Marcos 6:1–13

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Salmo 123 Ez 2:1–5 2 Corintios 12:2–10 Marcos 6:1–13

Poderes del reino de Dios

En 4:35 comienza una sección extensa llena de relatos de milagros, todos ilustrando el poder en diferentes áreas. El NT claramente expresa que Jesús realizó milagros aun sus enemigos lo admitieron, aunque algunos decían que él obraba con el poder del maligno y no por medio del poder de Dios.

Estructura, escenario y comentario

El texto Marcos 6:1–13 del leccionario tiene dos perícopas, una sobre acciones y otra acerca de convocatorias por parte de Jesús.

Estructura

La primera (6:1–6) desde el punto de vista de la historia de las formas se la puede designar como un ejemplo “típico de cómo una situación imaginaria (o escena ideal) se construye desde un “refrán” independiente para formar un apotegma biográfico (R. Bultmann). Por contraste, Pesch se refiere a esta narrativa como un informe que es más de naturaleza aclaratoria que reflexiva. A pesar de estos dos extremos, las consideraciones histórico–críticas resaltan una pregunta fundamental. ¿Cuál es su punto esencial? Hablando estrictamente, el clímax del apotegma con una conclusión del refrán indica que sería el rechazo de Jesús en su ciudad natal (6:4). Pero la historia acaba ahora (6:5–6) con la incapacidad de Jesús para obrar milagros y su asombro por su falta de fe. Esto acentúa la relación entre la fe y los milagros.
La mayoría de los intérpretes ha concluido que por lo menos 6:2b–6a tiene un centro tradicional que el evangelista puede haber modificado en los puntos (6:2b, 4bc, 5b). Al mismo tiempo, la mayoría de los comentaristas ha asignado la escena de la apertura (6:1–2a) a la redacción de Marcos, principalmente debido a su similitud a 1:21–22.
A la historia le falta la estructura formal, pero uno puede dividirla en cuatro partes. Primero, abre con Jesús que enseña en la sinagoga (6:1–2a). El público pasmado responde con una serie de preguntas sobre Jesús (6:2a–3). Él responde con un refrán proverbial sobre la falta de honor (6:4), y la historia concluye con un par de comentarios sobre el impacto de la respuesta al ministerio de Jesús (6:5–6a).
La segunda (6:7–13) se basa en tres dichos de Jesús (tocante a llevar poco encima para sostenerse en el camino posar en casas prestadas y sacudirse el polvo si no se los recibe).

Escenario

Al mismo tiempo, la narrativa contiene algo de inherentes tensiones. Por ejemplo, a Jesús se lo describe enseñando pero la gente también cuestiona “los hechos poderosos”. Inicialmente “apabullados” por él, se sienten ofendidos y se niegan a creer en él (6:2, 3). Él mismo se refiere, sin embargo, a su “ciudad natal” en 6:1–3, el refrán en 6:4 introduce a “los parientes” y “la casa.” La segunda parte de 6:5 implica que Jesús sanó a algunas personas, cuando antes se dice que no pudo obrar ningún hecho poderoso allí. Finalmente, se concluye en 6:6a que Jesús se asombra por su falta de fe, aunque había expresado la regla con respecto a la ausencia de honor en la propia ciudad natal.
“Jesús partió de allí” es redaccional. “De allí” juega un papel similar en 7:24 9:30 y 10:1. La “ciudad natal”, puede haber venido originalmente de 6:4. Marcos da por sentado el conocimiento de sus lectores que Nazaret era la ciudad natal de Jesús basado en 1:9, 24.
La enseñanza de Jesús en la sinagoga parangona la escena en Capernaum en 1:21. Esta similitud y el característico de “comenzaba” con el infinitivo enseñar (4:1 6:34) hace pensar en la mano del evangelista en esta escena. “Sus discípulos lo siguieron” es una nota agregada por Marcos. Los discípulos no juegan ningún papel en la historia excepto acompañar a Jesús. No obstante la mención de su presencia corresponde a su llamado para estar “con él” (3:13) y su presencia im-plícita a lo largo de 3:13–6:6a. También prepara el envío de Jesús a la misión en 6:7–13. La perícopa se cierra con una oración de sumario que indica que el ministerio especial de Jesús tenía que ver con la enseñanza (6:6b). La perícopa sobre el envío con las instrucciones previas (6:7–13) implica la obra paralela de los discípulos.

Comentario

La enseñanza de Jesús o incluso su presencia en una sinagoga es la última mención de Marcos. Así la sinagoga se vuelve el lugar de rechazo por los líderes religiosos y de aquellos que lo conocieron mejor, un rasgo que parangona la historia de Marcos sobre su familia y los “escribas de Jerusalén” al fin de esta sección (3:20–35).
El “estaban apabullados” es un verbo que expresa sorpresa positiva (7:37 11:18) así como la incredulidad (10:26) en Marcos. La audiencia simplemente encuentra su enseñanza difícil de comprender en vista de su conocimiento sobre él (cf. 10:25–26). La razón para su reacción viene a luz en una serie de cinco preguntas, tres apuntan al ministerio de Jesús y dos a él personalmente. La respuesta de la muchedumbre a la “sabiduría” de Jesús, una palabra que ocurre sólo aquí en Marcos, aparece por haber oído su enseñanza.
¿“No es éste el carpintero, el hijo de María?” La palabra que se traduce “carpintero” puede implicar trabajador manual con la piedra, metal o madera y el “hijo de María” representa o que su madre era muy conocida en ese momento y que su padre ya había muerto o un insulto cruel. La referencia a sus hermanos y hermanas puede ser también algo peyorativo o ser un hombre común. En el siglo segundo hay descripciones de las labores artesanales de Jesús en Justino y más tarde Orígenes lo defiende contra el cargo de que era meramente un carpintero ordinario. Estas preguntas apuntan a ser un hijo local, un hombre común, ordinario con un comercio y una familia, conocido por todos. Este conocimiento común de quién era Jesús “realmente” llevó a rechazar la alternativa de que Dios pudiera estar usándolo de manera especial.
“Ellos se negaron a creer en él” lleva la carga en este contexto de escándalo en griego, más que un insulto a su inteligencia connota una ofensa “religiosa” profunda, un rechazo de la demanda de su enseñanza y obra, su “sabiduría” y obras poderosas. En otros términos, las palabras de Jesús y sus obras eran como enigmas para aquellos sin oídos u ojos de fe (cf. 4:11).
Jesús emplea una regla aforística, un refrán que hace pensar en la posibilidad de que este refrán se agrega a una historia más temprana sobre el ministerio de Jesús en Nazaret. No sólo en la “ciudad natal” sino incluso en la misma “casa” existe el rechazo. Así, agregando estas condiciones, el evangelista no sólo acentúa el rechazo de Jesús por aquellos que lo conocían sino aún por aquellos que lo conocieron mejor, su familia.
La incapacidad de Jesús para hacer cualquier obra poderosa apunta a la naturaleza de su ministerio. Jesús no vino como mago o un obrero milagroso a desplegar y deslumbrar a su público. Sus palabras y su obra eran de Dios (cf. 6:2). Aquellos que rechazaron esta demanda inherente en su ministerio no podrían experimentar la obra redentora de Dios en su nombre. Por consiguiente, mientras la fe no representa la causa necesaria para el efecto de un milagro, los milagros no tienen lugar en la ausencia de fe.
Excepto (si no) parece introducir un ablandamiento en la descripción, si no la corrección, de la declaración de la apertura (cf. Mt 13:58). Muchos intérpretes lo han asignado a Marcos, pero ni el estilo ni vocabulario traicionan los rasgos distintivos de Marcos. Naturalmente, una cláusula introducida por “si no” “excepto” califica una declaración. ¿Pero cómo? Puede ser como una corrección que demuestra la misericordia de Jesús a pesar de la ausencia de fe. También se puede entender, junto con la contestación inicial en 6:2, como un estilo marcano que suaviza el trata-miento de la historia sobre la gente de Nazaret contrastada con la familia de Jesús y su casa. Pero no sólo es la “fe”, o con más precisión la falta de fe, el punto mismo de esta historia, sino sólo decir que Jesús hizo sólo unos milagros allí (cf. Mt 13:57 y 8:14). Más bien, a pesar de la falta general de fe, algunos creyeron y sanaron.
El asombro de Jesús en 6a sobre la falta de fe no viene como una sorpresa en vista del refrán en 6:4. Un refrán proverbial puede describir una situación apropiadamente pero no necesariamente puede hacerlo más aceptable. ¡Enfrentado con el rechazo de él y su ministerio por aquellos que lo conocieron tan bien, el asombro de Jesús expresa su humanidad, el mismo problema que había deslumbrado a aquellos que lo conocieron mejor! Su perplejidad refleja el dolor personal y com-pasivo. Su falta de fe no sólo significó el rechazo a su persona (6:2b–3) sino “ver” lo que Dios estaba haciendo a través de él (6:5a).
Marcos interrumpe la serie de milagros que encontró en su colección introduciendo al parecer esta historia de la experiencia de Jesús en Nazaret. Como lo hemos visto, Jesús fácilmente refutó tal acusación. Cómo obraba Jesús milagros no lo sabemos ni nos hace falta saberlo. Por supuesto, como Hijo de Dios él no estaba restringido en la misma forma en que lo estamos nosotros. El mayor de todos los milagros, sin embargo, fue que reunió a unos discípulos imperfectos y huma-nos para unirse con él en su tarea. Nuevamente, debemos recordar que los milagros no son magia sin sentido, sino que fueron designados para hacernos ver quién era Jesús. Por esta razón, aunque Marcos contiene una gran colección de milagros, todos se encuentran en los primeros capítulos. Una vez que Pedro reconoció que Jesús era el Mesías hubo un cambio. Pasó de la enseñanza a las multitudes a la enseñanza de sus propios discípulos, y ya no hacían falta más milagros para mostrarles a éstos quién era él.
¿Serán necesarios tales milagros en nuestro día al predicar el evangelio? Las opiniones sobre este asunto han seguido divididas a través de la historia de la iglesia, y han vuelto a verse durante las renovaciones carismáticas y los avivamientos. Algunos han pensado firmemente que todos los milagros cesaron una vez que el NT fue escrito otros han pensado que el “evangelismo de poder” sigue requiriendo milagros continuos para dar apoyo a la predicación otros han pensado que Dios puede hacer milagros o no hacerlos según su voluntad soberana. Sea cual fuere nuestra posición, es importante que no veamos los milagros como una suspensión del orden natural, sino como que Dios obra en todo y de toda manera, sea algo común o insólito para nosotros.

Limitando el poder (6:1–6 ver Mt 13:53–58 cf. Lc 4:16–30).

Estos poderes del reino tuvieron muy poco efecto sobre algunos de aquellos que los vieron o supieron de ellos, a juzgar por el siguiente relato. Esto demuestra que las señales en sí mismas nunca han de producir fe, ya que la fe es una dedicación y una decisión personal. Es posible que éste fuera el porqué Jesús hacía señales tan escasamente, y sólo en respuesta a la fe. El no estaba tratando de convencer a los incrédulos, ya que eso sería imposible.
Cuando Jesús llegó a su tierra (sin duda significando Nazaret, aunque él se había cambiado a Capernaum, a la orilla del lago, previamente) los que lo oyeron estaban maravillados ante sus enseñanzas y milagros, sin embargo, esto no los condujo a tener fe en él. En asombro, repitieron los nombres de los miembros de su familia: ¿Acaso tiempo atrás no había él trabajado como carpintero? ¿Cómo podía alguien tan conocido hacer y decir tales cosas? El problema estaba en que ellos estaban tan ocupados discutiendo acerca de él como para no poder oír sus palabras. De manera que aun el Hijo de Dios no pudo hacer ningún hecho poderoso allí, fuera de unas pocas sanidades de personas enfermas lo suficientemente humildes y necesitadas para creer en él. Esto no significa que el poder de Dios queda absolutamente limitado, sino que Dios sólo ha decidido actuar en respuesta a la fe. Usualmente Marcos dice que la gente estaba maravillada de Jesús aquí dice que Jesús estaba asombrado de ellos. La gente de Nazaret estaba tan familiarizada con Jesús que no pudieron disfrutar ninguna bendición: ¿Será un peligro al que se enfrentan algunas de nuestras iglesias de hoy? Un proverbio dice que lo familiar crea desprecio.

Compartiendo el poder (6:7–13 véase Mt 9:35–10:15 Lc 9:1–6).

Hasta ahora los discípulos habían estado con Jesús, a partir de este momento los envía solos aunque a través de la autoridad dada y las instrucciones los acompaña. A pesar de la incredulidad, la obra de hacer conocer las buenas nuevas debía continuar, de manera que Jesús envió a los doce en una misión. Los Evangelios difieren levemente al describir lo que los apóstoles debían vestir y llevar consigo, pero esto no tiene importancia. Todos están de acuerdo en que “viajarían sin equipaje”. Aquellos que se ocupan en la obra del evangelismo no deben ser meticulosos en cuanto a los alimentos y los lugares donde se han de quedar deben darse cuenta de que su misión es una de vida y muerte para sus oyentes. Los judíos, con frecuencia, se sacudían el polvo cuando salían de los lugares paganos, pero en esta ocasión los discípulos lo harían como un testimonio solemne y legal ante el rechazo del evangelio.
Jesús les confió a los doce su poder para echar demonios, pero en el v. 12 podemos notar que la principal tarea era la de predicar el evangelio que conduce a la expulsión de los demonios y la sanidad de los enfermos espirituales. El ungimiento con aceite aquí es simbólico, no médico, como parece ser en la parábola del buen samaritano (Lc 10). No tenemos ningún dato de que Jesús haya usado aceite, y hay bastantes ejemplos en el NT de sanidades sin el uso de aceite. St 5:14 no es una regla universal, sólo una ayuda externa para la fe en el aceite mismo no hay nada mágico.

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