Marcos 6:1-6

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Ezequiel 2:2-5; 2 Corintios 12:7-10; Marcos 6:1-6; Salmo 123:1-4

Este es un texto enigmático. Coloca a Jesús en la situación de no poder hacer milagros, aparentemente porque la incredulidad de sus paisanos ponía una barrera entre ellos y su poder. Uno tiene derecho a pensar que la interpretación del evangelista no necesariamente es la correcta. Quizá no hizo milagros porque le interesaba enfatizar la necesidad de la fe – en ellos ausente –, y la búsqueda de comprender a Dios, la que también parece estar ausente en estas personas de Nazaret. Queremos decir que de parte de Jesús no obrar milagros es una forma de mensaje: si no ponen algo de ustedes yo esperaré otro momento para manifestar mi palabra. De todos modos curó los enfermos imponiendo las manos, y quizá lo hizo tan en silencio que no mereció mayor mención en la narración. Es de notar que en esta oportunidad las curaciones no son resaltadas, probablemente porque –por otra parte como en los otros pasajes- no son tenidas como una predicación en sí misma.
Pero hay ciertos detalles que no debemos pasar por alto:

a. Quienes lo oyeron en la sinagoga se admiraron de sus palabras. La sorpresa les venía por la cercanía: lo habían visto crecer, jugar, conocían a sus padres y sus hermanas –otros Evangelios nombran también a sus hermanos. Era conocido como el carpintero. Este oficio había decaído en Nazaret luego de la culminación de la construcción de la ciudad de Séforis a tan sólo tres kilómetros, que había empleado muchos de ellos. Para los pobladores eso explicaría la partida de Jesús hacia Cafarnaun a fin de buscar trabajo en ese pequeño puerto interior donde siempre había barcas pesqueras para reparar.
Jesús confirma la extrañeza de ellos señalando que “no hay profeta sin honra sino en su propia tierra”, y agrega una crítica a su familia al señalarla también como un espacio de cierta incredulidad. ¿Acepta Jesús esta situación o tan sólo muestra una actitud de hecho?

b. También se admiran de sus acciones. Ellos ven y comprueban que a través de sus manos se hacen milagros. Notemos que estos milagros no parecen ser suficientes para generar la fe en ellos, los que permanecen incrédulos. Si bien hay casos en los Evangelios en que los milagros invitaron a creer a los presentes, hay otros en los que los milagros no suscitaron la fe sino que por el contrario llamaron a la duda respecto al origen del poder expresados en ellos. Aquí no parece haber rechazo sino indiferencia. Al estilo de aquellas cosas que no aceptamos porque no lo entendemos.

c. El rechazo viene por el hecho de la cercanía. No podían aceptar que Dios actuara cerca de ellos, ni que se hubiera manifestado a su alrededor. Es una forma de pensar que consiste en descreer de que Dios esté interesado en nuestras cosas. Dios actúa en lugares importantes, con personas prestigiosas, santos y santas, grandes líderes... pero ¿cómo va a manifestarse ante mi o nosotros, personas comunes y desconocidas?
La narración coloca a los paisanos de Jesús en la actitud equivocada. El mensaje es que ellos deberían haber tenido la apertura para saber ver en el carpintero que se había criado en su barrio al hijo de Dios, al Mesías. De modo que este pasaje nos habla a nosotros llamándonos a reconocer la acción de Dios cerca de nosotros. Por pequeña que sea nuestra iglesia, por insignificante que parezca nuestra vida, allí hay un lugar donde Cristo está dispuesto a llegar y dejar su palabra.
Una cosa que no deberíamos dejar de tener en cuenta en nuestras predicaciones es justamente el hecho de que muchas veces la acción de Dios ya está al lado nuestro y no la hemos sabido ver, no la supimos reconocer, quizá porque no era muy familiar o porque nos parece que el Señor tiene otras cosas que hacer como para interesarse por nuestra vida. En realidad es verdad, Dios tiene muchas cosas que hacer, pero también tiene tiempo para interesarse por nosotros.

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