Lc. 24:13-35 (La iglesia camino a Emaús)
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Lucas 24: 13-35.
Superación del temor y testimonio.
La iglesia camino a Emaús.
Objetivos: Llamar a la congregación a alegrarse con la presencia del resucitado: confiar en Él y no en nuestras fuerzas.
Valorar la comunión como signo de la presencia de Jesús resucitado. Testimoniar unos a otros y hacia los de afuera la presencia de Jesús.
1- El temor: el gran enemigo de la empresa humana.
Hay un temor que es alerta, que nos previene de correr riesgos innecesarios, que nos ayuda frente al peligro.
Pero hay un temor que es paralizante. Es el temor que en lugar de hacer que funcionemos mejor detienen y confunden nuestras fuerzas. Pueden ser temores a cosas externas o temor al fracaso, a la enfermedad, al que dirán, a ser el ridículo, a encontrarse con desconocidos. Muchas veces estos miedos provienen de experiencias infantiles de temor o de sistemas educativos que han utilizado como método el temor para disciplinar.
Cualquiera sean los temores que nos asaltan, serán siempre una atadura que nos impedirá el crecimiento como personas y por su puesto atarán también nuestro crecimiento espiritual.
El temor nos hace perder la alegría, nos hace perder la dirección de nuestra vida y nos separa de los demás.
2- Los discípulos confundidos por el temor.
Los discípulos que iban camino a Emaús estaban confundidos por el temor, tal vez el temor más grande que conocemos: el temor que nos produce la muerte.
· Habían perdido la alegría.
· Habían perdido el rumbo: se dirigían a Emaús y no permanecían en Jerusalén que era el lugar desde donde saldría a predicar el perdón a todas las naciones.
· Se habían separado de los demás. Se alejan del grupo de discípulos que están reunidos.
Superación del temor y testimonio.
La iglesia camino a Emaús.
Objetivos: Llamar a la congregación a alegrarse con la presencia del resucitado: confiar en Él y no en nuestras fuerzas.
Valorar la comunión como signo de la presencia de Jesús resucitado. Testimoniar unos a otros y hacia los de afuera la presencia de Jesús.
1- El temor: el gran enemigo de la empresa humana.
Hay un temor que es alerta, que nos previene de correr riesgos innecesarios, que nos ayuda frente al peligro.
Pero hay un temor que es paralizante. Es el temor que en lugar de hacer que funcionemos mejor detienen y confunden nuestras fuerzas. Pueden ser temores a cosas externas o temor al fracaso, a la enfermedad, al que dirán, a ser el ridículo, a encontrarse con desconocidos. Muchas veces estos miedos provienen de experiencias infantiles de temor o de sistemas educativos que han utilizado como método el temor para disciplinar.
Cualquiera sean los temores que nos asaltan, serán siempre una atadura que nos impedirá el crecimiento como personas y por su puesto atarán también nuestro crecimiento espiritual.
El temor nos hace perder la alegría, nos hace perder la dirección de nuestra vida y nos separa de los demás.
2- Los discípulos confundidos por el temor.
Los discípulos que iban camino a Emaús estaban confundidos por el temor, tal vez el temor más grande que conocemos: el temor que nos produce la muerte.
· Habían perdido la alegría.
· Habían perdido el rumbo: se dirigían a Emaús y no permanecían en Jerusalén que era el lugar desde donde saldría a predicar el perdón a todas las naciones.
· Se habían separado de los demás. Se alejan del grupo de discípulos que están reunidos.