La paz no puede globalizarse

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A nadie le gustan los problemas. Pero los problemas vienen.
A veces de afuera. En la calle los chicos juegan alegres al
fútbol. Pero interviene un grande. Y enseguida se
descompagina la paz de la calle.
A veces los problemas vienen de adentro de uno. Marcelo
sigue con el problema de matemáticas. No se resuelve. Se
enoja, grita. Ha perdido la paz.
La paz es tan frágil como una flor. Puede romperse,
cortarse, marchitarse en cualquier momento. Porque toda paz
depende de la armonía y el buen juego de voluntades e
intereses distintos. No somos un monte de árboles casi
iguales. Somos humanos y pronto surgen intereses y
voluntades diferentes.
Cuando uno o muchos quieren más para sí y se lo sacan a
otros; cuando uno o un grupo pretenden que los demás
piensen, sientan y actúen como ellos, se rompió la paz
porque se acabó la justicia y el respeto. Pasa en la
familia, en el barrio, en la iglesia, en los países, en
nuestra América.
Sin embargo la paz es algo más que ausencia de guerras y de
problemas. Sin embargo la paz no puede globalizarse.
Imponerla es matarla, es paz de cementerio. Y la paz es vida
que da vida.
Algunos textos del Antiguo Testamento:
Jer. 20,10 Concordia en una vida fraterna
Jer. 25,12 Confianza mutua sancionada por una alianza
Jue. 4,17 Tratado de buena vecindad
Sal. 37,11 Los humildes gustarán la paz
Miq. 3,15 Profetas falsos anuncian paz sin justicia
Jer. 29,11 A exiliados Dios promete paz esperanzada

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