Los comunicadores contraculturales de un mensaje contracultural
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Lucas 2:8-20
Dios, la Biblia, el Evangelio, son, en esencia, comunicación.
La comunicación divina, bíblica y evangélica es transformadora de la realidad, y esto no sólo en el ámbito personal, sino, en especial, en el ámbito relacional, socio-político, socio-religioso, socio-económico, cultural. Realidades tan profundamente humanas como lo que llamamos interior o espiritual.
Este poder transformador puede leerse en toda la Biblia, pero de manera especial en la vida y mensaje del mayor comunicador de la historia: Jesús, quien ha dado a conocer a Dios mismo.
El mensaje de las palabras de Jesús y de su vida, su muerte y resurrección cuando volvía a ser comunicado por los primeros creyentes incidía no sólo en su realidad interior y espiritual, como lo solemos relegar en nuestras iglesias y en nuestras experiencias de fe. Este mensaje incidía en la realidad social y comunitaria en la que la gente vivía, cuestionándola, enfrentándola y transformándola radicalmente.
Leamos y reflexionemos en un breve ejemplo de esto, en el evangelio de Lucas, en el conocido episodio del anuncio angelical a los pastores de Belén.
Esta porción nos resulta tan familiar que ha perdido ya su radicalidad. El relato se ha incorporado ya al folclor de nuestras sociedades ávidas de consumo en las celebraciones navideñas que parecería no tener algo nuevo que decirnos hoy. Espero que esta reflexión nos ayude a leer este texto con otra perspectiva.
Como podemos leer, la esencia de este relato es la comunicación del anuncio que “ha nacido hoy para ustedes, un Salvador, que es el Cristo-Señor en la ciudad de David” (Lc 2:11). El anuncio es “evangelizado” por un mensajero con el resplandor de la gloria de Dios, que rompe la oscuridad de la marginación en la que los pastores viven.
Digo esto porque los pastores son representantes, no sólo de los sencillos y humildes (como nos hemos acostumbrado a verlos), sino de todos los sectores marginados del pueblo en la sociedad. En su sociedad, los pastores son marginados (1) por su pobreza: aún cuando algunos tienen sus propios rebaños, se ven obligados a venderlos a bajos costos pero la mayoría tenían que trabajar para otros. (2) Por su carácter: son personas ásperas, incultas, mal habladas y mal-olientes. (3) Por su estilo de vida: eran marginados de las celebraciones religiosas por mantenerse “ceremonialmente impuros”, siendo despreciados por los “piadosos”.
A estos hombres y mujeres marginados viene el anuncio del mensajero del Señor, y ellos se constituyen en sus primeros comunicadores. Ellos hablan de “lo que han visto y oído” y lo celebran, como más adelante lo harían los discípulos de Jesús (Lc 24:52-53 Hch 4:19-20). Como resultado del anuncio recibido, los pastores fueron radicalmente transformados.
¿Qué mensaje era capaz de transformar de esta manera precisamente a estas personas? Un mensaje que se presenta como opuesto y alternativo a la sociedad de su época, una sociedad que promovía la marginación, en la que los más débiles tenían que someterse al designo de “los poderosos”. Por eso no es fortuita la mención del poder imperial al inicio del capítulo no sólo es un dato cronológico… Es que el anuncio del ángel y de los ángeles está en oposición a estos poderes que dominan la sociedad.
Estos poderes son dos: El poder romano-imperial y el poder judío-jerosolimitano. Ambos son poderes en pugna por la supremacía, ambos son mostrados como marginadores y configuran mentalidades marginadoras. En todo el evangelio de Lucas y el libro de los Hechos se narra el conflicto que tienen estos dos poderes con el Evangelio y con Jesucristo (Hch 4:27).
Pero en el anuncio del ángel, cuando vemos los contenidos de los nombres dados al niño que nace, puede verse cómo va a entrar en conflicto con esos poderes:
• El Salvador: En el ámbito judío es sólo un nombre para Dios. El cántico de María (Lc 1:47) recuerda esta particularidad: “Dios mi Salvador”. El Antiguo Testamento nunca identificó al Mesías con este título, sino sólo a Dios mismo (Isa 43:3 y otros). Por ello, llamar a Jesús “Salvador” era oponerse y cuestionar el poder y la fe judía. En el ámbito romano, “Salvador” es el nombre de los dioses y un título de los emperadores (César era “soter del mundo habitado” Augusto “soter del género humano”, etc.). Por ello, llamar a Jesús “Salvador” era oponerse y cuestionar el poder y la fe imperial.
• El Señor: En el ámbito judío, además de ser un título respetuoso, es la manera de dirigirse a Dios mismo. Yahvé es el Señor (Adonai), así se sustituye el nombre de Dios en la versión griega del Antiguo Testamento. Por ello llamar a Jesús “Señor” es oponerse y cuestionar el poder y la fe judía. En el ámbito romano, “Señor” es otro título para el emperador. En el culto a éste debía declararse “César es el Señor”. Por ello, llamar a Jesús “Señor” era cuestionar y oponerse al poder y el culto imperial.
¡Con razón la comunicación del Evangelio es riesgosa!, porque cuestionaba y se oponía a las estructuras que promovían la marginación, el abuso y el sufrimiento humano. En este contexto, el anuncio del nacimiento y su comunicación son en sí mismos un motivo de celebración gozosa, porque dan a conocer a un Dios que no se identifica con las estructuras de poder de la sociedad, sino que se identifica con y favorece a los excluidos.
¿Cómo podríamos comunicar un Evangelio así el día de hoy?
Dios, la Biblia, el Evangelio, son, en esencia, comunicación.
La comunicación divina, bíblica y evangélica es transformadora de la realidad, y esto no sólo en el ámbito personal, sino, en especial, en el ámbito relacional, socio-político, socio-religioso, socio-económico, cultural. Realidades tan profundamente humanas como lo que llamamos interior o espiritual.
Este poder transformador puede leerse en toda la Biblia, pero de manera especial en la vida y mensaje del mayor comunicador de la historia: Jesús, quien ha dado a conocer a Dios mismo.
El mensaje de las palabras de Jesús y de su vida, su muerte y resurrección cuando volvía a ser comunicado por los primeros creyentes incidía no sólo en su realidad interior y espiritual, como lo solemos relegar en nuestras iglesias y en nuestras experiencias de fe. Este mensaje incidía en la realidad social y comunitaria en la que la gente vivía, cuestionándola, enfrentándola y transformándola radicalmente.
Leamos y reflexionemos en un breve ejemplo de esto, en el evangelio de Lucas, en el conocido episodio del anuncio angelical a los pastores de Belén.
Esta porción nos resulta tan familiar que ha perdido ya su radicalidad. El relato se ha incorporado ya al folclor de nuestras sociedades ávidas de consumo en las celebraciones navideñas que parecería no tener algo nuevo que decirnos hoy. Espero que esta reflexión nos ayude a leer este texto con otra perspectiva.
Como podemos leer, la esencia de este relato es la comunicación del anuncio que “ha nacido hoy para ustedes, un Salvador, que es el Cristo-Señor en la ciudad de David” (Lc 2:11). El anuncio es “evangelizado” por un mensajero con el resplandor de la gloria de Dios, que rompe la oscuridad de la marginación en la que los pastores viven.
Digo esto porque los pastores son representantes, no sólo de los sencillos y humildes (como nos hemos acostumbrado a verlos), sino de todos los sectores marginados del pueblo en la sociedad. En su sociedad, los pastores son marginados (1) por su pobreza: aún cuando algunos tienen sus propios rebaños, se ven obligados a venderlos a bajos costos pero la mayoría tenían que trabajar para otros. (2) Por su carácter: son personas ásperas, incultas, mal habladas y mal-olientes. (3) Por su estilo de vida: eran marginados de las celebraciones religiosas por mantenerse “ceremonialmente impuros”, siendo despreciados por los “piadosos”.
A estos hombres y mujeres marginados viene el anuncio del mensajero del Señor, y ellos se constituyen en sus primeros comunicadores. Ellos hablan de “lo que han visto y oído” y lo celebran, como más adelante lo harían los discípulos de Jesús (Lc 24:52-53 Hch 4:19-20). Como resultado del anuncio recibido, los pastores fueron radicalmente transformados.
¿Qué mensaje era capaz de transformar de esta manera precisamente a estas personas? Un mensaje que se presenta como opuesto y alternativo a la sociedad de su época, una sociedad que promovía la marginación, en la que los más débiles tenían que someterse al designo de “los poderosos”. Por eso no es fortuita la mención del poder imperial al inicio del capítulo no sólo es un dato cronológico… Es que el anuncio del ángel y de los ángeles está en oposición a estos poderes que dominan la sociedad.
Estos poderes son dos: El poder romano-imperial y el poder judío-jerosolimitano. Ambos son poderes en pugna por la supremacía, ambos son mostrados como marginadores y configuran mentalidades marginadoras. En todo el evangelio de Lucas y el libro de los Hechos se narra el conflicto que tienen estos dos poderes con el Evangelio y con Jesucristo (Hch 4:27).
Pero en el anuncio del ángel, cuando vemos los contenidos de los nombres dados al niño que nace, puede verse cómo va a entrar en conflicto con esos poderes:
• El Salvador: En el ámbito judío es sólo un nombre para Dios. El cántico de María (Lc 1:47) recuerda esta particularidad: “Dios mi Salvador”. El Antiguo Testamento nunca identificó al Mesías con este título, sino sólo a Dios mismo (Isa 43:3 y otros). Por ello, llamar a Jesús “Salvador” era oponerse y cuestionar el poder y la fe judía. En el ámbito romano, “Salvador” es el nombre de los dioses y un título de los emperadores (César era “soter del mundo habitado” Augusto “soter del género humano”, etc.). Por ello, llamar a Jesús “Salvador” era oponerse y cuestionar el poder y la fe imperial.
• El Señor: En el ámbito judío, además de ser un título respetuoso, es la manera de dirigirse a Dios mismo. Yahvé es el Señor (Adonai), así se sustituye el nombre de Dios en la versión griega del Antiguo Testamento. Por ello llamar a Jesús “Señor” es oponerse y cuestionar el poder y la fe judía. En el ámbito romano, “Señor” es otro título para el emperador. En el culto a éste debía declararse “César es el Señor”. Por ello, llamar a Jesús “Señor” era cuestionar y oponerse al poder y el culto imperial.
¡Con razón la comunicación del Evangelio es riesgosa!, porque cuestionaba y se oponía a las estructuras que promovían la marginación, el abuso y el sufrimiento humano. En este contexto, el anuncio del nacimiento y su comunicación son en sí mismos un motivo de celebración gozosa, porque dan a conocer a un Dios que no se identifica con las estructuras de poder de la sociedad, sino que se identifica con y favorece a los excluidos.
¿Cómo podríamos comunicar un Evangelio así el día de hoy?