Lucas 15:1-3,11-32

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Cuarto Domingo de Cuaresma

Josué 5:9-12; Salmo 32; 2 Corintios 5:17-21; Lucas 15:1-3,11-32

Análisis del texto

Lucas 15 contiene tres parábolas en paralelo sobre algo valioso que fue perdido y es recuperado: la oveja perdida (vv. 4-7), la moneda perdida (vv. 8-10), el hijo pródigo (vv. 11-32). Las tres terminan en alegría y fiesta por el reencuentro, y son pronunciadas a propósito de la murmuración de los fariseos contra Jesús de juntarse con pecadores, acogerlos y comer con ellos (vv. 1-2).
Entre los pecadores debemos contar la gente despreciada por inmoralidad o por ejercer alguna profesión cuestionada o que no era honorable (recaudadores de impuestos para el imperio, cambistas y usureros [publicanos], asesinos y ladrones, prostitutas y adúlteros); aunque para los fariseos también pasaban por pecadores quienes desconocen la ley y no la cumplen.
El verso 1 señala que los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para oírle; mientras que los fariseos andaban diciendo que los acogía y comía con ellos (v.2); esto sugiere o implica algún tipo de complicidad o situación de compromiso. Los pecadores venían a Jesús por alguna razón y estaban dispuestos a escuchar, y este es el primer paso para empezar a creer en la posibilidad de un cambio de vida. Jesús era conocido como profeta y maestro, pero no estaba encerrado en las disputas de los principales partidos religiosos. El amor y la misericordia, particularmente hacia los necesitados y marginados en general, es el fundamento y motivo principal de su enseñanza sobre la ley de Dios. Aquí encontramos posiciones enfrentadas acerca de lo que significa cumplir la ley de Dios, a propósito de la actitud hacia las personas consideradas pecadoras.
La parábola del hijo pródigo (vv.11-32), podría llamarse también la de los dos hijos, de los dos hermanos, o del amor incondicional y sorprendente del padre; y es la más elaborada de las tres.
En la primera parte (vv.11-19) el protagonista es el hijo menor de un padre que le pide lo que le corresponde de sus bienes y, luego de obtenerlo, se va a un país lejano. Aquí se puede destacar la actitud de confianza del padre que accede al pedido y no cuestiona la decisión de su hijo (v.2). El hijo menor ya es grande y busca su independencia disponiendo de la parte de la hacienda que le corresponde. ¿Cuál sería su pecado? ¿Abandonar el afecto de su padre, su tierra y su situación de privilegio? ¿Malgastar su dinero y dedicarse a los placeres?
Pero las circunstancias cambiaron (se acabó el dinero y hubo hambre en aquel país) y el joven comenzó a pasar necesidad, a tal extremo que llegó a trabajar como cuidador de cerdos (profesión despreciada entre los judíos) y desear comer de su indigesta comida (algarrobas). Es en esta circunstancia, cuando ha tocado fondo, que el muchacho se reencuentra consigo mismo y se le abren los ojos, y aquella vida que en otro tiempo quiso abandonar, ahora le parece un paraíso. Allí empieza su vuelta, el retorno, su conversión.
A partir del verso 20 comienza a intervenir el padre quien lo ve venir desde lejos y conmovido sale a su encuentro para abrazarlo y besarlo cariñosamente, sin esperar las disculpas de su hijo y sin pedirle explicaciones de lo que ha hecho con su vida y su dinero. Aún luego de confesarle su pecado, el padre ni siquiera lo pone en penitencia, sino todo lo contrario, lo restituye plenamente y además manda matar el mejor novillo para festejar la alegría que tenía por el retorno de su hijo, del cual no tenía noticias y que hubiera podido estar muerto (vv.23-24). De esta manera el tema central y excluyente de la parábola es el retorno del hijo que estaba perdido.
Hasta aquí la parábola sigue el mismo esquema de las dos anteriores, pero a partir del verso 25 interviene el otro hijo del padre, que es el primogénito y en consecuencia tenía algunos privilegios sobre su hermano menor. En particular en lo que se refiere a la herencia, le correspondía el doble que a su hermano (ver Dt 21:17). Esta última parte (vv.25-32) responde seguramente al marco de referencia introductorio (vv.1-2), sugiriendo un paralelismo significativo:
(A) pecadores – (B) Jesús – (C) fariseos
(a) hijo menor – (b) padre – (c) hijo mayor.
Ahora, si ha resultado llamativa la actitud condescendiente del padre hacia su hijo menor, resulta aun más sorprendente la actitud del hijo mayor que se presenta irritado y ofendido con su padre por el banquete y la fiesta ofrecida en la ocasión del retorno sano y salvo de su hijo que estaba perdido. El hijo mayor, en su queja contra el padre, pone el acento en lo material, en la ecuación gasto – beneficio, en la teoría de la justa retribución según la cual cada uno deber recibir lo que merece. De esta manera le resulta insostenible que aquel hijo que había malgastado irresponsablemente los bienes que eran el producto del esfuerzo de toda la casa, ahora reciba un agasajo magnífico (casi como un premio), con un gran banquete y fiesta para todos. Para el hijo mayor, esto constituye una muy mala señal, para los demás y en especial para el hermano menor que debería ser disciplinado y castigado de manera ejemplar. En todo caso quien merecería un premio o una fiesta para los amigos es aquel que es obediente y responsable. Las diferencias están a la vista: a tantos años de servicio fiel se contrapone devorar tus bienes; a no dejar jamás de cumplir una orden se opone despilfarrar con prostitutas; nunca me diste un cabrito para festejar con mis amigos y matar para él el novillo gordo.
Es llamativo también que el hijo mayor, que parece más responsable y eficiente en la administración de los bienes de la familia, tampoco tenga conciencia del valor de lo que tiene (el afecto de su padre y la disposición de todos sus bienes, vv.29 y 31). Da la impresión de que el hijo mayor hubiera preferido que aquel sin vergüenza no volviera y, en contra del reconocimiento de los criados y su padre (‘tu hermano’, vv.27 y 32), él se niega a legitimarlo como hermano (‘ese hijo tuyo’, v.30), resistiéndose a compartir nuevamente los derechos sobre la hacienda de su casa.

Para la reflexión teológica

En la parábola queda claro que lo más importante en la voluntad de Dios es salvar a los pecadores a través del amor incondicional, en especial a los marginados y despreciados; y esto es el núcleo y el espíritu de toda su ley (‘a quien mucho se le perdona, mucho ama’, Lc 7:47). Quienes más dificultad tienen en comprender y acceder al amor gratuito de Dios, serán los que no se reconocen pecadores, los que tratan de juzgar y controlar a los demás, los que no viven ni dejan vivir; y paradójicamente muchos son religiosos.
En las palabras de Jesús encontramos dos vectores de sentido importantes que conducen a la conversión y al amor fraterno, y éstas son las fuerzas fundamentales del orden moral. Ambos vectores quedan representados en sendos hijos de la parábola. En cuanto a la conversión del hijo menor la situación estaba clara y el padre no necesitó decir absolutamente nada; mientras que el hijo mayor tuvo que ser reconvenido por el padre para que se reencuentre en el amor fraterno.
¿Cuál es la actitud de la iglesia frente a los que son considerados pecadores, dentro y fuera de la comunidad? ¿Cuál será la manera más conveniente y apropiada para corregir las faltas? ¿Será cierto que el anuncio de la alegría por la conversión del pecador puede llegar a ser un atentado contra el orden moral? ¿Es inevitable tener que pasar por situaciones límite para comenzar a cambiar de actitud y avenirnos a la práctica del amor y la misericordia?
¿Puede haber alguna relación entre el principio de gratuidad y el principio de la retribución? ¿Podrá ser justo un sistema económico y social donde las relaciones humanas estén reguladas por las leyes del mercado, el deseo de lucro y un criterio economicista de la eficiencia? La parábola también es una forma de respuesta a la vieja estructura social jerárquica, fundada en el papel del padre, patrón, rey, Dios. Jesús propone una estructura más humana e igualitaria, donde el criterio economicista del salario y de la mercancía es sustituido por el criterio humano y divino del don, de la gratuidad y por lo tanto de la libertad.


Nota: Para este estudio se han utilizado los comentarios de Alois Stöger, El Evangelio según San Lucas, Tomos primero y segundo; Barcelona, Editorial Herder, 1975; Josef Schmid, El Evangelio según San Lucas, Barcelona, Editorial Herder, 1968; Giorgio Girardet, A los cautivos libertad. La misión de Jesús según San Lucas, Buenos Aires, Ediciones La Aurora, 1982; y el Diccionario Enciclopédico de la Biblia, Barcelona, Editorial Herder, 1993.

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