Mateo 10:34-42

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Sal 89:1-4, 15-18: Se confirma la justicia de Dios en su pueblo. La justicia que protege, no la que disgrega.

Jer 28: 5-9: Los profetas de la guerra, la aflicción y la peste no son a los que Dios manda, en todo caso confirman aquello que se programa entre los poderosos, sólo son de Dios los que anuncian la paz (bienestar).

Ro 6:12-23: Liberados del pecado que lleva a la muerte, somos siervos de la justicia que lleva a la santificación y a la vida eterna.

Mt 10:34-42 El conflicto por ser profeta

En los vv. 34–39, que son parte del propio 7 y han sido tratados el domingo anterior, el precio del discipulado se muestra en términos de la propia casa. Para el propio 8 de este domingo hay que enfocarlo en relación con los vv 40-42 que enfatiza el papel del profeta, papel que está descripto también en el texto de Jeremías y que en el texto de Romanos apunta hacia la justicia, por ser sus siervos, y en el Salmo como el ser fundamental de Yavé.

El v. 34 está en contraste marcado con el 5:9; hay algunas cosas que son más importantes aún que la paz. La lealtad a Jesús algunas veces puede causar conflicto aun dentro de la familia (ver Mi 7:6), y si así fuere, el derecho del Señor sobre nosotros debe ser primero. El lenguaje acerca de llevar la cruz para seguir a Jesús se comprenderá más claramente en 16:21–28; es el lenguaje del martirio, que siempre está asociado a la justicia, como se señala en el v. 39.

Todo esto parece bastante extremado al leerse en la seguridad confortable de una sociedad que, por lo menos, tolera la dedicación cristiana sobre todo cuando no es contestataria. Sin embargo, en muchísimas partes del mundo aun hoy es literalmente muy relevante. El conflicto y la división de los cuales Jesús advierte son suficientemente reales para sus seguidores aun cuando sus vidas parezcan no correr riesgo. Uno no puede seguir a Jesús sin tener que tomar decisiones cruciales que demuestran dónde está su lealtad final.

Los vv 29–31 no prometen protección contra la muerte por ser profeta de Dios (los pajaritos todavía mueren, pero solamente con el consentimiento de vuestro Padre), con la seguridad de que aun allí Dios tiene el dominio.
Sin duda seguir a Jesús en el discipulado es costoso. La proclamación del reino puede significar muy bien el sacrificio de algunas relaciones humanas, incluso las del tipo más íntimo. Hay un absolutismo en el llamado de Jesús y del reino que pueden parecer poco atractivos, si no insoportable. Pero éste es sólo la mitad de la historia, porque las recompensas están más allá del cálculo. Hay una paradoja notable en todo esto. A la manera del mundo, ‘a mi manera’ — bien ilustrado en la demanda incesante por “el éxito” en la política, entendiéndose como el autointerés — lleva al cumplimiento poco profundo y temporal, momentáneo. El buscar “la vida” extremado en la expresión muy escuchada en la Argentina “hacé tu vida” lleva a la frustración y la desilusión.

Por otro lado, y extrañamente, aquellos que dejan esta demanda inútil y que en cambio se rinden totalmente de buena gana al servicio de Dios y el Reino — quienes siguen en los pasos de Jesús — paradógicamente hallan la vida, es decir, el cumplimiento y la alegría profunda, permanente. Y aunque este cumplimiento pleno esté en el ésjaton, ya está prolépticamente experimentado en el presente, como argumentaba el ‘viejo’ Oskar Cullmann. Así aquéllos que no buscan la ‘realización propia’ como lo entiende este mundo y ama a Jesús y el reino más que a ellos (y en ese sentido “odian” su propia vida [Lucas 14:26]), comprenden lo verdadero y duradero, y obtienen la ‘realización personal y la meta de su existencia.

10:40–42 En representación de Jesús (cf. Mc 9:37, 41; Lc 9:48; 10:16). Después de las siniestras advertencias de los versículos precedentes, éste es un verdadero alivio; el representar a Jesús es un gran privilegio como también un peligro. En contraste con la oposición ya expresada está la grata recepción de los mensajeros de Jesús y la certeza de la recompensa para los que cumplen. La expresión pequeñitos volverá a verse en 18:1–14 (cf. 11:25; 25:40, 45); no alude a niños como tales, sino a los discípulos en general, ya que comparten la vulnerabilidad y la condición humilde de niños.
El dar un vaso de agua fría (potérion psyjrou) es un acto de hospitalidad básica oriental, es simbólico de una necesidad muy básica en el clima seco de Palestina y no requiere recompensa; pero la gracia de Dios sobrepasa lo que merecemos. Pero ese grado de hospitalidad a cualquier mensajero cristiano (mónon, “sólo”) se considera significante. Aquí de nuevo, mathetés “discípulo,” no significa uno de los doce sino simplemente cualquier seguidor de Jesús.

La importancia suprema de los mensajeros y su mensaje está muy claro. La recepción del mensaje y los mensajeros en realidad es la recepción de Jesús y, a su vez, del que lo envió, Dios mismo. Así el versículo 40 revela la relación íntima entre los discípulos y Jesús, por un lado, y Jesús y Dios, por el otro. Déjetai, “recibir” no significa aquí meramente dar la bienvenida, por ejemplo, en la casa de uno, sino en un sentido más profundo (cf. v 13–14). Es aceptar el mensaje de los discípulos y así el mensaje de Jesús y su persona que es inseparable del mensaje de los discípulos (cf. 18:5; Juan 12:44; 13:20; para una declaración por la negativa del mismo punto, ver Lucas 10:16). Este mensaje es a su vez el evangelio de Dios (Marcos 1:14), así que recibirlo es recibir el mensaje de Dios y así aceptar la gracia de Dios. La posición importante de Jesús como mediador, entre los seres humanos y Dios es evidente en estas declaraciones. Por eso Jesús y la buena noticia son prácticamente idénticas. Recibir a uno es recibir al otro. El trasfondo judío de shaliah puede estar detrás de estas declaraciones (m Ber. 5.5, cf. Meq. Exod. 14:31; 18:12).

El v 41 involucra la recepción de los mensajeros de Dios, ahora también descripto bajo el título de “profeta” y “justo” = persona virtuosa (díkaios). Tan importante es la hospitalidad mostrada a estas personas que se les promete a los receptores el mismo premio de los recibidos siguiendo sus profesiones aun en el juicio (v 14–15)
Para Mateo, como se dijo, esto no se aplica meramente a los ‘doce’ sino a los mensajeros del reino en su comunidad y así a la Iglesia en cada era. Aquí está el principio del NT que enseña acerca de la mediación de Jesús, haciendo de puente entre la humanidad y Dios (1 Tim 2:5; cf. Hb 9:15; 12:24). ¡Así que la recepción otorgada a los mensajeros del reino es nada más que la recepción otorgada al propio Dios! Si los mensajeros son tan importantes no por sí sino lo que representan, entonces la hospitalidad otorgada a estos representantes del reino no irá sin recompensa para los hospitalarios, porque recibieron un gran beneficio (hay que recordar la instrucción del v 8 = de gracia todo). El tratamiento amable incluso a un discípulo no se olvidará. El trato a un discípulo se describirá después como equivalente al tratamiento de Jesús, un punto muy de acuerdo con el pasaje presente (cf. 25:40). Todo esto apunta finalmente a la importancia extrema de la misión y por consiguiente de los propios mensajeros. El evangelio debe proclamarse, y aquellos que ayudan a la proclamación, indirectamente, están realizando una función importante, loable porque beneficia a toda la humanidad.
Así el discurso acaba con las promesas a aquéllos que no sólo serán los destinatarios de los mensajeros y su mensaje sino harán posible el cumplimiento continuado del encargo dado a los discípulos y a la Iglesia.
Consuelo para los profetas de Dios. Si son recibidos los receptores reciben un beneficio que es similar al que reciben los propios profetas. Y así pueden sentirse justificados aún en el sentido humano.

Para la reflexión

Se confirma la justicia de Dios en su pueblo. La justicia que protege, no la que disgrega. (Del Salmo)

Los profetas de la guerra, la aflicción y la peste no son a los que Dios manda, en todo caso confirman aquello que se programa entre los poderosos, sólo son de Dios los que anuncian la paz (bienestar). (De Jeremías)

Liberados del pecado que lleva a la muerte, somos siervos de la justicia que lleva a la santificación y a la vida eterna. (De Romanos)

Consuelo para los profetas de Dios. Si son recibidos los receptores reciben un beneficio que es similar al que reciben los propios profetas. Y así pueden sentirse justificados aún en el sentido humano. (Del Evangelio)

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