Lucas 24:44-53

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Hechos 1:1-11; Salmo 47 o Salmo 93; Efesios 1:15-23; Lucas 24:44-53

Repaso exegético

Proponemos comenzar la lectura con el v. 37 y no recién con el 44, dado que Lc 24,44-53 es parte de la tercera unidad del gran tríptico pascual en que se divide el cap. 24 del EvLc. Estas tres partes son Lc 24,1-11; 12-35 y 36-53 (nótese que agregamos el v. 12 a la unidad de Emaús). Cada una de estas unidades tiene un centro estructural y teológico (v. 7; 18-27 y 44-46, respectivamente) formado por la afirmación de la necesidad de la Pasión y Resurrección de Jesús el Cristo. Esta necesidad es establecida por la referencia a las palabras del mismo Jesús y a la comprobación escriturística.
La segunda parte de cada unidad no es un mero reflejo simétrico de la primera, sino que el centro teológico opera una transformación del papel temático de los respectivos destinatarios: las mujeres, los dos discípulos de Emaús, los Once con los demás. Estos receptores son transformados en TESTIGOS, común denominador de los tres grupos, pero con un salto cualitativo en la última unidad por la instalación oficial en ese papel.
Las tres unidades se vinculan mediante un elemento de suspenso y expectativa. Entre la primera y la segunda se ubica el anuncio de las mujeres y la incredulidad e incluso burla de los discípulos, combinadas con la comprobación parcial hecha por Pedro (desaparición del cuerpo, sin encontrar al Resucitado) que deja las cosas en una ambigüedad polisémica (¿traslado?, ¿robo?, ¿misterio?, ¿resurrección?. Entre la segunda y la tercera se coloca el establecimiento de la verdad de la resurrección vinculada al sobresalto y la turbación provocados por la aparición del Resucitado.
Hay un progreso cualitativo en la superación de la incredulidad y el miedo. Los tres grupos son testigos “cada vez más complejos”. Las mujeres se convierten en anunciadoras por las palabras de los enviados de Dios; los discípulos de Emaús quedan convencidos por el encuentro personal; los apóstoles y demás son instituidos explícitamente en el papel de testigos, recibiendo la promesa de ser revestidos de poder de lo Alto.
Los centros teológico-estructurales de las unidades del tríptico pascual indican que el hecho de la resurrección de Jesucristo es la clave hermenéutica para la comprensión de las Escrituras. El AT por sí mismo no pudo llevar a los discípulos al reconocimiento de la necesidad del camino del Mesías a través de pasión y muerte a resurrección y gloria. Recién el Crucificado-Resucitado los condujo a la comprensión de las Escrituras. De esta manera, quedó establecido un círculo: del Resucitado al AT y del AT – gracias al Resucitado – a la aceptación de la relación Pasión-Resurrección. El Resucitado mismo inculca la necesidad divina de este camino (v. 44). Se trata de una necesidad histórico-salvífica, no de un mero cumplimiento mecánico de hechos profetizados en el pasado. Menos aún se trata de un supuesto “destino” trágico.
Gracias a las citaciones del AT, estas Escrituras del pueblo del pacto pasan a ser referencia básica para la Iglesia de todos los tiempos.
Lc 24 cierra la historia terrenal de Jesús, creando la necesaria expectativa en quienes leen el EvLc y se disponen a esperar el cumplimiento de la promesa del Padre y la realización del mandato misionero. Las lectoras y los lectores acompañan a los discípulos en su espera, alabando y bendiciendo a Dios por todo lo que él realizó hasta ahora. El Evangelio está por hacer eclosión en la proclamación misionera: todo el capítulo apunta al anuncio.
Los nuevos testigos reciben una misión concreta, formulada como transferir el perdón de los pecados. La predicación del arrepentimiento en el nombre de Jesucristo es el correspondiente programa narrativo adjunto de esta transferencia del perdón, cuyos destinatarios son todas las naciones. El programa narrativo formulado como arrepentirse exige buscar referencias intralucanas para esa práctica. ¿En qué se concreta el arrepentimiento? ¿Cómo se evidencia la vuelta a Dios? ¿En qué se expresa el cambio de vida? Al respecto, el Evangelio de Lucas contiene una serie de referencias, que apuntan hacia dos contenidos. Lc 3,8; 5,32; 15,7.10; 16,30 y 19-1-10 (como ejemplo sobresaliente) permiten establecer que metánoia (metanoia, en castellano) no es una actitud de tipo idealista, sino que se relaciona concretamente con renuncias en beneficio del prójimo necesitado y con el compartir de todos los dones para la vida. Por otra parte, metánoia apunta a cambios relacionales entre las personas, como lo indican los siguientes textos: Lc 13,3.5; 15,7.10 y 17,3.4.
La afirmación de la vida, la identificación con el Resucitado, la capacitación como testigos, no presupone determinadas condiciones de fe o esperanza por parte de quienes han de ser enviados. Presupone que el Resucitado mismo crea las condiciones necesarias para la fe y otorga la fuerza para el testimonio. Esta creación de fe y poder se instrumentaliza a través de varias vías. El Resucitado dirige su palabra a las personas, muestra sus heridas, establece las referencias a las Escrituras, come con los discípulos y les encomienda su mandato.
Lucas proyecta ante sus lectoras y lectores un nuevo mundo con posibilidades de fe, vida, cambio, relación, renuncia, compartir, solidaridad y aceptación mutua; todo ello ejercido en un discipulado comprometido en el testimonio del Resucitado. El mensaje peculiar del capítulo 24 consiste en este salto de la situación de muerte, derrota y frustración a la vida, el testimonio y la alegría del testimonio; el salto de la finitud de la muerte a la apertura del Reino de Dios. Lo que empezó con una tumba de un crucificado, culmina con la alabanza de Dios por el Señor glorificado.
La Ascensión es el punto culminante de la Pascua de Resurrección, pues marca definitivamente la glorificación de Jesucristo. En un primer momento de la historia de la Iglesia primitiva, se concebía que la Resurrección del Domingo de Pascua era correlativa a la glorificación o la exaltación. Este estado lo reflejan los Evangelios de Mateo y Juan y el final original de Marcos (16,1-8, sin los agregados del final largo y el final breve). Luego, en el transcurso del desarrollo de la fe, la piedad, la liturgia y la reflexión teológica, la fe en la exaltación del Señor encontró una mejor expresión en el relato de la Ascensión. Esta fase quedó plasmada en la doble obra lucana, el Evangelio (24,50-53) y los Hechos de los Apóstoles (1,1-12), como también en el final largo agregado al Evangelio de Marcos (16,19), recibido como canónico por la Iglesia (hay un llamado “final breve”, que no fue aceptado por la Iglesia al formarse el canon del NT).
La Ascensión, formada literariamente en parte sobre la base del paradigma veterotestamentario de la ascensión de Elías según 2 Reyes 2 (hay más analogías bíblicas, apócrifas y extrabíblicas: la ascensión de Henoc, Moisés, Isaías, Apolonio de Tiana) ), es situada geográficamente en Betania, un sencillo pueblo en el Monte de los Olivos. Aquí tuvieron lugar varios acontecimientos importantes de la vida de Jesús. En Betania vivían sus amigos María, Marta y Lázaro; en Betania Jesús fue ungido; de allí emprendió la entrada triunfal a Jerusalén.
El relato contiene una peculiaridad: la bendición (mencionada dos veces) de los discípulos por Jesús. Se trataba de un gesto singular, empleado p. e. por el Sumo Sacerdote, y expresado mediante las manos levantadas y con una fórmula especial. La bendición era pronunciada por alguien que revestía autoridad sobre aquellas personas que estaban bajo esa autoridad. Esta bendición de los discípulos es única. Las demás bendiciones de Jesús, relatadas en los Evangelios, se aplican a los niños (Mc 10,16) y a alimentos. La bendición en Betania sintetiza la presencia de Dios en Jesús para los discípulos. Jesús se vincula a sí mismo con los discípulos y los liga a ellos con Dios.
En respuesta a esta bendición, los discípulos se postran y adoran a Jesús. Este gesto proviene del ritual del AT y de todo el Antiguo Cercano Oriente. La inclinación del cuerpo implica sumisión, y en la práctica bíblica se dirige a Dios. Es importante recordar que el EvLc emplea este término (proskyneo) sólo en el relato de la tentación de Jesús (4,7-8) y aquí en la Ascensión. Si en la tentación Jesús mismo había dejado establecido la validez del mandato veterotestamentario de que sólo se ha de adorar y servir a Dios, esta adoración de los discípulos expresa su fe en la divinidad de Jesús. (Mt 28,9 y 19 también hablan de la adoración del Resucitado). Eclesiástico 50 contiene un relato que podría haber brindado un patrón para esta escena de bendición y adoración.
El regreso de los discípulos a Jerusalén está marcado por una gran alegría. Este gozo transformó sus vidas y fue la constante que atraviesa su testimonio, tal como nos lo relata Lucas en Hechos. El texto sugiere varias causas de esta alegría: la superación de la muerte por la resurrección, la presencia del Señor, la comprensión de las Escrituras, la confirmación de que Jesús es el Mesías, la transformación de testigos, la promesa del Poder desde lo alto, el mandato de ser testigos.
El Evangelio concluye allí donde había empezado todo el relato (Lc 1,5): en el Templo. Este lugar congrega por ahora la primera comunidad cristiana, y aquí tiene su inicio el largo camino de la misión universal. Esta ubicación cúltica remite al Sitz im Leben de todo el relato pascual lucano: la celebración cúltica – semanal – de la Resurrección de Jesucristo.

Breve reflexión teológica

¿Qué lugar ocupa actualmente el día de la Ascensión en la vida cúltica de las Iglesias? ¿Qué lugar le damos a la Ascensión en nuestra vida? Es una fiesta cristiana prácticamente borrada de los almanaques; y como siempre se trata de un jueves, pasa también desapercibida para un gran número de miembros de las Iglesias que a excepción de Viernes Santo y Navidad, suelen vincular todas las celebraciones con los domingos. ¿Por qué no hacer el intento de recuperar la celebración de la Ascensión?
Con seguridad, más de una persona tendrá sus problemas con una lectura literal del relato de la Ascensión, pues le costará imaginarse un viaje estratosférico de Jesús. Pero recordemos lo indicado: el breve texto de la Ascensión es una forma “gráfica”, si se quiere, de expresar la exaltación de Jesús. Nos regala en forma de relato la fe en la glorificación de Jesús. Habla de la instalación o entronización de Jesús como Señor del universo. Es el “momento” en que Jesús recibe toda potestad en el cielo y en la tierra (como dice Mt 28,18). El Apóstol Pablo expresa exactamente lo mismo al decir con palabras muy profundas en Fil 2,9-10: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. En otros textos, está implícita la Ascensión (Rom 8,24; Ef 1,20; Heb 1,3). 1 Tim 3,16 y 1 Pe 3,21-22, por su parte, hacen referencia a la Ascensión como una afirmación teológica.
Juntamente con esta imagen de la exaltación, recordemos que para Jesús mismo, el cielo, el Reino de Dios o de los cielos, es la participación plena en la vida de Dios. Es la comunión con Dios y las demás personas. Es una nueva relación entre el Creador y sus hijas e hijos. Entendido así, el cielo no es una “recompensa” para “gente que se porta bien”; ni es una promesa barata para quienes sufren desgracias. Menos aún es una escapatoria para no comprometerse con el prójimo y sus necesidades. El cielo comienza con la presencia del Señor en sus hijas e hijos por medio de su Espíritu. El cielo inicia con la vida con el Señor; junto con toda una comunidad de testigos que caminan en la misma dirección, y encontrará en Dios mismo su cumplimiento total.
Jesús convierte al pequeño grupo de seguidores y seguidoras en testigos, que deben dar testimonio de lo que Dios realizó en él; y que han de anunciarlo a él a todos los pueblos y personas, para que se conviertan y reciban el perdón de los pecados. La Ascensión es una especie de nexo entre la historia de Jesús y nuestra historia como creyentes y testigos. Por eso, Lucas presenta dos veces el mismo evento: una vez al final del Evangelio, cerrando la actuación terrenal de Jesús; y luego al comienzo de Hechos, dando inicio a la acción de sus seguidoras y seguidores.
El testimonio que Jesús nos encomienda no es una misión triunfalista. A lo largo de la historia, las campañas triunfalistas de la Iglesia fácilmente solían convertirse en cruzadas violentas, que más de una vez despreciaban la vida, la integridad física y psíquica de las personas; y que frecuentemente procedían a eliminar a quienes no se subyugaban.
El verdadero testimonio cristiano es fruto del amor a Jesús y de la serena convicción de que Jesús da sentido a nuestra vida. Esto se manifiesta de dos maneras complementarias, una tan importante y decisiva como la otra. Por un lado, están nuestras actitudes, mediante las cuales podemos expresar la solidaridad con el prójimo. Esto es un testimonio implícito, absolutamente necesario para corroborar nuestra fe. Por el otro, igualmente irreemplazable es nuestro testimonio explícito. Es fundamental confesar a Jesús como Señor y Salvador y anunciar su señorío; e invitar a las personas a la fe, a la integración en la comunidad y al seguimiento.
En este sentido, la Ascensión es una fiesta de victoria, pero – reiterémoslo – no de una victoria triunfalista que se jacta de la futura destrucción de todos los enemigos de Cristo. La victoria de Cristo compromete a extender humildemente su señorío, empezando por nosotros mismos, por nuestras actitudes, acciones y palabras. Esto jamás fue fácil. Al contrario, toda vida cristiana y todo testimonio siempre tendrán reveses y fracasos. Pero ello no impide celebrar la Ascensión. El culto de Ascensión – celebrado el mismo día jueves de la Ascensión o el domingo siguiente – es un momento importante del camino con Cristo y hacia Cristo.

Pistas para la predicación

-Recuperemos la Ascensión como celebración festiva. Más allá de las preguntas acerca de una lectura literal o no del relato, se trata de un poderoso texto que nos hace mirar al Señor Resucitado y que nos quiere entusiasmar por él y para su misión. Esta mirada “hacia lo alto”, hacia Él, es sumamente necesaria en un momento en que toda la sociedad está en crisis, se cierran muchos horizontes, muchísimas personas son marginadas y excluidas de las posibilidades de una vida digna, y son cada vez más los que viven situaciones apremiantes.

-La Ascensión nos recuerda que Jesucristo es el Señor del universo; y, por consiguiente, Señor mío, Señor tuyo, Señor nuestro y Señor de toda la humanidad. La celebración de la Ascensión es parte de la lucha de Dios contra todos los poderes y mecanismos que producen desesperación, exclusión y muerte.

-El señorío de Jesucristo sobre nosotros ha de ser vivido en actitudes y acciones de solidaridad; y ha de ser anunciado con nuestra confesión y el anuncio explícito de Jesucristo.

Nota: Para este estudio se han utilizado diversos materiales de Josep RIUS-CAMPS, El éxodo del hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Córdoba/España, El Almendro, 1991; Walter GRUNDMANN, Das Evangelium nach Lukas, Evangelische Verlagsanstalt, Berlín, 198410; Proclamar Libertação XIX y XXII; Wolfgang WIEFEL, Das Evangelium nach Lukas, Evangelische Verlagsanstalt, Berlín, 1988.

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