Mateo 13:1-9,18-23

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Salmo 65; Isaías 55:10-13; Romanos 8:1-11; Mateo 13:1-9,18-23

Introducción

Mt 13 es el tercero de los cinco grandes discursos del EvMt, luego del Sermón del Monte (Mt 5-7) y la instrucción misionera de Mt 10. Mt 13 es un conglomerado de siete parábolas sobre el Reino, tres de las cuales ya estaban agrupadas en Mc 4.
En su enseñanza, muchos maestros judíos solían emplear comparaciones, parábolas e ilustraciones para inculcar los puntos centrales de sus lecciones. En el NT, este género didáctico sólo aparece en la instrucción de Jesús, con un sesgo muy importante: la consideración del mundo de las familias de agricultores. A pesar del carácter masivo de este sector de la población del imperio romano en tiempos neotestamentarios, el mismo frecuentemente fue dejado de lado por las elites literarias de la época. La inclusión de este mundo evidencia que Jesús no sólo tenía su origen en el mundo de la gente “pequeña”, pobre y marginada; sino que buena parte de su ministerio se relacionaba con este ámbito. En ese mundo galileo incluimos por supuesto también los pequeños poblados de esa región, como también las dos ciudades importantes, Séforis y Tiberias.

El sembrador y su explicación

Dentro de Mt 13, los vs. 1-23 constituyen un complejo múltiple y coherente, conformado por la parábola del sembrador, una composición de dichos y la interpretación de la primera parábola. Debido a que la interpretación de la parábola ya estaba conecta a la misma en Mc (y en la fuente de éste), se plantea la pregunta acerca de la relación que guardan ambas piezas mayores, la parábola y su explicación. Para ello, se han ofrecido tres interpretaciones. No sólo exégetas conservadores, sino también un buen número de intérpretes más bien críticos atribuye la parábola y su explicación directamente a Jesús.

En cambio, debido a los rasgos alegorizantes de la interpretación, la mayoría de los exégetas distinguen entre la originalidad jesuana de la parábola y la creación de la explicación por la comunidad primitiva. Esta línea exegética sostenida fuertemente por Joachim Jeremias ve en la parábola un relato construido sobre el contraste entre el aparente fracaso de la siembra y la abundancia de la cosecha, y ubica la historia en el contexto del mensaje escatológico del Reino de los cielos. En cambio, estatuye que en la explicación se produjo una transferencia de lo escatológico a lo psicológico. Este cambio se realizó en el uso didáctico de la parábola por la primera generación, resultando una exhortación a hacerse un “examen de corazón” a partir de los criterios suministrados por la explicación. Esta línea de interpretación está bajo la influencia del postulado que afirma que Jesús sólo contó parábolas y jamás alegorías, y que por ello la explicación del sembrador no puede provenir de él, ya que tiene rasgos alegorizantes.

Una tercera línea de interpretación, con menos defensores, concibe que ambos textos pertenecen a un mismo plano, a saber, el postpascual, siendo creaciones de la joven iglesia que reflejan la situación de la misma, y teniendo por contenido no el Reino, sino la proclamación del Evangelio. Como los argumentos a favor de una creación totalmente postpascual son insuficientes, no tendremos en cuenta esta tercera explicación, que al mismo tiempo crea más dificultades que soluciones.

Con respecto a la evaluación de las dos concepciones más difundidas, la explicación como enseñanza original de Jesús o como alegorización posterior de la iglesia, hay varios factores importantes a tener en cuenta.

Primero, no hay argumentos decisivos para decir que Jesús sólo contó parábolas y jamás alegorías. Siendo la alegorización una tendencia tan difundida en el mundo bíblico (llegando a fines del siglo II y durante el siglo III a perfiles profesionales altamente especializados en la interpretación alegórica de la Escuela de Alejandría), y dado que se constata una inclinación casi natural a introducir alegorizaciones a los textos bíblicos a lo largo de toda la historia cristiana hasta el día de hoy, cabe preguntarse si Jesús realmente pudo haberse mantenido tan “inmaculado” frente a esta práctica cuando literalmente todo su entorno tendía a ella. Él, tan cercano a todo lo popular, ¿realmente pudo abstenerse del todo de una manera sumamente divulgada de explicar las cosas?

Segundo, la afirmación de que la parábola trabaja sobre el encuadre escatológico, dibujando un contraste entre la siembra mayormente perdida y la cosecha abundante, y que en cambio la explicación trabaja sobre un encuadre psicológico, presentando diversas posibilidades de “respuesta a la siembra”, debe ser cuestionada desde dos ángulos. Por una parte, ha quedado demostrado que se ha exagerado demasiado con la cuestión escatológica. Muchas parábolas tratan temas misioneros y éticos de larga proyección en el tiempo, y no meramente cuestiones urgentes “antes del fin inminente”. Por otra, ¿por qué todo ese paseo de la parábola por cuatro tipos de terreno, si lo que supuestamente importa es tan sólo un contraste entre la pérdida y la abundancia? Además, ¿por qué tantos detalles sobre las diferencias de los terrenos? En todo caso es preferible hablar de “escatología agraria” en lugar de escatología a secas, y ver en la parábola una expresión de los anhelos y las utopías de la población rural empobrecida, proyectados al tiempo mesiánico de abundancia de pan, libertad, recuperación de tierras perdidas por deudas, fin del cansancio y la sobrecarga (¡Mt 11,28-30!).

Tercero, desde un enfoque lingüístico y retórico cabe afirmar que lo que en definitiva produce el efecto de sentido sobre nosotros es la forma final del texto; y en este caso, ésta contiene una explicación atribuida a Jesús en el marco de una composición mayor de siete parábolas, dos de ellas con explicación, y una serie de otros dichos menores. En este sentido, nos acercamos aquí al material sinóptico entendiendo que la transmisión evangélica (los primeros compiladores y transmisores, Marcos, Mateo) quiere presentarnos una enseñanza de Jesús actualizada por su propia explicación.

Repaso exegético

Yendo ahora a Mt 13,1-9, notamos que el texto se compone de la descripción del ambiente de enseñanza, la parábola en sí con su cuádruple descripción, y la exhortación a escuchar. Por su parte, a cada descripción del suelo se agrega una aclaración de lo que sucede luego de la siembra.

La parábola ha recibido diversos nombres: parábola del sembrados (título tomado de Mt 13,18), del terreno cuádruple, de la siembra.
V. 1-2: Jesús se ubica en el bote para tener mayor libertad frente a la multitud, y también para facilitar la captación acústica de sus palabras. Luego de una frase redaccional de apertura, Mateo sigue el texto de Mc 4,1-9, con pocas alteraciones, generalmente estilísticas. Ninguno de los cambios afecta el contenido del texto de Mc.
V. 3: El contenido del hablarles (nótese que Mt evita el término enseñar/enseñanza de Mc 4, quizá porque reserve este vocablo para la interpretación de la Ley) es calificado como muchas cosas por parábolas. Esta rótulo es retomado en el v. 10-13 y en las introducciones a otras parábolas en el mismo capítulo y en otros. El objetivo de la enseñanza en parábolas será materia de discusión en los vs. 10-17. Si bien Mateo agrupa aquí siete parábolas, éstas son meramente representativas para muchas más, pues transmite muchas cosas por medio de parábolas.

La genialidad de las parábolas de Jesús consiste en su habilidad de transformar las cosas, los objetos y las acciones de la vida diaria en vehículos para una verdad que él considera que debe enseñar.
Comenzando ahora con la primera parábola, llama la atención el hecho de que el primer sujeto agente es el sembrador, pero luego la función de principal agente es ejercida por la semilla.

V. 4: Dalman y Jeremias sostienen que para entender el desarrollo de la parábola, es decisivo saber que en aquel entonces se araba la tierra recién después de la siembra, lo cual ayudaría a explicar parte del múltiple fracaso casi como un hecho programado de antemano, sin posibilidad alguna de evitar el malogro. Otros exégetas sostienen que se seguía el orden actual: arar – sembrar.

Se sembrada al voleo con la mano, tirando la semilla sobre la tierra; o mediante una bolsa con un agujero, portada por un animal.
El camino es uno de los tantos senderos que cruzaban los campos en diversas direcciones. Sobre el suelo endurecido por las pisadas, las semillas eran presa fácil de las aves.

Vs. 5-6: El término petródes, traducido por pedregal, remite a un terreno que tenía apenas una fina capa de tierra sobre una base de piedra caliza. Ese estrato de tierra permitía un primer surgimiento de las plantitas, pero no la formación de raíces para una adecuada absorción del agua y elementos nutritivos, necesarios para un desarrollo completo de la planta.

V. 7: Los espinos eran cardos, ya crecidos si se trataba de un terreno aún no arado, o nuevamente surgidos de sus semillas juntamente con las tiernas plantas útiles en un terreno previamente arado. Si se trata de lo primero, se presupone que a la hora de la siembra aún no se veían esas plantas dañinas.

V. 8: Finalmente se establece el contraste sorprendentemente positivo. No queda claro si el relator piensa la acción a partir de la buena tierra o de la semilla. El resultado sobrepasa casi lo real. En el valle del Jordán se conocían cosechas cuya cantidad de granos podía oscilar entre diez y cien veces la cantidad de granos sembrados. Para el término medio del país, se solía contar con una cosecha cercana a diez veces la inversión, de manera que las tres figuras de cien, sesenta y treinta veces (Mateo invierte el orden que presenta Marcos) son superabundantes para el contexto galileo.

V. 9: el llamado a oír alude a la costumbre de aprender prestando mucha atención al maestro, y a la vez construye un puente a la reflexión sobre el carácter de la enseñanza en parábolas. Luego de esta extensa reflexión el discurso introduce redaccionalmente la explicación de la parábola.

V. 18-23: Lo sembrado es identificado como o lógos tes basiléias, la palabra del Reino. Esta fórmula única en todo el NT constituye un equivalente a la fórmula el evangelio del Reino, que aparece sólo en Mt 4,23; 9,35 y 24,14. Se trata de la médula (o, si se quiere usar un término metafísico, de la esencia) de la proclamación de Jesús acerca de la venida del Reino en su persona y a través de su ministerio. Esto implica que Jesús mismo es el sembrador, y que la parábola en última instancia habla sobre el rechazo y la aceptación de su persona y su mensaje.

Mateo focaliza toda la atención sobre la calidad de los respectivos terrenos. Cada uno representa un determinado tipo de oyentes en situaciones y con actitudes muy específicas. La explicación, que sigue paso tras paso el desarrollo del relato, mezcla la estructura de la parábola con el lenguaje y las experiencias misioneras del joven cristianismo: oír la palabra, el malo, recibir (la palabra) con gozo, aflicción, persecución por causa de la palabra, afán de este siglo, engaño de las riquezas, entender, dar fruto. El lenguaje parabólico oscila entre la equiparación de las personas con la semilla y con el terreno, mezclando levemente las imágenes, pero sin quitarles claridad.

Se ha señalado la posibilidad de una correspondencia “subterránea” importante entre esta parábola y el Shemá (Deut 6,4-5), con su confesión y el mandato de amar al Señor, tu Dios. Se constatan los siguientes paralelos: la referencia al corazón; la advertencia sobre la tribulación y la persecución, que puede relacionarse con la negación de amar a Dios con toda el alma; la referencia a la riqueza, que puede conectare con todas las fuerzas. Ante la gran importancia del Shemá en el mundo judío, es ciertamente posible que Jesús haya tenido en mente este texto sagrado al formular la parábola del sembrador. Con ello también quedaría establecida una continuidad teológica y práctica entre ambos “testamentos” (hablamos aquí de “testamentos” con toda la reserva del caso). Esta posibilidad queda empero en el terreno de la especulación hipotética.

Un par de reflexiones

Las parábolas de Mt 13 son particularmente importantes como elaboraciones instructivas sobre la naturaleza del Reino y sobre su rechazo y su aceptación y con ello, el aparente fracaso y el éxito de la misión desarrollada por Jesús mismo. Quienes reciben la proclamación del Reino reaccionan de diferentes maneras, y no todas ellas son productivas ni iguales.

El meollo de la parábola no consiste en la actividad del sembrador (a pesar del título tradicional) y ni siquiera en la siembra, sino en el destino de la siembra, que depende directamente del tipo de suelo que le toca. Precisamente a ello apunta la explicación. El fracaso y el éxito son vistos desde la perspectiva del rendimiento, de allí la detallada descripción del entorno de cada grupito de siembra. Las circunstancias del entorno no son producto del azar, como lo puede ser la siembra en sí, sino que son abarcados por la gracia de Dios (Mt 13,10-17) e incluyen la responsabilidad de quienes oyen la palabra (Mt 13,18-23). Plan de Dios y respuesta humana: he aquí nuevamente el misterio con el que nos hemos topado en Mt 11.

Para comprender la explicación de la parábola, es decisivo tener en mente el objetivo de la parábola, que puede sintetizarse en la oposición entre receptividad y no-receptividad del mensaje del Reino. Ahora bien, este esquema no es rígido. La parábola y particularmente la explicación insinúan la posibilidad de procesos con altibajos y retrocesos. Más allá de momentos en la vida de una persona, esto puede extenderse también a la vida de una Iglesia, que pasa lentamente de una etapa eufórica, decidida y convencida a una vida vegetativa, en la que todo su ímpetu se va apagando, consumiendo y ahogando.
Aquí también cabe establecer un vínculo a la simpatía de la que goza el modelo de la teología de la prosperidad; y el cambio abrupto que producirá cualquier cambio de situación en quienes se aferren a este esquema. La imprudencia de este modelo confirma la imagen de las espinas.
Por su parte, el engaño de las riquezas no terminó al desaparecer el mundo de la antigüedad bíblica y mediterránea. Continúa siendo un factor dominante en el mundo moderno, en el cual el modelo neoliberal globalizado promete un buen estándar de vida a todos los que aceptan sus imposiciones. El estallido de la herida socioeconómica argentina a partir de diciembre de 2001 confirma trágicamente la profunda verdad de la fórmula el engaño de las riquezas, cuyo cáncer mortal ya tiene todo el cuerpo tomado, pero que a pesar de todo sigue engañando a muchos de sus miembros.

Hacia la predicación

- Para el crecimiento del Reino es decisivo el oír la Palabra. Este oír no podrá ser reemplazado por ninguna otra modalidad de recepción. Podrá sí ser facilitado, mejorado, acompañado por múltiples maneras y medios comunicativos, pero no podrá ser suplantado por nada. Ahora, ni los mayores esfuerzos ni la mejor adecuación podrá garantizar el éxito de la “inversión”. Al contrario, es mucho más probable que se tenga que “calcular” de antemano con grandes pérdidas y con una correspondiente cuota de frustración.

- La oferta de la proclamación de la palabra del Reino nos coloca ante opciones concretas, pequeñas unas, mayores otras. Ante cada una podemos responder de diferentes maneras. El Reino podrá pedirnos definiciones sencillas o tajantes, desde una palabra valiente hasta el extremo de la resistencia en la persecución.

- Aceptar y vivir el Reino implica también el rechazo de la preocupación de este mundo y del engaño de la riqueza. En términos de la progresión del discurso parabólico, se trata del mayor peligro para la delicada siembra, mucho mayor que una simple falta de entendimiento, dureza de corazón, o incluso la aflicción y persecución. Jesús dedicó buena parte de su predicación a la advertencia relacionada con esas preocupaciones y el engaño de la riqueza. Al respecto, recuérdese la mayor oposición creada en el EvMt (y su paralelo en Lc) entre los dos señores Dios y el Mamón. Aquí entran en juego decisiones absolutas, con implicancias sobre nuestra vida, la vida de nuestros prójimos y sobre nuestra salvación. No por nada el Mamón queda marcado como el peor obstáculo para el verdadero seguimiento.

- Al fructificar el buen oír la Palabra en una buena producción de frutos, la siembra llega a su meta, y la palabra del Reino prospera. El buen entendimiento deviene en la puesta en práctica de la semilla. Curiosamente, a diferencia de las aclaraciones sobre la siembra robada, quemada y ahogada, la explicación no se explaya sobre las características de los frutos. Pero el texto es “sabio”, pues esto permite abrir la búsqueda al resto del texto evangélico. Por de pronto, puede pensarse en las actitudes propuestas en el Sermón del Monte.

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