Lucas 13:1-9

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Tercer Domingo de Cuaresma

Isaías 55:1-9; Salmo 63:1-8; 1 Corintios 10:1-13; Lucas 13:1-9

Análisis del texto

La sección de Lucas 13:1-9 es una exhortación a la conversión que sigue la línea de los pasajes precedentes sobre la interpretación, la urgencia y el cumplimiento de los tiempos: exhortación a la vigilancia (vv.12:35-48); la hora de la decisión (vv.12:49-53); las señales de los tiempos (vv.12:54-59). El verso 13:1a hace la conexión con los pasajes anteriores indicando que en aquel mismo momento que Jesús estaba enseñando se presentaron algunos y le contaron lo sucedido a varios galileos.
El pasaje se divide en dos partes principales que se complementan y están articuladas sobre el mismo eje temático (invitación a la conversión). La primera (vv.1-5) ofrece una interpretación a propósito de dos acontecimientos trágicos que causaron gran conmoción y quedaron grabados en la memoria de la gente; y la segunda (vv.6-9) presenta una variante de la parábola sobre la higuera estéril.
La primera parte se introduce con la historia trágica que le refieren a Jesús sobre unos galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la de sus sacrificios. Según el sentido obvio del texto esto significa que Poncio Pilato, procurador de Judea (26-36 d.C., ver Lc 3:1) hizo matar a algunos galileos en el momento que estaban realizando el sacrificio de sus animales en el atrio del Templo de Jerusalén. La ocasión es seguramente la fiesta de pascua, única oportunidad para los laicos de tomar parte en los sacrificios; y estos galileos se manifiestan como personas piadosas que emprendían un largo peregrinaje hasta Jerusalén para venir a ofrecer sus sacrificios. El crimen es escandaloso en sí mismo, y se ve agravado por lo inoportuno de la situación en que se mezcla la sangre de los sacrificios con la sangre de los propios sacrificantes, provocando la profanación del culto y del Templo. No queda claro si éste es un episodio reciente o no, y no se conoce ninguna otra referencia al mismo.
Jesús utiliza este episodio para hacer una reflexión que tiene como marco de referencia la doctrina farisea de la retribución (v.2) y lanzar un llamado a la conversión (v.3). Luego él mismo enfatiza la idea trayendo a colación otro episodio de características similares (v.4a), cuyo esquema literario guarda un paralelismo estricto con el anterior (episodio trágico – reflexión – llamado a la conversión). El segundo episodio recuerda la muerte de dieciocho habitantes de Jerusalén cuando ocurrió el derrumbe de una torre (seguramente parte de la muralla que rodeaba la ciudad) de Siloé (estanque que se encontraba al sudoeste de la ciudad y cerca de la muralla), hecho sobre el cual tampoco se cuenta con otro testimonio. En este caso las víctimas son de Jerusalén y la desgracia parece accidental.
Los dos tipos de desgracia (un acto deliberado del gobierno o una catástrofe accidental) sirven a un mismo objetivo: advertir y llamar la atención a toda la población (sean galileos o de Jerusalén) sobre el destino que les espera si no se convierten, ya que los que murieron no eran más culpables que todo el resto. Esto implica responsabilidad colectiva sobre pecados e injusticias señalados anteriormente: hipocresía e injusticia de los religiosos (11:37-44); la acumulación de riquezas (12:19-21); opresión y lujuria (12:45-48).
La parábola de la higuera estéril (vv.6-9) tiene puntos de contacto con el episodio de la maldición de la higuera estéril en Mt 21:19 y Mc 11:12-14, pero es diferente y en cierta manera opuesta. La ocasión recuerda una costumbre típica en Palestina de plantar árboles frutales en medio de las viñas y hacer trepar sus sarmientos en ellos. El dueño ha venido reiteradas veces (los tres años podría ser una referencia a la duración del ministerio de Jesús) y no ha encontrado frutos, por lo cual le ordena al viñador que la corte bajo el argumento que cansa la tierra inútilmente. Pero el viñador intercede ante el dueño, para probar con un cuidado especial y darle al árbol su última oportunidad.
La higuera (y también la viña) es una metáfora conocida para representar a la casa de Israel (ver Os 9:10), y también hay antecedentes sobre la esterilidad de la planta como figura de la infidelidad e injusticia del pueblo de Yavé (ver Jr 8:13; Mi 7:1). Esto coincide con la referencia a galileos y habitantes de Jerusalén en el pasaje anterior.
Pero ahora no se trata de la maldición a una higuera estéril o un anuncio de castigo (como en Mateo y Marcos), sino que es más bien una parábola sobre la paciencia del Señor con su pueblo al cual le brinda una última oportunidad, remarcando la urgencia y el cumplimiento de los tiempos. La parábola complementa así el llamado a la conversión de la primera parte (vv.1-5) y deja un final abierto.

Para la reflexión teológica

Merece una mayor reflexión algunos aspectos de la doctrina farisea sobre la retribución que aparece implicada en la primera parte (vv.1-5). Según esta doctrina, que también tiene antecedentes en el Antiguo Testamento, todo sufrimiento (o calamidad) sería un castigo por el pecado, ya sea de la comunidad (ver Jc 2:6-23) o de los individuos (ver 1 Reyes 11:11; 13:34; Jeremías 31:29). Este esquema simple de méritos (premios y castigos) asegura el castigo para los impíos, y la prosperidad y el bienestar para los justos y piadosos (ver Pr 12:21; 13:21), pero se revela insuficiente para comprender lo que sucede en la misma realidad, y ya podemos intuir las dificultades y contradicciones que se encuentran para abordar la espinosa cuestión del sufrimiento humano (opresión, guerras, pobreza, enfermedad). En los mismos textos bíblicos encontramos diversas reacciones y protestas que cuestionan la creencia dominante de la retribución y su correlato en lo que concierne a la justicia divina (ver libro de Job; Salmos 37 y 73; Jr 12:1). Luego encontramos, también en el Antiguo Testamento, algunas otras aproximaciones con una valoración más positiva del dolor en las que aparece como un medio divino de formación, prueba y purificación (ver Sal 66:10-12; Pr 17:3; Is 48:10), y el concepto del sufrimiento vicario o en sustitución de otro (ver 2 Macabeos 6:12; 7:37; y la figura del siervo de Yavé en Isaías 52:13-53:12). En el Nuevo Testamento Jesús mismo impugna la teología de la justa retribución, mostrando que no es el sufrimiento o el dolor lo que hace que el ser humano se pierda, sino antes bien su pecado y obras impías (ver la parábola del rico y Lázaro, Lc 16:19-31).
¿Hay algún responsable por los sufrimientos? ¿Qué tipo de relación se puede establecer entre responsabilidad individual y responsabilidad colectiva frente al pecado y las injusticias? ¿De qué manera el cambio de actitud (conversión), aún en pequeña escala, puede ser un factor de transformación de estructuras injustas, y llamado de atención para amplios sectores de la sociedad permeados por la corrupción?

Nota: Para este estudio se han utilizado los comentarios de Alois Stöger, El Evangelio según San Lucas, Tomos primero y segundo; Barcelona, Editorial Herder, 1975; Josef Schmid, El Evangelio según San Lucas, Barcelona, Editorial Herder, 1968; y el Diccionario Enciclopédico de la Biblia, Barcelona, Editorial Herder, 1993.

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