Lucas 4:1-13

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Primer Domingo de Cuaresma

Deuteronomio 26:1-11; Salmo 91:1-2,9-16; Romanos 10:8b-13;

Introducción

El tiempo de Cuaresma es un tiempo especial en el calendario cristiano que se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Pascua de Resurrección. Es un tiempo de recogimiento, de examen y meditación sobre aspectos importantes de la historia de salvación, y en particular sobre la vida de Jesús. Los textos bíblicos propuestos en el leccionario ecuménico acompañan y orientan esta experiencia de fortalecimiento y recreación de la memoria, y nos estimulan para un compromiso más sólido y maduro con la palabra imperecedera de Dios y nuestra misión en el mundo.
En este caso seguimos los textos del Evangelio en los que se narran hechos y enseñanzas de Jesús. En el programa del Evangelio de Lucas el ministerio de Jesús comienza en Galilea, continúa en su camino (‘subida’) hacia Jerusalén y culmina con los acontecimientos decisivos que ocurrieron en esta ciudad. El material esta bien organizado y desarrollado, y se reconoce deudor de fuentes anteriores (Lc 1:1). El autor no es uno de los apóstoles que fueron testigos oculares de lo acontecido, y sus destinatarios son las comunidades del mundo griego.

Análisis del texto

El texto de Lucas 4:1-13 se refiere a las tentaciones de Jesús en el desierto (comparar paralelos con Mt 4:1-11 y Mc 1:12-13). El relato se encuentra entre las narraciones que encuadran las bases y la preparación de Jesús para su ministerio: la predicación de Juan el Bautista y sus anuncios referidos a quien vendría después de él (Lc 3:1-18); el bautismo de Jesús (vv.3:21-22); y su genealogía (vv.3:23-38) que culmina sugestivamente en Adán y Dios (hijo de Adán, hijo de Dios), y es ciertamente más universalista que la de Mateo 1:1ss, la cual llega sólo hasta Abraham. Inmediatamente después del relato de las tentaciones, a partir del verso 4:14, comienza la narración del ministerio de Jesús en Galilea, y su camino sembrado de dificultades hasta llegar a su destino final (Jerusalén) donde lo espera la mayor prueba y humillación.

El esquema básico de Lc 4:1-13 es el siguiente:

vv.1-2 Introducción: Jesús va al desierto lleno del Espíritu Santo
v.3 1ª Tentación: el hambre
v.4 Respuesta de Jesús: ‘No solo de pan vive el hombre’ (Dt 8:3)
vv.5-7 2ª Tentación: los reinos de la tierra
vv.8 Respuesta de Jesús: ‘Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto’ (Dt 6:13)
vv.9-11 3ª Tentación: poner a prueba a Dios
v.12 Respuesta de Jesús: ‘No tentarás al Señor tu Dios’ (Dt 6:16)
v.13 Conclusión: fin de la tentación y alejamiento del diablo

La alusión al Espíritu Santo (v.1) y sus múltiples referencias en el evangelio señalan un interés particular del autor en esta expresión cargada de sentido. En este caso estar lleno del Espíritu Santo y venir del Jordán tienen una correspondencia directa con el bautismo de Jesús y el descenso sobre él del Espíritu Santo en forma de paloma (vv.3:21-22). Es significativo también que Jesús no es llevado o arrastrado por el Espíritu hacia el desierto, sino que él mismo va y dispone del Espíritu, el cual lo guía en su experiencia en el desierto. De tal manera el Espíritu es un don permanente y no transitorio; no es un don que capacita sólo para un hecho o misión particular.
También es importante la referencia al desierto y los 40 días, ya que esto, sin duda, evoca la memoria histórica del pueblo de Israel: la salida de Egipto, la Alianza del Sinaí y el peregrinaje en el desierto (40 años). En el mismo sentido el desierto, en las tradiciones del Antiguo Testamento, es representado como un lugar privilegiado de encuentro de Yavé con su pueblo (Ex 13:17-22; Jr 2:2ss; Os 2:16-17), y también como lugar de prueba (Dt 8:1-5). Así el perfil de Jesús presenta rasgos equivalentes a los de Moisés, y no es casual que las respuestas a las tentaciones se basen en las leyes del Deuteronomio.

1ª Tentación: luego de andar 40 días por el desierto sin comer nada, Jesús sintió naturalmente hambre, y el diablo encontró en esto la ocasión propicia para tentarlo y proponerle la realización de un milagro (convertir la piedra en pan), poniendo a prueba su condición de hijo de Dios y sus eventuales poderes sobrenaturales; pero Jesús no acusa recibo de la provocación y responde como ser humano según Dt 8:3, reconociendo que el sustento de la vida humana no depende exclusivamente del pan (aunque también del pan). Jesús no se deja llevar por la sugerencia del diablo y no entra en su juego; aun el oprobio del hambre, como el de los israelitas en el desierto (Dt 8:3), podría ser considerado como una ocasión para fortalecer la confianza y la obediencia al Dios de sus padres.

En la 2ª Tentación el diablo le ofrece a Jesús todo el poder y la gloria de los reinos del mundo, mostrando un conocimiento agudo del alma humana y sus deseos; pero a condición que Jesús le adore. Aquí el diablo aparece como el príncipe (Jn 12:31) o el dios (2 Cor 4:4) de este mundo por prerrogativas otorgadas seguramente por alguien superior (ver Jr 27:5). Otra vez Jesús no cuestiona esta situación, sólo responde, con el auxilio de las escrituras (Dt 6:13) a la propuesta inoportuna e inaceptable que le hace el diablo.

En la 3ª Tentación el diablo le propone a Jesús que ponga a prueba a su Dios arrojándose al vacío desde el alero del Templo. Lo particular aquí es que el diablo también utiliza las Escrituras como parte de su razonamiento y argumentación, citando el Salmo 91:11-12 sobre de la protección divina. Pero Jesús, sin negar el valor de la palabra y las promesas divinas, entiende que tal requerimiento implica abusar de la protección prometida y forzar a Dios a intervenir a su favor. Jesús quiere servir a Dios, obedecerle, y no aprovecharse o ponerlo a prueba de balde.

Al final de las tentaciones, el diablo se retira sin haber podido lograr sus objetivos (v.13). Aunque el alejamiento del diablo parece ser provisorio, esperando una mejor oportunidad para acechar nuevamente. La victoria de Jesús sobre las tentaciones del diablo se basa en la confianza y la obediencia a Dios y a su palabra.

Para la reflexión teológica

¿Qué es una tentación? El concepto bíblico de tentación tiene dos vectores de sentido principales que en cierta medida se relacionan. Por un lado significa poner a prueba (como en Santiago 1:2-4) con el fin de purificar y mejorar la calidad de nuestra fe; y por el otro significa inclinación o seducción al mal (como en Lc 4:1-13 y Santiago 1:12-15).
Estos dos aspectos están comprendidos en el término griego que utilizan los LXX y el Nuevo Testamento (peirazein = ‘tentar, poner a prueba’ y peirasmós = ‘tentación, prueba’), aunque en el Evangelio de Lucas parece tener una connotación particular relacionada con el peligro o riesgo de perder la fe (ver Lc 11:4; 22:40,46).
Sin embargo no es siempre fácil discernir entre lo que puede ser una prueba de parte de Dios y la inducción al mal por parte del diablo (ver por ejemplo los diálogos y reflexión sobre el sufrimiento humano en el libro de Job).
¿Con qué tipo de tentaciones o pruebas nos enfrentamos hoy como individuos o como comunidad? ¿Cuáles son aquellas cosas que pasan el límite de lo tolerable y a las cuales estamos dispuestos a oponernos con todas nuestras fuerzas? ¿De que manera deberíamos o podríamos actuar en consecuencia?
El relato de las tentaciones refleja un Jesús vulnerable y sensible a las inclinaciones humanas, lo que hace más significativa su victoria sobre las tentaciones del diablo. De esta manera muestra su esfuerzo en aferrarse a la palabra del Dios de sus padres y obedecerle hasta las últimas consecuencias.
En las tres tentaciones se repite que Jesús se mantuvo obediente; de tal manera podría representar a un nuevo Adán que invierte la tendencia del primero, y también los antecedentes de infidelidad del pueblo de Israel en el desierto. Crea un modelo que permite identificarse y creer que, a pesar de las dificultades, es posible vencer las tentaciones y no caer en la laxitud de la indiferencia y la impotencia. Esta podría ser una lectura desde la Epístola a los Romanos (verso 5:19): “En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos”.
Como corolario del relato de las tentaciones, en lo que concierne a la apelación de los poderes sobrenaturales de Jesús (transformar piedra en pan, o saltar con éxito al vacío), es oportuno recordar que los milagros de Jesús, en todos los casos, son respuesta a necesidades concretas de personas con quienes se encuentra. Jesús actúa por compasión, nunca para hacer una demostración de poder, y menos a pedido del diablo o de los fariseos en otro caso (ver Lucas 11:29ss).

Nota: Para este estudio se han utilizado los comentarios de Alois Stöger, El Evangelio según San Lucas, Tomos primero y segundo; Barcelona, Editorial Herder, 1975; Josef Schmid, El Evangelio según San Lucas, Barcelona, Editorial Herder, 1968; y el Diccionario Enciclopédico de la Biblia, Barcelona, Editorial Herder, 1993.

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