeccionamiento, no oposición 5:17 – 48. (1) Se establece el principio, 5:17 – 20. (11) Se explica el principio con ejemplos, 5:21 – 48. (a) Homicidio y homicidio “interno” (ofensa), 5:21 – 26. (b) Adulterio y adulterio “interno” (pensamientos impuros, etc.), 5:27 s. (c) Divorcio, en otro tiempo restringido y ahora abrogado, 5:31 – 32. (d) Juramentos, antiguamente regulados, al presente declarados innecesarios, 5:33 – 37. (e) La justicia estricta cede a la misericordia, 5:38 – 42. (f) La caridad, limitada a los hebreos, rompe sus antiguos límites, 5:43 – 47. (3) El nuevo espíritu y la hipocresía, (hypokrités, actor) 6:1 – 6 y 16 – 18. (I) Ejemplo tornado del que da limosna, 6:2 – 4. (II) De la oración, 6:5 – 6; seguida, 6:7 – 15, por un desarrollo a propósito de la oración. (III) Advertencia sobre el ayuno, 6:16 – 18. (4) Paréntesis sobre las exigencias del nuevo espíritu, 6:19 – 34. Estos versículos ocupan un lugar céntrico en el plan de Mt. Describen las disposiciones que exige el nuevo espíritu: corazón sencillo y voluntad confiadamente entregada al Padre. (5) El nuevo espíritu en acción, 7:1 – 27. (I) Su manifestación social (caridad, prudencia), 7:1 – 6 y 12. (II) Sus dificultades e impopularidad, 7:13 – 14. (III) Sus adversarios, 7:15 – 20. (IV) Sus verdaderos poseedores, 7:21 – 23. (V) Premio por haber obrado bien; castigo por no haber escuchado sus palabras, 7:24 – 27. Nota: 7:28 – 29, termina el Sermón del Monte con palabras que en Mc y Lc. tienen que ver con la sinagoga de Cafanaum sobre la eficacia de la oración, que no se encuentra en el sermón de Lc., no tiene clara conexión con el contexto.

Comentario del texto del Evangelio del día

La metáfora de “los dos caminos” (Mt 7:13-14) es común entre los judíos helenísticos, y las escrituras cristianas tempranas. La opción básica entre los dos caminos opuestos con propósitos opuestos se encuentra en el AT (Deut 30:15,19; Jer 21:8; Sal 1:6), en la literatura intertestamentaria (4 Esdras 7:6–14), en Qumrán (1QS 3:20–21), en la literatura rabínica (por ejemplo, Pirke Abot 2:12–13; Sifre 86a; b. Ber. 28b), y en los Padres Apostólicos (Didajé 1–6; Bernabé 18–20). Tampoco es raro describir el camino del impío como fácil (por ejemplo, Eclesiástico 21:10) y el del justo como difícil (por ejemplo, Sal 34:19).

7:13–27 Discipulado verdadero o falso: los dos caminos (cf. Lc 13:24; 6:43–46; 13:25–27; 6:47–49).
Estos cuatro contrastes entre lo verdadero y lo falso concluyen el sermón del monte. La división entre lo verdadero y lo falso se hace en puntos diferentes de las cuatro escenas, de manera que todo el complejo forma una base penetrante para la autoevaluación.
13-14. los oidores de Jesús habrían estado familiarizados con la imagen de “los dos caminos” - uno que lleva a la vida y el otro a la muerte; porque como ya se dijo era común en el Judaísmo. El énfasis de Jesús que pocos están en el buen camino ocurre en 4 Esdras pero no es tan común como la imagen general de los dos caminos. La mayoría de los judíos creía que Israel se salvaría en conjunto y que los pocos perdidos serían excepciones a la regla general.

Primero dan un franco contraste entre los que son salvos y los perdidos; las dos puertas y los dos caminos conducen respectivamente a la perdición y a la vida. El verdadero discipulado es una posición de minorías, es un asunto de deliberadamente tomar la opción de no andar con la corriente, sino que es un asunto de vida o muerte.

Segundo (15–20), sigue una división más sutil, que cae dentro del grupo de los que profesan ser discípulos. Los falsos profetas se presentan como aquellos que pertenecen al grupo (están vestidos de ovejas), sin embargo, su intención es destruir (lobos rapaces). Así que no toda la supuesta profecía puede aceptarse según su apariencia; debe ser probada. La prueba no es lo que dice el profeta sino su fruto. El significado de fruto no se especifica, pero la metáfora ocurre varias veces en Mt para indicar una conducta que es genuinamente agradable a Dios (cf. 3:8–10; 12:33–37; 21:43).

15 Los falsos profetas son conocidos tanto en el AT como el NT. Cf. Deut. 13:1–5; Jer 23:9–32; Mt 24:11, 24; 1 Jn 4:1–3. Aunque la mayoría de los judíos educados no creían que los profetas continuaban en el sentido del Antiguo Testamento, creían que los falsos profetas sí existían (cf., por ejemplo, Jer 2:8; 5:30); Josefo menciona a muchos de ellos en el primer siglo. El contraste entre los lobos rapaces y corderos u ovejas desprotegidos era proverbial.

16. como el trigo y la cebada, las uvas y los higos eran los frutos de la tierra más valiosos y ampliamente consumidos; las espinas y los cardos eran sin valor y molestaban a los segadores, como el Antiguo Testamento menciona a menudo. Para un uso figurativo de los frutos en el Antiguo Testamento, vea Is 5:6 y Mt 3:8.

7:17-20. la repetición de “por sus frutos los conoceréis.” (7:16, 20) enmarca a esta ilustración; el paréntesis normalmente se usaba como un dispositivo literario (llamado inclusión) para marcar un párrafo. Los profetas se conocían como falsos si desviaban a las personas del verdadero camino de Dios (Deut 13) o sus palabras no se cumplían (Deut 18:21-22). Los rabinos permitían que los profetas pudieran suspender una enseñanza de la ley temporalmente de la manera que ellos harían, pero si negaban la propia ley o defendían la idolatría, eran falsos profetas. Jesús enseña que si no vivían rectamente, son falsos (Mt 7:21-23). Cf. Lucas 6:43-45.

21 Señor traduce kyrios hasta aquí usado sólo como un título para Dios. En el vocabulario diario gr. era un término normal para saludar cortésmente y así se usa comúnmente en los Evangelios. Aquí, sin embargo, se usa claramente como una señal de lealtad, aun de adoración.

Tercero (21–23), y merecedores de mayor escrutinio, se nos presentan a aquellos que aparentemente se creen discípulos genuinos y que apelan a sus actividades carismáticas para comprobarlo, pero que resultan no tener una verdadera relación con el Señor ante quien apelan. Los profetas falsos del v. 15 eran engañadores, pero éstos se engañan a sí mismos. Su aceptación no depende de su profesión, ni siquiera de su aparente actividad cristiana, sino de si Jesús los conoce. Nótese la extraordinaria autoridad que él asume como juez; entrar al reino de los cielos (forma mateana para Reino de Dios a fin de no pronunciar este nombre sagrado) depende de su reconocimiento y consiste en estar con él.
Los milagros que Jesús menciona no son necesariamente falsos; es posible profetizar por la inspiración del Espíritu y todavía ser desobedientes a Dios e injustos (cf. 1 Sam 19:20-24). La advertencia de apartarse proviene de los salmos sobre la vindicación del justo (Sal 6:8; cf. 119:115; 139:19).

22 En aquel día se refiere al juicio final.
Finalmente (24–27), sale otra división basada en la conducta. Tanto los prudentes como los insensatos se describen como el que oye mis palabras; la diferencia está en hacerlas (cf. el fruto de los vv. 16–20). Además, esta división abarca a los que pertenecen al círculo de Jesús. Toda esta sección final del discurso nos deja incómodos ante la demanda de considerar no sólo lo que profesamos, sino si se basa en una relación genuina con Jesús que resulta en una vida de verdadero discípulo.

Los rabinos debatieron si oír o hacer la ley eran más importante; la mayoría concluyó que oír era más importante, porque no se podía hacer sin oír, pero sin embargo insistieron que ambos eran necesarios.
De nuevo la imagen es la del día del juicio. La idea finalmente de ser juzgado por el oír pero no obedecer era familiar (Ez 33:32-33). Pero ningún maestro judío aparte de Jesús exigió tanta autoridad para sus propias palabras; tal autoridad era reservada para la propia ley. Algunos de los oidores de Jesús más bíblicamente instruidos pueden haber pensado en Proverbios 24:3 (“con sabiduría se construye una casa”) y el contraste entre la sabiduría (qué construye una casa en Proverbios 9:1) y la insensatez en 9:1-18.
Los maestros de la ley nunca exigían tanta autoridad como la que Jesús tenía (7:24-27); más bien derivaron su autoridad sobre todo por basarse y construir sobre la tradición anterior.

7:28, 29 Conclusión (cf. Mc 1:21, 22). La fórmula regular para concluir los discursos en Mt se extiende aquí para notar la reacción de los oyentes. El contraste entre Jesús y los escribas nos hace recordar los contrastes de 5:21–47, donde la autoridad de Jesús se veía en su disposición, en contraste con los escribas, de declarar sencillamente “mas yo os digo”. Las demandas finales de su discurso han reforzado esta impresión. Jesús tenía que ser notado y demandaba una respuesta. Los siguientes dos capítulos siguen destacando esta misma autoridad ejercitada en acción y no sólo en palabras.
La multitud responde ante toda la enseñanza. Aquí concluye el sermón del Monte. En 8:1 Jesús desciende del mismo lo que lo asemeja a Moisés el legislador. En Mateo el modelo mesiánico es Moisés.

Para la reflexión

Ante tanta injusticia y desorientación fijemos nuestra mirada en Dios y no en hombres providenciales. (Del Salmo)
Los judíos han ejemplificado estas palabras colocándolas en su pecho, es sus muñecas y en sus frentes para no olvidar nunca. (Del Deuteronomio)
El evangelio recoge lo que Dios enseñó en todos los tiempos anteriores porque la enseñanza (palabra) de Dios fue impartida para todos. (De Romanos)
¡Oír sin escuchar, leer sin entender, iremos a la ruina! (Del Evangelio)
Uno podría pensar que aquí sólo hay Ley, y nada de Evangelio, pero es que ya en la propia Ley está el Evangelio. Las advertencias que nos indican que no hay que tomar camino equivocado es un Evangelio. Mucho de lo que nos pasa tiene que ver con estos contrastes. La estupidez no es una enfermedad sino una actitud consciente.

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