Marcos 5:21-43

0
Domingo 29 de Junio de 2003
Salmo 30, Lam 3:22-33, 2º Corintios 8:7-15, Marcos 5:21-43.

En esta narración se suceden dos milagros de Jesús que están vinculados aunque cada uno tiene autonomía literaria. Sucede que de camino para ir hacia el lugar donde la hija de Jairo está desfalleciendo es reclamado por otra mujer enferma. Usualmente estos dos milagros se han analizado separados y sin duda con provecho, pero pocas veces reparamos en la relación entre ambos hechos. Que sucedan dentro de una misma trama no es casual y vamos a detenernos en ello a fin de organizar nuestra predicación.

El padre desesperado

Este hombre era una autoridad de la sinagoga, seguramente un ilustrado en las Escrituras, y se acerca a Jesús a pedir por la vida de su hija que agoniza. Está tan convencido del poder de Jesús que no duda en afirmar que si pone sus manos en ella su salud será recobrada. Es la actitud comprensible de un padre que busca todos los medios para salvar la vida de una hija. El pedido de Jairo tuvo sus frutos y se nos cuenta que Jesús emprendió camino con este hombre rumbo a su casa.

Podemos señalar que Jesús no pone reparos a su pedido y que se decide a curar a esta niña sin más argumentos. Pero esa celeridad de Jesús se ve quebrada por una mujer enferma que toca su manto en medio de la multitud convencida que de ese modo tendrá la salud que su cuerpo necesita. ¿Cuál habrá sido el sentimiento de Jairo cuando vio que Jesús se detenía para ver quien lo había tocado? Su hija agonizaba en la cama y probablemente no le quedaba mucho tiempo de vida.

Jesús se detiene

¿Por qué Jesús se detiene y busca a la persona que lo tocó? Si su objetivo en esa caminata era llegar lo antes posible a la casa de Jairo podría haber seguido caminando. Finalmente una persona curada más en su larga lista no agregaba nada a su historial de bendiciones. Creo que la pista la debemos buscar en el hecho de que para los que estaban allí -y para Jairo en primer lugar-, la demora aparentemente conspiraba contra al posibilidad de ser sanada de la joven que agonizaba. Todos pensaban que si llegaba tarde ya no habría solución para su vida. Jesús -pensarían- irresponsablemente se detiene para ver quien tocó su manto cuando debería apurar el paso hacia la casa donde está a punto de morir una joven que lo necesita. Los discípulos participan de esta preocupación cuando le preguntan con ironía y quizás angustia por la joven que espera “¿ves la multitud que te aprieta y preguntas quien te ha tocado?”.

La mujer

Jesús la busca y ella se da a conocer. Tiene vergüenza pero no puede ocultar lo que ha hecho y se arroja a los pies de Jesús. Aquí comenzamos a vislumbrar qué está sucediendo: Jesús exalta la fe de esta mujer y pone en evidencia la falta de fe de quienes van con él hacia la casa de Jairo. Debemos decir que es injusto decir sin más que eran incrédulos, por que de hecho no lo eran. Si este hombre fue hacia Jesús es porque entendía que podía hacer algo por su hija, y quienes lo acompañaban también participaban de esta confianza. Pero parece ser que poseían una fe que no dejaba espacio para el asombro y lo maravilloso. Confiaban en Jesús pero limitaban su confianza a los hechos razonables, a aquellas cosas que se podían y debían esperar de un maestro bueno y con capacidad de hacer milagros. Sin embargo Jesús fue mucho más que eso, y estos actos apuntan a mostrar su verdadera identidad.

Justamente esto es lo que hace la mujer enferma. Ella sabe que aún tocando la ropa de Jesús quedará sanada y hace todo lo posible por llegar tan sólo a tocarlo. También esta forma de pensar debería haber sido muy criticada por discípulos y autoridades religiosas. El simple tocar la tela no debía conferir ningún poder. Es más, de ser así podría considerarse a Jesús como un milagrero, alguien que actuaría más como un talismán que como el enviado de Dios. Pero Jesús le dice a esta mujer que lo que la ha hecho salva es su fe, es decir, el confiar en que Jesús podría curarla aún cuando no tuviera ocasión de reparar en ella. Resalta la fe por encima del hecho de tocar sus ropas.

Es importante en la predicación establecer que la curación de la mujer es presentado por Jesús como un testimonio de su fe y no como una milagro oscuro. En este tiempo afloran formas de religiosidad que rayan con la superstición y que a veces se alimentan de pasajes como este, leídos livianamente. No es raro oír de grupos religiosos que piden trozos de ropa de un enfermo para bendecirlos o papeles con los nombres de quienes solicitan la bendición para sus vidas. Pero eso no es lo que hizo Jesús con esta mujer sino que obró en ella para dar un testimonio ante todos los demás de la apertura a nuevas posibilidades que su presencia ponía a disposición. Su salvación viene por la fe en Cristo.

La hija de Jairo

A continuación sucede lo terrible: vienen de la casa de Jairo y le dicen que no continúe molestando al maestro pues su hija acaba de morir. El texto dice que aún Jesús estaba hablando con la mujer cuando esto sucede. Todos muy probablemente pensaron que si no se hubiera detenido quizás hubiera llegado a tiempo para salvar a la joven. Jesús debe haber pensado que ahora es la ocasión de mostrar una faceta más de su ministerio: llevar a las personas al borde de su fe, ejercitarlas en la búsqueda de comprender la acción de Dios en situaciones que parecen incomprensibles.

Lo que sigue es traer nuevamente a la vida a la joven fallecida. Jesús hace salir aquellos que lloraban y lamentaban. Quizás hace esto para crear un clima de tranquilidad en la habitación. Lleva allí sólo a los padres y a quienes lo acompañaban, probablemente un grupo numeroso de personas. De modo que los testigos de lo que va a suceder son los mismos (con excepción de la madre) que presenciaron la curación de la mujer en el camino.

Ayer como hoy hay palabras de Jesús que provocan risa entre los que no creen en él. “No está muerta sino duerme”, dice, y se ríen de él. Es una metáfora, pues en verdad ha fallecido pero Jesús alude a que aún puede “despertar”. Su voz la llama a la vida y ella responde. Así como a su voz obedecen las aguas y los vientos, ahora muestra que obedece la misma muerte. Esta resurrección es anuncio todavía embrionario de su propia resurrección.

Conclusión

Jesús se detiene ante la mujer para resaltar la fe que había tenido y el carácter asombroso de su milagro. Ella no es una sanada más, sino es una mujer que confió hasta donde otros no hubieran confiado. Y a la luz de esa experiencia pone en tela de juicio la fe de quienes creen que su demora perjudica a la otra joven que agoniza. Jesús va a mostrar que el poder de Dios y su amor está más allá de nuestra voluntad, y a veces, de nuestra capacidad de comprender.

Proponemos entonces organizar la predicación de acuerdo a los siguientes puntos:

1. Presentar los dos milagros.

2. Vincular la intención de ambos.

3. Preguntarnos por nuestra propia actitud ante Jesús cuando se detiene en el camino.

4. Resaltar la fe de la mujer y las dudas del resto de las personas.

5. Finalmente Jesús cura a ambas mujeres y da testimonio del poder y la voluntad de vida de Dios para todos.

Compartir

Más recursos

Sponsor


Suscripción gratuita

Te avisaremos cuando agreguemos nuevos recursos. No te enviaremos más de uno o dos mensajes semanales.