Lucas 11:1-13
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Génesis 18:20-32; Salmo 138; Colosenses 2:6-15 [16-19]; Lucas 11:1-13
Este hermoso texto tiene su paralelo en Mateo 6:9-15 para el Padrenuestro y en 7:7-11 para las enseñanzas sobre la oración. La versión de Mateo es la que normalmente seguimos en la iglesia. Como es obvio no es este el lugar para hacer una análisis del Padrenuestro, ni lo aconsejamos como tema para una sola predicación. No parece más útil dedicarnos a meditar sobre lo que Jesús no dice sobre la oración y su papel en la vida de la iglesia.
Un modelo
“Señor, enséñanos a orar...” le pide uno de sus discípulos al ver que había finalizado su oración. La respuesta de Jesús consiste no en darle una oración para repetir sino un modelo para que se guiaran en sus propias oraciones. No siempre hemos entendido esto y en muchos casos tomamos el Padrenuestro como una oración acabada y no como un modelo que nos debe orientar en la construcción de nuestra propia oración. Por cierto que no tiene nada de malo el repetirlo, especialmente como un gesto de unidad con hermanos y hermanas que están lejos, o de comunión con aquellos con quienes compartimos una comunidad de fe. Pero no debemos perder la perspectiva de la provisionalidad de estas palabras de Jesús. El hecho de que la versión en Mateo no sea igual a la de Lucas revela que en un primer momento no fue considerada una oración cerrada que debía repetirse siempre igual. Sirvió –como lo quiso el Señor- para provocar y guiar las oraciones personales y comunitarias de la iglesia naciente.
En esto Jesús no innova respecto a la práctica de su tiempo. En el templo y en la vida privada se hacía oraciones espontáneas tanto como se recitaban oraciones ya establecidas por tradición. Lo que introduce es la concentración en pocas palabras. Es inimaginable para nosotros que vivimos en un mundo de velocidad y cosas rápidas, lo breve que debe haber sonado esta oración. Cualquier oración que se precie debía durar varios minutos o ser recitada muchas veces para que tuviera un clima de seriedad y respeto. Jesús parece decir con este modelo que prefiere oraciones cortas y profundas a largos discursos.
Los vs. 5-8 son de compleja aplicación. No se entiende por qué utiliza para Dios la imagen de un vecino que atiende un pedido no por amistad sino para que dejen de molestarlo. Quizá los discípulos pudieran en ese momento sentir que Dios no estaba de su lado y por lo tanto lo que se les dice es que el Señor oirá sus oraciones igual. Sea cual fuere la intención del texto, no debemos dejar pasar la oportunidad para señalar que no es necesario sentirse amigo de Dios para que este nos escuche. En el imaginario popular se suele pensar que Dios escucha más a quienes lo frecuentan, a las personas piadosas o a quienes parecen estar más cerca de la santidad que de la vida cotidiana. En otras palabras, la frase “Dios no me va a escuchar a mí...” o “Ore usted porque a usted Dios lo escucha...” Aquí Jesús está diciendo que Dios va a escuchar a todos aun aquellos que sienten que él no está de su lado, que no es su amigo. Y en nuestro tiempo son millones los que tienen ese sentimiento.
El Dios que escucha
“Pedid y se os dará” es una frase muy fuerte, así como las que la continúan. Establece un compromiso de parte de Dios que solo Jesús podía afirmar y comprometer. Se está diciendo que ante le pedido a Dios no hemos de quedar con las manos vacías. No por conocido debemos dejar de recordar aquellas palabras que inspiradas en este pasaje dicen que Dios siempre responde a las oraciones: a veces responde sí, a veces no, y en otras ocasiones responde más adelante. Nunca hay que dejar de recordar esa verdad.
La práctica de la oración en el judaísmo estaba en consonancia con esto que enseña Jesús. El judío creyente debía orar con la confianza de que Dios estaba atento a sus palabras. Lo que introduce Jesús en este caso es lo familiar del trato entre el creyente y Dios. En general el judío piadoso tenía un respeto por lo divino que en ocasiones lo llevaba a sentirse alejado de Dios y a perder de vista una relación cercana. No era extraño que por momentos no se atreviera a pedirle a Dios cosas que pensaba podían molestarlo, o que no tenían entidad suficiente para ser oídas por el Creador. Aquí Jesús abre la puerta a una relación familiar y cercana. Dice que a Dios no le molestan las oraciones de sus hijos e hijas.
Esto es reforzado por al imagen del padre al que un hijo le pide pan. ¿Le dará a cambio el padre una piedra? dice Jesús. Seguramente no y así se aplica también la imagen a nuestras oraciones y Dios. No nos responderá irresponsablemente sino atendiendo a nuestras necesidades. Si nosotros con todas nuestras limitaciones somos capaces de atender bien a nuestros hijos cuanto más hará Dios por aquellos a quienes ama. Es de notar que en todo esto Jesús no contradice la práctica judía de su tiempo. Dios era padre y como tal interesado en el bienestar y la vida de sus hijos e hijas. Pero esa distancia que ya comentamos lo colocaba como un ser a veces inalcanzable, no como un padre al que podemos hablarle en la confianza de que nos entenderá.
La oración del creyente
Jesús les enseña a orar no solo dándoles un modelo de oración sino introduciéndolos en la confianza con que deben dirigirse al Padre. El problema no era que no sabían orar sino que tenían temor de hacerlo. Tampoco era el problema que no reconocieran a Dios como padre sino que no se atrevían a tratarlo como tal.
Jesús nos invita a orar con pocas pero sentidas palabras, en la confianza de que Dios nos escucha y que contestará con panes y no con piedras.
Este hermoso texto tiene su paralelo en Mateo 6:9-15 para el Padrenuestro y en 7:7-11 para las enseñanzas sobre la oración. La versión de Mateo es la que normalmente seguimos en la iglesia. Como es obvio no es este el lugar para hacer una análisis del Padrenuestro, ni lo aconsejamos como tema para una sola predicación. No parece más útil dedicarnos a meditar sobre lo que Jesús no dice sobre la oración y su papel en la vida de la iglesia.
Un modelo
“Señor, enséñanos a orar...” le pide uno de sus discípulos al ver que había finalizado su oración. La respuesta de Jesús consiste no en darle una oración para repetir sino un modelo para que se guiaran en sus propias oraciones. No siempre hemos entendido esto y en muchos casos tomamos el Padrenuestro como una oración acabada y no como un modelo que nos debe orientar en la construcción de nuestra propia oración. Por cierto que no tiene nada de malo el repetirlo, especialmente como un gesto de unidad con hermanos y hermanas que están lejos, o de comunión con aquellos con quienes compartimos una comunidad de fe. Pero no debemos perder la perspectiva de la provisionalidad de estas palabras de Jesús. El hecho de que la versión en Mateo no sea igual a la de Lucas revela que en un primer momento no fue considerada una oración cerrada que debía repetirse siempre igual. Sirvió –como lo quiso el Señor- para provocar y guiar las oraciones personales y comunitarias de la iglesia naciente.
En esto Jesús no innova respecto a la práctica de su tiempo. En el templo y en la vida privada se hacía oraciones espontáneas tanto como se recitaban oraciones ya establecidas por tradición. Lo que introduce es la concentración en pocas palabras. Es inimaginable para nosotros que vivimos en un mundo de velocidad y cosas rápidas, lo breve que debe haber sonado esta oración. Cualquier oración que se precie debía durar varios minutos o ser recitada muchas veces para que tuviera un clima de seriedad y respeto. Jesús parece decir con este modelo que prefiere oraciones cortas y profundas a largos discursos.
Los vs. 5-8 son de compleja aplicación. No se entiende por qué utiliza para Dios la imagen de un vecino que atiende un pedido no por amistad sino para que dejen de molestarlo. Quizá los discípulos pudieran en ese momento sentir que Dios no estaba de su lado y por lo tanto lo que se les dice es que el Señor oirá sus oraciones igual. Sea cual fuere la intención del texto, no debemos dejar pasar la oportunidad para señalar que no es necesario sentirse amigo de Dios para que este nos escuche. En el imaginario popular se suele pensar que Dios escucha más a quienes lo frecuentan, a las personas piadosas o a quienes parecen estar más cerca de la santidad que de la vida cotidiana. En otras palabras, la frase “Dios no me va a escuchar a mí...” o “Ore usted porque a usted Dios lo escucha...” Aquí Jesús está diciendo que Dios va a escuchar a todos aun aquellos que sienten que él no está de su lado, que no es su amigo. Y en nuestro tiempo son millones los que tienen ese sentimiento.
El Dios que escucha
“Pedid y se os dará” es una frase muy fuerte, así como las que la continúan. Establece un compromiso de parte de Dios que solo Jesús podía afirmar y comprometer. Se está diciendo que ante le pedido a Dios no hemos de quedar con las manos vacías. No por conocido debemos dejar de recordar aquellas palabras que inspiradas en este pasaje dicen que Dios siempre responde a las oraciones: a veces responde sí, a veces no, y en otras ocasiones responde más adelante. Nunca hay que dejar de recordar esa verdad.
La práctica de la oración en el judaísmo estaba en consonancia con esto que enseña Jesús. El judío creyente debía orar con la confianza de que Dios estaba atento a sus palabras. Lo que introduce Jesús en este caso es lo familiar del trato entre el creyente y Dios. En general el judío piadoso tenía un respeto por lo divino que en ocasiones lo llevaba a sentirse alejado de Dios y a perder de vista una relación cercana. No era extraño que por momentos no se atreviera a pedirle a Dios cosas que pensaba podían molestarlo, o que no tenían entidad suficiente para ser oídas por el Creador. Aquí Jesús abre la puerta a una relación familiar y cercana. Dice que a Dios no le molestan las oraciones de sus hijos e hijas.
Esto es reforzado por al imagen del padre al que un hijo le pide pan. ¿Le dará a cambio el padre una piedra? dice Jesús. Seguramente no y así se aplica también la imagen a nuestras oraciones y Dios. No nos responderá irresponsablemente sino atendiendo a nuestras necesidades. Si nosotros con todas nuestras limitaciones somos capaces de atender bien a nuestros hijos cuanto más hará Dios por aquellos a quienes ama. Es de notar que en todo esto Jesús no contradice la práctica judía de su tiempo. Dios era padre y como tal interesado en el bienestar y la vida de sus hijos e hijas. Pero esa distancia que ya comentamos lo colocaba como un ser a veces inalcanzable, no como un padre al que podemos hablarle en la confianza de que nos entenderá.
La oración del creyente
Jesús les enseña a orar no solo dándoles un modelo de oración sino introduciéndolos en la confianza con que deben dirigirse al Padre. El problema no era que no sabían orar sino que tenían temor de hacerlo. Tampoco era el problema que no reconocieran a Dios como padre sino que no se atrevían a tratarlo como tal.
Jesús nos invita a orar con pocas pero sentidas palabras, en la confianza de que Dios nos escucha y que contestará con panes y no con piedras.