Lucas 10:1-11
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Isaías 66:10-14; Salmo 66:1-8; Gálatas 6:[l-6] 7-16; Lucas 10:1-11, 17-20.
Estrategia misionera de Jesús
Este pasaje presenta la estrategia misionera de Jesús. Parece que luego la abandona pues no vuelve a mencionarse en el Evangelio una organización como la aquí descripta. Pero no por eso debemos minimizar el plan expuesto. Por otra parte este texto revela que más allá de los doce discípulos siempre nombrados, había un número considerablemente mayor que lo seguían con un grado alto de compromiso. Si consideramos que el texto inmediato anterior había criticado a quienes no priorizaban la misión, podemos inferir que estos ahora enviados parecían ser más adecuados a lo que se esperaba de ellos.
Es de observar que en Números 11 se narra la efusión del espíritu de Dios sobre setenta ancianos (a los que luego se suman dos más). Aquellos protagonizaron una especie de ampliación de la comunicación de Dios antes reservada solo al líder Moisés. En este caso Jesús emula aquella situación y nombra setenta discípulos quienes irán por las ciudades con la fuerza del mandato de Jesús. En ese sentido lo que antes se presentó como el espíritu divino ahora es atribuido a la misma palabra del Señor: “yo los envío...” (v. 3).
Las instrucciones sobre la austeridad (“no llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado...”) están relacionadas con la abundancia de profetas y mesías que pululaban por las aldeas solicitando dinero a cambio de oráculos y bendiciones. Los seguidores de Jesús se han de distinguir de aquellos y deberán anunciarse en las casas pidiendo paz para los moradores. Esto era un modo de saludo que expresaba la intención de la visita de compartir algo importante con toda la casa. La tarea es sanar y anunciar que el reino está cerca.
Es curioso que los vs. 10-12 que presagian un futuro como el de Sodoma para los que no reciban a los mensajeros parece contradecir 9:54-56 donde rechaza la sugerencia de dos discípulos de destruir una aldea por su negativa a recibir a Jesús. Sin embargo lo que se dice ahora no es una amenaza en el presente sino un anuncio de la bendición que se pierden al no oír la palabra. En otras palabras, que en los días finales comprenderán lo equivocado que estaban al rechazar el evangelio que se les estaba ofreciendo. Para aquella famosa ciudad la tragedia será menor porque en cierto sentido ellos no tuvieron la oportunidad de oír el evangelio que ahora rechazan estas aldeas del tiempo de Jesús. (El fuerte juicio sobre Capernaum en 10:15 es precisamente porque allí había vivido Jesús y lo habrían escuchado). De todos modos no debemos exagerar la intención del pasaje. Tampoco es la única vez que alguien no escucha o no entiende el mensaje –notablemente recordemos a su madre y hermanos, vecinos de Nazaret, Pedro y otros, etc.- y en esos casos no se expresó con tanta dureza. Puesto en el contexto general el evangelio nos recuerda que el anuncio es a todos y que aquellos que no lo reciben tendrán oportunidad de comprender la verdad más adelante.
A partir del v. 17 se cuenta que volvieron las parejas enviadas. No se narra que hayan sido rechazados en algún lugar sino al contrario traen un optimismo producto de haber desarrollado su tarea. No sabemos si la expresión “aún los demonios se nos sujetan en tu nombre” cae bien a Jesús o lo inquieta al oírla de boca de los mensajeros. La respuesta de Jesús anunciando que Satanás estaba siendo vencido y de que nada los dañará parece expresar beneplácito. Pero el v. 20 coloca las cosas en su lugar. Lo importante no es mostrar poder –que por otra parte no les pertenece pues viene de Dios- sino el hecho de ser parte de aquellos que habiendo abrazado el evangelio saben que sus nombres son verdaderamente parte del pueblo de Dios.
Predicar en todo lugar
Este texto es una invitación a anunciar el evangelio de salvación con claridad y en todo lugar. El centro del mensaje está en el hecho de que el creyente es enviado por Jesús mismo y acompañado por él en esa tarea. Al igual que en el texto del domingo anterior lo que interesa aquí no son tanto los detalles como el hecho general de que el compartir el mensaje es lo prioritario sobre otras cosas.
Durante la Edad Media se desarrollaron órdenes mendicantes que basadas en este pasaje reclutaban personas que recorrían las ciudades en extrema pobreza, anunciando el evangelio en clave apocalíptica, y viviendo de la caridad. Si bien una lectura literal puede sugerir esa opción, nos parece más profunda la lectura si indagamos sobre las implicancias para el o la creyente que desea asumir con total responsabilidad su fe cristiana compatibilizada con el mundo en el cual el Señor mismo nos a puesto. Señalamos entonces tres características que surgen de este pasaje.
La primera es el sentido positivo de la predicación. No se anuncia el fin de algo (de los tiempos, del pecado, de la enfermedad, etc.) sino el comienzo de una nueva manera de acercarse de parte de Dios. Eso significa que Dios en Cristo está cerca, se ha hecho ser humano y se dispone a acompañarnos. El reino de Dios es él mismo, no un nuevo estado que reemplace temporariamente al vigente. Y Jesús estará siempre dispuesto a recibirnos dentro del equipo de aquellos discípulos (“rogad al Señor que envíe obreros a su mies”, dice en el v. 2).
La segunda es que tanto si nos reciben como si nos rechazan se anuncia la cercanía del reino. Lejos está esto de transformarnos en cargosos anunciadores de nuestro mensaje a quienes no desean escucharlo. Por el contrario, lo que significa es que allí donde es bien recibido no es necesario insistir. Si bien la expresión “sacudirse el polvo contra vosotros” indica un alto grado de rechazo, también es cierto que salir de un lugar deja la puerta abierta para volver a entrar en el futuro. Ya el Señor creará otra oportunidad para ellos. ¿Acaso no ha tenido paciencia con nosotros mismos tantas veces?
La tercera es que es parte integral del mensaje la acción sobre el cuerpo, no sólo sobre el espíritu. Las curaciones (v. 9) no deben entenderse como meros milagros sino como testimonio de que a Dios le interesa el bienestar total de la persona. En aquellos tiempos se expresaba en la curación del cuerpo. Hoy puede expresarse también a través de otras formas. Buscar la justicia, defender a desprotegido o promocionar la paz verdadera en situaciones de conflicto son también modos de expresar la voluntad de Dios de atender a todas las necesidades del ser humano.
Estrategia misionera de Jesús
Este pasaje presenta la estrategia misionera de Jesús. Parece que luego la abandona pues no vuelve a mencionarse en el Evangelio una organización como la aquí descripta. Pero no por eso debemos minimizar el plan expuesto. Por otra parte este texto revela que más allá de los doce discípulos siempre nombrados, había un número considerablemente mayor que lo seguían con un grado alto de compromiso. Si consideramos que el texto inmediato anterior había criticado a quienes no priorizaban la misión, podemos inferir que estos ahora enviados parecían ser más adecuados a lo que se esperaba de ellos.
Es de observar que en Números 11 se narra la efusión del espíritu de Dios sobre setenta ancianos (a los que luego se suman dos más). Aquellos protagonizaron una especie de ampliación de la comunicación de Dios antes reservada solo al líder Moisés. En este caso Jesús emula aquella situación y nombra setenta discípulos quienes irán por las ciudades con la fuerza del mandato de Jesús. En ese sentido lo que antes se presentó como el espíritu divino ahora es atribuido a la misma palabra del Señor: “yo los envío...” (v. 3).
Las instrucciones sobre la austeridad (“no llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado...”) están relacionadas con la abundancia de profetas y mesías que pululaban por las aldeas solicitando dinero a cambio de oráculos y bendiciones. Los seguidores de Jesús se han de distinguir de aquellos y deberán anunciarse en las casas pidiendo paz para los moradores. Esto era un modo de saludo que expresaba la intención de la visita de compartir algo importante con toda la casa. La tarea es sanar y anunciar que el reino está cerca.
Es curioso que los vs. 10-12 que presagian un futuro como el de Sodoma para los que no reciban a los mensajeros parece contradecir 9:54-56 donde rechaza la sugerencia de dos discípulos de destruir una aldea por su negativa a recibir a Jesús. Sin embargo lo que se dice ahora no es una amenaza en el presente sino un anuncio de la bendición que se pierden al no oír la palabra. En otras palabras, que en los días finales comprenderán lo equivocado que estaban al rechazar el evangelio que se les estaba ofreciendo. Para aquella famosa ciudad la tragedia será menor porque en cierto sentido ellos no tuvieron la oportunidad de oír el evangelio que ahora rechazan estas aldeas del tiempo de Jesús. (El fuerte juicio sobre Capernaum en 10:15 es precisamente porque allí había vivido Jesús y lo habrían escuchado). De todos modos no debemos exagerar la intención del pasaje. Tampoco es la única vez que alguien no escucha o no entiende el mensaje –notablemente recordemos a su madre y hermanos, vecinos de Nazaret, Pedro y otros, etc.- y en esos casos no se expresó con tanta dureza. Puesto en el contexto general el evangelio nos recuerda que el anuncio es a todos y que aquellos que no lo reciben tendrán oportunidad de comprender la verdad más adelante.
A partir del v. 17 se cuenta que volvieron las parejas enviadas. No se narra que hayan sido rechazados en algún lugar sino al contrario traen un optimismo producto de haber desarrollado su tarea. No sabemos si la expresión “aún los demonios se nos sujetan en tu nombre” cae bien a Jesús o lo inquieta al oírla de boca de los mensajeros. La respuesta de Jesús anunciando que Satanás estaba siendo vencido y de que nada los dañará parece expresar beneplácito. Pero el v. 20 coloca las cosas en su lugar. Lo importante no es mostrar poder –que por otra parte no les pertenece pues viene de Dios- sino el hecho de ser parte de aquellos que habiendo abrazado el evangelio saben que sus nombres son verdaderamente parte del pueblo de Dios.
Predicar en todo lugar
Este texto es una invitación a anunciar el evangelio de salvación con claridad y en todo lugar. El centro del mensaje está en el hecho de que el creyente es enviado por Jesús mismo y acompañado por él en esa tarea. Al igual que en el texto del domingo anterior lo que interesa aquí no son tanto los detalles como el hecho general de que el compartir el mensaje es lo prioritario sobre otras cosas.
Durante la Edad Media se desarrollaron órdenes mendicantes que basadas en este pasaje reclutaban personas que recorrían las ciudades en extrema pobreza, anunciando el evangelio en clave apocalíptica, y viviendo de la caridad. Si bien una lectura literal puede sugerir esa opción, nos parece más profunda la lectura si indagamos sobre las implicancias para el o la creyente que desea asumir con total responsabilidad su fe cristiana compatibilizada con el mundo en el cual el Señor mismo nos a puesto. Señalamos entonces tres características que surgen de este pasaje.
La primera es el sentido positivo de la predicación. No se anuncia el fin de algo (de los tiempos, del pecado, de la enfermedad, etc.) sino el comienzo de una nueva manera de acercarse de parte de Dios. Eso significa que Dios en Cristo está cerca, se ha hecho ser humano y se dispone a acompañarnos. El reino de Dios es él mismo, no un nuevo estado que reemplace temporariamente al vigente. Y Jesús estará siempre dispuesto a recibirnos dentro del equipo de aquellos discípulos (“rogad al Señor que envíe obreros a su mies”, dice en el v. 2).
La segunda es que tanto si nos reciben como si nos rechazan se anuncia la cercanía del reino. Lejos está esto de transformarnos en cargosos anunciadores de nuestro mensaje a quienes no desean escucharlo. Por el contrario, lo que significa es que allí donde es bien recibido no es necesario insistir. Si bien la expresión “sacudirse el polvo contra vosotros” indica un alto grado de rechazo, también es cierto que salir de un lugar deja la puerta abierta para volver a entrar en el futuro. Ya el Señor creará otra oportunidad para ellos. ¿Acaso no ha tenido paciencia con nosotros mismos tantas veces?
La tercera es que es parte integral del mensaje la acción sobre el cuerpo, no sólo sobre el espíritu. Las curaciones (v. 9) no deben entenderse como meros milagros sino como testimonio de que a Dios le interesa el bienestar total de la persona. En aquellos tiempos se expresaba en la curación del cuerpo. Hoy puede expresarse también a través de otras formas. Buscar la justicia, defender a desprotegido o promocionar la paz verdadera en situaciones de conflicto son también modos de expresar la voluntad de Dios de atender a todas las necesidades del ser humano.