Lucas 12:32-48

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Génesis 15:1-6; Salmo 33:12-22; Hebreos 11:1-3, 8-16; Lucas 12:32-48


Introducción


A primera vista, las diversas unidades y subunidades de Lc 12:1-53 constituyen una diversidad muy abigarrada y sobrecargada de dichos. (Nota: tanto las versiones bíblicas como los comentarios no muestran una unanimidad en cuanto a las divisiones literarias del capítulo). Con todo, es posible descubrir una estructura redaccional, con la cual Lucas da a entender que los discípulos y discípulas conforman una suerte de grupo núcleo en medio de las masas de gentes, de perseguidores y perversos. El centro de esta estructura simétrica está localizado en Lc 12:32-34. Ello evidencia que el grupo núcleo no forma una comunidad segregada, tipo ghetto, sino que está abierto para todas las personas que tienen interés en participar en la pequeña manada.


Veamos la estructura simétrica:


Lc 12:  1-12            A            Exhortación a la firmeza en al fe y a la confesión en medio persecuciones


            13-21            B                      Advertencia ante la avaricia. El rico necio


            22-31            C                                 Superación de las preocupaciones por la relación con el Reino de Dios


            32-34            X                                             La participación en el Reino mediante la práctica del compartir


            35-40            C‘                                La preocupación legítima: permanecer vigilante y preparado


            41-48            B‘                    El mayordomo fiel y el mayordomo necio


            49-53            A‘            La relación de las divisiones y la persecución con la misión de Jesús


El v. 21 cierra la parábola del rico necio construyendo una oposición entre la acumulación de tesoros para sí mismo y el ser rico para con Dios. Ahora bien, ¿qué significa concretamente ser rico para con Dios? ¿Cómo se define concretamente el programa presentado con esta breve formulación? El rico necio vive acumulando tesoros para sí mismo; pero, ¿qué es lo opuesto a su pecado? En principio, el texto podría dejar abiertas varias alternativas: no preocuparse por nada, llevar una vida sencilla, optar por quedarse en la pobreza o por elegirla, renunciar a (casi) todo, compartir los bienes, llevar una vida austera.


La consideración del texto del cap. 12 como un planteo global permite ir aclarando la cuestión. En efecto, los dichos del centro de la simetría, Lc 12:32-34, explican dos aspectos centrales de la síntesis del v. 21: la práctica de aquellos que son ricos para con Dios, y su futuro. Esta explicación construye un llamativo contraste con la figura central de la parábola, el rico necio o insensato.


El texto propuesto, vs. 32-48, se refiere por lo menos a dos temáticas complejas: por un lado, la parusía; y por el otro, la práctica concreta del seguimiento en vista del encuentro definitivo con el Señor. Dado que el contenido de la perícopa propuesta es muy amplia, proponemos concentrar el sermón sobre los tres versículos centrales de todo el cap. 12.


 


Repaso exegético


Es posible que parte de Lc 12:33 reproduzca Lc 18:22. El hecho de que el dicho no tenga paralelo en Mt puede ser indicio de su carácter redaccional. Con la formulación de Lc 12:33, el llamado al seguimiento “económico” de Jesús dirigido a un individuo singular queda transformado en un llamado generalizado que se dirige a toda la comunidad. Lc 12:34 contiene la valoración final de ambos tesoros y de los respectivos programas de acción. Con ello, el versículo remite a la oposición central del Evangelio de Lucas en lo que se refiere a riqueza, bienes y dinero: Dios o el Mamón, tal como luego queda expuesto en Lc 16:13.


Con los vs. 33-34 Lucas muestra cuáles son las relaciones entre el teocentrismo radical de Jesús y su opción por los marginados y los miembros más débiles del cuerpo social. El tesoro “adquirido” junto a Dios por la práctica de la solidaridad con los pobres se opone diametralmente a los tesoros materiales de este mundo, acumulados por el acaparamiento egoísta. Una vez más queda claro que la parábola del rico necio no es una advertencia escatológica, y menos aún una historia horripilante al estilo de “quien-ríe-último-ríe-mejor”, sino una propuesta totalmente transparente que se dirige a aquellos, que tienen más de lo que necesitan para vivir, para convencerlos a compartir sus bienes con aquellos, que no tienen lo suficiente para sobrevivir.


(Un rico testarudo y empedernido hubiera podido plantear un contraargumento: –No todos los ricos mueren tan temprana y repentinamente “esta noche” como el de la parábola. Muchos pueden reposar, comer, beber y regocijarse durante largas décadas.”


–Sí, puede ser – respondería el Jesús lucano –pero, atención, que hay algo más. En Lucas 16:19-31 les contaré qué es ese “algo más”.


Efectivamente, la parábola del rico y Lázaro, el pobre, en cierta manera tiene los colores de una continuación de la parábola del rico necio de Lc 12.)


El v. 33 plantea una radicalidad impresionante que tiene su trasfondo en el llamado ebionitismo presente en el EvLc. El ebionitismo fue un esquema de pensamiento de aquella época, con bases concretas en la situación social, económica y política de Israel; y lo cultivaban ciertos círculos de creyentes pobres. De allí también su designación como “piedad de los pobres”. Consistía en la expectativa de una inversión socioeconómica escatológica, obrada por Dios. El esquema fundamental de esta inversión se introdujo a algunos escritos de carácter apocalíptico de la época intertestamentaria y neotestamentaria; y a nivel del NT, sobre todo en el EvLc y en la Epístola de Santiago. Las muestras sobresalientes del ebionitismo lucano son el Magnificat, Lc 1:46-55; la contraposición de bienaventuranzas y ayes, Lc 6:20-26; y la inversión de las situaciones en la parábola del rico y Lázaro, el pobre, en Lc 16:19-31. En Santiago, el esquema aparece con nitidez explícita en St 1:9-11; pero también subyace a otros textos de la epístola que versan sobre la problemática de pobres y ricos. En todos esos casos, se trata de una inversión escatológica de las estructuras y relaciones socioeconómicas; inversión ésta que traerá dignidad, salvación, satisfacción e identidad junto a Dios a los pobres, necesitados y perseguidos; mientras que producirá humillación, juicio y condenación a los ricos. El ebionitismo también establecía una ecuación entre pobre y piadoso por un lado y rico e impío por el otro. Con esta ecuación, los términos correspondientes llegaron a ser intercambiables a la manera de sinónimos.


El ebionitismo debe ser comprendido como la expresión de una protesta “violenta” – a nivel literario – de los sectores más pobres del pueblo de Dios contra todos aquellos que los oprimían, tanto connacionales como extranjeros. Es una declaración decidida de que Dios no está de acuerdo con la brecha entre pobres y ricos ni con la explotación de sus hijos e hijas pobres por otras personas. A la vez es una afirmación vigorosa de que Dios mismo pondrá fin a ese estado vergonzoso de las cosas, invirtiendo al final de los tiempos drásticamente los destinos de ambos grupos socioeconómicos.


Lc 12:32-34 no plantea expresamente el esquema del ebionitismo, pero éste subyace a la propuesta, con la cual Jesús incluso sobrepasa el esquematismo que de alguna manera no deja de ser “quietista”, porque no propone acciones concretas, sino que espera todo del desenlace apocalíptico.


El v. 32 (vinculado en ocasiones con los dichos anteriores; en otras, con los siguientes), pertenece formalmente a los frecuentes dichos bíblicos que quieren transmitir paz, consuelo, seguridad; y cuyo fundamento es la intervención de Dios a favor de quienes confían en él. En esta ocasión, la exhortación a no temer tiene como base la decisión del Padre de otorgar el reino a su pequeño grupito de fieles. Directamente vinculada con esta atribución de seguridad viene el planteo de la venta de las posesiones y la entrega del dinero a los pobres (la condición de los destinatarios como tales se deduce del término limosna). Este trastrueque implica la formación de un tesoro imperecedero e inagotable junto a Dios.


La mención de las polillas es una referencia a las vestimentas caras que usaban y amontonaban los ricos de la época. La acción devastadora de esos insectos se relacionaba con la concepción del fin del injusto (cf. Isaías 50:9; 51:8; Oseas 5:12). Es probable que este versículo establezca también alguna relación con Lc 16:19, donde se mencionan la ropa superlujosa del hombre rico y sus banquetes diarios: Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Coincidencias de este tipo no suelen ser tales en autores del calibre de Lucas, sino construcciones conscientes, que colaboran en al construcción del sentido del libro entero, ya que establecen relaciones intratextuales. Además, en este caso la nota proviene directamente de la observación de la práctica de los pudientes. Desde tiempos inmemoriales, las vestimentas lujosas constituían (y constituyen) un apreciado símbolo de status de los ricos.


Por su parte, los términos bolsas, tesoro y ladrón remiten al dinero, a monedas de oro y plata, joyas y otros objetos de valor, todos ellos representaciones de la riqueza.


El dicho jesuano desautoriza la elevada cotización de estos símbolos de la fortuna (dinero y vestimentas suntuosas). Con la referencia a su envejecimiento, agotamiento, robo y destrucción, Jesús enfatiza que la fortuna no tiene valor alguno como fundamento para la vida de quienes forman la comunidad de seguidoras y seguidores. El cuádruple efecto anulador hace que los símbolos de la opulencia queden destituidos de todo valor. He aquí una anulación semántica de los bienes lujosos. ¿Puede imaginarse alguien una miseria peor para los ricos que la pérdida total de todos sus capitales?


El rastreo de los elementos tomados de la tradición lleva a otra cuestión más. Eclesiástico 29:10 propone: Gasta dinero por el hermano y amigo, que no se te enroñe bajo la piedra y lo pierdas. Esta figura pertenece a una tradición de crítica social, que asociaba la oxidación del dinero con el descuido de la responsabilidad social. Asimismo, otra tradición contenía la conjunción de herrumbre y animales dañinos, cf. Baruc 6:10 (Epístola de Jeremías 1:10): Los adornan también con vestidos como si fuesen hombres, a esos dioses de plata, oro y madera; pero éstos no se libran ni de la roña ni de los gusanos (otras traducciones dicen polillas).


Tobías 4:7-9 contiene una exhortación a la generosidad para con los necesitados, y la fundamenta de la siguiente manera: Porque así te atesoras una buena reserva para el día de la necesidad. Porque la limosna libera de la muerte e impide caer en las tinieblas (v. 9). Henoc etiópico 38,2 y Henoc eslavo 50,5 apuntan exactamente a lo mismo.


El v. 34 es sorprendentemente esclarecedor con relación a las adhesiones personales a determinados valores. Desenmascara la cara “oculto” de cada cual; y establece que el seguimiento de Jesús y la participación en el reino se vinculan con opciones y decisiones claras, que cada cual ha de tomar. La exhortación a formar un tesoro imperecedero en el cielo se vincula estrechamente con la adhesión a Dios y al prójimo; y no tienen nada que ver con el ideal estoico de la renuncia, practicada por un individuo sin mayores relaciones con la sociedad. De la misma manera, la práctica de la solidaridad no es una opción por la pobreza, como si esta fuera un ideal para el perfeccionamiento propio; sino que se vincula más bien con la austeridad y con una opción comunitaria, que busca superar la pobreza de las hijas y los hijos de Dios. (Somos conscientes de las raíces protestantes de esta interpretación).


Con su combinación de diversos elementos tradicionales y propios de Jesús, el dicho no sólo contiene las dimensiones escatológica y ebionítica, sino fundamentalmente la de la crítica social combinada con una propuesta alternativa. No sólo habla del juicio final, sino que cuestiona drásticamente la opulencia y la ostentación como tales, indicando la naturaleza condenable del sistema de valores de quienes viven así. Jesús enjuicia a los ricos que prefieren acumular tesoros para sí mismos en vez de socorrer a sus hermanos y hermanas pobres; prefieren que las polillas les devoren los atuendos valiosos en vez de compartirlas con los desnudos. Al mismo tiempo, se cierra el círculo abierto por la parábola del rico necio, quedando esbozado el proyecto alternativo: En vez de hacerse tesoros en la tierra, donde el ladrón y la polilla los eliminan, socorran a sus hermanos y hermanas necesitados; compartan lo que tienen para que todos y todas puedan vivir. La acumulación egoísta no sustenta ninguna vida; el compartir da sustento eterno a todas y todos.


 


Breve reflexión teológica


A nivel hermenéutico se plantea la pregunta acerca del significado último de la propuesta. ¿Tiene ella un sentido literal y una validez perenne, como para que todas las generaciones de cristianos y cristianas la cumplan al pie de la letra? Diversos exégetas han acusado a Lucas de haber idealizado la comunidad primitiva de Jerusalén; la cual, siguiendo fielmente la propuesta de Lc 12:32-34, se convirtió en una comunidad de paupérrimos, que constantemente necesitaba de ofrendas y limosnas (cf. Ro 15:25-26; 1 Co 16:3; 2 Co 8:4; 9:1). Con esta interpretación, quedaba descartada la radicalidad de la propuesta de Lc 12, pues “sólo había producido fracaso”. Otros exégetas encararon la cuestión desde la perspectiva sociológica inherente al momento histórico de los primeros seguidores de Jesús, y hablaron de “carismáticos ambulantes”, que sí podían practicar literalmente las palabras sobre el desprendimiento de todas las posesiones. De esta manera, la radicalidad quedaba confinada a aquel instante de la historia, sin mayores desafíos para las generaciones posteriores.


Ahora bien, aun reconociendo la necesidad de la contextualización de toda palabra bíblica, la propuesta de Lc 12:32-34 sigue levantando un planteo enérgico que hace a la esencia misma de las relaciones socioeconómicas de toda comunidad humana. Despliega una aguda crítica a todo sistema que se basa en la acumulación egoísta de los bienes y el dinero; y propone un objetivo diametralmente opuesto: la preocupación activa por la vida del prójimo necesitado.


 


Posible esquema para la predicación


1.      Realizar un breve diálogo sobre los valores con los que se maneja el actual sistema socioeconómico y político.


2.      Hacer una reflexión sobre los efectos que tiene ese sistema sobre la sociedad, principalmente sobre los miembros más débiles del conjunto social: divisiones, marginación, exclusión, frustración, cierre de horizontes, pérdida de presente y futuro, desesperación, creciente violencia. Dios critica y condena este panorama sombrío.


3.      Introducir la propuesta de Jesús: a pesar de lo poco que podamos tener (¿o acaso habrá verdaderos ricos en la Iglesia?), vale la pena intentar una práctica alternativa, empezando con la acción de la pequeña manada. Estas alternativas han de apuntar a la solidaridad, el compartir, la preocupación activa por los marginados y excluidos. A esta práctica alternativa también pertenecen el animarse y consolarse mutuamente – frecuentemente, Jesús antepone a sus propuestas una palabra de ánimo.


 


Nota: Cf. sobre el ebionitismo: Leander E. Keck, “The Poor Among the Saints in Jewish Christianity and Qumran”, en: ZNW 57 (1966) 54-78, en especial p. 55-64; y René Krüger, “La proclama de una inversión total. La estructuración de Lucas 6,20-26”, en: RIBLA 8 (1991) 27-38.

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