Mateo 4:12-23

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Salmo 27:1-6; Isaías 9,1-4; 1 Corintios 1,10-17; Mateo 4,12-23.

Análisis

El comienzo del ministerio de Jesús se caracteriza por su instalación en Capernaúm, su prédica sobre la inminencia del reino de los cielos, y su elección de los primeros cuatro discípulos. Esto sucede luego de que Jesús se enterara de que quien lo había bautizado en el Río Jordán estaba preso.
Si en los domingos anteriores habíamos todavía aludido a los ecos de la Navidad, este texto nos introduce de lleno en la historia del Jesús adulto. Estamos ya inmersos en lo que será la narración de sus hechos y palabras, y por lo tanto la perspectiva cambia: ya no analizamos una historia sobre Jesús (la de su nacimiento e infancia), sino sus propias palabras y acciones. Si bien los evangelios fueron escritos por otros – porque Jesús no nos dejó escritos propios – se posicionan como si estuviera hablando él mismo. Teniendo en cuenta esto sugerimos organizar nuestra predicación de acuerdo al siguiente esquema:

1. Jesús busca un lugar
2. Predicación de la cercanía del reino
3. Llamado a compartir la misión

1. Capernaúm como pueblo de Jesús. Son varias las razones por las cuales Jesús se ubica en Capernaúm. El texto nos da una que es el cumplimiento de una profecía de Isaías 9 que señalaba esos territorios como el lugar de donde vendría el salvador. Esto es así pero no es el único motivo, ya que Jesús se mostró siempre bastante libre frente a las Escrituras. En ocasiones las cumplía y en otras las superaba. En este caso también hay cuestiones de estrategia. Jesús elige Galilea porque era una región lejana de la capital Jerusalén – y de Cesarea, capital romana de la provincia –, en consecuencia una zona menos vigilada y controlada. Si los primeros atisbos de predicación por Juan lo habían conducido a la cárcel, era necesario encontrar un lugar donde fuera posible diseminar el evangelio sin que lo acallaran de entrada.
Otra razón fue que el mar de Galilea era un lugar propicio para encontrar discípulos aptos para su tarea. Estos varones eran judíos pero alejados del templo de Jerusalén, lo que les daba una perspectiva más crítica del poder religioso y cierta independencia de los sacerdotes y escribas. Eligió en el comienzo pescadores, hombres que dedicaban su vida a trabajar pacíficamente, de los que nada se nos dice sobre sus propias expectativas religiosas. Hoy diríamos personas comunes, del montón, para diferenciarlos de aquellos especialmente dotados de sensibilidad religiosa, santidad, piedad, instrucción. Parece que a Jesús le interesó más su disponibilidad a acompañarlo y poner su vida a su servicio que sus características personales.
Finalmente es necesario decir que Capernaúm era una población estratégicamente ubicada, con una importante sinagoga, y desde la cual se podía ir y venir con facilidad a toda Galilea e incluso a los territorios de la costa norte del Mediterráneo. Vemos entonces que se dan una serie de circunstancias (desde una antigua profecía hasta una cuestión de rutas de acceso al resto de la región) para que Jesús decida instalarse en ese lugar. Y uno podría preguntarse por qué no habría de ir allí. ¿Acaso hay algún lugar donde no sea necesario predicar el evangelio?

2. La primera prédica de Jesús se parece a la de Juan el Bautista. “El reino está cerca”, expresión que va a aplicar luego a sí mismo. El reino se acerca en la medida de que Jesús lo está porque él es el reino entre nosotros. Meditemos en esta afirmación. Por un lado Jesús se presenta inaugurando un tiempo nuevo para la humanidad. Ya no era necesario seguir esperando que Dios envíe a su mensajero. Es como decir que hasta ese momento se vivía mirando hacia atrás a la espera de que se cumpliera lo prometido, mientras que ahora se comenzaba a vivir hacia adelante en la expectativa de lo nuevo que acababa de irrumpir en la historia. Las mismas profecías se cumplían pero se superaban en nuevos mensajes que extendían la preocupación de Dios hacia esferas no tenidas en cuenta hasta entonces. Si el reino se acercaba significaba que se debía estar atento a la puerta que se abría más que a las que las aveces complicadas leyes religiosas cerraban. El acceso al reino no estaba limitado por las leyes sino que se comenzaba a ofrecer a todo aquel que creía. Esto le iba a costar a Jesús la enemistad de quienes no comprendieron que estaban en una nueva época.
Pero esto también vale para nosotros. Tan acostumbrados estamos a la “cultura occidental y cristiana” que nos enredamos en detalles formales en vez de percibir la apertura del reino a todo aquel que esté dispuesto a creer. Por momentos creemos que es normal vivir rodeados de desamor e injusticias, de falta de desesperanza e incredulidad, cuando en realidad esas cosas no hacen más que mostrarnos que la tarea de anunciar el reino está casi en su totalidad aun por hacerse. Esta confusión nos ha llevado a creer que el quiebre de eras que inaugura Jesús es una mera cuestión de calendario (antes y después de Cristo), cuando en realidad es un cambio en la forma de encarar la vida de aquellos que descubren que el reino que se acerca los llama a proclamar nuevos parámetros para las relaciones con Dios y con el prójimo. Partir de este momento ya no nos relacionamos como adversarios sino como hermanos y hermanas en Cristo.

3. ¿Por qué Jesús busca discípulos? La pregunta puede parecer extraña pero teniendo el poder de Dios ¿no podía Jesús arreglárselas solo con su tarea? Es importante tener presente que el plan de Dios para la humanidad incluye a cada hombre y mujer como sus actores principales. Esto debe maravillarnos ya que asistimos a la época donde todo parece descartable, que comenzó con los plásticos y hoy alcanza a las personas. “No falta trabajo sino que sobra gente” suelen decir en voz cada vez menos baja aunque todavía con algo de vergüenza los ideólogos de la economía planetaria. A ese modelo el evangelio opone su afirmación de que todos tienen un lugar en el reino que Dios inaugura y somos convocados a que deponiendo egoísmos y mezquindades nos pongamos a trabajar para anunciar esa buena noticia.
Jesús busca discípulos porque su plan valora el trabajo de cada uno y porque a su lado comenzamos a obrar de un modo que tiene sentido para Dios y para los demás. No hay persona por sencilla que sea que no tenga algo importante que hacer en el reino de Dios. Es más, eso es algo que ninguna otra persona puede hacer por él o ella. Así debemos ver nuestra propia participación en la tarea que nos toque hacer. Por eso invitar a la fe es también invitar descubrir que Dios nos ama y estima lo que somos y lo que hace

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