Mateo 5:1-12

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Salmo 37:1-11; Miqueas 6:1-8; 1 Corintios 1:18-31, Mateo 5,1-12

Estamos todavía en el tiempo de Epifanía. Como el tiempo litúrgico es un símil de la historia del mundo centrada en el acontecimiento de Jesucristo, el de Epifanía corresponde a los primeros años de la manifestación profética de Jesús después de su bautismo en el Jordán. Si comenzamos el ciclo litúrgico con el Adviento –el tiempo de la espera que representa la historia anterior a Cristo– el de Epifanía es, como señalamos, una miniatura de los primeros años del ministerio de Jesús, como de hecho lo señalan los textos de los evangelios usados en estas semanas (primeros discípulos, predicación en Galilea, bienaventuranzas, transfiguración).

Lo incoherente de este esquema –por resumir la actividad de Jesús en un tiempo demasiado corto– proviene de haberse ubicado el nacimiento de Jesús en diciembre.

Dado que la pascua está ligada a la primavera septentrional, y dado también el poderoso simbolismo de la fiesta romana del Sol Invicto (= ahora Jesús), hay que prestar más atención a estos simbolismos que a los contenidos históricos o a la cronología.

De hecho, esta brevedad del tiempo epifánico de Jesús es compensada con los relatos evangélicos desarrollados en el “tiempo después de Pentecostés”, que en realidad debería ser el tiempo de la comunidad cristiana misionera (lectura de los Hechos) y no el de la lectura prolongada de los evangelios.

Los textos bíblicos del 4º domingo de Epifanía están centrados sobre el eje de la “inversión de situaciones”, común –dentro de la tradición bíblica– en las promesas escatológicas (especialmente en los profetas). El evangelio nos propone el programa inicial de Jesús expresado en las parábolas. Es difícil imaginar que el sermón del monte haya sido comprendido desde el comienzo. Más bien, refleja los rasgos esenciales de la predicación de Jesús en sus tres años de predicación. Puesta la enseñanza como punto de arranque de su actividad, es presentada como programa. Cuando se cierra el discurso (Mateo7:28-29) se destaca el asombro producido por su doctrina, “porque les enseñaba como quien tiene autoridad”. ¿Por qué?

A lo largo de su evangelio, Mateo nos irá diciendo que Jesús es el nuevo Moisés, como es claro en ese mismo discurso en las oposiciones entre “se dijo a los antiguos ...” y “pero yo os digo” (5:21.27.31.33.38.43), en el ordenamiento de las enseñanzas de Jesús en cinco bloques (como el Pentateuco), en la apropiación de la figura del “profeta como Moisés” (17:5b, ver el domingo que viene, 5º de Epifanía) y en la triple utilización del simbolismo del Sinaí: en el discurso del monte (5:1), en la transfiguración (17:1), en la despedida final (28:16). En los tres episodios Jesús es representado como maestro.

Si nos concentramos en las bienaventuranzas (5:1-12) y las comparamos con las de Lucas (6:20-23 + 24-26), comprobaremos los siguientes datos:

- Mateo contiene nueve bienaventuranzas en lugar de cuatro (Lucas), y no registra malaventuranzas simétricas;

- La última (sobre el desprecio, la persecución y la difamación) es literariamente diferente de las otras ocho (en prosa, y más extensa), y repite el tema de la persecución, por lo que suele considerarse un desdoblamiento de la octava. Pero es justamente la que se corresponde con la cuarta de Lucas, y por lo demás repite la fórmula “bienaventurados” (makárioi);

- En dos instancias añade el lema “por la justicia”; en la primera bienaventuranza agrega “en espíritu”, enfatizando lo ético pero sin olvidar lo sociológico;

- En las que son propias (ausentes en Lucas) se insiste en actitudes (mansedumbre, llanto, misericordia, limpieza de corazón);

- La bienaventuranza más parecida a la tradición lucana es la de la persecución, en la que es notable el paralelismo establecido con los profetas. Es la bienaventuranza más desarrollada, dato que merece ser atendido. Si recordamos que Jesús desarrolló una actividad profética, y que fue perseguido como un profeta –tema más destacado por Lucas (11:49-51;13:33.34)– deberíamos tomar conciencia de lo que nos dice esta bienaventuranza. Si anunciamos el Reino con valentía, como los primeros cristianos (Hechos 3-5; 7; 10-11), tendríamos en esta bienaventuranza una palabra de aliento y sostén.

Mateo orienta las bienaventuranzas hacia una ética de actitudes, de profundidad espiritual, pero incluyendo notablemente a los desposeídos y carecientes, a los que sufren, a los que tienen misericordia. En una época de conflictos se llama benditos a los “hacedores de la paz”; y se reconoce la persecución como previsible para los discípulos. No menos “violenta” es nuestra época y por eso la séptima bienaventuranza nos ofrece un paradigma para seguir.

El Reino de los cielos es mencionado en dos casos (vv.3 y 10). Conviene hacer una doble observaciones. Por un lado, la costumbre judía de no pronunciar el nombre de Dios podría explicar la fórmula “de los cielos”. Por el otro, y atendiendo a lo anterior, el Reino de los cielos = de Dios no está localizado en otro mundo o después de esta existencia, sino que es una definición cualitativa (“de Dios” vs. “de los humanos”) de la realización de la voluntad divina en este mundo y en esta historia. La espiritualización y la escatologización de las bienaventuranzas han servido a veces para escapar de la responsabilidad ética histórica o para legitimar la opresión sobre los más débiles.

“Pobres de espíritu” es otra expresión que se ha prestado a subterfugios éticos. Traducir por “los que tienen alma de pobres” (pero pueden ser ricos) es uno de tales casos. Tampoco es oportuna la traducción “los que eligen ser pobres” (Nueva Biblia Española) porque eso puede valer para la pobreza opcional de los religiosos pero no para la mayoría de los pobres, que no eligen ser tales sino que son hechos pobres por la explotación de otros. Se ha sugerido que “pobres de espíritu” sería el equivalente de “pobres de inteligencia” (los ignorantes / los que no conocen la Ley / los niños), una forma de exclusión en círculos nomistas. En el contexto de Mateo tal interpretación no es despreciable. Sin embargo, los textos de Qumrân usan expresiones parecidas para indicar a los desprotegidos de este mundo que se refugian en Dios clemente y misericordioso. Indicaría entonces una disposición interior de despojo que abre a la acción de Dios; por eso mismo “de ellos es el Reino de los cielos” (v.3) como lo es de los perseguidos (v.10). La bienaventuranza a los pobres en sentido económico es la equivalente de Lucas 6:20b y su contraparte en el v.24. Cada evangelio es diferente, y eso representa una riqueza. Si en este domingo nos toca reflexionar sobre una situación de pobreza material, leamos las bienaventuranzas de Lucas en lugar de las de Mateo.

Los otros textos bíblicos de este domingo están relacionados con el de Mateo 5:1-12.

El Salmo 37 es una larga bienaventuranza dirigida al justo, al pobre, al menospreciado y perseguido. La aproximación al texto de Mateo está dada especialmente por el tema de la posesión de la tierra (en Mateo, tercera bienaventuranza) –en el salmo, vv. 9.18.22.29.34– y por la designación de los pobres como “humildes” (v.11), que esperan en Yavé (vv.3.5.7.34). En los LXX, los “humildes” (en hebreo, ‘anawîm) son llamados praeîs (“mansos”) y la frase es retomada literalmente en Mateo 5:5 (“los mansos poseerán la tierra”). Esto indica que “mansos” es otra designación de los “pobres de espíritu”, y que “Reino de los cielos” no es una expresión de lo celestial y ultraterreno sino de nuestra misma realidad pero diferente de como es ahora, para ser el espacio de la voluntad de Dios.

El pasaje de Miqueas 6:1-8 comenta los beneficios de Dios y la gratitud que por ellos se espera de Israel. Sin embargo, el reproche profético por la ruptura de la alianza atestigua el olvido de tales beneficios. “Pueblo mío, ¿qué te he hecho?”.

Por fin, el fragmento de la carta de Pablo a los Corintios habla también de una inversión de valores. La predicación de la cruz es necedad para los griegos y debilidad para los judíos, pero para Dios es sabiduría y fuerza. Todo depende del punto de vista.

Como con las situaciones valoradas en las bienaventuranzas, así también con otros ejemplos, el mensaje bíblico nos cuestiona o nos estimula respecto de la ética y de los valores profundos que deben regir la vida.

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