Lucas 6:27-38
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Génesis 45:3-11.15; Salmo 37:1-12.41-42; 1 Corintios 15:35-38.42-50
Introducción
Nuevamente nos topamos con un texto superdenso y cargado de propuestas y planteos. Resulta imposible estudiar aquí detenidamente todos estos dichos de Jesús y englobarlos en una adecuada reflexión teológica, para luego volcarlos todos a un solo sermón. Así que forzosamente se deberá hacer alguna selección. Hay varias posibilidades: el amor a los enemigos, la reciprocidad, la regla de oro, los dos cimientos.
La primera parte del texto versa sobre el amor a los enemigos y la reciprocidad. En el centro del texto se destaca la célebre regla de oro: Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Esta regla se encuentra también en las enseñanzas de muchas religiones, generalmente en una formulación negativa (a excepción del Islamismo y de formas mixtas en la Carta de Aristeas y en el Taoísmo): No hagan a los demás lo que no quieran que les hagan a ustedes. La parábola de los dos cimientos cierra el sermón, al igual que en el EvMt.
Repaso exegético
Mientras que la versión mateana del sermón incluye toda una serie de antítesis, que muestran diversos contrastes entre lo que enseñaban los maestros de la religión y Jesús, la versión lucana contiene sólo la enseñanza sobre el amor a los enemigos. Cabe destacar que Lucas no presenta esta instrucción en forma de antítesis, sino como enseñanza directa. El carácter oposicional con respecto a otra enseñanza se deduce simplemente por la formulación Pero a vosotros los que oís, os digo...
La regla de oro fue conocida en toda la antigüedad. Además de ser patrimonio del judaísmo y del cristianismo, esta regla aparece también en otras religiones y en enseñanzas filosóficas. Pocas veces los comentarios indican que Tobías también contiene la regla áurea, pero en formulación negativa: Tobit 4,15 dice No hagas a nadie lo que no quieres que te hagan (Biblia de Jerusalén). Literalmente, el texto griego dice: Y lo que odies, a nadie hazlo (kai ho miseis medeni poiéses). El libro de Tobías, también llamado Tobit, es uno de los escritos que el protestantismo llama apócrifos y que reciben el nombre de deuterocanónicos en la Iglesia Católica.
Eclesiástico 31,15 brinda una versión de la regla de oro en el contexto de una serie consejos para comidas: Juzga al prójimo como a ti mismo, y en todo asunto actúa con reflexión.
Además de estas citas en Tobías y Eclesiástico, la regla de oro es mencionada por Filón de Alejandría; y adquirió celebridad por su empleo por el maestro judío Hillel como síntesis de toda la Torá. El judaísmo de habla griega conoce algunas otras citas más.
Mateo tiene una formulación algo más larga de la regla de oro. Además, la presenta como síntesis de la Ley y los Profetas (según el maestro judío Hillel, la regla es la síntesis de la Tora). De esta manera, ella constituye la “esencia destilada” del cumplimiento de todo lo enseñado en el sermón del monte.
La literatura de la joven Iglesia cristiana contiene ambas versiones de la regla de oro, la positiva y la negativa.
Para completar el cuadro de ambas versiones del sermón de Jesús y de la cita de Tobías, ofrecemos a continuación las principales formulaciones de la regla de oro, tales como se encuentran en diversos sistemas religiosos y filosóficos:
BRAHMANISMO: Todos tus deberes se encierran en esto: Nada hagas a otros que te dolería si te lo hiciesen a ti (Mahabharatá 5,1517).
BUDISMO: No ofendas a los demás como no quisieras verte ofendido (Udanavarga 5,18).
CONFUCIANISMO: ¿Hay alguna máxima que uno deba seguir toda la vida? El maestro dijo Ciertamente, la máxima de la apacible benignidad [reciprocidad]: Lo que no deseamos que nos hagan, no lo hagamos a los demás (Analectas 15,23; Lun-Yü XV,24).
CARTA DE ARISTEAS: De la misma manera que no quieres que los males estén junto a ti, sino participar de toda clase de bienes, enseña a hacer lo mismo con tus súbditos y con los delincuentes, a amonestar con mayor suavidad a los hombres honrados e instruidos, ya que también Dios conduce a todos los hombres con suavidad (Carta de Aristeas 207).
JUDAÍSMO: Lo que no quieras para ti, no lo quieras para tu prójimo. Esta es toda la ley; lo demás sólo es comentario (Talmud, Shabbat 31a; enseñanza de Hillel).
DIDAJÉ: Y todo aquello que no quieras que se haga contigo, no lo hagas tú tampoco a otro (Didajé 1,2).
ISLAMISMO: Ninguno de vosotros será verdadero creyente a menos que desee para su hermano lo mismo que desea para sí mismo (Sunnah)
Una formulación peculiar aparece en el TAOÍSMO: Sean para ti como tuyas las ganancias de tu prójimo y como tuyas sus pérdidas (Tai-Shang Kan - Ying Pien).
La regla de oro es ilustrada por Jesús mediante una breve serie de dichos y ejemplos, que dejan constancia de que para la vida en el reino deja de tener validez la llamada ética de la reciprocidad. Con respecto a los préstamos (v. 34), cabe recordar que les estaba prohibido a los miembros de Israel prestar dinero a intereses a sus propios correligionarios. A partir de esta serie encadenada de dichos, el discurso arriba a la propuesta del amor a los enemigos. El título hijos del Altísimo es único en su aplicación a los creyentes, y revela una dignidad muy especial. En realidad, todo el versículo 35 es una cadena de conceptos superlativos.
La fundamentación del llamado a aplicar misericordia se halla en la misericordia de Dios (v. 36). Sin embargo – por suerte, habría que decir – ningún texto afirma que los discípulos hayan alcanzado este grado superior de misericordia. Con ello, el llamado sigue siendo un eterno desafío.
Con la primera oración del v. 37 Jesús no propone que nos abstengamos de formar opiniones serias, razonadas y críticas; sino que quiere prevenirnos de construir prejuicios, pareceres intempestivos y opiniones injustas. La segunda oración es más tajante: No condenar. La construcción griega puede referirse tanto a dejar de condenar (como acción concreta) como también a cesar con el hábito de hacerlo. Finalmente, en franca oposición con la crítica y la reprobación, aparece la propuesta del perdón. Cada una de estas tres propuestas lleva un verbo en pasivo que indica una consecuencia. Tal como en numerosos textos, estos verbos en pasivo remiten a la acción divina: Dios no juzgará, Dios no condenará, Dios perdonará. Lo mismo vale para los cinco pasivos y el darán del último versículo: en todos los casos, Dios es el sujeto agente – aún en el caso de la tercera persona plural darán.
Los tres participios del v. 38 apretada, remecida y rebosando explican en qué consiste la medida buena.
Breve reflexión teológica
Esta parte del sermón del llano nos confronta con una inversión de muchos esquemas lógicos, ante la que nos preguntamos si acaso también se deben invertir la justicia, la convivencia sana, el sentido común, o incluso la ética en sí. Combinando esta pregunta con una de las interpretaciones que se hicieran del sermón en la historia de la Iglesia, cabe preguntar si acaso existen dos éticas, una para la “cosa pública”, la vida en la sociedad civil y política; y otra para la vida privada y personal de cada cristiana y cada cristiano. Más o menos así como si para la sociedad civil valieran las leyes que exigen y aplican sanciones, condenas, castigos, inhabilitaciones y cuantas figuras más contenidas en los códigos penales, delictivos, criminales, etc.; y para la vida personal de cada creyente valiera el sermón de Jesús, que aparentemente propone renuncia r a todo tipo de venganza y satisfacción por el mal recibido. Efectivamente, esta línea de interpretación ha sido asumida con cierta frecuencia en la interpretación del célebre sermón.
Particularmente difícil fue la interpretación de presentar también la otra mejilla. Se ha ensayado toda una gama de posibilidades: pacifismo individual; pacifismo total, asumido por las llamadas Iglesias pacifistas, que en una actitud muy comprometida con el Evangelio rechazan totalmente el servicio militar armado y la guerra: Menonitas, Cuáqueros, Iglesia de los Hermanos (en algunos casos, se agrega el rechazo del juramento); pacifismo relativo con un claro no a toda agresión, pero postulando el derecho a la legítima defensa, tanto individual como también social y nacional (p. ej., con una guerra defensiva ante una agresión injusta. El pacifismo no es patrimonio exclusivo de las Iglesias cristianas, sino que fue incorporado por diversas personas, cristianas y no cristianas, a la lucha política. Los ejemplos absolutamente sobresalientes de Mahatma Gandhi y de Martin Luther King son mundialmente conocidos.
Quienes cuestionan la aplicabilidad generalizada de presentar también la otra mejilla insisten en que seguimos viviendo en un mundo aún no salvado, en el que imperan de múltiples maneras las fuerzas del mal; y que es necesario controlar y reprimir sus manifestaciones para poder permitir la convivencia humana y proteger sobre todo a las minorías indefensas. Un político destacado dijo hace un par de años que “con el Sermón del Monte no se puede gobernar un país”.
Algunos comentaristas bíblicos, por su parte, opinan que Jesús mismo no pensó en una aplicación rígida de esta máxima, pues si bien él no devolvió el golpe recibido según Jn 18,22-23, por lo menos protestó por la injusticia del mismo, sin presentar la otra mejilla. De ello quieren deducir que no cabe una interpretación extremadamente literal. Sin entrar a considerar la cuestión de la mayor o menor coherencia entre textos y contextos bíblicos, esta disquisición nos parece bastante rebuscada; y sospechamos que sólo es empleada para justificar un “pacifismo a medias”, que no se anima a serlo del todo, pero quiere parecerlo todo lo posible.
Amar al enemigo significa en primer lugar reconocer que existen relaciones problemáticas, enemistades y enemigos; y segundo, al romper la lógica de la devolución (generalmente acrecentada), se desestabiliza la estructura de la enemistad y se abre alguna puerta para una relación diferente. Esto reconoce al enemigo como tal y a la vez le arrebata su lógica.
El núcleo de la reflexión teológica sobre los dichos en cuestión puede localizarse en la inversión de la ética de la reciprocidad “a secas”. Para la nueva práctica cristiana pueden identificarse cuatro motivaciones, todas ellas presentes en el texto: la imitación, la distinción, la reciprocidad, y la recompensa escatológica (Theissen). La reciprocidad en sentido positivo y a partir de la iniciativa cristiana queda condensada en la regla de oro; y rompe la lógica de la retribución y la recompensa. La motivación de la distinción consiste en asumir que la comunidad cristiana es llamada a realizar una vida alternativa, diferente de la de pecadores (vs. 32-34). Lc 6,36 propone la imitación de la misericordia de Dios como móvil básico. Ella previene de todo tipo de legalismo. La perspectiva escatológica se expresa en el 37 con sus referencias al juicio, la condena y el perdón.
Una palabra más sobre el juzgar. Los términos castellanos crisis, criticar, criticismo, crítica, y también discriminar, incriminar y recriminar se derivan de la raíz griega que toma forma en el verbo krino, juzgar, y en el sustantivo krisis, juicio. Si bien juzgar y juicio conservan la idea de una justicia o ecuanimidad más amplia, las expresiones castellanas que conservan la raíz griega siempre contienen matices negativos, cuya “mala conciencia” tampoco se corrige con el eufemismo “crítica constructiva”. Las referidas acciones siempre “duelen”. La predicación puede incluir este dato al hablar de la propuesta de no juzgar.
Posible esquema para la predicación
Nuestra sociedad está profundamente marcada por la reciprocidad y la correspondencia, pero casi siempre en su dimensión negativa. Ellas son la base de la mayoría de nuestras relaciones: las pocas positivas, como ser bueno con el bueno, dar premios al excelente; y fundamentalmente con la gran cantidad de negativas, que consisten darle duro al duro. En consecuencia, los malos reciben castigos, se ejerce venganza, muchas instituciones trabajan más con puntajes negativos y castigos que con premios, el desarrollo del tráfico se reglamenta con multas y sanciones, etc. Jesús invierte este esquema, apuntando a una justicia superior y al estado de cosas que ha de imperar en el reino de Dios.
1. La reciprocidad en nuestras relaciones: ¿Qué tipo de trato damos a los demás? Generalmente actuamos por reacción. Las consecuencias son la crudeza, la dureza, la espiral de la violencia.
2. Jesús invierte este esquema. No nos pide que seamos tontos o bobos y traguemos todo tipo de injusticia; sino que seamos creativos en las respuestas a los ataques, las agresiones y las exigencias. Sólo una respuesta alternativa al esquema común puede quebrar la espiral de la violencia. Con ello, es un anuncio del reino que ha de venir y que ya llegó con Jesús.
Nota: Para este Estudio Exegético-Homilético se utilizaron diversos materiales, de Proclamar Libertação 26; el comentario de GRUNDMANN, Walter, Das Evangelium nach Lukas, Evangelische Verlagsanstalt, Berlín, 198410; THEISSEN, Gerd, Sociologia da comunidade primitiva, São Leopoldo, Ed. Sinodal, 1987; y los siguientes estudios sobre la regla de oro: STRECKER, Georg, “Compliance – Love of one’s Enemy – The Golden Rule”, ABR 29 (1981) 38-46; SCHNEIDER, G., “Die Neuheit der christlichen Nächstenliebe”, TThZ 82 (1973) 257-275.
Introducción
Nuevamente nos topamos con un texto superdenso y cargado de propuestas y planteos. Resulta imposible estudiar aquí detenidamente todos estos dichos de Jesús y englobarlos en una adecuada reflexión teológica, para luego volcarlos todos a un solo sermón. Así que forzosamente se deberá hacer alguna selección. Hay varias posibilidades: el amor a los enemigos, la reciprocidad, la regla de oro, los dos cimientos.
La primera parte del texto versa sobre el amor a los enemigos y la reciprocidad. En el centro del texto se destaca la célebre regla de oro: Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Esta regla se encuentra también en las enseñanzas de muchas religiones, generalmente en una formulación negativa (a excepción del Islamismo y de formas mixtas en la Carta de Aristeas y en el Taoísmo): No hagan a los demás lo que no quieran que les hagan a ustedes. La parábola de los dos cimientos cierra el sermón, al igual que en el EvMt.
Repaso exegético
Mientras que la versión mateana del sermón incluye toda una serie de antítesis, que muestran diversos contrastes entre lo que enseñaban los maestros de la religión y Jesús, la versión lucana contiene sólo la enseñanza sobre el amor a los enemigos. Cabe destacar que Lucas no presenta esta instrucción en forma de antítesis, sino como enseñanza directa. El carácter oposicional con respecto a otra enseñanza se deduce simplemente por la formulación Pero a vosotros los que oís, os digo...
La regla de oro fue conocida en toda la antigüedad. Además de ser patrimonio del judaísmo y del cristianismo, esta regla aparece también en otras religiones y en enseñanzas filosóficas. Pocas veces los comentarios indican que Tobías también contiene la regla áurea, pero en formulación negativa: Tobit 4,15 dice No hagas a nadie lo que no quieres que te hagan (Biblia de Jerusalén). Literalmente, el texto griego dice: Y lo que odies, a nadie hazlo (kai ho miseis medeni poiéses). El libro de Tobías, también llamado Tobit, es uno de los escritos que el protestantismo llama apócrifos y que reciben el nombre de deuterocanónicos en la Iglesia Católica.
Eclesiástico 31,15 brinda una versión de la regla de oro en el contexto de una serie consejos para comidas: Juzga al prójimo como a ti mismo, y en todo asunto actúa con reflexión.
Además de estas citas en Tobías y Eclesiástico, la regla de oro es mencionada por Filón de Alejandría; y adquirió celebridad por su empleo por el maestro judío Hillel como síntesis de toda la Torá. El judaísmo de habla griega conoce algunas otras citas más.
Mateo tiene una formulación algo más larga de la regla de oro. Además, la presenta como síntesis de la Ley y los Profetas (según el maestro judío Hillel, la regla es la síntesis de la Tora). De esta manera, ella constituye la “esencia destilada” del cumplimiento de todo lo enseñado en el sermón del monte.
La literatura de la joven Iglesia cristiana contiene ambas versiones de la regla de oro, la positiva y la negativa.
Para completar el cuadro de ambas versiones del sermón de Jesús y de la cita de Tobías, ofrecemos a continuación las principales formulaciones de la regla de oro, tales como se encuentran en diversos sistemas religiosos y filosóficos:
BRAHMANISMO: Todos tus deberes se encierran en esto: Nada hagas a otros que te dolería si te lo hiciesen a ti (Mahabharatá 5,1517).
BUDISMO: No ofendas a los demás como no quisieras verte ofendido (Udanavarga 5,18).
CONFUCIANISMO: ¿Hay alguna máxima que uno deba seguir toda la vida? El maestro dijo Ciertamente, la máxima de la apacible benignidad [reciprocidad]: Lo que no deseamos que nos hagan, no lo hagamos a los demás (Analectas 15,23; Lun-Yü XV,24).
CARTA DE ARISTEAS: De la misma manera que no quieres que los males estén junto a ti, sino participar de toda clase de bienes, enseña a hacer lo mismo con tus súbditos y con los delincuentes, a amonestar con mayor suavidad a los hombres honrados e instruidos, ya que también Dios conduce a todos los hombres con suavidad (Carta de Aristeas 207).
JUDAÍSMO: Lo que no quieras para ti, no lo quieras para tu prójimo. Esta es toda la ley; lo demás sólo es comentario (Talmud, Shabbat 31a; enseñanza de Hillel).
DIDAJÉ: Y todo aquello que no quieras que se haga contigo, no lo hagas tú tampoco a otro (Didajé 1,2).
ISLAMISMO: Ninguno de vosotros será verdadero creyente a menos que desee para su hermano lo mismo que desea para sí mismo (Sunnah)
Una formulación peculiar aparece en el TAOÍSMO: Sean para ti como tuyas las ganancias de tu prójimo y como tuyas sus pérdidas (Tai-Shang Kan - Ying Pien).
La regla de oro es ilustrada por Jesús mediante una breve serie de dichos y ejemplos, que dejan constancia de que para la vida en el reino deja de tener validez la llamada ética de la reciprocidad. Con respecto a los préstamos (v. 34), cabe recordar que les estaba prohibido a los miembros de Israel prestar dinero a intereses a sus propios correligionarios. A partir de esta serie encadenada de dichos, el discurso arriba a la propuesta del amor a los enemigos. El título hijos del Altísimo es único en su aplicación a los creyentes, y revela una dignidad muy especial. En realidad, todo el versículo 35 es una cadena de conceptos superlativos.
La fundamentación del llamado a aplicar misericordia se halla en la misericordia de Dios (v. 36). Sin embargo – por suerte, habría que decir – ningún texto afirma que los discípulos hayan alcanzado este grado superior de misericordia. Con ello, el llamado sigue siendo un eterno desafío.
Con la primera oración del v. 37 Jesús no propone que nos abstengamos de formar opiniones serias, razonadas y críticas; sino que quiere prevenirnos de construir prejuicios, pareceres intempestivos y opiniones injustas. La segunda oración es más tajante: No condenar. La construcción griega puede referirse tanto a dejar de condenar (como acción concreta) como también a cesar con el hábito de hacerlo. Finalmente, en franca oposición con la crítica y la reprobación, aparece la propuesta del perdón. Cada una de estas tres propuestas lleva un verbo en pasivo que indica una consecuencia. Tal como en numerosos textos, estos verbos en pasivo remiten a la acción divina: Dios no juzgará, Dios no condenará, Dios perdonará. Lo mismo vale para los cinco pasivos y el darán del último versículo: en todos los casos, Dios es el sujeto agente – aún en el caso de la tercera persona plural darán.
Los tres participios del v. 38 apretada, remecida y rebosando explican en qué consiste la medida buena.
Breve reflexión teológica
Esta parte del sermón del llano nos confronta con una inversión de muchos esquemas lógicos, ante la que nos preguntamos si acaso también se deben invertir la justicia, la convivencia sana, el sentido común, o incluso la ética en sí. Combinando esta pregunta con una de las interpretaciones que se hicieran del sermón en la historia de la Iglesia, cabe preguntar si acaso existen dos éticas, una para la “cosa pública”, la vida en la sociedad civil y política; y otra para la vida privada y personal de cada cristiana y cada cristiano. Más o menos así como si para la sociedad civil valieran las leyes que exigen y aplican sanciones, condenas, castigos, inhabilitaciones y cuantas figuras más contenidas en los códigos penales, delictivos, criminales, etc.; y para la vida personal de cada creyente valiera el sermón de Jesús, que aparentemente propone renuncia r a todo tipo de venganza y satisfacción por el mal recibido. Efectivamente, esta línea de interpretación ha sido asumida con cierta frecuencia en la interpretación del célebre sermón.
Particularmente difícil fue la interpretación de presentar también la otra mejilla. Se ha ensayado toda una gama de posibilidades: pacifismo individual; pacifismo total, asumido por las llamadas Iglesias pacifistas, que en una actitud muy comprometida con el Evangelio rechazan totalmente el servicio militar armado y la guerra: Menonitas, Cuáqueros, Iglesia de los Hermanos (en algunos casos, se agrega el rechazo del juramento); pacifismo relativo con un claro no a toda agresión, pero postulando el derecho a la legítima defensa, tanto individual como también social y nacional (p. ej., con una guerra defensiva ante una agresión injusta. El pacifismo no es patrimonio exclusivo de las Iglesias cristianas, sino que fue incorporado por diversas personas, cristianas y no cristianas, a la lucha política. Los ejemplos absolutamente sobresalientes de Mahatma Gandhi y de Martin Luther King son mundialmente conocidos.
Quienes cuestionan la aplicabilidad generalizada de presentar también la otra mejilla insisten en que seguimos viviendo en un mundo aún no salvado, en el que imperan de múltiples maneras las fuerzas del mal; y que es necesario controlar y reprimir sus manifestaciones para poder permitir la convivencia humana y proteger sobre todo a las minorías indefensas. Un político destacado dijo hace un par de años que “con el Sermón del Monte no se puede gobernar un país”.
Algunos comentaristas bíblicos, por su parte, opinan que Jesús mismo no pensó en una aplicación rígida de esta máxima, pues si bien él no devolvió el golpe recibido según Jn 18,22-23, por lo menos protestó por la injusticia del mismo, sin presentar la otra mejilla. De ello quieren deducir que no cabe una interpretación extremadamente literal. Sin entrar a considerar la cuestión de la mayor o menor coherencia entre textos y contextos bíblicos, esta disquisición nos parece bastante rebuscada; y sospechamos que sólo es empleada para justificar un “pacifismo a medias”, que no se anima a serlo del todo, pero quiere parecerlo todo lo posible.
Amar al enemigo significa en primer lugar reconocer que existen relaciones problemáticas, enemistades y enemigos; y segundo, al romper la lógica de la devolución (generalmente acrecentada), se desestabiliza la estructura de la enemistad y se abre alguna puerta para una relación diferente. Esto reconoce al enemigo como tal y a la vez le arrebata su lógica.
El núcleo de la reflexión teológica sobre los dichos en cuestión puede localizarse en la inversión de la ética de la reciprocidad “a secas”. Para la nueva práctica cristiana pueden identificarse cuatro motivaciones, todas ellas presentes en el texto: la imitación, la distinción, la reciprocidad, y la recompensa escatológica (Theissen). La reciprocidad en sentido positivo y a partir de la iniciativa cristiana queda condensada en la regla de oro; y rompe la lógica de la retribución y la recompensa. La motivación de la distinción consiste en asumir que la comunidad cristiana es llamada a realizar una vida alternativa, diferente de la de pecadores (vs. 32-34). Lc 6,36 propone la imitación de la misericordia de Dios como móvil básico. Ella previene de todo tipo de legalismo. La perspectiva escatológica se expresa en el 37 con sus referencias al juicio, la condena y el perdón.
Una palabra más sobre el juzgar. Los términos castellanos crisis, criticar, criticismo, crítica, y también discriminar, incriminar y recriminar se derivan de la raíz griega que toma forma en el verbo krino, juzgar, y en el sustantivo krisis, juicio. Si bien juzgar y juicio conservan la idea de una justicia o ecuanimidad más amplia, las expresiones castellanas que conservan la raíz griega siempre contienen matices negativos, cuya “mala conciencia” tampoco se corrige con el eufemismo “crítica constructiva”. Las referidas acciones siempre “duelen”. La predicación puede incluir este dato al hablar de la propuesta de no juzgar.
Posible esquema para la predicación
Nuestra sociedad está profundamente marcada por la reciprocidad y la correspondencia, pero casi siempre en su dimensión negativa. Ellas son la base de la mayoría de nuestras relaciones: las pocas positivas, como ser bueno con el bueno, dar premios al excelente; y fundamentalmente con la gran cantidad de negativas, que consisten darle duro al duro. En consecuencia, los malos reciben castigos, se ejerce venganza, muchas instituciones trabajan más con puntajes negativos y castigos que con premios, el desarrollo del tráfico se reglamenta con multas y sanciones, etc. Jesús invierte este esquema, apuntando a una justicia superior y al estado de cosas que ha de imperar en el reino de Dios.
1. La reciprocidad en nuestras relaciones: ¿Qué tipo de trato damos a los demás? Generalmente actuamos por reacción. Las consecuencias son la crudeza, la dureza, la espiral de la violencia.
2. Jesús invierte este esquema. No nos pide que seamos tontos o bobos y traguemos todo tipo de injusticia; sino que seamos creativos en las respuestas a los ataques, las agresiones y las exigencias. Sólo una respuesta alternativa al esquema común puede quebrar la espiral de la violencia. Con ello, es un anuncio del reino que ha de venir y que ya llegó con Jesús.
Nota: Para este Estudio Exegético-Homilético se utilizaron diversos materiales, de Proclamar Libertação 26; el comentario de GRUNDMANN, Walter, Das Evangelium nach Lukas, Evangelische Verlagsanstalt, Berlín, 198410; THEISSEN, Gerd, Sociologia da comunidade primitiva, São Leopoldo, Ed. Sinodal, 1987; y los siguientes estudios sobre la regla de oro: STRECKER, Georg, “Compliance – Love of one’s Enemy – The Golden Rule”, ABR 29 (1981) 38-46; SCHNEIDER, G., “Die Neuheit der christlichen Nächstenliebe”, TThZ 82 (1973) 257-275.