Lucas 16:19-31
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Amós 6:1a.4-7; Salmo 146; 1 Timoteo 6:6-19; Lucas 16:19-31
Análisis
La perícopa está formada por una parábola (según algunos autores no es una parábola sino una historia), vs. 19-26, contada por Jesús (no está claro si a sus discípulos a los fariseos), seguida por una exhortación a la conversión, usando la forma de un diálogo entre el rico y Abraham. Esta parábola es la contracara de la del administrador infiel, texto del domingo pasado. Comienza exactamente de la misma manera que aquélla: “Era un hombre rico...” que se podía dar el lujo de derrochar en grandes fiestas y vestirse con la ropa más cara. En el portal de su casa vivía un hombre tan pobre que hubiera querido hartarse con las migas que caían de la mesa del rico. Este hombre era un mendigo, con llagas, llamado Lázaro. El contraste es impresionante, y para nuestras ciudades y pobres hoy, para nada exagerado. Llama la atención que sólo uno – el pobre, el de las llagas, el que más ha sufrido – tiene nombre, y es quien es llevado por ángeles al seno de Abraham. “El seno” o regazo de Abraham remite a la costumbre de comer con la mano derecha, reclinados sobre el costado izquierdo y con la cabeza apoyada en el pecho del que estaba a la izquierda de uno. Si es así, hay aquí una compensación: Lázaro, que nunca tomó parte en las fiestas del rico, ahora está próximo a Abraham en esta “fiesta post mortem”.
Del otro se dice que “también murió y fue sepultado”, señal de que estaba bien conceptuado en la comunidad, que no había obtenido sus riquezas por medios ilegales. No se dice adónde es conducido, aunque el desarrollo posterior indica que puede ver a Abraham y a Lázaro desde donde se encuentra. De su diálogo con Abraham quedan claras dos cosas: a) que acepta como justo el castigo que se le ha impuesto (pero se los querría evitar a sus hermanos) y b) que la suerte de cada uno/a se determina en vida, después no hay posibilidad de cambios. El lugar de los muertos es el Hades, no es el infierno. Allí, el rico reconoce a Lázaro ¡para que le sirva! Acostumbrado a tener esclavos y ser atendido, ni siquiera se le ocurre otra posibilidad que pedir que Lázaro vaya a llevarle agua.
El diálogo de los vs. 27-31 hace explícitas las conclusiones de la historia narrada en 19-26: lo que Jesús enseña, lo que espera de sus discípulos es que cumplan “la Ley y los Profetas”, las Escrituras, que vivan el Reino nuevo según el ideal de un pueblo bendecido por Dios y solidario entre sí. En el v. 14 Lucas ha acusado a los fariseos de ser amigos del dinero; una afirmación estereotipada, parte de su estrategia narrativa, que indica que – desde la crítica de los profetas de antiguo – preferían la solvencia económica y el prestigio social a la justicia.
Comentario
La parábola no se pregunta si el rico consiguió el dinero injustamente o no. Lo que pinta es la provocación que causa el contraste entre la riqueza y la pobreza extremas, y la falta de entrañas del hombre rico. Enfoca rápidamente en lo que sucede cuando ambos mueren, predicando por medio de su estructura esa urgencia que transmite también con su mensaje.
Los contrastes entre ambos personajes son grandes. Como indican quienes han estudiado el capítulo con la ayuda del estructuralismo, no se puede concebir uno sin el otro; hay un pobre como Lázaro porque hay un rico como éste.
Prédica
1. Lucas no escribe contra los fariseos, sino para una comunidad cristiana donde hay preguntas o problemas en lo que concierne al uso del dinero. Por ende, la predicación ni remotamente debe contribuir con los estereotipos antisemitas corrientes en nuestras sociedades, que hacen de todos los judíos “amigos del dinero” o “comerciantes”.
2. La cuestión no es cuánto dinero tenemos, cuán ricos somos, sino cómo lo usamos, y en esto nadie está exento/a.
3. Al final, es aquello que la Biblia pone tan crudamente: o Dios o Mamón: “allí donde pongas tu corazón está tu Dios”.
NOTA: Para estos EEH resultaron especialmente útiles los siguientes materiales: Miguel de Burgos Núñez, “El escándalo de la Justicia del Reino en Lucas XVI”, Communio 21 (1988) 167-190; Werner Fuchs, “Lucas 16,19-31”, Proclamar Libertação: Auxílios Homiléticos, IV, São Leopoldo, Editora Sinodal, 1979, 88-95; Dennis J. Ireland, Stewardship and the Kingdom of God, Leiden/Nueva York /Colonia, Brill, 1992; René Krüger, “La sustitución del tener por el ser. Lectura semiótica de Lucas 15,1-32”, Revista Bíblica 49, Nueva Epoca n. 26 (1987) 65-97; René Krüger, “Lucas 16,1-13. La opción decisiva: por la ley de Dios o por la ley del capital”, Cuadernos de Teología XV,1-2 (1996) 96-112; y Halvor Moxnes, The Economy of the Kingdom, Philadelphia, Fortress, 1988.
Análisis
La perícopa está formada por una parábola (según algunos autores no es una parábola sino una historia), vs. 19-26, contada por Jesús (no está claro si a sus discípulos a los fariseos), seguida por una exhortación a la conversión, usando la forma de un diálogo entre el rico y Abraham. Esta parábola es la contracara de la del administrador infiel, texto del domingo pasado. Comienza exactamente de la misma manera que aquélla: “Era un hombre rico...” que se podía dar el lujo de derrochar en grandes fiestas y vestirse con la ropa más cara. En el portal de su casa vivía un hombre tan pobre que hubiera querido hartarse con las migas que caían de la mesa del rico. Este hombre era un mendigo, con llagas, llamado Lázaro. El contraste es impresionante, y para nuestras ciudades y pobres hoy, para nada exagerado. Llama la atención que sólo uno – el pobre, el de las llagas, el que más ha sufrido – tiene nombre, y es quien es llevado por ángeles al seno de Abraham. “El seno” o regazo de Abraham remite a la costumbre de comer con la mano derecha, reclinados sobre el costado izquierdo y con la cabeza apoyada en el pecho del que estaba a la izquierda de uno. Si es así, hay aquí una compensación: Lázaro, que nunca tomó parte en las fiestas del rico, ahora está próximo a Abraham en esta “fiesta post mortem”.
Del otro se dice que “también murió y fue sepultado”, señal de que estaba bien conceptuado en la comunidad, que no había obtenido sus riquezas por medios ilegales. No se dice adónde es conducido, aunque el desarrollo posterior indica que puede ver a Abraham y a Lázaro desde donde se encuentra. De su diálogo con Abraham quedan claras dos cosas: a) que acepta como justo el castigo que se le ha impuesto (pero se los querría evitar a sus hermanos) y b) que la suerte de cada uno/a se determina en vida, después no hay posibilidad de cambios. El lugar de los muertos es el Hades, no es el infierno. Allí, el rico reconoce a Lázaro ¡para que le sirva! Acostumbrado a tener esclavos y ser atendido, ni siquiera se le ocurre otra posibilidad que pedir que Lázaro vaya a llevarle agua.
El diálogo de los vs. 27-31 hace explícitas las conclusiones de la historia narrada en 19-26: lo que Jesús enseña, lo que espera de sus discípulos es que cumplan “la Ley y los Profetas”, las Escrituras, que vivan el Reino nuevo según el ideal de un pueblo bendecido por Dios y solidario entre sí. En el v. 14 Lucas ha acusado a los fariseos de ser amigos del dinero; una afirmación estereotipada, parte de su estrategia narrativa, que indica que – desde la crítica de los profetas de antiguo – preferían la solvencia económica y el prestigio social a la justicia.
Comentario
La parábola no se pregunta si el rico consiguió el dinero injustamente o no. Lo que pinta es la provocación que causa el contraste entre la riqueza y la pobreza extremas, y la falta de entrañas del hombre rico. Enfoca rápidamente en lo que sucede cuando ambos mueren, predicando por medio de su estructura esa urgencia que transmite también con su mensaje.
Los contrastes entre ambos personajes son grandes. Como indican quienes han estudiado el capítulo con la ayuda del estructuralismo, no se puede concebir uno sin el otro; hay un pobre como Lázaro porque hay un rico como éste.
Prédica
1. Lucas no escribe contra los fariseos, sino para una comunidad cristiana donde hay preguntas o problemas en lo que concierne al uso del dinero. Por ende, la predicación ni remotamente debe contribuir con los estereotipos antisemitas corrientes en nuestras sociedades, que hacen de todos los judíos “amigos del dinero” o “comerciantes”.
2. La cuestión no es cuánto dinero tenemos, cuán ricos somos, sino cómo lo usamos, y en esto nadie está exento/a.
3. Al final, es aquello que la Biblia pone tan crudamente: o Dios o Mamón: “allí donde pongas tu corazón está tu Dios”.
NOTA: Para estos EEH resultaron especialmente útiles los siguientes materiales: Miguel de Burgos Núñez, “El escándalo de la Justicia del Reino en Lucas XVI”, Communio 21 (1988) 167-190; Werner Fuchs, “Lucas 16,19-31”, Proclamar Libertação: Auxílios Homiléticos, IV, São Leopoldo, Editora Sinodal, 1979, 88-95; Dennis J. Ireland, Stewardship and the Kingdom of God, Leiden/Nueva York /Colonia, Brill, 1992; René Krüger, “La sustitución del tener por el ser. Lectura semiótica de Lucas 15,1-32”, Revista Bíblica 49, Nueva Epoca n. 26 (1987) 65-97; René Krüger, “Lucas 16,1-13. La opción decisiva: por la ley de Dios o por la ley del capital”, Cuadernos de Teología XV,1-2 (1996) 96-112; y Halvor Moxnes, The Economy of the Kingdom, Philadelphia, Fortress, 1988.