Mateo 16:21-28

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El texto del primer evangelio que toca en este domingo se compone de dos secciones, muy relacionadas entre sí: 16:21-23 y 24-26. La primera constituye el primer anuncio de la pasión, y la segunda señala las condiciones del seguimiento de Jesús. En un “cierre” doctrinal (vv.27-28), aparentemente desconectado, Jesús alude a su retorno en gloria para “juzgar” según las conductas, acontecimiento que es indicado como próximo.

Los anuncios de la pasión

Según la tradición sinóptica, tres veces anticipa Jesús su pasión y resurrección. Dado que tales predicciones aparecen en lugares redaccionales muy significativos –y en los tres sinópticos con la misma estructura– conviene hacer una tabla con los paralelos, y luego añadir un par de observaciones.































































 



Confesión


de
Pedro



Anun. I


 



Seguimiento



Transfigur.



Elías


 



Epiléptico


 



Anun.
II



¿Quién
es el mayor?



Otros


 


 



Anun.
III


 



Zebedeo



Servir



Mc



8:27-30



31-33



34-37
[38-9:1]]



9:2-8



9-13



14-29



30-32



33-37



........



10:32-34



35-40



41-45



Lc



9:18-21



22



23-25
[26-27]



28-36



 ––



37-43a



43b-45



46-48



........



18:31-33



 ––



22:24-27



Mt



16:13-20



21-23



24-26
[27-28]



17:1-8



9-13



14-21



22-23


[24-26
tributo]



18:1-5



........



20:17-19



20-23



24-28




Ponemos primero a Mc por ser la base (parcial) de los otros dos, y dejamos a Mt en último lugar por el carácter redaccional que lo caracteriza (agrupa los discursos de Jesús en cinco “bloques”, tal vez para presentar una especie de “Pentateuco jesuánico”).

Observaciones

1) Es notable la permanencia de una “cadena” narrativa en los tres sinópticos, especialmente desde la confesión de Pedro hasta el II anuncio de la pasión-resurrección con su complemento sobre quién es el mayor. En cambio, el III anuncio está separado por una serie de episodios intermedios (8 en Mc, 67 en Lc!, 12 en Mt). Esto tiene que ver con el programa narrativo de cada autor.

2) Lc muestra dos omisiones significativas: la reflexión de Jesús sobre Elías (pues Lucas destaca que Jesús es el nuevo Elías, en especial en el cap. 7) y la petición de la madre de los hijos de Zebedeo. Además, Lucas traslada al contexto de la última cena el logion de Jesús sobre el servicio en la comunidad fraternal que él instituye. El dato es redaccionalmente significativo.

3) Mt inserta la escena del tributo del templo en 17:24-26, que no tiene paralelo en los otros evangelios.

4) Los tres sinópticos adosan al I anuncio de la pasión-resurrección un logion que no es esperado en ese lugar, pero que está conectado redaccionalmente, como vamos a ver.

El texto de este domingo (Mt 16:21-28)

Como se comprueba por el recuadro anterior, la lectura del evangelio de hoy transcribe el primer anuncio de la pasión-resurrección, hecho por el propio Jesús, junto con las exigencias de su seguimiento por discípulos voluntarios.
¿Nunca nos hemos preguntados por qué la tradición sinóptica ha colocado unánimemente en este lugar redaccional tales dichos de Jesús? En realidad, basta releer el episodio anterior para darnos cuenta del motivo. La confesión de Pedro señala a Jesús como Mesías (compárese con las otras cuatro posibilidades indicadas en el v.14, todas “proféticas”). Aquella era otra posibilidad, interesante e interesada por cierto. La esperanza mesiánica estaba instalada en la conciencia colectiva del pueblo judío en ese tiempo, y ya estaba claramente afirmada en el siglo II antes de nuestra era, como lo prueban tantos textos esenios de Qumrân. El problema era “¿quién?”.

Cuando escriben los autores de los evangelios, la mesianidad pascual de Jesús ya es un dato de la tradición. Jesús (nombre propio) es Cristo (título), como si fuera una confesión de fe: “Jesús es el Mesías esperado”. Pero esa no fue la manifestación de Jesús en su itinerario terrestre. La pregunta que él mismo hace a sus discípulos (“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?) denota que su mesianidad no era evidente, ni mucho menos. A esta altura de la narración evangélica, Jesús es presentado más bien como profeta y como maestro. Su mesianidad es una especulación o, si se quiere, una cuestión hermenéutica, una deducción a partir de algo. Por eso, cuando Pedro la afirma, Jesús le señala que esa identidad le fue revelada por el Padre (v.17). Como si dijera: no es lo que se ve exteriormente sino algo que tiene que ser “dicho” desde la divinidad. ¿La razón? Mateo la señala en el último episodio de su evangelio: es el Jesús resucitado quien tiene “todo poder en el cielo y en la tierra” (28:18). Pero su itinerario terrestre es ocupado por otras tareas.
Por eso en 16:20, la frase que precede a la lectura de este domingo, Jesús cerraba el encuentro diciendo a sus discípulos “que no dijesen a nadie que él era el Mesías”. Lo era pero no se veía; lo era, pero era identificado sólo por revelación. ¿Por qué este “secreto mesiánico”, destacado en la triple tradición (cf. Mc 8:30 y Lc 9:21, “les conminó que a nadie dijeran...”)?

Mt 16:21-23

La respuesta está en el texto propuesto para este domingo. El inciso “desde entonces” que abre la perícopa de 16:21-23) quiere decir que, para entender la afirmación del v.20, hay que leer y entender este primer anuncio de la pasión-muerte-resurrección. La nueva identidad que Jesús hace valer, es la del Siervo sufriente y exaltado de Isaías 52:13-53:12. Por lo visto, a los discípulos no se les había ocurrido... Y menos a Pedro, contento con su acierto anterior. Por eso protesta a Jesús, en secreto (v.22). Muy buena era su intención (hubiera preferido un despliegue mesiánico) pero estaba despistado, como en la escena de la transfiguración, 17:4. Se lo aclara Jesús mismo, de tres maneras:

1. “¡Quítate de mi vista, Satanás!”. ¿Por qué llamarlo de esta manera? Mateo quiere relacionar este episodio con el de 4:1-11 (las tentaciones en el desierto). En ambos casos –la propuesta del diablo y la “negación” de Pedro, ¡la primera!– implican un desvío de la misión del Siervo sufriente, el camino previo a la exaltación y entronización mesiánica pascual. Estas conexiones son fundamentales para entender los evangelios.

2. “Tropiezo eres para mí” (sólo en Mt): El texto griego usa el término skándalon, que significa “trampa, lazo”, en la que uno es atrapado. Dicho de otra manera, la frase de Pedro, de haber sido consentida, equivaldría a una frustración en el proyecto de Jesús.
¿No nos sucede a veces que “no entendemos” los proyectos de otros porque nos parecen dificultosos y sacrificados? La abnegación y el sacrificio de personas entregadas a tareas de solidaridad, pueden suscitar la misma actitud de Pedro ante el anuncio de Jesús.

3. “Tus pensamientos no son los de Dios sino los de los humanos”. ¿El camino del triunfo y de los honores, o el del servicio por una causa realmente digna, aunque ligada al conflicto, al rechazo y la misma muerte?
Este diálogo entre Pedro y Jesús es omitido por Lucas, quien trata de “dejar bien” a los apóstoles, que para él son los “modelos” de la ekklêsía que describe en los Hechos.

Ahora podemos volver atrás, y prestar más atención al anuncio mismo de Jesús. No focaliza el problema en Galilea sino en Jerusalén. La desconfianza y falta de credibilidad de los nazaretanos, sus compatriotas (Mt 13:53-58), era una cuestión de interpretación de las prácticas de Jesús. Pero en Jerusalén están “los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas”, tres instancias de poder que por algo no podían aceptar el mensaje de Jesús. Los relatos mismos de este evangelio lo van diciendo. Los nazaretanos no podían “comprender” a Jesús, demasiado “vecino” para ser profeta para ellos. Las autoridades de Jerusalén, en cambio, no podían “aceptar” su mensaje y su fama. Y no se trata de los poderes políticos imperiales sino de los religioso-políticos internos. Nótese, por otra parte, que no están incluidos los fariseos.

Pues bien, Jesús debía “sufrir muchas cosas” de parte de aquellos poderes religiosos. El texto no dice “mucho” (polú), como si se tratara de intensidad, sino de “muchas cosas” (pollá). Pero es posible un plural de intensidad. Lo importante es que la perspectiva no es optimista para Jesús; con todo, no desvía el camino sino que está dispuesto a enfrentar los poderes que ya lo tienen fichado (ver 12:14).

Mt 16:24-26

A continuación –y por tanto en relación directa con el primer anuncio– Jesús pone las condiciones para seguirlo. La idea es, evidentemente, presentar a Jesús como paradigma de sus discípulos. Mateo refiere el dicho que sigue “a sus discípulos”, Marcos era más amplio (“la multitud junto con sus discípulos”), en tanto Lucas será plenamente universal: “a todos”. Mateo está más interesado en las relaciones “maestro-discípulos”, que comúnmente tienen un círculo limitado. Es interesante notar que Jesús no exige tomar su cruz (como lo hizo el cireneo, o metafóricamente cualquiera después de él) sino la de uno mismo. ¿Por qué? Si uno lleva la cruz de otro, es un abnegado y solidario; pero si lleva la propia, es un responsable y perseverante. Jesús no pide ayuda sino que cada uno se comprometa tanto con su mensaje (“ir en pos de mí”), que llegue a ser rechazado y martirizado como él. Es una apelación a la responsabilidad total, hasta el extremo de lo posible. Y sin desfallecer (Lucas añade: “cada día”, y repite la exigencia de llevar la cruz en 14:27). De otra manera, él no sería paradigma ni modelo. Y los discípulos no serían como el maestro.
Son palabras terribles, si las reflexionamos correctamente.

El seguimiento de Jesús no es compulsivo ni obligatorio. Pero tiene que ser en serio. Movimientos como el de Jesús no pueden ser obligatorios, sino que son opcionales; por eso pueden ser exigentes. ¿Somos cristianos por nacimiento, por cultura, o por convicción? ¿Estamos insertados en el movimiento de Jesús, o pertenecemos a una religión que sólo recuerda uno de sus títulos (“cristianismo”)?

Mt 16:27-28

Se trata de un agregado de tono apocalíptico (parusía gloriosa y próxima, con los ángeles), inspirado en la tradición de Daniel 7:13-14 (ver también 1 Tesalonicenses 4:15). En Marcos y Mateo el tema de la venida del Hijo del hombre concluye el dicho de Jesús sobre quien se avergonzare de él, mientras que en Mateo (que omite ese dato, porque lo había insertado en 10:33) es el inicio de una afirmación sobre la retribución a cada uno “según su obra / conducta” (katà tên prâxin autoû), frase casi textual del Salmo 61:13b LXX.

Las otras lecturas

Romanos 12:9-21

Si el pasaje del evangelio da el tono de la reflexión –y por tanto de la predicación– para este domingo, las otras lecturas están relacionadas justamente por tocar aspectos del tema del evangelio. Dentro del Nuevo Testamento, el pasaje de Romanos 12:9-21 destaca aspectos de la praxis cristiana que se desprenden de aquella exigencia del “maestro”. El llenar los carismas “en la medida de nuestra fe” (v.6b) habla de aquella mayor o menor intensidad en el seguimiento de Jesús que comentamos anteriormente. La otra conexión con el texto evangélico es la doble referencia a la tribulación y a la persecución (vv.12 y 14). El final (“vence el mal con el bien”) es una propuesta difícil, sobre todo hoy día, pero que tiene que ver con el seguimiento de quien practicó esa máxima exigente. Cada uno puede tener ejemplos de haber obrado de esta manera, o no.

Salmo 26:1-8

Las dos lecturas del Antiguo Testamento (Jeremías 15:15-21 y Salmo 26:1-8) sólo rozan aspectos de la perícopa del evangelio. El canto del Salterio es directamente una oración de quien camina (vv.1 y 3) en la verdad y no anda en malas compañías (vv.4-5). Se puede relacionar con la exigencia del modelo evangélico. Pero, como oración que es, debe surgir espontáneamente del testimonio de vida, para que no sea vacía.

Jeremías 15:15-21

El pasaje de Jeremías es el fragmento de una de sus “confesiones” (11:18-12:5; 15:10-21; 17:14-18; 18:18-23; 20:7-18). No es el término más feliz, pero así las ha denominado la tradición exegética. Como si fueran confesiones de la intimidad del profeta para con su Dios. El fragmento de la del cap. 15 destaca la adhesión de Jeremías a la palabra de Yavé (v.16) pero es también una oración del profeta perseguido (v.15), lo que se asocia al tema del evangelio. Por lo demás, el sufrimiento del profeta tiene que ver con su propia vocación de anunciador y testigo de la Palabra de Dios, quien no lo abandona sino que lo confirma con estas palabras: “contigo estoy yo, para librarte y salvarte” (v.20b).
Este pasaje del libro de Jeremías viene bien, en el marco temático de este domingo, para dos observaciones que conviene predicar:

1. Jeremías es la figura profética más afín con la vida de Jesús. Su predicación crítica, desenmascaradora (recordemos el sermón sobre el templo, cap. 7) y acusadora le valió la persecución, la cárcel, el desprecio y un “juicio de muerte” (cap. 26).

2. Este cap. 26 (crítica al templo, juicio, cárcel) nos da el “modelo” seguido por la tradición evangélica para relatar la pasión de Jesús. Una lectura atenta de este episodio de la vida de Jeremías hará saltar a la vista los múltiples paralelos con el relato evangélico.

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