Lucas 18:9-14 (Bla Bla Bla)

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¿Han oído alguna vez esa frase "bla bla bla?" Típicamente oímos esto cuando alguien nos esta contando algo y nosotros le tratamos de apurar o cuando la persona esta apurada. Es algo como cuando se nos habla y nos dicen: "si, fui a la iglesia el domingo pasado y el pastor estuvo hablando del arrepentimiento bla bla bla y tres personas nuevas aceptaron al Señor." ¿Les suena conocido ahora? Estoy seguro que muchos de nosotros sino todos hemos escuchado esta frase. Hoy quiero que examinemos este bla bla bla. Hoy estaremos examinando unas escrituras que trata directamente con este sujeto. Busquemos ahora en la Palabra de Dios para que vean de lo que les hablo.

Lucas 18:9-14 – A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: 10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. 11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

Antes de comprender completamente lo que esta sucediendo aquí, antes que podamos entender el mensaje que Dios quiere que recibamos en el día de hoy, tendremos que conocer un poco de historia. Primero examinemos a este hombre que a primera vista aparenta ser un hombre correcto. Primero estaremos examinando al Fariseo. Si se acuerdan hace como dos semanas a tras examinamos las doctrinas de los hombres. Estuvimos analizando las doctrinas de los Fariseos y la de los Saduceos. Aprendimos que ellos eran los dos grupos religiosos mas influénciales cuando nuestro Señor Jesucristo camino en la tierra. Aprendimos que los Fariseos eran personas que creen en un Dios personal y que creían que las escrituras eran la Palabra de Dios, el problema que encontramos con ellos es que ellos le agregaban a las escrituras. Ellos agregaban reglas y regulaciones, rituales y ceremonias, y de esta manera imponían restricciones en el pueblo. Aprendimos que ellos no hacían las cosas para la gloria de Dios, sino lo hacían para obtener reconocimiento y en muchos casos riquezas.

Ahora, examinemos a este hombre que se le refiere como el publicano. Pero, ¿que quiere decir esto? Publicano era el titulo otorgado por el imperio Romano a los cobradores de impuestos. Para nosotros esto en si no tiene mucho significado, pero en ese entonces las cosas eran muy diferentes a hoy en día. Los cobradores de impuestos en ese entonces eran personas odiadas. Ahora, estoy seguro que muchos de usted están pensando que usted no les gusta los cobradores de impuestos que ahora tenemos, pero les digo que ahora lo tenemos muy fácil. Digo esto porque de la manera que estos hombres operaban era muy corrupta. La manera o el método que el imperio Romano utilizaba para recoger los impuestos era de esta manera. Ellos empleaban a personas Judías gente en las ciudades o las provincias para que fuesen ellos los que cobraran los impuestos.

La ley en ese entonces era que estas personas que el imperio contrataba pagaba una cantidad de dinero por adelantado al imperio, y en cambio el imperio le daba la autoridad para cobrar los impuestos en las diversas áreas. Pero no solamente esto, porque ellos también recibían la autoridad para obtener una ganancia de todo lo que cobraban. Es decir si había sido determinado que una persona debía diez dólares, el cobrador de impuestos podía cobrar quince o veinte dólares sin ningún tipo de violación de la ley romana.

Manteniendo estas cosas en mente, continuemos examinando lo que Jesús nos esta enseñando aquí en el día de hoy. Entonces, ahora aquí tenemos a estos dos hombre que eran muy diferentes a cada uno. Uno era parte de esta prestigiosa organización religiosa, el bueno, y el otro un cobrador de impuestos, el malo, un hombre que era muy odiado y repudiado por todo el pueblo. Uno de los hombres lo tenia todo y aparentaba estar en camino al cielo, y el otro aparentaba tener nada, solo una vida llena de pecados. A primera vista el Fariseo en esta parábola aparenta ser un hombre muy bueno, y el publicano o cobrador de impuestos es el malo de la película. Les digo esto porque cuando leemos los primeros versículos vemos que el Fariseo aparenta ser el hombre recto. Vemos que el dice "te doy gracias porque no soy como los otros hombres…" Les digo que esta declaración que el hizo aquí es una gran verdad y al punto, el no era tal como el otro hombre. Como les dije previamente, el era un hombre que pertenecía a una organización religiosa muy prestigiosa. Pero en realidad es aquí donde comienza el gran problema. Les digo esto porque su oración a Dios no procedía de su corazón. El no estaba orando a Dios para que le perdonase, el no estaba orando a Dios para darle gracias, en realidad si nos ponemos a analizar lo que hizo este hombre aquí vemos que el no estaba orando!!! Este hombre solo estaba parado en el templo dándose golpes en el pecho de lo bueno que le era para que todos le pudieran escuchar. ¿Piensa usted que Dios escucho esta oración? Les digo que lo único que Dios escucho de este hombre fue bla bla bla.

Este es uno de los problemas que existe en el pueblo de Dios hoy en día. Les digo esto porque existe un gran grupo de supuestamente Cristianos que son tal como el primer hombre en esta historia. Un gran grupo de personas que tal como el Fariseo en esta parábola, solamente dan los pasos a seguir. Les digo esto porque esto fue exactamente lo que hizo este hombre aquí. El no estaba buscando mas de Dios, en realidad el no estaba buscando a Dios. El solamente estaba buscando aceptación del hombre. Este hombre si estaba actuando debidamente, como leemos en la Palabra nos dice que el estaba "puesto en pie..." y esa era la manera apropiada de orar en ese entonces. Este hombre si estaba siendo sincero, el no era como el otro hombre, el no era un adultero, el no era un mentiroso, el no era un ladrón, pero su oración no procedía de su corazón. Sus palabras eran habladas pero no a Dios sino así mismo y quizás para que fuesen oídas por esos que le rodeaban. Sus palabras fueron dichas no para alabar a Dios, no para darle gracias a Dios, sino para tratar de abochornar al otro hombre.

¿Conoce usted a alguien que actúa de esta manera? Les hablo de toda esa persona que en lo exterior, que a primera vista aparentan ser fieles hombres y mujeres de Dios. Personas que nos impresionan con sus agradables personalidades, su aparente compasión, y su disposición en ayudar. Les hablo de toda persona que piensan que ellos son lo suficientemente buenos para Dios. Personas que piensan que han hecho o están haciendo cosas tan buenas que Dios los tiene que aceptar tal como son. Personas que en realidad están convencidas que cuando finalmente se encuentren cara a cara con Dios no serán condenados. Personas que saben que han hecho mal, pero no lo suficiente para ser excluidos de Su reino. Existen muchas personas que piensan de esta manera, y lo que sucede es que continúan viviendo sus vidas tal como quieran y alabando o glorificando a Dios solamente para satisfacer sus consciencias.

Esto es exactamente lo que el Fariseo hizo aquí, el no estaba alabando a Dios, el solamente estaba justificando en su mente las razones por la cual Dios tenia que aceptarle. Todos nosotros debemos tener mucho cuidado de no caer en la misma actitud que encontramos a este hombre. Les digo que es bien fácil ser tal como el Fariseo. Es bien fácil el querer obtener reconocimiento, es bien fácil el querer obtener el prestigio, pero también les digo que es bien fácil no ir al cielo. Si, lo oyeron bien, es muy fácil no ir al cielo. El problema es que cuando empezamos a actuar y a sentirnos tal como este hombre se nos hace muy fácil concentrar nuestra mirada y atención en todo eso que no es importante, se nos hace fácil concentrar nuestra atención en lo externo. Esto es algo que todo ministro, todo diácono y toda persona Cristiana debe tener siempre en mente. Les digo esto porque si actuamos tal como el primer hombre en esta parábola, se nos hace muy fácil sentirnos superiores espiritualmente, se nos hace muy fácil menospreciar a las personas. Esta actitud no es una que nos acerca a Dios, todo lo contrario es verdad, esta actitud nos conduce directamente al infierno. No quiero concentrarme solamente en el primer hombre, en el hombre bueno de esta historia, miremos ahora al pecador. Miremos ahora al malo de esta historia.

Les digo que este era el malo aquí porque estoy seguro que nadie había hecho mas mal a las personas que este hombre aquí. Cuando les digo que este era el malo, no les estoy diciendo nada que el mismo no haya dicho. Miremos bien de cerca, el confeso de inmediato sin titubear, el dijo: "Dios, sé propicio a mí, pecador." Aquí podemos ver un gran contraste entre estos dos hombres. La Palabra de Dios nos dice que "estando lejos," en otras palabras el estaba avergonzado y apenado por sus pecados, el se sentía sucio. El sentía que el no era digno de enfrentar a Dios, el ni siquiera levanto la vista al cielo. Pero si levanto algo aun mucho mejor que la vista, el levanto su corazón. El era un pecador terrible y el lo sabia. El sabia que no era digno del perdón de Dios. ¿Que tan malo era este hombre? El se consideraba como el peor pecador. La razón por la cual les digo esto es porque cuando este hombre se refiere a el diciendo "a mí, pecador," estas palabras vienen de la palabra Griega "harmotolo" cual quiere decir "el pecador." En otras palabras vemos que el no se sentía como solo un pecador sino que se veía como "el" pecador, el se veía como la persona que mas había insultado y avergonzado a Dios, el se veía como el menos merecedor de todos los hombres. El esta reconociendo que no existía nada bueno en el, nada que lo encomendaría a Dios, nada que lo haría ser aceptado por Dios. Es por eso que vemos que el pidió misericordia. El merecía la ira y juicio de Dios, pero el le pidió misericordia. El sabia que de la única manera que el podría ser aceptado por Dios era de que Dios tuviera misericordia de el, de que Dios le perdonara sus pecados. Dios solamente era su esperanza, y misericordia solamente fue lo que el pedía.

El Publicano obtuvo la salvación por la oración que el hizo. El oro diciendo "Dios, sé propicio a mí, pecador." Este hombre quien le había hecho la vida imposible a otros, este ladrón, este tramposo, este hombre verdaderamente malo vino a Dios y le pidió misericordia. El hombre malo, el pecador cobrador de impuestos se fue a su casa justificado. ¿Que paso con el otro? Ese otro se fue a su casa todavía un pecador. El malo se fue a su casa justificado. El malo se fue a su casa completamente perdonado. Pero el Fariseo se fue a su casa todavía perdido. ¿Como puedo estar seguro de esto que les digo? Estoy seguro que muchos no se dieron cuenta que Jesús mismo nos lo dijo, pero lo podemos encontrar en el versículo 11. Jesús nos dice "El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo...," ¿lo pueden ver ahora? El si oro, pero el no oro a Dios, el oro "consigo mismo." El Fariseo penso que el era merecedor y por eso no lo recibió. El cobrador de impuestos sabia que el no era merecedor, sabia que el era un pecador, y por eso recibió el perdón de Dios. Hermanos la misericordia de Dios llega a las personas que menos se la merecen, pero no llega a aquellos que se piensan merecedores.

Para concluir. Esta parábola es para advertirnos que Dios si ve con que disposición y intención nosotros llegamos a El en oración. Lo que dijo el Fariseo nos demuestras que el confiaba a si mismo que el era justo. Podemos asumir que el no cometía pecados grandes y escandalosos. Todo esto esta muy bien y digo de admirar, pero el Fariseo no fue aceptado por Dios. ¿Por que no? Porque el subió al templo a orar, pero estaba lleno de si mismo y no de Dios. Tengamos mucho cuidado de no presentar nuestras devociones vanagloriosas al Señor, y que despreciemos a otros. La oración de este hombre pecador fue corta, pero directa al punto. La oración del publicano estaba completamente llena de humildad, de arrepentimiento por sus pecados, y de un deseo genuino de alcanzar a Dios. El reconoció que el era un pecador por su naturaleza y sus practicas, el reconoció que era culpable en todo sentido delante de Dios. El no dependía de nada mas que la misericordia de Dios. Hermanos, todos tenemos mucho que aprender de esta parábola aquí. Tenemos que aprender que la gloria de Dios resiste a el orgulloso, pero derrama misericordia sobre el humilde. La justificación es de Dios a través de Cristo, así que los que reconocen sus pecados y no los que se justifican a si mismo serán justificados y perdonados ante Dios.

Predicado: Octubre 29, 2000

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