Lc. 15:1-32. (Hijo pródigo. Amor restaurador de Dios)

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Lucas 15: 1-32.

Título: Hijo pródigo. Amor restaurador de Dios.

Objetivos: mostrar la actitud perdonadora amorosa de Dios para todos sus hijos. Llamar a toda la comunidad a creer en la posibilidad de cambio de las personas y aceptar su retorno con amor y alegría.

1- El alejamiento de Dios.
El cuento de Jesús acerca del hijo que se va nos presenta la situación de alejamiento de Dios en la que vivimos. Teniendo a nuestro alcance la plenitud de vida que nos ofrece Dios, muchas veces nos conformamos con las migajas que caen de la mesa o mucho menos. Vivimos en el despilfarro de las herencias que nos ha dado Dios: consumimos lo que forjaron otros, nuestros padres o pioneros de la fe, pero malgastamos esta herencia creyendo que Dios podrá bendecir cualquiera de nuestras actitudes.
Imagen del hijo que quiere comer de lo de los cerdos: es un animal inmundo para su tradición, repugnante. Quiere poner de manifiesto el contraste entre alguien que podía disfrutar de un buen pasar y termina queriendo comer lo que ningún decente siquiera imaginaría.
Finalmente se da el regreso a la comunión con el Padre. El hijo solo quiere un lugar para subsistir. El Padre le devuelve la plenitud.

Es de notar que todo el conflicto se desata por la posesión de la herencia, tanto con el hijo menor como con el mayor.

Es evidente el alejamiento del hermano menor pero se manifiesta mucho más peligroso y oculto el del hermano mayor.

2- La actitud de los que no quieren el arrepentimiento del hermano.
La tristeza del hermano está otra vez en relación con los bienes materiales que según él mismo, supo cuidar. Pero en ese cuidado no supo disfrutar ni alegrarse en esa vida que llevaba. Es como los cristianos que dicen: -"yo no robo ni hago mal a nadie, soy un tonto". Muestran que su accionar es según lo que denominamos una buena conducta, pero no tiene fundamentos que la sustenten. No hace el mal tal vez porque no puede, o porque no sabe. Pero su valoración final es que eso es ser tonto. No se pudo alegrar de la vida que llevaba. No supo disfrutar el camino que había elegido. Toda su buena conducta era con el fin de autojustificarse. Se sentía orgulloso de lo que había hecho y no podía entender ni permitir el amor del padre.
Para vivir en esa comunión, según él, había que pagar derecho de piso, y si alguien volvía, también lo tenía que volver a pagar.

La iglesia está llena de hermanos mayores. Llamar la atención acerca de lo que significa no esperar la conversión de los demás. Negarse a la posibilidad del cambio. Estas son las mezquindades de nuestra vida que nos hacen creer que estamos en la comunión con Dios porque lo merecemos.
Actitud que pervierte y destruye el sentido misionero que debe tener la iglesia, sentido misionero que está fundado no sólo en un mandato misionero sino en el amor misionero que el Padre nos tiene. Es ese amor que nos busca, que nos sale al encuentro en nuestro alejamiento.
Anécdota: a los campamentos de niños de la escuelita se podía invitar a un amigo, y así el grupo crecía. Con el correr de los años sólo podía ir quien había participado todo el año en la escuelita, y aún el que tenía mala asistencia no podía participar.

Ojo con criticarlos o enjuiciarlos porque estaríamos haciendo lo mismo que el texto quiere prevenir que no hagamos. Caeríamos en la trampa de ser nosotros, los lectores, los hijos mayores de la vida actual, condenando, rechazando o negando el amor de Dios a quienes rechazan. Todos somos destinatarios del amor incondicional de Dios que nos busca y nos llama una y otra vez. También cuando rechazamos a nuestros hermanos somos amados por Dios, con el amor transformador que Él nos tiene.

3- La restauración que puede llevar a cabo Dios.
3.1.El amor Dios se preocupa por cada uno de nosotros aún antes de que nosotros tomemos la iniciativa de buscarlo a Él.
La historia de la moneda y la oveja perdidas afirman que el propósito de Dios es rescatar. Más aún, que la vuelta de un hijo causa más alegría que la presencia de noventa y nueve que ya está en casa.

La actitud del Padre que espera y recibe al Hijo. No hay condiciones previas para el perdón de Dios. No hay nada que hacer para merecerlo. Este amor sin reservas ni condiciones es el que puede transformar nuestras vidas.
Es así como también tratamos a nuestros hijos. O por lo menos este debería ser el amor con que Dios quiere que los tratemos.

3.2. La restauración es total. Se restaura la relación en su plenitud. La bienvenida y los bienes que el Padre le da al hijo que se fue muestran que no lo va a dejar como un hijo a medias.
La restauración es económica y también de los sentimientos. En el encuentro se besaron. Se superaron las barreras que pudiera haber.

Dios también quiere restaurar al hijo mayor. Le rogaba que entrase.

3.3. Por esta restauración tuya y mía es que Jesús murió en la cruz. Ese es el costo de nuestra restauración, ese es el alcance del amor de Dios, un alcance que llega hasta lo máximo: la entrega de si mismo en manos de los hombres.

4. Llamado.
4.1. A los que están lejos. Hermano, puede ser que tu seas de los que se fueron como el hijo pródigo. Dios no cesa de llamarte y aún antes de que hayas decidido siquiera participar de este culto El ya se estaba preocupando por vos. Su amor siempre te estará esperando, no dejes pasar la oportunidad.
Si alguien escucha la voz de Dios para volver a la comunión que lo tome muy en serio y que lo comparta con otros.

4.2. A los que están habitualmente en la casa del Padre. Si has estado siempre en la casa del Padre, gózate junto con Dios con la llegada de tu hermano alejado. Da gracias a Dios por esto. Hagamos una fiesta para celebrar el reencuentro, porque todos a la verdad hemos sido restaurados por el gran amor de Dios.

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