Lucas 3:10-18
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Tercer Domingo de Adviento (morado)
Sofonías 3:14-18; Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18; Isaías 12:2-6.
La pregunta dirigida a Juan es crucial y manifiesta una voluntad clara de sus oyentes de aceptar lo que Dios propone. Le dicen a Juan: “¿... qué haremos?” Responder a esa pregunta nos puede llevar toda la vida. Sin embargo, para el Bautista la respuesta es nítida: compartir los bienes, no extorsionar, no hacer trampas en beneficio propio. La propuesta es una vida ética acorde a la ley de Dios, haciendo justicia. Esta es la propuesta de Dios a través de Juan, y era en tal modo asombroso este mensaje que muchos comenzaban a creer que él era el mesías. El propio Juan tuvo que aclarar la situación.
Veamos los términos de sus palabras y sus consecuencias para nuestra tarea de predicadores.
A. En primer lugar el mensaje ético está en consonancia con las enseñanzas del AT. El respeto y ayuda a los pobres no era una novedad de las Escrituras, pero sí era una novedad que se predicara como elemento central y definitorio del mensaje de Dios. Si Juan anuncia el perdón y la salvación, la acción consecuente que se esperaría podría ser cualquier otra: agradecer en el templo, ofrecer ofrendas especiales, peregrinar más seguido a Jerusalén. Nadie esperaba que se los invitara a un acto tan secular como el compartir bienes y decir la verdad, o el negarse a pedir o aceptar sobornos. Una vez más el mensaje da en la tecla al invocar una práctica bíblica (la del amor al necesitado y la solidaridad) que con el tiempo se ha transformado en una conducta humana que se minimiza para no caer en la obligación de cumplirla. Es como decir que mentir no es algo tan grave, o que dar dádivas a cambio de beneficios es una práctica tan generalizada que deviene en no ser falta.
B. A Juan lo confunden con el Cristo. Tal era la desesperanza de la gente que ante un mensaje de amor y justicia creen estar ante el mismo mesías. Esta situación expresa también la confusión de la gente al vincular la expectativa mesiánica con una restitución de las relaciones éticas sin un aparente paso hacia otra dimensión mayor del mensaje. Pero a la vez muestra la necesidad que tenían de que “aquel que había de venir” llegar de una vez para poner por obra las promesas de Dios.
En ese sentido la gente no está mal orientada al sospechar que Juan es el mesías, pero la realidad es que aún falta una revelación más plena. Juan lo aclara: él bautiza con agua, pero el que viene luego de él bautizará con el Espíritu Santo y fuego. Es interesante observar que estas expresiones simbólicas conllevan un fuerte mensaje. El agua era el elemento ritual regular de los ritos judíos de purificación. Si bien no había nada parecido a un bautismo, la ley indicaba baños semanales y a veces diarios según la situación de impureza en que estuviera involucrada la persona. Por eso el agua no era una novedad para los judíos aunque sí lo era el sentido que Juan le daba de prepararse para algo inminente.
C. Normalmente los baños eran periódicos y purificaban hasta la próxima impureza. Ahora Juan decía que su bautismo preparaba para algo definitivo. El Espíritu Santo era un actor ajeno a todo rito de purificación en la tradición judía. El agua purificaba de por sí, por mandato divino pero sin una intervención muy precisa de él. Ahora se anuncia que habrá un bautismo inminente y con intervención del Espíritu. Es muy probable que la gente no entendiera que estaba hablando Juan, pero sí que si él no era el mesías este estaba pronto a presentarse.
D. La tarea de Juan se parece a la nuestra. Anunciamos al mesías que no somos y decimos que es a él que hay que mirar y seguir. Juan puntualiza que la tarea del mesías será la de separar lo bueno de lo malo, la paja del trigo. Será alguien que sabrá distinguir lo bueno de lo malo. En otras palabras, que vendrá a hacer justicia distinguiendo entre la víctima y el victimario.
Ya señalamos el domingo anterior que la expectativa que se había creado era la de un final apocalíptico con un juicio general donde todos serían castigados. La justicia era entendida como un castigo de Dios generalizado. Pero ahora se les anunciaba que Dios estaba del lado de los pobres y pequeños y que la justicia no era una calamidad que se cernía sobre sus vidas sino una “buena noticia”, algo que debían esperar con alegría y que merecía ser celebrado.
E. Muchas veces en nuestros días entendemos el encuentro con Dios como un juicio más que como una fiesta. Pero el mensaje de Juan es que debemos prepararnos para que Dios haga maravillas delante de nosotros. Y algo que quizá Juan no llegó a comprender: que el mesías venía para que nosotros mismos fuéramos parte de esa buena noticia.
Sofonías 3:14-18; Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18; Isaías 12:2-6.
La pregunta dirigida a Juan es crucial y manifiesta una voluntad clara de sus oyentes de aceptar lo que Dios propone. Le dicen a Juan: “¿... qué haremos?” Responder a esa pregunta nos puede llevar toda la vida. Sin embargo, para el Bautista la respuesta es nítida: compartir los bienes, no extorsionar, no hacer trampas en beneficio propio. La propuesta es una vida ética acorde a la ley de Dios, haciendo justicia. Esta es la propuesta de Dios a través de Juan, y era en tal modo asombroso este mensaje que muchos comenzaban a creer que él era el mesías. El propio Juan tuvo que aclarar la situación.
Veamos los términos de sus palabras y sus consecuencias para nuestra tarea de predicadores.
A. En primer lugar el mensaje ético está en consonancia con las enseñanzas del AT. El respeto y ayuda a los pobres no era una novedad de las Escrituras, pero sí era una novedad que se predicara como elemento central y definitorio del mensaje de Dios. Si Juan anuncia el perdón y la salvación, la acción consecuente que se esperaría podría ser cualquier otra: agradecer en el templo, ofrecer ofrendas especiales, peregrinar más seguido a Jerusalén. Nadie esperaba que se los invitara a un acto tan secular como el compartir bienes y decir la verdad, o el negarse a pedir o aceptar sobornos. Una vez más el mensaje da en la tecla al invocar una práctica bíblica (la del amor al necesitado y la solidaridad) que con el tiempo se ha transformado en una conducta humana que se minimiza para no caer en la obligación de cumplirla. Es como decir que mentir no es algo tan grave, o que dar dádivas a cambio de beneficios es una práctica tan generalizada que deviene en no ser falta.
B. A Juan lo confunden con el Cristo. Tal era la desesperanza de la gente que ante un mensaje de amor y justicia creen estar ante el mismo mesías. Esta situación expresa también la confusión de la gente al vincular la expectativa mesiánica con una restitución de las relaciones éticas sin un aparente paso hacia otra dimensión mayor del mensaje. Pero a la vez muestra la necesidad que tenían de que “aquel que había de venir” llegar de una vez para poner por obra las promesas de Dios.
En ese sentido la gente no está mal orientada al sospechar que Juan es el mesías, pero la realidad es que aún falta una revelación más plena. Juan lo aclara: él bautiza con agua, pero el que viene luego de él bautizará con el Espíritu Santo y fuego. Es interesante observar que estas expresiones simbólicas conllevan un fuerte mensaje. El agua era el elemento ritual regular de los ritos judíos de purificación. Si bien no había nada parecido a un bautismo, la ley indicaba baños semanales y a veces diarios según la situación de impureza en que estuviera involucrada la persona. Por eso el agua no era una novedad para los judíos aunque sí lo era el sentido que Juan le daba de prepararse para algo inminente.
C. Normalmente los baños eran periódicos y purificaban hasta la próxima impureza. Ahora Juan decía que su bautismo preparaba para algo definitivo. El Espíritu Santo era un actor ajeno a todo rito de purificación en la tradición judía. El agua purificaba de por sí, por mandato divino pero sin una intervención muy precisa de él. Ahora se anuncia que habrá un bautismo inminente y con intervención del Espíritu. Es muy probable que la gente no entendiera que estaba hablando Juan, pero sí que si él no era el mesías este estaba pronto a presentarse.
D. La tarea de Juan se parece a la nuestra. Anunciamos al mesías que no somos y decimos que es a él que hay que mirar y seguir. Juan puntualiza que la tarea del mesías será la de separar lo bueno de lo malo, la paja del trigo. Será alguien que sabrá distinguir lo bueno de lo malo. En otras palabras, que vendrá a hacer justicia distinguiendo entre la víctima y el victimario.
Ya señalamos el domingo anterior que la expectativa que se había creado era la de un final apocalíptico con un juicio general donde todos serían castigados. La justicia era entendida como un castigo de Dios generalizado. Pero ahora se les anunciaba que Dios estaba del lado de los pobres y pequeños y que la justicia no era una calamidad que se cernía sobre sus vidas sino una “buena noticia”, algo que debían esperar con alegría y que merecía ser celebrado.
E. Muchas veces en nuestros días entendemos el encuentro con Dios como un juicio más que como una fiesta. Pero el mensaje de Juan es que debemos prepararnos para que Dios haga maravillas delante de nosotros. Y algo que quizá Juan no llegó a comprender: que el mesías venía para que nosotros mismos fuéramos parte de esa buena noticia.