Lucas 5:1-11
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Isaías 6:1-8 (9-13); Salmo 138; 1 Corintios 15:1-11
Introducción
Las lectoras y los lectores de la Biblia saben que esta historia peculiar del Ev Lc tiene un interesante paralelo en Juan 21. En ambos casos se trata de una historia de milagro combinada con un llamado al apostolado. Hay una pesca supermilagrosa, Pedro está en el centro de los discípulos, se produce un reconocimiento de Jesús como Señor, Jesús actúa con total soberanía, Jesús llama a Pedro al seguimiento y al apostolado, y Pedro sigue a Jesús. ¿Cuál de los dos relatos es el más antiguo? ¿Cuál se escribió primero? ¿Provienen ambos de una misma fuente? ¿Estamos ante el mismo evento, pero ubicado en dos momentos distintos de la historia de Jesús? Estas son cuestiones para un análisis literario e histórico más profundo. Aquí queremos hacer tan sólo un recorrido por el texto lucano en vista de su predicación.
Repaso exegético
Lc 5,1-11 contiene la llamada “vocación de Pedro”. En Mt y Mc esta vocación tiene una forma muy resumida, sin el milagro de la pesca y el diálogo entre Jesús y Pedro, y concentrada en el llamado y el seguimiento inmediato. Aquellos textos enfatizan más la autonomía de Jesús, mientras que el de Lc trabaja más sobre la transformación de Pedro.
El relato lucano comienza con una escena de afluencia masiva de gente que quiere oír la Palabra de Dios y con la correspondiente respuesta de Jesús.
El texto presenta algunos detalles interesantes. Lucas es el único evangelista que habla del lago de Genesaret, mientras que los otros hablan del mar de Galilea (o de Tiberias). El curioso y para nada frecuente verbo epíkeimai, agolparse, vuelve a aparecer en el EvLc sólo en 23,23. Si en Lc 5 la gente se amontona en torno a Jesús para oír su predicación, en Lc 23 hace presión para que él sea crucificado. A partir del v. 3, el texto construye una importante duplicación interna. El verbo compuesto introducirse al mar se repite en el v. 4; Pedro cumple ambas veces el pedido; y el uso del bote como púlpito prefigura su próximo empleo como lugar de manifestación del poder de Jesucristo y fundamentalmente, de puesto de llamado al seguimiento. El pescador, por su parte, debe echar doblemente su red: sobre los peces y sobre la gente.
Pescadores es un antiguo término homérico que fue usado nuevamente en el griego Koiné del NT. Significa “gente de mar”.
Un detalle pequeño, pero básico, es el tiempo del verbo enseñar: está en imperfecto, en medio de una serie de aoristos. Se trataba, pues, de una actividad habitual, con duración más prolongada en el tiempo, no puntual como el aoristo ni cumplida como el perfecto.
En el v. 4 hay un interesante juego entre el empleo del singular Boga mar adentro y el plural: echad vuestras redes para pescar. Esta sutileza puede anticipar un toque de liderazgo por parte de Pedro y a la vez el trabajo comunitario de quienes serán discípulos. El mismo juego entre singular y plural se repetirá luego al final del relato, en el llamado y el seguimiento.
Jesús indica el fin concreto de su mandato: para una pesca. El griego emplea un sustantivo concreto, y no un verboide (infinitivo, en este caso), como la traducción Reina-Valera. El para pescar de la Reina-Valera suena muy impreciso, pues no necesariamente tiene que tener éxito.
La respuesta de Pedro construye una oposición entre la tarea infructuosa de toda una noche y la palabra de Jesús. La pericia de Pedro será refutada luego por el resultado del cumplimiento de la orden del maestro. Con todo, el futuro pescador de personas expresa su consentimiento basándose para ello en la orden de Jesús como maestro, aunque deja constancia de que su experiencia no lo acompaña en este riesgo. ¿Prefiguración del riesgo del apostolado? Es muy probable, ya que el relato avanza en escalas, y cada etapa contiene un anticipo de la próxima: predicación de Jesús, pesca milagrosa, llamado al apostolado. Pedro, por su parte, colabora activamente con algo propio en cada escala.
Mientras que los otros evangelistas siempre emplean didáskalos y rabbí para referirse a Jesús como maestro, el EvLc establece una importante diferencia: los discípulos aplican a Jesús el término epístates (epístate, en vocativo), y los demás interlocutores lo llaman didáskalos (didáskale, en vocativo). En escritos antiguos el término epístates es empleado para designar al superintendente o supervisor (literalmente significa: el que está sobre otro). En su aplicación lucana a Jesús, el vocablo tiene, pues, una connotación especial y remite al reconocimiento de la autoridad de Jesús.
La superabundancia de la pesca es ilustrada mediante tres figuras: el rompimiento de la red, el llenado de dos barcas, y su hundimiento.
El término métojos, traducido comúnmente como compañero, es empleado en el NT sólo aquí por Lucas y cinco veces en Hebreos, donde significa partícipe o participante. Proviene de metéjo, tener con; y significa participación juntamente con alguien (en bendiciones comunes). Por su parte, el término koinonós, que también significa compañero y es aplicado en Lc 5,10 a Jacobo y Juan, incluye la noción de asociación y confraternidad personal.
En el v. 8 prosigue la construcción de la oposición. Pedro, que había hecho alarde de una cierta arrogancia profesional en el v. 5, pero a la vez de docilidad, llega ahora al punto más bajo de humillación, y la expresa con la caída ante Jesús y las subsiguientes palabras. Este momento es un acto religioso de reconocimiento del misterio divino de Jesús y se encuadra en el modelo típico de las reacciones bíblicas y religiosas en general ante la manifestación de lo sagrado y el poder divino. La reacción de Pedro fue sincera y correcta, producto de su confusión personal. El temor es compartido por todos sus compañeros de trabajo. Lucas es el único autor que emplea un término particular para temor: thambos (Lc 4,36; 5,9; Hch 3,10); las tres veces como expresión de consternación ante la manifestación del poder divino.
Introducida por la clásica fórmula bíblica No temas (muy usada también por Jesús en su relación con los discípulos), el v. 10 explicita finalmente la vocación: desde ahora serás pescador de hombres. Es un futuro indicativo perifrástico, que sintetiza la idea a la que apunta toda la historia. El antiguo verbo zogreo significa agarrar con vida, a diferencia de una caza o captura que mata. El término marca una diferencia substancial para con la pesca, pues ésta mata los peces, mientras que la misión de Pedro consistirá en “agarrar” vivas a las personas – “cautivarlas” y juntarlas para la vida, no para la muerte. Esto se cumplirá por primera vez en Pentecostés. Tendrá que correr aún mucha agua por el Jordán antes de la primera “pesca” exitosa – si se permite esta expresión – de Pedro. En Lc 5 Jesús anticipa las posibilidades latentes en Pedro, y él mismo asume la tarea de convertir este pescador de pescados en un “cautivador” de personas, con la tarea concreta de anunciarles perdón y salvación por medio de Jesucristo.
(En curiosa, pero significativa oposición a esta aplicación del verbo, hay una sola más en el NT: 2 Tim 2,26 habla de quienes están cautivos en el lazo del diablo).
Si bien el mandato específico se dirige a Pedro, su entorno también asume el llamado, como puede verificarse por el v. 11. La constatación del seguimiento plural en este cierre aclara por qué el relato había hablado anteriormente de todos los que estaban con él y específicamente de Jacobo y Juan. La fórmula dejándolo todo, le siguieron es típicamente lucana. Convierte al grupo de pescadores en seguidores y discípulos incondicionales de Jesús, que cambian su trabajo y su negocio por el aprendizaje y el servicio activo a Jesús y a su causa.
Breve reflexión teológica
¿Cuál es el milagro principal o mayor? O, en otras palabras: ¿dónde colocó Lucas el énfasis fundamental? ¿En la enormidad de pescados, en el llamado, o en la profunda transformación de Pedro?
Si nos detenemos en la transformación de Pedro, podemos constatar que hay varias: el reconocimiento de Jesús como maestro que “sabe más” que el pescador experimentado, el reconocimiento de Jesús como Señor, la confesión de Pedro como hombre pecador, el abandono de todo y el seguimiento, y de esta manera su transformación en apóstol misionero.
Este conjunto de cambios sucesivos indica que todo el relato apunta al llamado y la correspondiente respuesta. Más allá del carácter milagroso de aquella pesca, quizá sumamente interesante para los espectadores a orillas del lago, el objetivo fundamental del relato consiste en presentarnos la vocación al discipulado y la obediencia de aquel puñado de hombres.
La actitud de reconocimiento de Jesús como maestro, Señor y convocador y luego el seguimiento mismo del grupo en torno a Pedro constituyen una invitación a todas y todos nosotros a oír con cuidado el llamado de Jesucristo, a examinar nuestros pareceres y conductas y a dejarnos interpelar por el llamado.
¿Por qué no creer que Jesús nos convierte también a nosotros en pescadores? Ahora bien, ¿cuál es el alcance de esa vocación a ser misioneras y misioneros?
En reacción a la monopolización de la vocación por los monjes y sacerdotes de su tiempo, el reformador Martín Lutero redescubrió la profundidad del término llamado (en alemán, Berufung; de Ruf, llamado); y relacionó el vocablo con toda profesión (en alemán, Beruf), actividad, función, tarea y ocupación, trátese de las llamadas profesiones “espirituales” o de las “seculares”. El zapatero, la cocinera, el pastor, el ama de casa, el agricultor, la empleada, la bibliotecaria, el maestro, el médico, la madre, todas y todos recibieron un llamado de Dios que deben cumplir para bien de todas y todos. Es la vocación para poner en práctica de la mejor manera en su medio concreto las capacidades y los dones otorgados por Dios para beneficio común. Diferentes funciones y tareas, diversos llamados y dones de Dios, pero siempre puestos al servicio de la comunidad entera, y no para la gloria personal.
Con ello, podemos dar el siguiente paso: hoy el Señor nos llama a colaborar con su “pesca para la vida”. Una tarea no de especialistas iluminados o predicadores superexitosos, sino de todas y todos los miembros de la comunidad cristiana, cada cual desde su lugar concreto en la vida.
Es decisivo que vinculemos la puesta en práctica de estos dones y la misión con el reconocimiento de nuestras limitaciones. Pedro fue claro: se reconoció como hombre pecador. Pero Cristo vio más allá de esta confesión: vio las posibilidades latentes en Pedro, y las hizo fructificar. Por cuenta nuestra, no salvaremos a nadie. Somos y seguiremos siendo mendigos y mendigas que vivimos de la gracia de Dios. Aquel milagro de la pesca se transforma hoy en nosotros en un milagro acaso mayor, que consiste en el hecho de que Dios confía en nosotros, llamándonos a colaborar con su obra. No tenemos más ni somos más que otros u otras; sólo recibimos el mandato de anunciarles a Jesucristo en palabras y obras.
Posible esquema para la predicación
Este texto se presta formidablemente para un sermón narrativo, en el sentido de re-contarlo con constantes referencias al llamado que Jesucristo nos dirige hoy a nosotros. Debe evitarse la tentación de quedarse con el milagro. Lo fundamental es que a partir de una tarea de enseñanza de Jesús y de una pesca sorprendente, Jesús pronunció un llamado concreto y transformó a un puñado de pescadores en discípulos y misioneros.
El sermón puede facilitar la percepción de la voz actual de Jesucristo haciendo referencia a ciertas situaciones concretas de nuestra vida, como lo fue el amontonamiento de aquel público y la pesca en el lago de Genesaret.
Como recurso visual puede servir una red tejida de hilos gruesos y colocada delante del altar o el púlpito.
1. El llamado o la vocación de Jesucristo nos llega en medio de las situaciones concretas de nuestra vida. Es decisivo escuchar este llamado. ¿Dónde y cómo lo percibimos hoy?
2. Pedro fue transformado por las palabras y acciones de Jesús, y dio una respuesta positiva al llamado. ¿Cuáles son nuestras respuestas, y en qué consiste nuestra transformación en misioneras y misioneros?
Nota: Para este Estudio Exegético-Homilético se utilizaron diversos materiales de Proclamar Libertação y del comentario de GRUNDMANN, Walter, Das Evangelium nach Lukas, Evangelische Verlagsanstalt, Berlín, 198410.
Introducción
Las lectoras y los lectores de la Biblia saben que esta historia peculiar del Ev Lc tiene un interesante paralelo en Juan 21. En ambos casos se trata de una historia de milagro combinada con un llamado al apostolado. Hay una pesca supermilagrosa, Pedro está en el centro de los discípulos, se produce un reconocimiento de Jesús como Señor, Jesús actúa con total soberanía, Jesús llama a Pedro al seguimiento y al apostolado, y Pedro sigue a Jesús. ¿Cuál de los dos relatos es el más antiguo? ¿Cuál se escribió primero? ¿Provienen ambos de una misma fuente? ¿Estamos ante el mismo evento, pero ubicado en dos momentos distintos de la historia de Jesús? Estas son cuestiones para un análisis literario e histórico más profundo. Aquí queremos hacer tan sólo un recorrido por el texto lucano en vista de su predicación.
Repaso exegético
Lc 5,1-11 contiene la llamada “vocación de Pedro”. En Mt y Mc esta vocación tiene una forma muy resumida, sin el milagro de la pesca y el diálogo entre Jesús y Pedro, y concentrada en el llamado y el seguimiento inmediato. Aquellos textos enfatizan más la autonomía de Jesús, mientras que el de Lc trabaja más sobre la transformación de Pedro.
El relato lucano comienza con una escena de afluencia masiva de gente que quiere oír la Palabra de Dios y con la correspondiente respuesta de Jesús.
El texto presenta algunos detalles interesantes. Lucas es el único evangelista que habla del lago de Genesaret, mientras que los otros hablan del mar de Galilea (o de Tiberias). El curioso y para nada frecuente verbo epíkeimai, agolparse, vuelve a aparecer en el EvLc sólo en 23,23. Si en Lc 5 la gente se amontona en torno a Jesús para oír su predicación, en Lc 23 hace presión para que él sea crucificado. A partir del v. 3, el texto construye una importante duplicación interna. El verbo compuesto introducirse al mar se repite en el v. 4; Pedro cumple ambas veces el pedido; y el uso del bote como púlpito prefigura su próximo empleo como lugar de manifestación del poder de Jesucristo y fundamentalmente, de puesto de llamado al seguimiento. El pescador, por su parte, debe echar doblemente su red: sobre los peces y sobre la gente.
Pescadores es un antiguo término homérico que fue usado nuevamente en el griego Koiné del NT. Significa “gente de mar”.
Un detalle pequeño, pero básico, es el tiempo del verbo enseñar: está en imperfecto, en medio de una serie de aoristos. Se trataba, pues, de una actividad habitual, con duración más prolongada en el tiempo, no puntual como el aoristo ni cumplida como el perfecto.
En el v. 4 hay un interesante juego entre el empleo del singular Boga mar adentro y el plural: echad vuestras redes para pescar. Esta sutileza puede anticipar un toque de liderazgo por parte de Pedro y a la vez el trabajo comunitario de quienes serán discípulos. El mismo juego entre singular y plural se repetirá luego al final del relato, en el llamado y el seguimiento.
Jesús indica el fin concreto de su mandato: para una pesca. El griego emplea un sustantivo concreto, y no un verboide (infinitivo, en este caso), como la traducción Reina-Valera. El para pescar de la Reina-Valera suena muy impreciso, pues no necesariamente tiene que tener éxito.
La respuesta de Pedro construye una oposición entre la tarea infructuosa de toda una noche y la palabra de Jesús. La pericia de Pedro será refutada luego por el resultado del cumplimiento de la orden del maestro. Con todo, el futuro pescador de personas expresa su consentimiento basándose para ello en la orden de Jesús como maestro, aunque deja constancia de que su experiencia no lo acompaña en este riesgo. ¿Prefiguración del riesgo del apostolado? Es muy probable, ya que el relato avanza en escalas, y cada etapa contiene un anticipo de la próxima: predicación de Jesús, pesca milagrosa, llamado al apostolado. Pedro, por su parte, colabora activamente con algo propio en cada escala.
Mientras que los otros evangelistas siempre emplean didáskalos y rabbí para referirse a Jesús como maestro, el EvLc establece una importante diferencia: los discípulos aplican a Jesús el término epístates (epístate, en vocativo), y los demás interlocutores lo llaman didáskalos (didáskale, en vocativo). En escritos antiguos el término epístates es empleado para designar al superintendente o supervisor (literalmente significa: el que está sobre otro). En su aplicación lucana a Jesús, el vocablo tiene, pues, una connotación especial y remite al reconocimiento de la autoridad de Jesús.
La superabundancia de la pesca es ilustrada mediante tres figuras: el rompimiento de la red, el llenado de dos barcas, y su hundimiento.
El término métojos, traducido comúnmente como compañero, es empleado en el NT sólo aquí por Lucas y cinco veces en Hebreos, donde significa partícipe o participante. Proviene de metéjo, tener con; y significa participación juntamente con alguien (en bendiciones comunes). Por su parte, el término koinonós, que también significa compañero y es aplicado en Lc 5,10 a Jacobo y Juan, incluye la noción de asociación y confraternidad personal.
En el v. 8 prosigue la construcción de la oposición. Pedro, que había hecho alarde de una cierta arrogancia profesional en el v. 5, pero a la vez de docilidad, llega ahora al punto más bajo de humillación, y la expresa con la caída ante Jesús y las subsiguientes palabras. Este momento es un acto religioso de reconocimiento del misterio divino de Jesús y se encuadra en el modelo típico de las reacciones bíblicas y religiosas en general ante la manifestación de lo sagrado y el poder divino. La reacción de Pedro fue sincera y correcta, producto de su confusión personal. El temor es compartido por todos sus compañeros de trabajo. Lucas es el único autor que emplea un término particular para temor: thambos (Lc 4,36; 5,9; Hch 3,10); las tres veces como expresión de consternación ante la manifestación del poder divino.
Introducida por la clásica fórmula bíblica No temas (muy usada también por Jesús en su relación con los discípulos), el v. 10 explicita finalmente la vocación: desde ahora serás pescador de hombres. Es un futuro indicativo perifrástico, que sintetiza la idea a la que apunta toda la historia. El antiguo verbo zogreo significa agarrar con vida, a diferencia de una caza o captura que mata. El término marca una diferencia substancial para con la pesca, pues ésta mata los peces, mientras que la misión de Pedro consistirá en “agarrar” vivas a las personas – “cautivarlas” y juntarlas para la vida, no para la muerte. Esto se cumplirá por primera vez en Pentecostés. Tendrá que correr aún mucha agua por el Jordán antes de la primera “pesca” exitosa – si se permite esta expresión – de Pedro. En Lc 5 Jesús anticipa las posibilidades latentes en Pedro, y él mismo asume la tarea de convertir este pescador de pescados en un “cautivador” de personas, con la tarea concreta de anunciarles perdón y salvación por medio de Jesucristo.
(En curiosa, pero significativa oposición a esta aplicación del verbo, hay una sola más en el NT: 2 Tim 2,26 habla de quienes están cautivos en el lazo del diablo).
Si bien el mandato específico se dirige a Pedro, su entorno también asume el llamado, como puede verificarse por el v. 11. La constatación del seguimiento plural en este cierre aclara por qué el relato había hablado anteriormente de todos los que estaban con él y específicamente de Jacobo y Juan. La fórmula dejándolo todo, le siguieron es típicamente lucana. Convierte al grupo de pescadores en seguidores y discípulos incondicionales de Jesús, que cambian su trabajo y su negocio por el aprendizaje y el servicio activo a Jesús y a su causa.
Breve reflexión teológica
¿Cuál es el milagro principal o mayor? O, en otras palabras: ¿dónde colocó Lucas el énfasis fundamental? ¿En la enormidad de pescados, en el llamado, o en la profunda transformación de Pedro?
Si nos detenemos en la transformación de Pedro, podemos constatar que hay varias: el reconocimiento de Jesús como maestro que “sabe más” que el pescador experimentado, el reconocimiento de Jesús como Señor, la confesión de Pedro como hombre pecador, el abandono de todo y el seguimiento, y de esta manera su transformación en apóstol misionero.
Este conjunto de cambios sucesivos indica que todo el relato apunta al llamado y la correspondiente respuesta. Más allá del carácter milagroso de aquella pesca, quizá sumamente interesante para los espectadores a orillas del lago, el objetivo fundamental del relato consiste en presentarnos la vocación al discipulado y la obediencia de aquel puñado de hombres.
La actitud de reconocimiento de Jesús como maestro, Señor y convocador y luego el seguimiento mismo del grupo en torno a Pedro constituyen una invitación a todas y todos nosotros a oír con cuidado el llamado de Jesucristo, a examinar nuestros pareceres y conductas y a dejarnos interpelar por el llamado.
¿Por qué no creer que Jesús nos convierte también a nosotros en pescadores? Ahora bien, ¿cuál es el alcance de esa vocación a ser misioneras y misioneros?
En reacción a la monopolización de la vocación por los monjes y sacerdotes de su tiempo, el reformador Martín Lutero redescubrió la profundidad del término llamado (en alemán, Berufung; de Ruf, llamado); y relacionó el vocablo con toda profesión (en alemán, Beruf), actividad, función, tarea y ocupación, trátese de las llamadas profesiones “espirituales” o de las “seculares”. El zapatero, la cocinera, el pastor, el ama de casa, el agricultor, la empleada, la bibliotecaria, el maestro, el médico, la madre, todas y todos recibieron un llamado de Dios que deben cumplir para bien de todas y todos. Es la vocación para poner en práctica de la mejor manera en su medio concreto las capacidades y los dones otorgados por Dios para beneficio común. Diferentes funciones y tareas, diversos llamados y dones de Dios, pero siempre puestos al servicio de la comunidad entera, y no para la gloria personal.
Con ello, podemos dar el siguiente paso: hoy el Señor nos llama a colaborar con su “pesca para la vida”. Una tarea no de especialistas iluminados o predicadores superexitosos, sino de todas y todos los miembros de la comunidad cristiana, cada cual desde su lugar concreto en la vida.
Es decisivo que vinculemos la puesta en práctica de estos dones y la misión con el reconocimiento de nuestras limitaciones. Pedro fue claro: se reconoció como hombre pecador. Pero Cristo vio más allá de esta confesión: vio las posibilidades latentes en Pedro, y las hizo fructificar. Por cuenta nuestra, no salvaremos a nadie. Somos y seguiremos siendo mendigos y mendigas que vivimos de la gracia de Dios. Aquel milagro de la pesca se transforma hoy en nosotros en un milagro acaso mayor, que consiste en el hecho de que Dios confía en nosotros, llamándonos a colaborar con su obra. No tenemos más ni somos más que otros u otras; sólo recibimos el mandato de anunciarles a Jesucristo en palabras y obras.
Posible esquema para la predicación
Este texto se presta formidablemente para un sermón narrativo, en el sentido de re-contarlo con constantes referencias al llamado que Jesucristo nos dirige hoy a nosotros. Debe evitarse la tentación de quedarse con el milagro. Lo fundamental es que a partir de una tarea de enseñanza de Jesús y de una pesca sorprendente, Jesús pronunció un llamado concreto y transformó a un puñado de pescadores en discípulos y misioneros.
El sermón puede facilitar la percepción de la voz actual de Jesucristo haciendo referencia a ciertas situaciones concretas de nuestra vida, como lo fue el amontonamiento de aquel público y la pesca en el lago de Genesaret.
Como recurso visual puede servir una red tejida de hilos gruesos y colocada delante del altar o el púlpito.
1. El llamado o la vocación de Jesucristo nos llega en medio de las situaciones concretas de nuestra vida. Es decisivo escuchar este llamado. ¿Dónde y cómo lo percibimos hoy?
2. Pedro fue transformado por las palabras y acciones de Jesús, y dio una respuesta positiva al llamado. ¿Cuáles son nuestras respuestas, y en qué consiste nuestra transformación en misioneras y misioneros?
Nota: Para este Estudio Exegético-Homilético se utilizaron diversos materiales de Proclamar Libertação y del comentario de GRUNDMANN, Walter, Das Evangelium nach Lukas, Evangelische Verlagsanstalt, Berlín, 198410.