Mateo 21:28-32
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Este pasaje es propio del evangelio de Mateo y se sitúa después de la recepción hecha a Jesús por la gente cerca de Jerusalén (21:1-9). En ese episodio, las dos citas del Antiguo Testamento (Zacarías 9:9 y Salmo 118:25-26) conectan a Jesús con la dinastía davídica, y por tanto con las esperanzas mesiánicas. En la siguiente escena (21:10-17), una vez en la ciudad y entrado en el templo, Jesús echa a los ladrones y “limpia” la casa de Dios. La ciudad estaba conmovida y la gente se preguntaba quién era ese personaje, y se contestaba: “Éste es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Nadie esperaba un Mesías de Galilea. Pero el profeta de Nazaret era más conocido (ver 13:53-58 y 16:14). Y en el templo mismo cura a enfermos (v.14), como Elías o Eliseo. Además, la cita del v.16 es de un libro profético. Con todo, el grito de los niños en el templo (v.15) –una escena teatral y digna de verse con la imaginación– continúa en la instancia “davídica” como en la recepción anterior. Jesús, el profeta taumaturgo, pero también crítico, es el de toda su vida, pero como “hijo de David” empieza a ser dicho por la gente, con la aceptación del intérprete que es el autor mismo del texto (v.4).
Esta escena en el templo es apenas resumida por Lucas (19:45-46), quien prefiere ampliar el caso de la enseñanza en el templo (Lucas 19:47-48 + 20:1; en Mateo sólo 21:23). La controversia por la autoridad, mientras enseñaba en el templo sin pedir permiso a nadie (vv.23-28) es atrasada por Mateo, y con este episodio engancha el texto de este domingo, la parábola de los dos hijos (vv.28-33). Cabe notar solamente –para terminar de construir el marco redaccional– que esta parábola y las dos siguientes, la de los viñadores homicidas (vv.33-46) y la del banquete nupcial (22:1-14) no fueron explicadas a los discípulos sino a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo, introducidos en 21:23. Saduceos y fariseos actuarán a partir de 22:15.23.34.41, y en 23:1 Jesús empieza a hablar, esta vez sí, a la gente y a sus discípulos, pero acerca de los escribas y fariseos.
Por tanto, debemos leer la parábola de hoy (21:28-32) como dicha, no a los discípulos sino a las autoridades religiosas del templo. Sólo así se puede entender. Jesús, usando una exquisita retórica, les hace tragar el anzuelo sin que se den cuenta. Como “conocedores de Dios”, les está señalando que representan el mal hijo que dice hacer la voluntad del padre (= Dios) pero que después no la cumple. Es tan claro el ejemplo propuesto, que ellos mismos contestan que quien hizo la voluntad de Dios era el hijo que primero dijo que no pero luego hizo lo mandado por su padre (v.31).
¿Cuál es entonces la aplicación a los sumos sacerdotes y ancianos? En el mismo orden que en la parábola, los publicanos y las rameras son quienes “hacen la voluntad del padre”, porque aceptan el mensaje de Jesús, aunque en su vida anterior parecían decirle que “no” a Dios. Por eso entrarán primero en el Reino de Dios (v.31). Ellos creyeron en Juan, cuando vino “en camino de justicia” (v.32). No así los interlocutores de Jesús, como subraya el final del relato (vv.32b-33). Menos iban a aceptar la enseñanza de Jesús, si a Juan no le creyeron. No hay un relato sobre esto último (en 4:7-12 son los fariseos y los saduceos los que escuchan la invectiva de Juan, con el reclamo de un “digno fruto de conversión”).
Conviene ahora seguir leyendo. La parábola de los viñadores homicidas está dirigida a aquellas mismas autoridades del templo, y en el templo. El episodio del “hijo” del dueño de la viña (vv.37-39) es una indicación de lo que le pasará a Jesús mismo en pocos días. También en este caso, Jesús presenta la situación de una forma tan sutil, que sus interlocutores no pueden sino concluir: “A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores...”. Esto se confirma con la cita de Isaías sobre la piedra desechada (v.42), cita que termina nuevamente con el anuncio de un traspaso del Reino de Dios (“se os quitará...”, v.43).
Y ahora tenemos el final, que cierra todas las escenas con gran coherencia, aunque incluyendo esta vez a los fariseos, que no estaban en el v.23:
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que se estaba refiriendo a ellos” (v.45).
El plural “parábolas” se refiere a las dos anteriores, la primera de las cuales es la lectura dominical de hoy. La predicación de Jesús en el templo era efectivamente la de un profeta, como la misma gente había correctamente interpretado (v.46). La amenaza de muerte que señala el final del v.46 nos propone claramente el ejemplo de Jeremías, cuya predicación en la entrada del templo le ocasionó su prisión y juicio (Jeremías 7 y 26).
La pregunta que podemos hacernos es: ¿Cuál de los dos hijos representamos en nuestra relación con Dios? ). La otra pregunta que cabe también es: ¿Cómo las autoridades religiosas reciben la palabra crítica de los profetas de hoy?
Las otras lecturas
Filipenses 2:1-13
La conexión de la exhortación de Pablo a los Filipenses con el pasaje del evangelio se debe probablemente a la idea final, en el v.13 (literariamente, el inicio de la siguiente sección, vv.13-18), donde los vocablos “obedecer” y “trabajar” nos acercan a la parábola de los dos hijos. Toda la perícopa, ciertamente, es un estímulo efusivo a la humildad al ejemplo de Cristo. La inclusión del célebre himno cristológico, prepaulino (vv.6-11) –centrado en una oposición entre Adán y Cristo– establece un paradigma inconfundible e inagotable. Leído esta vez en el marco litúrgico de la parábola del evangelio, permite una referencia hermenéutica a los mismos interlocutores de Jesús, que peleaban por la “autoridad” en el ámbito del templo.
Ezequiel 18:1-4
El breve pasaje del libro de Ezequiel –en parte paralelo con el cap. 33:10-20 (texto leído parcialmente en la liturgia del domingo 8 de este mes– nos enseña a no culpar a otros por lo que nos pasa. En relación con el evangelio de hoy, el hijo que no hace la voluntad de su padre no puede excusarse en otros por nada. Es responsable de sus acciones. Y el hijo que hace su voluntad, es el justo del que sigue hablando el texto profético (v.5).
Salmo 25:1-9
Esta oración recoge los sentimientos que fueron surgiendo en nuestros corazones en la medida que reflexionábamos sobre el evangelio y las otras lecturas. Ahora ya no es reflexión sino plegaria. Le decimos a Dios que nos muestre sus caminos, que nos guíe en su verdad. La actitud de quien ora con el salmista es la del hijo que hace la voluntad de su padre
Esta escena en el templo es apenas resumida por Lucas (19:45-46), quien prefiere ampliar el caso de la enseñanza en el templo (Lucas 19:47-48 + 20:1; en Mateo sólo 21:23). La controversia por la autoridad, mientras enseñaba en el templo sin pedir permiso a nadie (vv.23-28) es atrasada por Mateo, y con este episodio engancha el texto de este domingo, la parábola de los dos hijos (vv.28-33). Cabe notar solamente –para terminar de construir el marco redaccional– que esta parábola y las dos siguientes, la de los viñadores homicidas (vv.33-46) y la del banquete nupcial (22:1-14) no fueron explicadas a los discípulos sino a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo, introducidos en 21:23. Saduceos y fariseos actuarán a partir de 22:15.23.34.41, y en 23:1 Jesús empieza a hablar, esta vez sí, a la gente y a sus discípulos, pero acerca de los escribas y fariseos.
Por tanto, debemos leer la parábola de hoy (21:28-32) como dicha, no a los discípulos sino a las autoridades religiosas del templo. Sólo así se puede entender. Jesús, usando una exquisita retórica, les hace tragar el anzuelo sin que se den cuenta. Como “conocedores de Dios”, les está señalando que representan el mal hijo que dice hacer la voluntad del padre (= Dios) pero que después no la cumple. Es tan claro el ejemplo propuesto, que ellos mismos contestan que quien hizo la voluntad de Dios era el hijo que primero dijo que no pero luego hizo lo mandado por su padre (v.31).
¿Cuál es entonces la aplicación a los sumos sacerdotes y ancianos? En el mismo orden que en la parábola, los publicanos y las rameras son quienes “hacen la voluntad del padre”, porque aceptan el mensaje de Jesús, aunque en su vida anterior parecían decirle que “no” a Dios. Por eso entrarán primero en el Reino de Dios (v.31). Ellos creyeron en Juan, cuando vino “en camino de justicia” (v.32). No así los interlocutores de Jesús, como subraya el final del relato (vv.32b-33). Menos iban a aceptar la enseñanza de Jesús, si a Juan no le creyeron. No hay un relato sobre esto último (en 4:7-12 son los fariseos y los saduceos los que escuchan la invectiva de Juan, con el reclamo de un “digno fruto de conversión”).
Conviene ahora seguir leyendo. La parábola de los viñadores homicidas está dirigida a aquellas mismas autoridades del templo, y en el templo. El episodio del “hijo” del dueño de la viña (vv.37-39) es una indicación de lo que le pasará a Jesús mismo en pocos días. También en este caso, Jesús presenta la situación de una forma tan sutil, que sus interlocutores no pueden sino concluir: “A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores...”. Esto se confirma con la cita de Isaías sobre la piedra desechada (v.42), cita que termina nuevamente con el anuncio de un traspaso del Reino de Dios (“se os quitará...”, v.43).
Y ahora tenemos el final, que cierra todas las escenas con gran coherencia, aunque incluyendo esta vez a los fariseos, que no estaban en el v.23:
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que se estaba refiriendo a ellos” (v.45).
El plural “parábolas” se refiere a las dos anteriores, la primera de las cuales es la lectura dominical de hoy. La predicación de Jesús en el templo era efectivamente la de un profeta, como la misma gente había correctamente interpretado (v.46). La amenaza de muerte que señala el final del v.46 nos propone claramente el ejemplo de Jeremías, cuya predicación en la entrada del templo le ocasionó su prisión y juicio (Jeremías 7 y 26).
La pregunta que podemos hacernos es: ¿Cuál de los dos hijos representamos en nuestra relación con Dios? ). La otra pregunta que cabe también es: ¿Cómo las autoridades religiosas reciben la palabra crítica de los profetas de hoy?
Las otras lecturas
Filipenses 2:1-13
La conexión de la exhortación de Pablo a los Filipenses con el pasaje del evangelio se debe probablemente a la idea final, en el v.13 (literariamente, el inicio de la siguiente sección, vv.13-18), donde los vocablos “obedecer” y “trabajar” nos acercan a la parábola de los dos hijos. Toda la perícopa, ciertamente, es un estímulo efusivo a la humildad al ejemplo de Cristo. La inclusión del célebre himno cristológico, prepaulino (vv.6-11) –centrado en una oposición entre Adán y Cristo– establece un paradigma inconfundible e inagotable. Leído esta vez en el marco litúrgico de la parábola del evangelio, permite una referencia hermenéutica a los mismos interlocutores de Jesús, que peleaban por la “autoridad” en el ámbito del templo.
Ezequiel 18:1-4
El breve pasaje del libro de Ezequiel –en parte paralelo con el cap. 33:10-20 (texto leído parcialmente en la liturgia del domingo 8 de este mes– nos enseña a no culpar a otros por lo que nos pasa. En relación con el evangelio de hoy, el hijo que no hace la voluntad de su padre no puede excusarse en otros por nada. Es responsable de sus acciones. Y el hijo que hace su voluntad, es el justo del que sigue hablando el texto profético (v.5).
Salmo 25:1-9
Esta oración recoge los sentimientos que fueron surgiendo en nuestros corazones en la medida que reflexionábamos sobre el evangelio y las otras lecturas. Ahora ya no es reflexión sino plegaria. Le decimos a Dios que nos muestre sus caminos, que nos guíe en su verdad. La actitud de quien ora con el salmista es la del hijo que hace la voluntad de su padre