Lucas 6:17-26
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Jeremías 17:5-10; Salmo 1; 1 Corintios 15:12-20
Introducción
Este texto contiene el comienzo del llamado Sermón del llano, llamado así por la referencia lucana al lugar llano, a diferencia del Sermón del monte del Ev Mt.
Es de destacarse que la relación entre oír a Jesús y dejarse sanar por él es asumida como algo completamente natural por aquellas personas. El texto lucano, por su parte, muestra la respuesta positiva de Jesús a ambas aspiraciones – ¿por qué no creer que en el fondo se trata de una sola necesidad? La predicación ha de rescatar este propósito con el cual la gente acude a Jesús: oírle y ser sanados de sus enfermedades.
Hay que prestar especial atención en no transformar el sermón en un mero conjunto de consejos ético-morales, por más bienintencionados que fueren éstos. El sermón es ambas cosas a la vez: evangelio y ley, anuncio de la gracia gratuita de Dios y orientación práctica, querigma y didajé. La mayoría de sus materiales son parenéticos: exhortan a realizar determinadas prácticas en el seguimiento de Jesucristo; pero el encuadre general se vincula con la gracia de Dios, que nos llega en Jesucristo, y con la aceptación de la misma por la fe.
Es de fundamental importancia que en ambas versiones el sermón comienza con bienaventuranzas, y no con exigencias para una vida más decente o menos hipócrita.
El texto elegido es una construcción artística que opone en paralelismo antitético cuatro bienaventuranzas y cuatro ayes. Creemos que no corresponde hablar de maldiciones (así en la Biblia de Jerusalén), pues éstas constituyen un género distinto. Esta construcción, ubicada en el lugar tan importante del comienzo del sermón con su programa para la praxis de seguidores y seguidoras, da una orientación muy específica a toda la enseñanza de Jesús. A su vez, el cuadro está en la misma línea de pensamiento y anuncio de inversiones que se expresa en el Magnificat y la parábola del rico y Lázaro el pobre. Vistos aisladamente, estos tres textos parecen representar consuelos y amenazas; pero en el conjunto total del texto lucano tienen una función específica como elementos de influencia y fundamentación para las exhortaciones y las exigencias, planteadas a los ricos egoístas como conversión socioeconómica y relacional a sus hermanas y hermanos pobres. Al mismo tiempo, las inversiones son un abierto rechazo de la ideología que confundía y justificaba la riqueza como señal de bendición divina, y la pobreza como un castigo.
Repaso exegético
Durante muchos siglos, la peculiar relación de coincidencias y diferencias entre diversos textos de los tres primeros evangelios ha llamado la atención de sus lectoras y lectores. Esta combinación fue llamada el problema sinóptico. Se han ensayado varias hipótesis para explicar adecuadamente la relación entre los tres evangelios y comprender mejor el mensaje propio de cada uno de ellos: los tres como recensiones diferentes de un evangelio original, los tres como resultado de un proceso de colección de fragmentos separados, una tradición original oral fijada luego por escrito de tres maneras, y finalmente la hipótesis de la dependencia literaria. Dentro de esta hipótesis, la teoría que logró la mayor aceptación es la llamada teoría de las dos fuentes. Sostiene que Marcos fue el primer evangelista, y que tanto Mateo como Lucas se sirvieron de su evangelio como base para sus propios escritos, pero independientemente el uno del otro. Además, Mateo y Lucas incorporaron también otra fuente escrita con dichos, parábolas y discursos de Jesús. Este documento, reconstruido hipotéticamente a partir de la comparación de todos los textos paralelos entre Mt y Lc que no se encuentran en Mc, se ha dado en llamar Fuente de los Dichos. Finalmente, cada evangelista incorporó también material propio proveniente de fuentes particulares.
La parte medular del célebre sermón de Jesús – acaso el más conocido de la Biblia – el Sermón del monte en Mt y Sermón del llano en Lc, circulaba ya mucho tiempo antes de la redacción escrita de los evangelios como conjunto o colección de enseñanzas fundamentales de Jesús; y era empleada posiblemente para la instrucción de catecúmenos y/o de recién bautizados. Como tal, es decir, como un sermón y no simplemente en forma de dichos sueltos, estas palabras también llegaron a formar parte de la Fuente de los Dichos.
Los diferentes destinatarios de ambos evangelios pueden explicar ciertas diferencias entre ambas versiones del sermón. Mateo, escribiendo para judeocristianos, puede y debe incorporar en el mismo también una serie de palabras de Jesús sobre el contraste entre la concepción de justicia sostenida por él y la de los maestros judíos (parte del capítulo 6 de Mt). En las comunidades lucanas, con más membresía paganocristiana, estas cuestiones eran de menor interés. Lucas, aprovechando sin embargo el material de la Fuente de los dichos, incorporó parte del mismo en otros lugares de su evangelio (p. ej., el Padrenuestro y las palabras sobre el tesoro).
El lugar preciso, sobre el monte según Mt o lugar llano según Lc, no hace ninguna diferencia con respecto a la audiencia, el contenido y el mensaje del sermón. Para Lucas es importante indicar que Jesús descendió del monte y se detuvo junto a las multitudes, yendo al encuentro de las mismas.
Lucas brinda mucha información sobre el crecimiento del movimiento en torno a Jesús. El texto original griego habla de una gran multitud de sus discípulos (la Versión Reina-Valera dice sólo en compañía de sus discípulos); y luego de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. El texto evangélico va describiendo diversos grupos en torno a Jesús: los doce apóstoles, los discípulos y discípulas en general, determinadas personas, y las multitudes. De allí que también haya toda una discusión en la exégesis sobre los destinatarios y las destinatarias del sermón; y también los destinatarios de algunas partes especiales del sermón. Esta discusión es importante a la hora de la investigación exegética. En la predicación debemos “luchar” o enfrentarnos con una forma escrita final, canónica, del sermón, que ahora nos interpela directamente a nosotros, seamos apóstoles, discípulos, individuos concretos y/o multitud.
El v. 18 emplea dos términos diferentes para sanar, sin distinción específica. El procurar tocarle es figura de la ansiedad de la gente, basada en sus privaciones en materia de salud, vida y también dignidad. No nos corresponde descalificar esta actitud como mágica, pues expresa una necesidad humana fundamental: tomar contacto directo, vivir la dimensión del cuerpo entero, ser correspondido.
Los tres verbos del v. 19 están en imperfecto, indicando que no se trataba de una acción puntual (p. ej., un milagro ocasional) por parte de los sujetos implicados, sino de una actitud continua.
El v. 21 contiene un detalle interesante: Jesús comienza su predicación alzando los ojos hacia sus discípulos. Con cierta ironía se ha dicho que muchos pastores predican con los ojos puestos solamente en su manuscrito y arrastrando sus palabras, mientras que la comunidad pierde el interés o incluso se duerme.
A diferencia de Mateo, Lucas presenta sólo cuatro bienaventuranzas; pero tiene a su vez cuatro ayes. A su vez, el texto lucano está en segunda personas plural (ustedes), mientras que el de Mateo pone las bienaventuranzas en tercera persona plural. Aquí no interesa analizar el origen de estas diferencias, y tampoco profundizaremos diversas diferencias entre ambas formulaciones. Para estas cuestiones más técnicas, remitimos a la abundante literatura de los comentarios bíblicos.
Se ha invertido mucha tinta en establecer la diferencia entre los pobres de la versión lucana y los pobres en espíritu de la versión mateana. Por de pronto diremos que los diferentes contextos y destinatarios de ambos evangelios pueden ayudar en comprender mejor el porqué de las diferentes formulaciones. En las comunidades mateanas existía el riesgo de una confianza excesiva en sus prácticas piadosas; en las lucanas, había diferencias abismales entre ricos y pobres. Mateo, con su formulación pobres en espíritu, puede incluir la dimensión interior de la pobreza y apuntar a la corrección de ciertas actitudes farisaicas, arraigadas también en el mundo pobre. Por su parte, la tradición judía había establecido ya desde hace tiempo una relación entre la pobreza material y la actitud humilde ante Dios, enfatizando que los pobres – materialmente pobres – son los que verdaderamente confían en Dios y sólo en él.
Lucas, en cambio, ante las oposiciones económicas en sus comunidades, subraya expresamente la opción de Dios por los materialmente pobres, y plantea exigencias fuertes a los ricos. El sufrimiento de los pobres es explicitado luego en el los siguientes versículos, y abarca a las personas pobres en las comunidades que son perseguidas por su fe en Jesús. Son aquellas personas que no tienen a nadie a quien acudir en sus necesidades, ni abogados, ni patrones, ni tipos de influencia. Dependen totalmente de Dios, y esperan que él les haga justicia.
El concepto reino de Dios (en Mt, reino de los cielos) es de fundamental importancia en toda la predicación de Jesús. Es un reino tanto presente como futuro; se vincula con la presencia, la persona y la obra de Jesús; y llegará a su consumación por la obra de Dios. En diversos pasajes de los evangelios Jesús habla del reino en términos apocalípticos y escatológicos (p. ej., las parábolas sobre el fin); en otros, en términos de relaciones (un banquete, una fiesta); en otros más, de la obra de Dios en y entre nosotros (parábolas sobre el crecimiento). El núcleo del reino es precisamente el reinado de Dios en las vidas de las personas que aceptan el señorío de Jesucristo; y que en respuesta a su llamado, tratan de vivir la presencia – el señorío – de Dios en todos los órdenes de sus vidas.
Ustedes serán saciados es una formulación en el llamado pasivo divino. En aquella época, se había impuesto la práctica de no emplear el nombre de Yavé, sino de decir directamente Señor, por un profundo respeto religioso y a los efectos de no usar en vano el nombre sagrado. Profundizando esa modalidad, también se empleaban formas pasivas de los verbos para referirse a acciones de Dios. Ser saciado, ser consolado, alcanzar misericordia son, pues, formas de pasivo divino y remiten directamente a Dios, en el sentido de que Dios los saciará, Dios los consolará, Dios tendrá misericordia de ellos.
No es lícito interpretar el serán saciados en un sentido puramente espiritual. El empleo de ese verbo remite a comida concreta, pues se trata del hambre de los materialmente pobres, cuya causa asume Dios.
El v. 22 se refiere a las persecuciones precisas que llegaron a sufrir las primeras comunidades cristianas: odio, expulsión, excomunión de la comunidad sinagogal, marginación de la comunicación social, desprecio (incluso mediante el empleo de apodos: cuando desechen vuestro nombre como malo). El texto anticipa en forma profética lo que el mismo autor relatará más tarde en su segundo volumen, Hechos de los Apóstoles.
La serie de los ayes comienza con un claro Pero, que marca un fuerte contraste. El v. 25 se construye un segundo contraste referido a los tiempos, al enfatizar la oposición entre el ahora y el tiempo futuro de los verbos. Con la parábola del rico y Lázaro, el pobre, Lucas pondrá en funcionamiento parabólico lo anunciado en esta parte del sermón del llano.
Los ricos, saciados, felices y adulados conforman la antítesis de los pobres, hambrientos, tristes y perseguidos. Los ricos tienen todo lo que necesitan y aún más que ello, disponen de relaciones e influencias, no dependen de nadie, y confían plenamente en sí mismos. A éstos Jesús les anuncia una inversión drástica de los “destinos”.
Las seguidoras y los seguidores de Jesús viven en la espera de esta inversión anunciada por su maestro.
Finalmente, una palabra sobre las recompensas. El concepto de recompensa introducido aquí por Jesús, construye una oposición al sistema de retribución del judaísmo farisaico de su época. Para Jesús, la recompensa no es un premio ganado por una acción meritoria y que Dios estuviera obligado a conferir, sino que es un verdadero premio, una distinción que expresa una opción de Dios, y que en otros pasajes confiere al siervo obediente aún mayor confianza. Por la especificación vuestro galardón es grande en los cielos, se deduce que la recompensa consiste en la posición de hijas e hijos ante Dios, o sea, en la filiación divina y en la participación en la historia de la salvación.
Breve reflexión teológica
Toda predicación sobre las bienaventuranzas debe plantearse de entrada la pregunta acerca de si realmente podrá decir algo que todavía no se haya dicho y que no conozcan sus oyentes. ¿Será posible dejarse tocar vivamente por aquellas frases tan conocidas, y experimentar y realizar alguna transformación?
El texto es tan denso y contiene tantos elementos, que las líneas que siguen pueden parecer un amontonamiento suelto de ideas, sin coherencia entre ellas. Dejamos en manos de cada predicadora y cada predicador la elección temática concreta, y brindamos tan sólo algunas pistas.
Oír a Jesús y dejarse sanar por él: combinación asumida como la más natural del mundo por aquellas personas. ¡Cuántos problemas ha causado la pregunta acerca de la correcta relación entre estas dos dimensiones de la misión de la Iglesia! Unos han defendido la absoluta supremacía de la proclamación verbal del señorío de Jesucristo en la predicación y la enseñanza; otros, la absoluta necesidad de sanar, dar de comer, luchar contra la injusticia y producir la transformación de las estructuras de opresión. Los primeros se espantaban ante todo lo que sonaba a “política”, por considerar que la salvación del alma era la única misión de la Iglesia. Los segundos rechazaban todo lo que sonaba a “espiritual”, “interioridad”, “alma”, “salvación”, “cielo”, “eternidad”. Gracias a Dios – y también a quienes con mucha paciencia entablaran un fructífero diálogo entre ambas posturas – en muchas Iglesias estamos arribando a una visión integral de la obra de Cristo a favor de las hijas y los hijos de Dios en esta tierra. Ahora bien, con prestar debida atención al texto bíblico nos habríamos ahorrado años de dolorosas discusiones. Bien, las multitudes acudían, pues, a oír a Jesús y para ser sanados.
Es fascinante ver cómo Jesús incluye las necesidades concretas de la gente en su actuación curativa y en el sermón mismo, y cómo vincula a sus oyentes con la acción de Dios.
La introducción al sermón es un vigoroso testimonio de que aquellas personas buscaron y encontraron salud, dignidad y firmeza en Jesús. El evangelista transforma este testimonio en una oferta hermosa para nosotros. Pablo expresa esto a su manera cuando dice en Filipenses 4,13: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Ambas cosas, la oferta lucana y el testimonio de Pablo, son un cuestionamiento a nuestra forma actual de ser Iglesia. ¿Qué se ofrece en ellas?
Luego, a nivel personal, hemos de preguntarnos con qué listado nos identificamos como Iglesia y como individuos. ¿Con las bienaventuranzas, con los ayes, con algo intermedio, con ambos a la vez?
La reflexión teológica honesta no puede esquivar una serie de preguntas inquietantes: ¿Se produjo acaso la inversión socioeconómica anunciada por Jesús? ¿Por qué sigue habiendo tanta brecha, incluso creciente, entre ricos y pobres? ¿No fuimos capaces de arreglar estos problemas? Los dos mil años de cristianismo, ¿no fueron capaces de orientar mejor a la humanidad?
Antes que cualquier apología apresurada, nos cabe reconocer humildemente nuestras culpas, como individuos y como Iglesia. Nos corresponde confesar nuestra falta de conversión, fe y amor. Hemos de someternos de manera siempre renovada y sincera al juicio que el mismo Evangelio pronuncia sobre nuestras vidas, y rogar a Dios que nos ayude a serle obedientes. Sólo así podemos hablar con toda humildad de la introducción de la dignidad, relacionada con el concepto del ser humano como imagen y semejanza de Dios; de la incorporación de la protección de los sectores más débiles de la sociedad en la legislación; de la organización masiva y oficial del cuidado de enfermos, huérfanos, viudas, ancianos, discapacitados; de la toma de conciencia de los derechos humanos sociales, políticos, económicos, religiosos, educacionales, de salud y otros más por el cuerpo social. Todo ello seria impensable sin aquellos impulsos provenientes de la prédica y la actuación de Jesús; sin aquella espina del anuncio de la inversión de las relaciones socioeconómicas; y sin su opción concreta por las personas marginadas y excluidas. No cabe hablar de logros de la Iglesia ni de sus personeros más lúcidos, sino apenas de unos pocos actos de obediencia a las exigencias concretas de nuestro Señor. De esta manera, lejos de asumir una defensa propia o de nuestras instituciones, podemos colocarnos a disposición de Dios.
Por último, una palabra sobre la adulación. La zalamería del predicador o de cualquier cristiano o cristiana, el éxito sorprendente de un predicador, la pompa que rodea a ciertos eventos religiosos y programas evangelísticos, deben ser una clara señal de advertencia de que algo anda mal. Asimismo lo deben ser la autosatisfacción de ciertas Iglesias, la seguridad económica de sus arcas llenas, la grandeza de sus sistemas teológicos o la venerabilidad de sus tradiciones. La bienaventuranza de los pobres, hambrientos, dolidos y perseguidos es el faro correcto; y no el exitazo, el brillo o el auge.
Posible esquema para la predicación
La predicadora, el predicador se enfrenta con el deber de transmitir el carácter inusitado del anuncio de Jesús, tanto a los pobres como a los ricos. El texto final y actual del sermón no tiene dos destinatarios claramente visibles y expuestos, sino que se dirige “simplemente” a la comunidad. Claro que en ella hay ricos y pobres. Este anuncio contiene evangelio y ley a la vez; advierte ante el peligro de una vida centrada y confiada en sí misma, y propone una total apertura a la acción salvífica de Dios.
1. Bienaventurados los pobres. ¿En qué encontramos felicidad, qué nos brinda satisfacción, qué nos hace sentir bienaventurados? ¿Qué da sentido a nuestras vidas? Solamente la gracia de Dios, que nos llega a través de Jesucristo, nos da vida plena y nos llama bienaventurados y bienaventuradas. ¿Cómo se vincula esto con nuestra situación socioeconómica? ¿Cuáles son nuestros reaseguros más eficientes? ¿En qué y en quién colocamos nuestra confianza?
2. ¡Ay de ustedes, ricos! La miseria de una existencia centrada en sí misma, autosuficiente, con todas las cosas a su alcance. Constantemente, la persona de negocios, trabajo, posición importante o incluso encumbrada debe probarse a sí misma y a los y las demás su capacidad y su superioridad. Pero esto no otorga dignidad última a la persona. Al contrario, la riqueza, el status y el poder la destruyen. Se equivoca aquel que cree que el sentido de su vida consiste en vivir tranquilo con todo lo que consigue acumular (cf. Lc 12,15 y 21).
3. Bienaventurados los pobres. Nuestro compromiso concreto con los pobres es la consecuencia de la opción de Dios por ellos, no de alguna supuesta bondad nuestra o de la llamada filantropía. Reconociéndonos dependientes de Dios, podemos participar en su obra de vida, promoción, justicia, salvación y todo lo que el Evangelio nos vaya mostrando y pidiendo.
Nota: Para este Estudio Exegético-Homilético se utilizaron diversos materiales de Proclamar Libertação; el trabajo de KRÜGER, René, “La proclama de una inversión total. La estructuración de Lucas 6,20-26”, en RIBLA 8 (1991) 27-38; y el comentario de GRUNDMANN, Walter, Das Evangelium nach Lukas, Evangelische Verlagsanstalt, Berlín, 198410.
Introducción
Este texto contiene el comienzo del llamado Sermón del llano, llamado así por la referencia lucana al lugar llano, a diferencia del Sermón del monte del Ev Mt.
Es de destacarse que la relación entre oír a Jesús y dejarse sanar por él es asumida como algo completamente natural por aquellas personas. El texto lucano, por su parte, muestra la respuesta positiva de Jesús a ambas aspiraciones – ¿por qué no creer que en el fondo se trata de una sola necesidad? La predicación ha de rescatar este propósito con el cual la gente acude a Jesús: oírle y ser sanados de sus enfermedades.
Hay que prestar especial atención en no transformar el sermón en un mero conjunto de consejos ético-morales, por más bienintencionados que fueren éstos. El sermón es ambas cosas a la vez: evangelio y ley, anuncio de la gracia gratuita de Dios y orientación práctica, querigma y didajé. La mayoría de sus materiales son parenéticos: exhortan a realizar determinadas prácticas en el seguimiento de Jesucristo; pero el encuadre general se vincula con la gracia de Dios, que nos llega en Jesucristo, y con la aceptación de la misma por la fe.
Es de fundamental importancia que en ambas versiones el sermón comienza con bienaventuranzas, y no con exigencias para una vida más decente o menos hipócrita.
El texto elegido es una construcción artística que opone en paralelismo antitético cuatro bienaventuranzas y cuatro ayes. Creemos que no corresponde hablar de maldiciones (así en la Biblia de Jerusalén), pues éstas constituyen un género distinto. Esta construcción, ubicada en el lugar tan importante del comienzo del sermón con su programa para la praxis de seguidores y seguidoras, da una orientación muy específica a toda la enseñanza de Jesús. A su vez, el cuadro está en la misma línea de pensamiento y anuncio de inversiones que se expresa en el Magnificat y la parábola del rico y Lázaro el pobre. Vistos aisladamente, estos tres textos parecen representar consuelos y amenazas; pero en el conjunto total del texto lucano tienen una función específica como elementos de influencia y fundamentación para las exhortaciones y las exigencias, planteadas a los ricos egoístas como conversión socioeconómica y relacional a sus hermanas y hermanos pobres. Al mismo tiempo, las inversiones son un abierto rechazo de la ideología que confundía y justificaba la riqueza como señal de bendición divina, y la pobreza como un castigo.
Repaso exegético
Durante muchos siglos, la peculiar relación de coincidencias y diferencias entre diversos textos de los tres primeros evangelios ha llamado la atención de sus lectoras y lectores. Esta combinación fue llamada el problema sinóptico. Se han ensayado varias hipótesis para explicar adecuadamente la relación entre los tres evangelios y comprender mejor el mensaje propio de cada uno de ellos: los tres como recensiones diferentes de un evangelio original, los tres como resultado de un proceso de colección de fragmentos separados, una tradición original oral fijada luego por escrito de tres maneras, y finalmente la hipótesis de la dependencia literaria. Dentro de esta hipótesis, la teoría que logró la mayor aceptación es la llamada teoría de las dos fuentes. Sostiene que Marcos fue el primer evangelista, y que tanto Mateo como Lucas se sirvieron de su evangelio como base para sus propios escritos, pero independientemente el uno del otro. Además, Mateo y Lucas incorporaron también otra fuente escrita con dichos, parábolas y discursos de Jesús. Este documento, reconstruido hipotéticamente a partir de la comparación de todos los textos paralelos entre Mt y Lc que no se encuentran en Mc, se ha dado en llamar Fuente de los Dichos. Finalmente, cada evangelista incorporó también material propio proveniente de fuentes particulares.
La parte medular del célebre sermón de Jesús – acaso el más conocido de la Biblia – el Sermón del monte en Mt y Sermón del llano en Lc, circulaba ya mucho tiempo antes de la redacción escrita de los evangelios como conjunto o colección de enseñanzas fundamentales de Jesús; y era empleada posiblemente para la instrucción de catecúmenos y/o de recién bautizados. Como tal, es decir, como un sermón y no simplemente en forma de dichos sueltos, estas palabras también llegaron a formar parte de la Fuente de los Dichos.
Los diferentes destinatarios de ambos evangelios pueden explicar ciertas diferencias entre ambas versiones del sermón. Mateo, escribiendo para judeocristianos, puede y debe incorporar en el mismo también una serie de palabras de Jesús sobre el contraste entre la concepción de justicia sostenida por él y la de los maestros judíos (parte del capítulo 6 de Mt). En las comunidades lucanas, con más membresía paganocristiana, estas cuestiones eran de menor interés. Lucas, aprovechando sin embargo el material de la Fuente de los dichos, incorporó parte del mismo en otros lugares de su evangelio (p. ej., el Padrenuestro y las palabras sobre el tesoro).
El lugar preciso, sobre el monte según Mt o lugar llano según Lc, no hace ninguna diferencia con respecto a la audiencia, el contenido y el mensaje del sermón. Para Lucas es importante indicar que Jesús descendió del monte y se detuvo junto a las multitudes, yendo al encuentro de las mismas.
Lucas brinda mucha información sobre el crecimiento del movimiento en torno a Jesús. El texto original griego habla de una gran multitud de sus discípulos (la Versión Reina-Valera dice sólo en compañía de sus discípulos); y luego de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. El texto evangélico va describiendo diversos grupos en torno a Jesús: los doce apóstoles, los discípulos y discípulas en general, determinadas personas, y las multitudes. De allí que también haya toda una discusión en la exégesis sobre los destinatarios y las destinatarias del sermón; y también los destinatarios de algunas partes especiales del sermón. Esta discusión es importante a la hora de la investigación exegética. En la predicación debemos “luchar” o enfrentarnos con una forma escrita final, canónica, del sermón, que ahora nos interpela directamente a nosotros, seamos apóstoles, discípulos, individuos concretos y/o multitud.
El v. 18 emplea dos términos diferentes para sanar, sin distinción específica. El procurar tocarle es figura de la ansiedad de la gente, basada en sus privaciones en materia de salud, vida y también dignidad. No nos corresponde descalificar esta actitud como mágica, pues expresa una necesidad humana fundamental: tomar contacto directo, vivir la dimensión del cuerpo entero, ser correspondido.
Los tres verbos del v. 19 están en imperfecto, indicando que no se trataba de una acción puntual (p. ej., un milagro ocasional) por parte de los sujetos implicados, sino de una actitud continua.
El v. 21 contiene un detalle interesante: Jesús comienza su predicación alzando los ojos hacia sus discípulos. Con cierta ironía se ha dicho que muchos pastores predican con los ojos puestos solamente en su manuscrito y arrastrando sus palabras, mientras que la comunidad pierde el interés o incluso se duerme.
A diferencia de Mateo, Lucas presenta sólo cuatro bienaventuranzas; pero tiene a su vez cuatro ayes. A su vez, el texto lucano está en segunda personas plural (ustedes), mientras que el de Mateo pone las bienaventuranzas en tercera persona plural. Aquí no interesa analizar el origen de estas diferencias, y tampoco profundizaremos diversas diferencias entre ambas formulaciones. Para estas cuestiones más técnicas, remitimos a la abundante literatura de los comentarios bíblicos.
Se ha invertido mucha tinta en establecer la diferencia entre los pobres de la versión lucana y los pobres en espíritu de la versión mateana. Por de pronto diremos que los diferentes contextos y destinatarios de ambos evangelios pueden ayudar en comprender mejor el porqué de las diferentes formulaciones. En las comunidades mateanas existía el riesgo de una confianza excesiva en sus prácticas piadosas; en las lucanas, había diferencias abismales entre ricos y pobres. Mateo, con su formulación pobres en espíritu, puede incluir la dimensión interior de la pobreza y apuntar a la corrección de ciertas actitudes farisaicas, arraigadas también en el mundo pobre. Por su parte, la tradición judía había establecido ya desde hace tiempo una relación entre la pobreza material y la actitud humilde ante Dios, enfatizando que los pobres – materialmente pobres – son los que verdaderamente confían en Dios y sólo en él.
Lucas, en cambio, ante las oposiciones económicas en sus comunidades, subraya expresamente la opción de Dios por los materialmente pobres, y plantea exigencias fuertes a los ricos. El sufrimiento de los pobres es explicitado luego en el los siguientes versículos, y abarca a las personas pobres en las comunidades que son perseguidas por su fe en Jesús. Son aquellas personas que no tienen a nadie a quien acudir en sus necesidades, ni abogados, ni patrones, ni tipos de influencia. Dependen totalmente de Dios, y esperan que él les haga justicia.
El concepto reino de Dios (en Mt, reino de los cielos) es de fundamental importancia en toda la predicación de Jesús. Es un reino tanto presente como futuro; se vincula con la presencia, la persona y la obra de Jesús; y llegará a su consumación por la obra de Dios. En diversos pasajes de los evangelios Jesús habla del reino en términos apocalípticos y escatológicos (p. ej., las parábolas sobre el fin); en otros, en términos de relaciones (un banquete, una fiesta); en otros más, de la obra de Dios en y entre nosotros (parábolas sobre el crecimiento). El núcleo del reino es precisamente el reinado de Dios en las vidas de las personas que aceptan el señorío de Jesucristo; y que en respuesta a su llamado, tratan de vivir la presencia – el señorío – de Dios en todos los órdenes de sus vidas.
Ustedes serán saciados es una formulación en el llamado pasivo divino. En aquella época, se había impuesto la práctica de no emplear el nombre de Yavé, sino de decir directamente Señor, por un profundo respeto religioso y a los efectos de no usar en vano el nombre sagrado. Profundizando esa modalidad, también se empleaban formas pasivas de los verbos para referirse a acciones de Dios. Ser saciado, ser consolado, alcanzar misericordia son, pues, formas de pasivo divino y remiten directamente a Dios, en el sentido de que Dios los saciará, Dios los consolará, Dios tendrá misericordia de ellos.
No es lícito interpretar el serán saciados en un sentido puramente espiritual. El empleo de ese verbo remite a comida concreta, pues se trata del hambre de los materialmente pobres, cuya causa asume Dios.
El v. 22 se refiere a las persecuciones precisas que llegaron a sufrir las primeras comunidades cristianas: odio, expulsión, excomunión de la comunidad sinagogal, marginación de la comunicación social, desprecio (incluso mediante el empleo de apodos: cuando desechen vuestro nombre como malo). El texto anticipa en forma profética lo que el mismo autor relatará más tarde en su segundo volumen, Hechos de los Apóstoles.
La serie de los ayes comienza con un claro Pero, que marca un fuerte contraste. El v. 25 se construye un segundo contraste referido a los tiempos, al enfatizar la oposición entre el ahora y el tiempo futuro de los verbos. Con la parábola del rico y Lázaro, el pobre, Lucas pondrá en funcionamiento parabólico lo anunciado en esta parte del sermón del llano.
Los ricos, saciados, felices y adulados conforman la antítesis de los pobres, hambrientos, tristes y perseguidos. Los ricos tienen todo lo que necesitan y aún más que ello, disponen de relaciones e influencias, no dependen de nadie, y confían plenamente en sí mismos. A éstos Jesús les anuncia una inversión drástica de los “destinos”.
Las seguidoras y los seguidores de Jesús viven en la espera de esta inversión anunciada por su maestro.
Finalmente, una palabra sobre las recompensas. El concepto de recompensa introducido aquí por Jesús, construye una oposición al sistema de retribución del judaísmo farisaico de su época. Para Jesús, la recompensa no es un premio ganado por una acción meritoria y que Dios estuviera obligado a conferir, sino que es un verdadero premio, una distinción que expresa una opción de Dios, y que en otros pasajes confiere al siervo obediente aún mayor confianza. Por la especificación vuestro galardón es grande en los cielos, se deduce que la recompensa consiste en la posición de hijas e hijos ante Dios, o sea, en la filiación divina y en la participación en la historia de la salvación.
Breve reflexión teológica
Toda predicación sobre las bienaventuranzas debe plantearse de entrada la pregunta acerca de si realmente podrá decir algo que todavía no se haya dicho y que no conozcan sus oyentes. ¿Será posible dejarse tocar vivamente por aquellas frases tan conocidas, y experimentar y realizar alguna transformación?
El texto es tan denso y contiene tantos elementos, que las líneas que siguen pueden parecer un amontonamiento suelto de ideas, sin coherencia entre ellas. Dejamos en manos de cada predicadora y cada predicador la elección temática concreta, y brindamos tan sólo algunas pistas.
Oír a Jesús y dejarse sanar por él: combinación asumida como la más natural del mundo por aquellas personas. ¡Cuántos problemas ha causado la pregunta acerca de la correcta relación entre estas dos dimensiones de la misión de la Iglesia! Unos han defendido la absoluta supremacía de la proclamación verbal del señorío de Jesucristo en la predicación y la enseñanza; otros, la absoluta necesidad de sanar, dar de comer, luchar contra la injusticia y producir la transformación de las estructuras de opresión. Los primeros se espantaban ante todo lo que sonaba a “política”, por considerar que la salvación del alma era la única misión de la Iglesia. Los segundos rechazaban todo lo que sonaba a “espiritual”, “interioridad”, “alma”, “salvación”, “cielo”, “eternidad”. Gracias a Dios – y también a quienes con mucha paciencia entablaran un fructífero diálogo entre ambas posturas – en muchas Iglesias estamos arribando a una visión integral de la obra de Cristo a favor de las hijas y los hijos de Dios en esta tierra. Ahora bien, con prestar debida atención al texto bíblico nos habríamos ahorrado años de dolorosas discusiones. Bien, las multitudes acudían, pues, a oír a Jesús y para ser sanados.
Es fascinante ver cómo Jesús incluye las necesidades concretas de la gente en su actuación curativa y en el sermón mismo, y cómo vincula a sus oyentes con la acción de Dios.
La introducción al sermón es un vigoroso testimonio de que aquellas personas buscaron y encontraron salud, dignidad y firmeza en Jesús. El evangelista transforma este testimonio en una oferta hermosa para nosotros. Pablo expresa esto a su manera cuando dice en Filipenses 4,13: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Ambas cosas, la oferta lucana y el testimonio de Pablo, son un cuestionamiento a nuestra forma actual de ser Iglesia. ¿Qué se ofrece en ellas?
Luego, a nivel personal, hemos de preguntarnos con qué listado nos identificamos como Iglesia y como individuos. ¿Con las bienaventuranzas, con los ayes, con algo intermedio, con ambos a la vez?
La reflexión teológica honesta no puede esquivar una serie de preguntas inquietantes: ¿Se produjo acaso la inversión socioeconómica anunciada por Jesús? ¿Por qué sigue habiendo tanta brecha, incluso creciente, entre ricos y pobres? ¿No fuimos capaces de arreglar estos problemas? Los dos mil años de cristianismo, ¿no fueron capaces de orientar mejor a la humanidad?
Antes que cualquier apología apresurada, nos cabe reconocer humildemente nuestras culpas, como individuos y como Iglesia. Nos corresponde confesar nuestra falta de conversión, fe y amor. Hemos de someternos de manera siempre renovada y sincera al juicio que el mismo Evangelio pronuncia sobre nuestras vidas, y rogar a Dios que nos ayude a serle obedientes. Sólo así podemos hablar con toda humildad de la introducción de la dignidad, relacionada con el concepto del ser humano como imagen y semejanza de Dios; de la incorporación de la protección de los sectores más débiles de la sociedad en la legislación; de la organización masiva y oficial del cuidado de enfermos, huérfanos, viudas, ancianos, discapacitados; de la toma de conciencia de los derechos humanos sociales, políticos, económicos, religiosos, educacionales, de salud y otros más por el cuerpo social. Todo ello seria impensable sin aquellos impulsos provenientes de la prédica y la actuación de Jesús; sin aquella espina del anuncio de la inversión de las relaciones socioeconómicas; y sin su opción concreta por las personas marginadas y excluidas. No cabe hablar de logros de la Iglesia ni de sus personeros más lúcidos, sino apenas de unos pocos actos de obediencia a las exigencias concretas de nuestro Señor. De esta manera, lejos de asumir una defensa propia o de nuestras instituciones, podemos colocarnos a disposición de Dios.
Por último, una palabra sobre la adulación. La zalamería del predicador o de cualquier cristiano o cristiana, el éxito sorprendente de un predicador, la pompa que rodea a ciertos eventos religiosos y programas evangelísticos, deben ser una clara señal de advertencia de que algo anda mal. Asimismo lo deben ser la autosatisfacción de ciertas Iglesias, la seguridad económica de sus arcas llenas, la grandeza de sus sistemas teológicos o la venerabilidad de sus tradiciones. La bienaventuranza de los pobres, hambrientos, dolidos y perseguidos es el faro correcto; y no el exitazo, el brillo o el auge.
Posible esquema para la predicación
La predicadora, el predicador se enfrenta con el deber de transmitir el carácter inusitado del anuncio de Jesús, tanto a los pobres como a los ricos. El texto final y actual del sermón no tiene dos destinatarios claramente visibles y expuestos, sino que se dirige “simplemente” a la comunidad. Claro que en ella hay ricos y pobres. Este anuncio contiene evangelio y ley a la vez; advierte ante el peligro de una vida centrada y confiada en sí misma, y propone una total apertura a la acción salvífica de Dios.
1. Bienaventurados los pobres. ¿En qué encontramos felicidad, qué nos brinda satisfacción, qué nos hace sentir bienaventurados? ¿Qué da sentido a nuestras vidas? Solamente la gracia de Dios, que nos llega a través de Jesucristo, nos da vida plena y nos llama bienaventurados y bienaventuradas. ¿Cómo se vincula esto con nuestra situación socioeconómica? ¿Cuáles son nuestros reaseguros más eficientes? ¿En qué y en quién colocamos nuestra confianza?
2. ¡Ay de ustedes, ricos! La miseria de una existencia centrada en sí misma, autosuficiente, con todas las cosas a su alcance. Constantemente, la persona de negocios, trabajo, posición importante o incluso encumbrada debe probarse a sí misma y a los y las demás su capacidad y su superioridad. Pero esto no otorga dignidad última a la persona. Al contrario, la riqueza, el status y el poder la destruyen. Se equivoca aquel que cree que el sentido de su vida consiste en vivir tranquilo con todo lo que consigue acumular (cf. Lc 12,15 y 21).
3. Bienaventurados los pobres. Nuestro compromiso concreto con los pobres es la consecuencia de la opción de Dios por ellos, no de alguna supuesta bondad nuestra o de la llamada filantropía. Reconociéndonos dependientes de Dios, podemos participar en su obra de vida, promoción, justicia, salvación y todo lo que el Evangelio nos vaya mostrando y pidiendo.
Nota: Para este Estudio Exegético-Homilético se utilizaron diversos materiales de Proclamar Libertação; el trabajo de KRÜGER, René, “La proclama de una inversión total. La estructuración de Lucas 6,20-26”, en RIBLA 8 (1991) 27-38; y el comentario de GRUNDMANN, Walter, Das Evangelium nach Lukas, Evangelische Verlagsanstalt, Berlín, 198410.