Mateo 2:1-12
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Isaías 60:1-6; Salmo 72; Efesios 3:1-12;
Análisis
El nacimiento de Jesús fue un hecho inadvertido por las personas de su tiempo. Tan solo unos pocos se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo. Es evidente que la intención de Dios no fue provocar un evento espectacular sino por el contrario un hecho pequeño y simple –y muy cotidiano- como lo es un nuevo bebé en la tierra y un grupo de personas que se alegran por él. El texto menciona a unos viajeros de oriente entre los pocos que no estando cerca del lugar se dieron cuenta del nacimiento.
La mención de los sabios de oriente – debe evitarse hablar de “magos”, pues en realidad no lo eran – representan el recurso a una forma de saber alternativa a la ciencia de los poderosos de la época. Es bueno recordar que Herodes había llevado adelante una política de alineación con Roma y eso lo había conducido a aceptar una fuerte influencia cultural que se imponía sobre las tradiciones propias. Si la tecnología que utilizaba Herodes para sus grandiosas obras de construcción venía del mundo occidental, con ella también venían los sistemas de pensamientos, las religiones, los valores.
El texto resalta que fue en oriente donde un grupo de sabios supo interpretar los signos de los tiempos y se pusieron en marcha para adorarlo. En contraste, el representante de Roma no solo no se había dado cuenta de la llegada del salvador sino que cuando se entera simula interés en adorarlo con la intención de deshacerse de él para impedir que lo destrone. Es que los sabios le anunciaron que “el rey de los judíos” había nacido, y Herodes no podía dejar de preocuparse. Él era un usurpador del trono de Israel, y si un verdadero rey nacía la gente iría tras del legítimo monarca. Herodes no entendió cuál era la verdadera identidad de Jesús pero de todas maneras decidió que este niño debía morir.
Hay dos temas centrales en esta unidad. Uno es el reconocimiento del pequeño Jesús por parte de aquellos de quienes menos se lo espera. No son los poderosos los que se alegran por su llegada sino los humildes y –en este texto en particular- los sabios extranjeros. Que trajeran ofrendas no debe hacernos pensar que eran ricos. Más bien lo que está detrás de esos presentes es el mostrar la alta estima que tenían por el niño y el reconocimiento de su carácter de rey.
El segundo tema es el conflicto de proyectos entre Herodes y los sabios. Es interesante de ver que los sabios no conocen de la existencia del niño por su propia sabiduría. No es su ingenio el que les conduce ante el rey sino el disponerse a seguir las señales que Dios pone en su camino. Pero las siguen para adorarlo, no para evitar su reinado. En la otra vereda, el poderoso rey Herodes utiliza sus conocimientos – y el de sus sacerdotes y escribas- para buscar oponerse al plan de Dios.
Énfasis para la predicación
Entendemos que este pasaje debería ser utilizado en la predicación para enfatizar tres aspectos:
1. Dios se muestra a los pequeños
2. Él nos dirige a un encuentro con su persona
3. Nuestra vida se enriquece con su presencia
1. Dios se muestra a los pequeños y se esconde a los poderosos. Esto quiere decir que se muestra como es a los pequeños. Y también se muestra a los poderosos pero aunque lo ven sucede que no lo entienden. Los valores que rigen la vida de los poderosos les impiden ver en el niño al salvador. Por el contrario lo ven como adversario, como aquel que cuestionará su poder, y como alguien que viene a poner en evidencia su ingratitud y su dureza de corazón. Lo que aleja a Herodes del niño de Belén no es la actitud de Dios sino su propio egoísmo que lo lleva a anteponer su ambición personal y la de su grupo social a los intereses de las mayorías de las que se sirve. Eso nos debe hacer pensar en nuestra propia aproximación al Cristo ¿Cómo nos preparamos para acercarnos a Jesús? Si no dejamos de lado nuestras mezquindades no seremos capaces de entender qué sucedió aquella noche ya lejana pero tan próxima a quienes se disponen a aceptar su mensaje.
2. Dios conduce al encuentro con él. En ocasiones creemos que somos nosotros los que nos acercamos a Dios. Eso puede ser una sensación: decimos que buscamos a Dios, que lo necesitamos, que estamos dispuesto a seguirle, etc. En realidad es él quien nos conduce hasta su Hijo y quien nos muestra el camino que conduce a su reino. Así como los sabios se dejaron guiar por la estrella –y luego por revelación no fueron de vuelta hacia Herodes- nuestra vida debe estar dispuesta a dejarse guiar por los signos que Dios pone en nuestra vida. Es algo muy arrogante creer que somos nosotros los que nos disponemos a servir a Dios, como si fuéramos tan buenos que deseamos hacer su voluntad casi como un favor al creador. Pero la perspectiva cambia cuando constatamos que es él quien nos viene a buscar donde estamos –recordemos la parábola de la oveja perdida- y nos conduce hasta su presencia. Así como lo hicieron los sabios nosotros debemos dejarnos guiar por la perspectiva de Dios que nos conducirá hacia su Hijo.
3. Quienes lo reconocen le ofrecen lo mejor que tienen. Los sabios entregaron metales preciosos y sustancias aromáticas. Eran objetos valiosos propios de los reyes, pero el símbolo que está detrás de ellos es que entregaron sus mejores pertenencias. Uno podría engañarse creyendo que esto se refiere a donar las pertenencias materiales pero en el desarrollo del evangelio llegaremos a saber que esa entrega va a consistir en dar la vida misma. Pero la vida dada a Cristo no es una vida que se pierde como cuando damos una moneda sino por el contrario es una vida ganada para servir al prójimo, para alabar a Dios y para construir un mundo más humano. Las ofrendas de los sabios de oriente anuncian que lo que ha de reclamar Jesús de sus discípulos: que lo más preciado sea puesto a su servicio.
La predicación puede también aludir a Isaías 60:1-6 donde se anuncia que a la oscuridad que prevalecerá sobre la tierra Dios opondrá la luz de su presencia entre las naciones. Refiere a un tiempo de angustia y silencio por la situación social durante el período posterior al exilio babilónico. En esa época surgió el clamor por un Mesías que liberar a Israel de sus penurias. En ese sentido, el nacimiento de Jesús vino a poner por obra la esperanza centenaria de que el creador se manifestara a través de su Mesías. Y de que este Mesías traería salvación a la tierra.
Análisis
El nacimiento de Jesús fue un hecho inadvertido por las personas de su tiempo. Tan solo unos pocos se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo. Es evidente que la intención de Dios no fue provocar un evento espectacular sino por el contrario un hecho pequeño y simple –y muy cotidiano- como lo es un nuevo bebé en la tierra y un grupo de personas que se alegran por él. El texto menciona a unos viajeros de oriente entre los pocos que no estando cerca del lugar se dieron cuenta del nacimiento.
La mención de los sabios de oriente – debe evitarse hablar de “magos”, pues en realidad no lo eran – representan el recurso a una forma de saber alternativa a la ciencia de los poderosos de la época. Es bueno recordar que Herodes había llevado adelante una política de alineación con Roma y eso lo había conducido a aceptar una fuerte influencia cultural que se imponía sobre las tradiciones propias. Si la tecnología que utilizaba Herodes para sus grandiosas obras de construcción venía del mundo occidental, con ella también venían los sistemas de pensamientos, las religiones, los valores.
El texto resalta que fue en oriente donde un grupo de sabios supo interpretar los signos de los tiempos y se pusieron en marcha para adorarlo. En contraste, el representante de Roma no solo no se había dado cuenta de la llegada del salvador sino que cuando se entera simula interés en adorarlo con la intención de deshacerse de él para impedir que lo destrone. Es que los sabios le anunciaron que “el rey de los judíos” había nacido, y Herodes no podía dejar de preocuparse. Él era un usurpador del trono de Israel, y si un verdadero rey nacía la gente iría tras del legítimo monarca. Herodes no entendió cuál era la verdadera identidad de Jesús pero de todas maneras decidió que este niño debía morir.
Hay dos temas centrales en esta unidad. Uno es el reconocimiento del pequeño Jesús por parte de aquellos de quienes menos se lo espera. No son los poderosos los que se alegran por su llegada sino los humildes y –en este texto en particular- los sabios extranjeros. Que trajeran ofrendas no debe hacernos pensar que eran ricos. Más bien lo que está detrás de esos presentes es el mostrar la alta estima que tenían por el niño y el reconocimiento de su carácter de rey.
El segundo tema es el conflicto de proyectos entre Herodes y los sabios. Es interesante de ver que los sabios no conocen de la existencia del niño por su propia sabiduría. No es su ingenio el que les conduce ante el rey sino el disponerse a seguir las señales que Dios pone en su camino. Pero las siguen para adorarlo, no para evitar su reinado. En la otra vereda, el poderoso rey Herodes utiliza sus conocimientos – y el de sus sacerdotes y escribas- para buscar oponerse al plan de Dios.
Énfasis para la predicación
Entendemos que este pasaje debería ser utilizado en la predicación para enfatizar tres aspectos:
1. Dios se muestra a los pequeños
2. Él nos dirige a un encuentro con su persona
3. Nuestra vida se enriquece con su presencia
1. Dios se muestra a los pequeños y se esconde a los poderosos. Esto quiere decir que se muestra como es a los pequeños. Y también se muestra a los poderosos pero aunque lo ven sucede que no lo entienden. Los valores que rigen la vida de los poderosos les impiden ver en el niño al salvador. Por el contrario lo ven como adversario, como aquel que cuestionará su poder, y como alguien que viene a poner en evidencia su ingratitud y su dureza de corazón. Lo que aleja a Herodes del niño de Belén no es la actitud de Dios sino su propio egoísmo que lo lleva a anteponer su ambición personal y la de su grupo social a los intereses de las mayorías de las que se sirve. Eso nos debe hacer pensar en nuestra propia aproximación al Cristo ¿Cómo nos preparamos para acercarnos a Jesús? Si no dejamos de lado nuestras mezquindades no seremos capaces de entender qué sucedió aquella noche ya lejana pero tan próxima a quienes se disponen a aceptar su mensaje.
2. Dios conduce al encuentro con él. En ocasiones creemos que somos nosotros los que nos acercamos a Dios. Eso puede ser una sensación: decimos que buscamos a Dios, que lo necesitamos, que estamos dispuesto a seguirle, etc. En realidad es él quien nos conduce hasta su Hijo y quien nos muestra el camino que conduce a su reino. Así como los sabios se dejaron guiar por la estrella –y luego por revelación no fueron de vuelta hacia Herodes- nuestra vida debe estar dispuesta a dejarse guiar por los signos que Dios pone en nuestra vida. Es algo muy arrogante creer que somos nosotros los que nos disponemos a servir a Dios, como si fuéramos tan buenos que deseamos hacer su voluntad casi como un favor al creador. Pero la perspectiva cambia cuando constatamos que es él quien nos viene a buscar donde estamos –recordemos la parábola de la oveja perdida- y nos conduce hasta su presencia. Así como lo hicieron los sabios nosotros debemos dejarnos guiar por la perspectiva de Dios que nos conducirá hacia su Hijo.
3. Quienes lo reconocen le ofrecen lo mejor que tienen. Los sabios entregaron metales preciosos y sustancias aromáticas. Eran objetos valiosos propios de los reyes, pero el símbolo que está detrás de ellos es que entregaron sus mejores pertenencias. Uno podría engañarse creyendo que esto se refiere a donar las pertenencias materiales pero en el desarrollo del evangelio llegaremos a saber que esa entrega va a consistir en dar la vida misma. Pero la vida dada a Cristo no es una vida que se pierde como cuando damos una moneda sino por el contrario es una vida ganada para servir al prójimo, para alabar a Dios y para construir un mundo más humano. Las ofrendas de los sabios de oriente anuncian que lo que ha de reclamar Jesús de sus discípulos: que lo más preciado sea puesto a su servicio.
La predicación puede también aludir a Isaías 60:1-6 donde se anuncia que a la oscuridad que prevalecerá sobre la tierra Dios opondrá la luz de su presencia entre las naciones. Refiere a un tiempo de angustia y silencio por la situación social durante el período posterior al exilio babilónico. En esa época surgió el clamor por un Mesías que liberar a Israel de sus penurias. En ese sentido, el nacimiento de Jesús vino a poner por obra la esperanza centenaria de que el creador se manifestara a través de su Mesías. Y de que este Mesías traería salvación a la tierra.
